Hágase rico: es muy fácil ¡especule!

Las grandes fortunas amasadas en todos los tiempos demuestran que las llamadas operaciones generales son simples estafas cometidas por un audaz contra el público.

Thales de Mileto, el filósofo de la Grecia antigua, quiso probar lo fácil que era hacerse rico, si se quería explotar al pueblo. Previendo una cosecha abundante de aceituna controló los molinos y a través de ese medio logró acaparar la cosecha y derivar sustanciales utilidades. (Esto es relatado por Aristóteles, en su Política). Estas prácticas de especulación fueron también utilizadas en la Roma Imperial, generando grandes fortunas, a costa del sufrimiento del público.

Con el surgimiento del Capitalismo, sin embargo, las prácticas especulativas vinieron a hacerse una forma normal de lograr grandes utilidades y amasar fortunas considerables. Los monopolios del comercio, otorgados por los propios gobiernos, constituyeron un medio eficaz de enriquecimiento, mediante la explotación de tierras de ultramar y de los consumidores europeos. No solamente el comercio de las especies, sino hasta el de esclavos fue objeto de otorgamiento de monopolios a determinadas compañías. Así surgieron las grandes fortunas que después habrían de servir de base al desarrollo del capitalismo.

La especulación vino a recibir un impulso formidable con la invención de la Sociedad Anónima, o sociedad por acciones, ese poderoso instrumento capitalista “ideado por el demonio”, como se la ha llegado a calificar. Con la sociedad anónima no solamente se pudo especular con productos, sino con nuevos instrumentos más sutiles y eficaces, las acciones y los bonos.

La primera sociedad anónima que se formó en el mundo fue la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, en 1602, que obtuvo el privilegio de la explotación exclusiva del comercio con las colonias de ultramar. El sistema de sociedad anónima se extendió con gran rapidez por toda Europa. Surgieron sociedades anónimas no solamente en el comercio, sino en los bancos, compañías de seguros, empresas industriales, etc. En poco tiempo dominó la escena.

 Se produjo una verdadera fiebre de formación de sociedades anónimas. Se había descubierto un medio muy eficaz para hacer participar a infinidad de personas que dispusieran de ahorros, así fueran éstos modestos. Y el público respondió con creces. Y al hacerlo, fue fácil víctima de especuladores sin escrúpulos.

Se llegó a situaciones increíbles. Se organizaban sociedades anónimas con los objetos más inverosímiles y ello no obstante, el público adquiría las acciones que se le ofrecían esperando obtener grandes ganancias. Así por ejemplo, se organizaron compañías de seguros con el objeto de asegurar a las personas contra muerte prematura por excesos en la bebida de ginebra; para asegurar en contra del abandono de empleados y obreros de su trabajo y hasta en una ocasión un organizador de empresas logró interesar a muchos incautos en la formación de una empresa cuyo objeto sería informado posteriormente.

La fiebre de formación de sociedades por acciones se prestó a especulaciones tan grandes y desastrosas que fueron causa de verdaderas crisis que arrastraron a millares de ahorradores que quedaron arruinados y hasta a naciones enteras. Como ejemplo quedan en la historia los casos de la “Compañía de los Mares del Sur”, en Inglaterra y el de la Compañía de Mississippi, en Francia. En estos dos casos la especulación hizo subir el precio de las acciones como pompas de jabón, que por no corresponder a valores reales, dieron por resultado una caída estrepitosa, arrastrando consigo a gran cantidad de pequeños inversionistas.

La aparición de las Bolsas de Valores, hecha posible por la existencia de sociedades por acciones y la emisión de deuda de parte de los gobiernos, agregó otro eficaz instrumento para la especulación. Más fácil que acaparar productos reales y derivar de ello grandes utilidades, fue manipular con valores, es decir acciones y bonos privados y gubernamentales. Puede decirse que la base de las operaciones en la Bolsa de Valores es precisamente la especulación. Se especula comprando acciones o bonos en grandes cantidades a precios bajos, para luego vender a precios altos, derivando utilidades considerables, descargando las pérdidas en los no informados de la situación real.

Se especula con informaciones falsas sobre la inminencia del estallido de una guerra o lo que parece ser peor, con el “estallido de la Paz”. Se especula con la caída de un gobierno y aún con la muerte de un gobernante. Todo ha sido utilizado por los especuladores en la Bolsa para acrecentar sus fortunas con el despojo colectivo.

Inflar activos, un gran negocio.

Desde que Daniel Drew logró acumular una importante fortuna con el comercio de ganado, mediante el procedimiento de “suministrarle gran cantidad de sal para luego hacerlo beber agua hasta inflarlo a punto de reventar”, el procedimiento se extendió a muchos otros negocios y en especial a las emisiones de valores de las sociedades anónimas y a la Bolsa de Valores.

El procedimiento de “inflar” fue uno de los factores que más contribuyeron a la formación de las grandes fortunas en los países capitalistas. En los Estados Unidos alcanzó proporciones gigantescas siendo muy utilizado por los grandes promotores de empresas. John Pierpont Morgan debe su fama como mago financiero precisamente a su gran “habilidad” para promover la formación de empresas gigantescas, mediante la combinación de enjambres de empresas menores, haciendo emisiones de acciones y bonos con valores tremendamente “inflados”. La obra maestra de J. P. Morgan fue sin duda la formación del mamut del acero, la United States Steel Corporation.

Para formar la U. S. Steel Corporation Morgan formó un sindicato de banqueros, siendo él el principal, haciendo una emisión de… 1,402,846,423 dólares, en valores como sigue: Acciones ordinarias, 508,227,000 dólares; Acciones preferentes, 510,205,743 dólares; Bonos al 5%, 303,450,000 dólares; y Bonos fundamentales, 80,963,680 dólares.

Ahora bien, el valor real de las distintas empresas que se fusionaron para formar la U. S. Steel sólo era de 682 millones de dólares (según lo determinó una Comisión Gubernamental), y a ello se agregaron 25 millones de dólares aportados por Morgan para capital de trabajo, lo que quiere decir que la emisión estaba respaldada solamente por alrededor de 707 millones de dólares activos.

De acuerdo con esto, los activos de 707 millones de dólares no alcanzaban ni a cubrir el respaldo de los Bonos y de las Acciones privilegiadas, que sumaban 813.7 millones de dólares, por lo que una parte de las acciones privilegiadas y todas las ordinarias, es decir, un total de 589 millones de dólares eran valores inflados.

Huelga decir que esta operación proporcionó pingües utilidades a Morgan y a sus socios. Se estima que esta operación de “promoción” dejó a los banqueros una utilidad de 62,500,000 dólares. Morgan, por sus servicios de promotor solamente, recibió 12,500,000 dólares.

Como puede verse, más que considerar a esta operación como un acto genial de promoción verdadera, debe consignarse como uno de los grandes fraudes cometidos contra el público, que incautamente invierte sus ahorros en valores inflados.

Pero, ¿verdad que es muy fácil hacerse rico?♦

Ceceña, José Luis [1966], "Hágase rico: es muy fácil ¡especule!", México, Revista Siempre!, 704: 22-23, 21 de diciembre.