¿Crisis de crecimiento? Ante el conflicto chino-soviético

 

Los conflictos que estamos presenciando en el mundo del socialismo, de los cuales el surgido entre China y la Unión Soviética es el más notorio, pero de ninguna manera el único, son manifestaciones de la forma del desarrollo del socialismo en esta etapa, en que coexisten los dos grandes sistemas, el propio socialismo y el capitalismo en su etapa imperialista.

Así como el capitalismo ha sufrido una serie de transformaciones en el curso de su historia -del capitalismo comercial y de libre concurrencia se pasó al industrial y luego al capitalismo monopolista francamente imperialista- de manera semejante el socialismo está pasando por diversas etapas en su desarrollo.

Primero el socialismo se estableció en un solo país, la Unión Soviética, y esa primera etapa tuvo una serie de características propias de un nuevo sistema que se abría paso, dentro de un mundo dominado por el capitalismo imperialista. La Unión Soviética tuvo necesidad, para subsistir y luego desarrollarse como país socialista, de encontrar formas que le permitieran hacer frente al “cerco capitalista” y de construir a la mayor brevedad, las bases de una sociedad socialista. El ser el único país que intentaba liquidar una estructura capitalista y semifeudal para construir una sociedad socialista, le imprimió un derrotero y formas particulares de desenvolvimiento.

En primer lugar, la Unión Soviética tuvo necesidad de implantar la “dictadura del proletariado” en una forma drástica, férrea, intransigente, como único medio de suprimir en el interior el dominio de las clases burguesas y feudales que detentaban la riqueza y el poder económico. No existía otra forma, dadas las circunstancias, de poder hacer avanzar al país hacia el socialismo. Era vital y urgente transformar a toda celeridad el juego de fuerzas interno, sentar las bases de propiedad colectiva de los medios de producción y fortalecer al nuevo régimen para hacerle frente también a las fuerzas hostiles del imperialismo exterior, el que tenía como aliados naturales a los sectores que dominaban la riqueza nacional.

En segundo lugar, la Unión Soviética tuvo necesidad de imponer un sacrificio intenso y prolongado a la población, especialmente al sector campesino, manteniendo el consumo popular en niveles muy bajos, como único camino para acumular recursos indispensables para acelerar el desarrollo industrial, que era la piedra angular para el fortalecimiento económico general y para la defensa ante un mundo hostil que amenazaba con destruirla. Este sacrificio tuvo que ser de grandes proporciones porque la Unión Soviética se encontraba sola y no podía esperar ayuda de los países capitalistas que le habían declarado una guerra implacable.

En tercer lugar, aunque el socialismo se intentaba establecer en forma deliberada y con el conocimiento profundo de las leyes del desenvolvimiento económico-social, a diferencia de los sistemas anteriores, que surgieron en forma más o menos espontánea, no existían cartabones o blueprints que marcaran los pasos precisos a seguir. La Unión Soviética así, tuvo que abrir “brecha” y encontrar el camino por sí sola. Esto explica muchos de los errores cometidos, como el intento de suprimir el dinero por considerarlo un instrumento capitalista, y otros más, que fueron muy costosos para el pueblo soviético.

Después de la segunda guerra mundial el socialismo se convirtió en un sistema más amplio, internacional, con la incorporación de una serie de países, especialmente de la República Popular China. Con estos hechos el socialismo creció y su crecimiento planteó nuevos y complejos problemas, tanto a los países que se sumaron al socialismo como a la propia Unión Soviética.

Por una parte, los nuevos países que surgían al socialismo eran varios y tenían además un hermano mayor, la Unión Soviética, que ya se encontraba consolidada como país socialista, y con una economía vigorosa y de alto nivel técnico y que, por lo mismo, podía ser un apoyo de incalculable valor sobre todo en la etapa crítica de su nacimiento.

Con el cambio de fuerzas en el mundo, por el fortalecimiento del mundo socialista ampliado, los nuevos países socialistas estuvieron en condiciones de poder desenvolverse con gran rapidez, aprovechando la experiencia de la Unión Soviética en la construcción del socialismo y disponiendo de su ayuda económica, técnica y su respaldo militar.

Estas circunstancias permitieron a los nuevos países socialistas adoptar métodos y formas menos rigurosas que las que fueron necesarias en la Unión Soviética, basadas en las condiciones particulares de cada uno.

Los nuevos países adoptaron la forma de “democracias populares” y no de países socialistas propiamente dichos. En la mayoría de ellos, aunque se estableció la “dictadura del proletariado”, se hicieron alianzas con sectores nacionalistas incluyendo hasta algunos sectores de la burguesía nacional. Estas alianzas significaron que el Estado no procedió a nacionalizar o colectivizar de inmediato todos los medios de producción, sino que se limitó a controlar los puntos estratégicos de la vida económica. En Polonia, por ejemplo, todavía en 1964, más del 80% de la producción agropecuaria correspondía a productores privados. Pero el caso de China es el más notable.

La República Popular China desde su nacimiento, aunque aprovechó muchas de las experiencias de la Unión Soviética y recibió una ayuda muy importante de ese país, adoptó formas propias que se alejaron bastante del modelo soviético. El tratamiento dado a la burguesía nacional, por ejemplo, contrastó con lo acontecido en la URSS. No solamente no se le expropiaron sus propiedades, sino que por algún tiempo se les garantizó un dividendo convenido, y se les utilizó como gerentes o funcionarios de las empresas. Todavía hoy no pocos ex burgueses dirigen fábricas socialistas.

