China frente a la URSS. Un análisis

 

Cuando China se transformó en la República Popular China, en 1949, la Unión Soviética, tenía ya más de treinta años de vivir bajo un régimen socialista, que le habían permitido superar las condiciones de atraso, heredadas del antiguo régimen y contar con una pujante economía, de un alto nivel técnico y de gran productividad.

Los grandes avances económicos, científicos y técnicos de la Unión soviética habían sido logrados con enormes sacrificios del pueblo, que tuvo que soportar grandes privaciones impuestas por la necesidad vital de desarrollar y de consolidar el socialismo en su país. Estos sacrificios del pueblo soviético no solamente consistieron en serias limitaciones en sus condiciones de vida material, sino que llegaron a la entrega total de perder millones de vidas en la lucha en contra de los enemigos exteriores, que se empeñaban en barrer del mapa al único país socialista que existía en el mundo. Los grandes sufrimientos y la actitud heroica del pueblo soviético durante la Segunda Guerra Mundial, y de la cual salió victorioso, son reconocidos por todo el mundo.

Tenemos que aceptar el derecho del pueblo soviético, una vez que ha pasado la “etapa heroica”, de aspirar a disfrutar de mejores niveles de vida, mejoramiento que ha sido posible por el trabajo constante y tenaz de los obreros, los campesinos y el pueblo todo de la Unión Soviética. Ese mayor bienestar, además de ser una justa compensación por el esfuerzo realizado por el pueblo, es ni más ni menos que el propósito, la justificación y la meta del socialismo.

Por su parte, la República Popular China, en 1949, cuando surgió a la vida, era un país sumamente atrasado, con enormes problemas económicos, sociales y políticos que resolver, como condición de su desarrollo y de su consolidación como país socialista. En estas condiciones, la preocupación central, vital, de China, tenía que ser la de realizar los esfuerzos máximos para reconstruir su economía y desarrollarla por el camino socialista. Y construir el socialismo en un país de 630 millones de habitantes (la población de entonces) era ciertamente de gran importancia no sólo para China, sino para el avance del socialismo en el mundo.

Para la edificación del socialismo a ritmo acelerado, China necesitaba la ayuda de la Unión Soviética y de los otros países socialistas que habían surgido al terminar la Segunda Guerra Mundial. Esto, a pesar de sus enormes recursos naturales y humanos. Especialmente requería de ayuda técnica y de bienes de producción.

Y la Unión Soviética y de los otros países socialistas respondieron con un gran sentido de solidaridad. Centenares de técnicos soviéticos, alemanes, checos, etc., llegaron a China a dar su contribución fraternal para el desarrollo económico del país hermano. Técnicos en acero, en construcción de maquinaria, de grandes puentes en trabajos de exploración, en diseños, en técnicas de planificación económica, etc.

La ayuda se extendió al suministro de maquinaria y equipo de diversidad de tipos, requeridos para la integración de la industria pesada de China. También fueron proporcionados camiones, coches, aviones y otro tipo de medios de transporte.

Por otra parte, millares de estudiantes chinos se trasladaron a las universidades, institutos, centros de investigación y a las fábricas de la Unión Soviética y de los otros países socialistas para prepararse mejor en las técnicas modernas y para captar los avances científicos de esos países.

Y toda esta ayuda se otorgaba sobre bases justas, que contrastaban con las normas vigentes en el mundo capitalista. No existía el deseo de parte de los países otorgantes de ejercer dominio sobre China a través de la ayuda, de apoderarse de sus empresas, o de controlar sus recursos naturales. Además, los términos de los créditos concedidos eran equitativos por sus bajas tasas de interés, por los plazos y por las condiciones de pago en especie a precios justos de beneficio recíproco.

Cuanto tuve la fortuna de visitar por primera vez a China, en 1957, y de conocer las principales ciudades y regiones industriales, desde Shanghai y Pekín y Uhan hasta la zona de alto desarrollo industrial del Noreste (Manchuria) con su centro metalúrgico de Anshan, la fábrica de automóviles y caminos de Chang Chun y la industriosa ciudad de Seyán, pude constatar la magnitud de la ayuda socialista a China y el entusiasta reconocimiento del pueblo chino. Todo parecía indicar que las relaciones dentro del mundo socialista serían siempre fraternales, de colaboración, justas y de lucha común por el desarrollo económico de los países socialistas y de ayuda a los pueblos atrasados en planos de equidad.

Sin embargo, desde 1958 y 1959 empezaron a aflorar una serie de dificultades entre las relaciones Chino-Soviéticas. Al principio, cuando las agencias noticiosas de los grandes países capitalistas comenzaron a hablar de fricciones entre los dos mayores países socialistas y con regocijo manifestaban la existencia de una intensa lucha por la hegemonía del movimiento socialista mundial, se pensó por parte de las corrientes progresistas de todo el mundo que se trataba de “buenos deseos” de los imperialistas, pero en el fondo no había nada de cierto. Cuando mucho, se pensó, podría haber algunos malentendidos que serían superados fácilmente. También se llegó a pensar que las fricciones eran más aparentes que reales y que podría tratarse de “valores entendidos” como un medio de lucha frente al imperialismo.

En el transcurso de los últimos ocho años, sin embargo, las fricciones y el distanciamiento entre China y la Unión Soviética se han agudizado hasta un grado que hubiera sido inconcebible una década antes. ¿Qué es lo que en realidad está pasando? ¿Por qué dos países socialistas se encuentran en pugna, si la esencia misma del socialismo hacía suponer que tales hechos no se producirían? ¿Habrá dejado de ser socialista la Unión Soviética o China, rectificando su camino? Y lo que es más importante ¿hasta dónde podrán llegar las fricciones? ¿Se tornarán irreconciliables y antagónicas las posiciones de esos dos grandes países?

El análisis objetivo de las discrepancias Chino-Soviéticas tiene que llevarnos a descartar como causas del conflicto factores de tipo personal  de naturaleza psicológica, tales como el resentimiento que se afirma que existe en Mao-Tse-Tung por la campaña soviética contra el culto a la personalidad de Stalin, su gran amigo y camarada, o como el de la existencia de algún complejo de superioridad existente de un lado o del otro. Cuando se trata de profundizar, con juicio sereno y con el deseo de descubrir la verdad de los hechos, se encuentran algunos factores objetivos, de la realidad misma del desarrollo de los países socialistas, que pueden darnos la explicación del conflicto. Entre los más importantes podemos destacar los siguientes:

1º— La Unión Soviética y China se encuentran en distintas etapas de desarrollo económico y de consolidación del socialismo.

2º— Los dos países se encuentran situados en posiciones distintas frente al mundo exterior y en especial respecto al imperialismo.

3º— Aunque los dos países son de los más poblados de la Tierra, China por sí sola cuenta con la cuarta parte de la población mundial, 700 millones de habitantes, con lo que aventaja a la Unión Soviética con más de 400 millones.

En nuestro próximo artículo analizaremos estos factores, y algunos subsidiarios, con lo que intentaremos apuntar al menos el camino por el que podemos encontrar la respuesta a las grandes interrogaciones que nos hemos planteado respecto a las causas de las fricciones dentro del mundo del socialismo y el alcance de esas contradicciones.

Ceceña, José Luis [1966], "China frenta a la URSS. Un análisis", México, Revista Siempre!, 697: 12 y 70, 2 de noviembre.