Ante el malestar del pueblo la táctica del avestruz no conviene

Existe una inquietud que tiene como origen la escasez de empleos, los bajos ingresos de los obreros y de los campesinos, la ostentación de los oligarcas y el poderío en creciente de las empresas yanquis: el camino revolucionario es resolver estos problemas en forma democrática sin cacería de brujas ni demagogia: una reforma agraria a fondo, freno a los monopolios, control de las inversiones extranjeras y participación del estado en la economía con fines populares.

Es verdaderamente desconcertante lo que está pasando en México. Las constantes declaraciones de altos funcionarios del gobierno y del sector privado, así como las de inversionistas del exterior muestran una situación satisfactoria y hasta bonancible de la economía mexicana, pero por todas partes del país no se van signos que indiquen que se estén superando las condiciones de pobreza en que viven los campesinos, los obreros y amplios sectores del pueblo. En el mismo sector privado, muchos hombres de negocios mexicanos muestran preocupación porque la situación de sus empresas va empeorando y porque no ven en el horizonte síntomas de un cambio favorable. ¿Qué está pasando realmente en nuestro país, en el terreno económico?

Por una parte, las cifras oficiales sobre el crecimiento de la producción del país, nos revelan una situación de progreso considerable. La tasa de aumento de la producción nacional ha sido superior a la de la población y una de las más altas y más firmes de América Latina.

En los últimos cinco años la producción nacional ha crecido como sigue: En 1962 la tasa de aumento del Producto Nacional Bruto, a precios constantes, fue del 4.8%; en 1963 fue de 6.3%; en 1964, del 10%; en 1965, del 5.4% y en 1966, del 6.5% La tasa de aumento promedio anual fue de 6.6% en el periodo de cinco años considerado.

La tasa de crecimiento alcanzado ha permitido que el producto y el ingreso por habitante, aumente cada año en alguna proporción, a pesar de que la población mexicana está creciendo con rapidez, a un ritmo superior al 3% anual. Los incrementos anuales del producto por persona han sido como sigue: del 1.7% en 1962; 3.0% en 1963; 2.4% en 1964 y del 1.8% en 1966.

Juzgada por estos logros de tipo general, puede decirse que la economía mexicana ha ido marchando más o menos bien, sobre todo si la comparamos con el panorama de América Latina.

Cuando nos adentramos más a fondo a lo que está pasando en la base, respecto a la propiedad de la riqueza y a la distribución de los frutos del crecimiento de la producción, encontramos algunos hechos que modifican substancialmente nuestra opinión sobre los resultados alcanzados, hechos que sin duda están dando base al creciente malestar que se observa en el país.

La tierra, monopolio privado

A pesar de la Reforma Agraria que ha significado la entrega de 48 millones de hectáreas a los campesinos del país, la tierra, sobre todo la mejor, la de riego, se haya ido concentrando en manos de grandes neolatifundistas.

El Censo Agrícola correspondiente a 1960 nos arroja los siguientes resultados: 6,544 propiedades tenían una superficie superior a las 100 hectáreas de riego, que en conjunto abarcaba 2.2 millones de hectáreas o sea el 61% de la superficie total de tierras de riego del país en esa fecha. En la cúspide de estos grandes propietarios había 1,147 con predios de 1,083 hectáreas de riego, cada una en promedio, que representaban en conjunto el 35.3% de la superficie total de las mejores tierras del país.

En el extremo opuesto, según el propio censo, existían 128, 191 predios con superficies de 1.3 hectáreas en promedio, de tierras de riego. En conjunto, estas propiedades, que representaban el 70% del total del país, disponían tan solo del 4.7% de las tierras de riego de la nación.

Los datos anteriores no dejan lugar a dudas de la existencia de enormes propiedades privadas, de las mejores tierras, al lado de un pavoroso problema de minifundismo. En la realidad la situación es todavía más seria por la simulación de la propiedad y por el alquiler de tierras tanto de minifundistas como de ejidatarios. De esta suerte, las mejores tierras del país en las que la nación ha gastado muchos centenares de millones de pesos son usufructuados por un pequeño grupo de grandes propietarios y capitalistas agrícolas, que logran controlar extensiones de miles de hectáreas de tierras de riego.

La concentración de la propiedad territorial y de su usufructo determinan una tremenda desigualdad en la distribución de los ingresos en el campo, además de que convierten a los campesinos incluyendo a los ejidatarios en simples jornaleros. En 1960 había alrededor de 900,000 jornaleros agrícolas. Este es el origen del gran malestar que existe en el agro mexicano.

La industria, el comercio, la banca, en manos de la oligarquía

La concentración de la riqueza en pequeños grupos afecta a las otras ramas importantes de la economía, aún con mayor intensidad. Según los datos que ya hemos presentado en algunas otras ocasiones, la situación reviste extremada gravedad.

