El Banco Nacional de Crédito Ejidal; juicio crítico

 

Muy útil pero nada resuelve

Respondiendo a las ingentes necesidades del campo, los gobiernos revolucionarios procedieron a crear instituciones especiales para atender al pequeño agricultor y al ejidatario que tuvieran necesidad de apoyo financiero y técnico para hacer producir mejor su tierra. Se establecieron así el Banco Nacional de Crédito Agrícola, primero y años después el Banco Nacional de Crédito Ejidal. Tan genuinamente representan estas dos instituciones (sobre todo el Ejidal) a los más caros ideales de la Revolución Mexicana que los altibajos que han registrado en sus operaciones han sido reflejo de la vigencia de la propia Revolución. Cuando ha habido un sincero propósito de desarrollar al país por la vía popular, revolucionaria, el Banco Ejidal ha sido fortalecido, se han ampliado sus recursos, se han depurado sus operaciones, se han atendido con mayor celo las demandas de los ejidatarios. Pero en períodos de “marea baja” para la causa progresista, el Banco Ejidal ha sido descuidado, se han reducido sus recursos y se han deformado los objetivos de la institución. En el Banco Agrícola se han registrado evoluciones semejantes: en épocas de auge revolucionario, la auténtica pequeña propiedad agrícola y ganadera han recibido amplio apoyo y en períodos de retroceso la atención preferente se ha dirigido a la gran propiedad agrícola capitalista.

Al emitir un juicio crítico sobre estas dos instituciones, por lo tanto, debe tenerse muy presente el marco político, institucional y ambiental en el que se han desenvuelto, y no solamente los aspectos de técnica bancaria, operativa, factores morales o de índole semejante. Se trata de instituciones que tienen un contenido social profundo y debe juzgárseles en atención a ese contenido y no como a simples empresas bancarias capitalistas que sólo buscan lucro. Procediendo en esta forma, tratemos de precisar si el Banco Ejidal (el más importante de ellos) ha cumplido su función, en qué medida lo ha hecho y cuáles han sido sus deficiencias, errores, limitaciones, desviaciones, etc., y las causas que han concurrido para esos resultados. Al hacerlo podremos estar en condiciones de juzgar sobre la atingencia de la medida adoptada en el sentido de hacerlo desaparecer y sustituirlo por el Banco Nacional Agropecuario.

El juicio que se puede emitir, desde luego, es el de que el Banco Nacional de Crédito Ejidal ha sido muy útil, aunque no ha resulto los problemas fundamentales del ejido. Este juicio no requiere de mayor fundamentación pues están a la vista las condiciones tan poco alentadoras en que se encuentra el sector ejidal: alrededor de la mitad de las tierras ejidales se encuentran arrendadas (el ejidatario, en proporción considerable, se ha convertido en un paria rentista); millares de ejidatarios trabajan como jornaleros en sus propias tierras y en otras; el grueso de los ejidatarios venden su cosecha anticipadamente a bajos precios; los rendimientos obtenidos son muy bajos y como resultado de todo ello las condiciones de vida de la gran mayoría de los ejidatarios son verdaderamente precarias. Ahora, surge la pregunta ¿por qué a medio siglo del triunfo de la Revolución y a los 30 años de la creación del Banco Ejidal prevalece esta situación tan deplorable? La respuesta no es tan sencilla, pero a nuestro juicio debe buscarse en una serie de razones, de las cuales debemos destacar las siguientes: 1.— La clientela y 2.— Deficiencias y errores del propio Banco Ejidal.