En el sector agrícola tampoco se procedió drásticamente, sino que se siguió un proceso largo de transformación de la propiedad privada e individual de la tierra a la colectivización, que pasó por la cooperación, la formación de cooperativas de tipo inferior, las cooperativas de tipo superior hasta llegar a las comunas populares actuales.

Todas estas circunstancias, aunadas al hecho de que los nuevos países socialistas se encontraban en diversos grados de desarrollo económico al iniciarse en el camino del socialismo, han determinado una situación de disparidad en el desenvolvimiento del mundo socialista y han engendrado problemas derivados de esa desigualdad de condiciones.

La desigualdad en el grado de desarrollo económico y en el grado de transformación socialista, plantea problemas como los siguientes: desigualdad en los niveles de vida; exigencias distintas en cuanto al sacrificio que se debe imponer al pueblo en sus niveles de consumo; exigencias también diferentes en cuanto al grado en que hay que forzar el desarrollo industrial y de infraestructura; necesidades dispares en materia de gastos de defensa; distinto grado de intensidad en la lucha de clases sociales; formas distintas en los incentivos al trabajo y de administración de la organización económica; grados distintos en el funcionamiento de mecanismos de mercado, y también disparidad en el grado de funcionamiento de las leyes económicas de una economía socialista.

En las condiciones en que se ha estado desarrollando el mundo socialista, las desigualdades señaladas, y otras más, han sido bastante pronunciadas, al grado de llevar a países como la Unión Soviética y la República Popular China a desacuerdos notorios en materia de política económica interior y exterior, y en cuanto a la actitud que el mundo socialista debe asumir frente al imperialismo. Entre esos desacuerdos se destacan los relativos a la coexistencia pacífica, a los incentivos a los trabajadores, a la vigencia de la dictadura del proletariado, al tipo de relaciones con los movimientos progresistas del mundo y a la política sobre los artefactos nucleares.

De todas estas discrepancias, la más importante, sin duda, es la relativa a la coexistencia pacífica, porque involucra una serie de elementos doctrinarios, estratégicos y tácticos, como los del carácter de la lucha contra el imperialismo y de la transformación social, el carácter de la guerra, el internacionalismo proletario, y otros igualmente importantes. Por el análisis que hemos hecho se puede comprender que la Unión Soviética sea defensora de la coexistencia pacífica y que China se oponga a ella.

La Unión Soviética es ya una potencia militar y económica de primer orden y es un país que está en un amplio contacto con el mundo exterior, especialmente con los pueblos europeos de un alto nivel económico y también militar. Esto le permite considerar que el juego de fuerzas mundial permite al socialismo luchar contra el imperialismo en la forma de una competencia económica y salir victorioso de esa competencia. Que el socialismo se desarrolla a una tasa muy superior a la del capitalismo y que el tiempo corre a favor del socialismo. Y que esta lucha económica demostrará a los pueblos de la Tierra que el socialismo es un sistema superior, porque puede asegurar a los pueblos altos niveles de vida, oportunidades de trabajo bien remunerado para todos y posibilidades ilimitadas de educación y de superación humana en todos los órdenes. Y todo esto, sin los horrores de una guerra nuclear apocalíptica.

China se encuentra en otra situación. Todavía se encuentra en la “etapa heroica” de lucha por consolidar su economía, fortalecer su capacidad de defensa, elevar substancialmente los niveles de vida de su pueblo, y, lo que es vital para ella, se encuentra agredida directamente por el imperialismo norteamericano. Los cañones no han cesado de funcionar en los diecisiete años de vida como país socialista. Ahí está Formosa (Taiwan), prisionera de la flota norteamericana, la guerra de Corea con la que los imperialistas quisieron estrangularla cuando apenas nacía, y ahora Vietnam, que es una espada que amenaza con hundírsele en las costillas. Se comprende que China, en estas circunstancias, considere como contraria a sus intereses vitales una política de coexistencia pacífica.

Pero el conflicto chino-soviético no degenerará en una lucha violenta entre esos dos grandes países. Ambos son países socialistas y por lo tanto, no podrá haber entre ellos sino discrepancias, desacuerdos, diferencias de concepción, pero nunca contradicciones antagónicas. En la esencia misma del socialismo encontramos la razón. No hay clases sociales con intereses antagónicos. Entre ellos no pueden existir relaciones de dominio o de supeditación, porque los medios de producción están socializados y no hay clases interesadas en dominar los recursos de países del exterior, ni en explotar a los pueblos. Por lo tanto, “la sangre no llegará al río”. Para fortuna de la humanidad.

Sin embargo es evidente que en tanto duren las fricciones y tanto China como la Unión Soviética no logren superarlas, Vietnam sangrará peligrosamente y también muchos otros pueblos que ahora se encuentran bajo la férula del imperialismo.

Ceceña, José Luis [1966], "¿Crisis de crecimiento? Ante el conflicto chino-soviético", México, Revista Siempre!, 698: 24-25 y 70, 9 de noviembre.