Los Seis Grandes Grupos Financieros del país controlaban en 1962 alrededor de 300 grandes empresas bancarias, industriales y comerciales, cuyos recursos se elevaban a 40,000 millones de pesos en conjunto. Este poder rivaliza con el del propio gobierno mexicano ya que en la última fecha el conjunto de las empresas y organismos descentralizados gubernamentales tenían recursos de 48,900 millones de pesos. (Entre éstos se incluyen verdaderos gigantes como Petróleos Mexicanos, los ferrocarriles, Altos Hornos, las empresas eléctricas, Nacional Financiera, etc.)

La fuerte concentración de la propiedad en manos privadas da por resultado necesariamente la tremenda desigualdad en la distribución de los ingresos ya que la esfera gubernamental sigue la política en términos generales, de no lucratividad, sino de interés social, operando con pérdidas de gran cuantía en algunas de sus empresas.

Desarrollo económico en beneficio de los ricos

Las cifras oficiales que existen sobre la distribución de los ingresos revelan que existe una increíble desigualdad en los beneficios del desarrollo económico nacional. Las tres fuentes de datos de que disponemos revelan la misma situación, en términos inequívocos.

El censo de 1960, por ejemplo, arroja los siguientes resultados: el 24% de las familias del país, o sea, 1,726,558 recibían ingresos máximos de $ 199.00 mensuales por familia. Estos ingresos son notoriamente inferiores a los salarios mínimos vigentes en esa fecha. En conjunto este grupo de familias, casi la cuarta parte del total del país, recibieron apenas el 4.3% del ingreso nacional total.

En el otro extremo, el 1.7% de las familias de mayores ingresos, recibió el 19% del ingreso nacional total.

Por su parte las cifras del Banco de México, recientemente publicadas por la revista de Comercio Exterior y por el diario El Día, arrojan los siguientes resultados: En 1963, el 16% de las familias del país, recibió ingresos máximos de 300 pesos mensuales, lo que representó el 3.1% del ingreso nacional. En el otro extremo, el 2.8% de las familias de ingresos más elevados, recibió el 19.2% del ingreso nacional.

Finalmente, las cifras de la Comisión Económica para América Latina indican que en 1964 el 30%  de las familias de México recibió ingresos máximos por familia  de 430 pesos mensuales, lo que representó el 3.6% del ingreso nacional, en tanto que en el otro extremo, el 30% de las familias, las de ingresos mayores, recibió el 70.5% del ingreso total.

Los obreros y campesinos, los peor liberados

De acuerdo con las cifras obtenidas por la Comisión Económica para América Latina las familias de más bajos ingresos corresponden a las familias campesinas y obreras. Esto es obvio, ya que se trata de grupos sin ninguna propiedad o con propiedades y patrimonios minúsculos.

Las familias obreras, integradas principalmente por jornaleros agrícolas y minifundistas, por obreros de fábrica y por trabajadores en servicios, se encuentran en condiciones muy precarias desde el punto de vista del ingreso. El 62% del total de familias obreras recibió ingresos, por familia de 396 pesos mensuales. Esta cifra es inferior a la del salario mínimo de esta fecha que para la ciudad era de 480 pesos mensuales y para el campo de 404 pesos mensuales. Casi dos terceras partes de las familias obreras del país reciben ingresos menores al salario mínimo.

Según esa misma información la “aristocracia obrera” o sea la que recibía ingresos de $7,300.00 mensuales en promedio, sólo representaba el 0.6% del conjunto de familias obreras.

Los empleados, por su parte, sin estar bien, viven en condiciones menos aflictivas que los obreros. Solamente el 13% de las familias de empleados recibían 396 pesos mensuales en promedio, es decir, menos del salario mínimo, y en el otro extremo, el 14% del total de familias de empleados recibía ingresos de $7,300 mensuales en promedio.

La solución, seguir el camino revolucionario

Ante este panorama es antipatriótico cerrar los ojos y alterar la realidad. No se puede tapar el sol con un dedo.

La base del malestar popular es la escasez de empleos, los bajos ingresos de los campesinos y de los obreros, la ostentación de los oligarcas y el creciente dominio de los monopolios, especialmente extranjeros.

El camino no es otro que el inspirado en la Revolución: Reforma Agraria a fondo, control de los monopolios, rescate de la riqueza nacional en manos extranjeras, y en una mayor participación del gobierno en la economía, con fines populares. Esa es la ruta.

Ceceña, José Luis [1967], "Ante el malestar del pueblo la táctica del avestruz no conviene", México, Revista Siempre!, 737: 22-23, 9 de agosto.