La clientela del Banco Nacional de Crédito Ejidal en su gran mayoría se compone de campesinos pobres de escasos recursos, que disponen de una parcela muy pequeña, de la que obtienen bajos rendimientos con altos costos. En las tierras de temporal los rendimientos son de 800 kilogramos de maíz por hectárea en promedio, que al precio oficial de $940 tonelada, significa un ingreso de $752. Como el costo mínimo por hectárea es de $485, se obtiene un ingreso neto de solamente $267 por hectárea. En las parcelas de 4 hectáreas (que es el caso típico de la parcela ejidal) esos rendimientos significan un ingreso neto por ciclo, de $1,068. Si consideramos que en tierra de temporal solamente se puede sembrar en general una sola vez al año, esos rendimientos nos revelan la pavorosa situación en que vive el ejidatario medio: recibe ingresos de $1,068 al año, que repartidos entre los cuatro o cinco miembros de su familia significan un ingreso por persona de $250 anuales (procedentes de la explotación de la parcela ejidal), es decir, alrededor de 20 pesos mensuales. Desde luego que el campesino solamente trabaja cuatro a cinco meses en su parcela para obtener estos ingresos, pero no le es siempre posible obtener otros trabajos remunerados para complementarlos. De cualquier manera, como ejidatario se encuentra en una situación difícil. En otros cultivos la situación varía, pero no radicalmente. Los ejidatarios que se encuentra en esta situación y que constituyen la gran mayoría de ese sector, son malos sujetos de crédito y ocasionan pérdidas considerables al Banco Ejidal.

En los casos de ejidatarios que disponen de tierras de riego, la situación mejora en buena medida. En el cultivo del algodón de riego por gravedad, los ingresos netos en parcelas de 4 hectáreas se elevan a $6,640 anuales; en el de frijol a $5,000 y en el de alfalfa a $4,700 anuales. Como en las tierras de riego se puede levantar más de una cosecha al año, eso eleva el ingreso neto de los ejidatarios que tienen la fortuna de disponer de este tipo de tierras. Sin embargo, aun en este último caso, los ingresos netos logrados, considerando dos cosechas al año (de los cultivos adecuados), solamente permitiría un ingreso neto mensual, por familia, de alrededor de $1,000 o sea $200 a $250 por persona. Desde luego, las operaciones en este caso son más seguras y las recuperaciones del Banco mayores, pero desafortunadamente la gran mayoría de los ejidatarios poseen tierras de temporal y de pequeñas dimensiones.

Por las razones señaladas el Banco Ejidal, obligado por mandato del gobierno, a operar con esta clientela, sufre pérdidas que montan a más de 250 millones de pesos anuales; tan sólo en La Laguna y en Yucatán las pérdidas ascienden a alrededor de 100 millones de pesos cada año.

A la clientela constituida por malos sujetos de crédito, se vienen a agregar una serie de deficiencias, errores y malos manejos del propio Banco Ejidal, que agravan los problemas del ejido y contribuyen a sus fracasos. Destaquemos los más notorios: con una idea equivocada, aparentemente bien intencionada pero que ha sido aprovechada por malos funcionarios para su beneficio propio se ha considerado como menor de edad al ejidatario y se le ha tratado con “paternalismo” injustificado. El Banco no es instrumento auxiliar del ejidatario sino que sustituye a éste en los aspectos más importantes de la explotación de su tierra. El Banco compra la semilla, los fertilizantes, los insecticidas, contrata con particulares la realización de los trabajos agrícolas que requieren maquinaria, etc. y finalmente realiza la venta de las cosechas. En todas estas operaciones el ejidatario es un elemento generalmente pasivo que solamente firma “de conformidad” los documentos respectivos. Además de inflar los costos por los apetitos de malos funcionarios que obtienen comisiones en estas transacciones, ese proceder perjudica al ejidatario porque le impide realizar él mismo muchas tareas que le permitirían trabajar directamente por más tiempo en su parcela y derivar de ese trabajo ingresos adicionales para subsistir. Esta actitud ha hecho que los ejidatarios consideran al Banco como un patrón, que no se identifique con él, que no le tengan cariño a pesar de los indiscutibles servicios que les presta y es uno de los factores que más han contribuido a debilitar al ejido.

El Banco Nacional de Crédito Ejidal ha padecido desde sus orígenes una manifiesta insuficiencia de recursos, en relación a la enorme responsabilidad de dar crédito al sector ejidal, cuyas necesidades son tan grandes por su falta de recursos propios y por no ser buenos sujetos de crédito para la banca privada (que “no opera para atender a los desvalidos” como lo declaró uno de los banqueros más importantes). El Banco Ejidal otorga créditos apenas a un 14% de los ejidatarios del país, a los que presta solamente el 70% de los gastos de la explotación. Por esta razón, aún los que reciben auxilio de parte del Ejidal se ven obligados a recurrir a los comerciantes, acaparadores, prestamistas y usureros locales, en demanda de ayuda adicional, para lo cual tienen que vender anticipadamente parte de su cosecha a precios muy bajos, con lo que se empobrecen más y se acentúa más su insolvencia. Para cumplir con sus compromisos con los particulares muchos ejidatarios clientes del Banco Ejidal se ven precisados a “sustraer parte de su cosecha” (la llamada cosecha de luna, porque se realiza de noche) con lo que las recuperaciones del Banco Ejidal se reducen todavía más.

La combinación de todos estos factores crea condiciones muy favorables para la corrupción, tanto de los funcionarios del Banco Ejidal, como de los propios ejidatarios y de sus representantes. Muchos de ellos tratan de sacar el provecho que pueden al Banco, es decir, el gobierno que, según se afirma, tiene mucho dinero, que además, es de todos. Existen, justo es decirlo, muy honrosas excepciones de funcionarios honestos, sinceros y trabajadores, amigos de los ejidatarios y celosos servidores del banco, pero la tendencia hacia la corrupción es muy notoria ya que se nutre en factores que subyacen en el funcionamiento del propio Banco. Lo peor de todo es que en la medida en que la corrupción se extiende se destruye el deseo del ejidatario de trabajar cada vez mejor su tierra y con ello se mina la base misma del ejido y de su éxito y se lesiona seriamente la economía el país.

La verdad que encierran los comentarios anteriores es conocida por todos los que han tenido contacto en estos problemas. Pueden ser comprobadas con toda facilidad ya que son los hechos crudos, escuetos, que no se pueden ignorar, y mucho menos ocultarse en un mal entendido partidarismo de la causa agraria.

El reconocer estos hechos no nos debe impedir, sin embargo, hacer justicia a la labor indiscutible del Banco Nacional de Crédito Ejidal a favor del ejidatario. Para apreciarla basta hacernos una simple reflexión ¿cuál habría sido la situación del ejidatario si no se hubiera creado el Banco Ejidal? Con todos los problemas y deficiencias el Banco Ejidal le ha otorgado créditos, le ha prestado ayuda técnica, le ha auxiliado en el procesamiento de sus productos a través de sus plantas industriales (despepites, molinos de arroz, ingenios azucareros, etc.) le ha proporcionado créditos refaccionarios para maquinaria, etc., etc. De no haber contado el ejidatario con el apoyo del Banco Ejidal habría estado totalmente a merced de los prestamistas, comerciantes, acaparadores, etc., que lo habrían explotado con mucho mayor grado y sus condiciones serían infinitamente peores.

Por otra parte, no es correcto atribuir solamente al Banco Ejidal la responsabilidad de que los ejidos no se hayan convertido en explotaciones florecientes, de alta productividad, y de que no se hayan elevado sustancialmente las condiciones de vida de los ejidatarios. ¿Cómo podría el Banco Ejidal, sin recursos suficientes, transformar a las parcelas ejidales minúsculas, de temporal, explotadas aisladamente, en prósperas granjas agrícolas o ganaderas? ¿Cómo iba a ser posible que un banco pudiera superar los obstáculos creados por otras dependencias, como el Departamento Agrario, en materia ejidal? Y si el país en las últimas dos décadas se ha desarrollado en todas direcciones en el sentido capitalista ¿cómo iba a poder el Banco Ejidal hacer florecer una institución —el ejido— eminentemente revolucionaria? Más bien debemos reconocer que la crisis del Banco Ejidal es la crisis de la propia Revolución. De acuerdo con esto ¿la desaparición del Banco Ejidal significa que el Banco Nacional Agropecuario va a eliminar los errores y deficiencias de aquél o que será un eslabón más en el proceso de liquidación de las instituciones revolucionarias?♦

Ceceña, José Luis [1965], "El Banco Nacional de Crédito Ejidal: juicio crítico", México, Revista Siempre!, 618: 22-23 y 70, 28 de abril.