- La integración económica con los Estados Unidos y Canadá que sugiere Sánchez Navarro destruiría la industria mexicana sin reportar beneficios tangibles, y nos haría más dependientes.
- El futuro de México depende no de más integración con los Estados Unidos, sino de la eliminación de la dependencia respecto a ese país.
- La integración económica es un paso hacia el Sur y no hacia el Norte a donde debemos buscar la integración.
La reciente reunión de cancilleres en Asunción, Paraguay, ha dado lugar a nutridos y variados comentarios. Por una parte, se considera que la reunión significó un importante avance en la integración económica latinoamericana de acuerdo con el espíritu de lo acordado en la junta de presidentes, en Punta del Este. En este sentido se señalan como hechos positivos los acuerdos que se adoptaron en varios aspectos importantes, destacándose los siguientes: organizar y poner en marcha la Comisión encargada de estudiar a fondo el mecanismo de enlace entre el Mercado Común Centroamericano (más Panamá) y la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), sobre la base del otorgamiento de ciertas concesiones arancelarias preferenciales. Este es un importante paso hacia la integración de toda la región latinoamericana, porque la fusión de estos dos organismos es fundamental para la formación de un solo mercado común en América Latina.
Otro acuerdo importante que se desataca es el relativo a la disposición que autoriza la formación de mercados subregionales (o mercaditos) como los del “Grupo Andino” o los del “Cono Sur”. De esta suerte, se autorizó la formación de un mercado común subregional integrado por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile.
Seguramente que este acuerdo puede significar un importante avance en el proceso general de integración, porque esos países tienen características que permitirán un mayor y más rápido acoplamiento de sus economías y la coordinación de sus políticas arancelarias, monetarias y fiscales.
Una serie de otros acuerdos adoptados apuntan en la misma dirección y constituyen avances indiscutibles en el proceso integracionista latinoamericano. De esta naturaleza son los acuerdos en el sentido de coordinar la política de los países miembros de la ALALC para defender los precios de los productos de exportación de la zona; de coordinar la política y los mecanismos y las medidas legislativas de los distintos países para acelerar la integración; la ampliación de los recursos destinados para estudios de carácter técnico, y a la adopción de algunas medidas tendientes a la solución del espinoso y complicado problema del otorgamiento de un tratamiento especial a los países de menor desarrollo de la zona.
Pero, existe una fuerte corriente que considera que la reunión de Asunción fue un verdadero fracaso. Se señala categóricamente que la junta de cancilleres no cumplió el mandato de sentar las bases fundamentales para la formación del Mercado Común Latinoamericano, de acuerdo con lo establecido por los presidentes en Punta del Este.
En este sentido, nuestro propio canciller, declaró ya para terminar la conferencia, que no habían podido cumplir con el mandato presidencial de Punta del Este. La base de esta apreciación de los resultados de la conferencia de Asunción es el estancamiento que se produjo en la negación de las concesiones arancelarias que deben otorgarse a los países de menor desarrollo, por parte de los de economía más avanzada dentro de la zona. En la discusión de este importante problema, en efecto, no se logró unificar el criterio de los países participantes, al grado de que algunos países, especialmente Perú, interpusieron su veto, lo que impidió la adopción de acuerdos que permitieran avanzar en esta materia tan importante.
El lobo muestra las orejas
Las discrepancias que se manifiestan en la junta de cancilleres en Asunción ha dado lugar a que algunos sectores importantes de las fuerzas vivas de América Latina proclamen a los cuatro vientos que dicha junta fracasó rotundamente y que manifiesten su escepticismo sobre la posibilidad misma de la ALALC está en entredicho y que seguramente tendrá que aceptarse que la integración latinoamericana es una quimera.
Pero quienes más enfáticamente proclaman el “fracaso” de la reunión de Asunción son los círculos más cerrados, intransigentes e imperialistas de los Estados Unidos. Con un mal disimulado regocijo consideran que las discrepancias manifestadas en Asunción entre los países latinoamericanos, en materia de aranceles, serán insuperables y que darán al traste con los intentos de integración en un Mercado Común Latinoamericano, a no ser que los Estados Unidos intervengan.
Movidos por su entusiasmo imperialista, estos círculos proclaman que el Mercado Común sólo tendrá éxito si se encarga a la Alianza para el Progreso (ALPRO) la tarea de “conversión”.
Para estos círculos imperialistas el “fracaso” de Asunción se debe a que los Estados Unidos no han podido tener una participación amplia y abierta, porque no es miembro de la ALALC, y que debido a eso, los países latinoamericanos han querido resolver ellos mismos los problemas de la integración, lo que no han podido hacer porque “son más dados a asumir posiciones intransigentes cuando debaten ellos mismos, que cuando las negociaciones comprenden a los Estados Unidos”. Ni más ni menos.
Movidos por su entusiasmo imperialista (y aparentemente, con el fin de ayudar a sus vecinos del Sur) proponen que sea la ALPRO la que se “convierta en el foro donde se negociarán las medidas encaminadas a llevar la práctica el Mercado Común Latinoamericano” (Excélsior 6 de septiembre de 1967). Ni más ni menos, como si fuéramos menores de edad.
Corrigiendo el error de Santa Ana
Ante los resultados de la reunión de Asunción en nuestro país se han lanzado algunas “ideas salvadoras”. Un conocido representante de los círculos más poderosos de la oligarquía mexicana, el señor Juan Sánchez Navarro, lanzó la idea de que México forme un Mercado Común subregional con los Estados y con Canadá. Aunque dudamos que sea esta la posición de todo el sector empresarial de nuestro país, consideramos necesario enjuiciar esta proposición, porque al menos puede representar la actitud de un importante sector del grupo más poderoso de la iniciativa privada del país.
¿Qué significaría la formación de un Mercado Subregional con los Estados Unidos y el Canadá? Nada menos que el desastre para la economía mexicana. Veamos algunos aspectos importantes del problema.
Un Mercado Subregional incluye, entre otros casos, la eliminación de aranceles en la zona que abarca; la formación de una barrera arancelaria única frente a los países fuera de la región; la libertad del movimiento de capitales y de mano de obra dentro de los países que lo forman, y la coordinación y unificación de las políticas monetaria, fiscal, y económica en general.
¿Podrá resistir la industria mexicana la competencia de la industria norteamericana y canadiense, si se eliminan (o si se reducen substancialmente) los aranceles que ahora la protegen? Evidentemente que no. Imaginemos qué podría pasar con el ramo de automóviles cuando sabemos que el precio de los fabricados o armados en México es cuando menos de un 40% superior a los del mercado norteamericano. ¿Y con los aparatos eléctricos, que cuestan el doble en nuestro país? ¿Y con las medicinas? ¿Y con la ropa hecha? y… No quedaría una sola empresa en pie.
La libertad de movimiento de los capitales entre México, Estados Unidos y Canadá sería igualmente desastroso. En la práctica nuestro país se saturaría (¿más?) de inversiones norteamericanas. Además sería un movimiento en un solo sentido, porque serían muy pocos, si es que puede haber algunos, los capitales mexicanos que se colocaran en los Estados Unidos o en el Canadá.
Un resultado semejante y aún peor, tendría la unificación de la política económica: nos convertiría en un mero apéndice de la economía de los Estados Unidos.
Por lo que se ve, la proposición del señor Sánchez Navarro lejos de resolver los grandes problemas de nuestro país, los agravaría peligrosamente. Es probable que el proponente no haya meditado suficientemente en los alcances de su idea salvadora, porque no creemos que conscientemente quiera corregir el error que algunos “mexicanos” atribuyen a Santa Ana, de no haber cedido de una vez todo el territorio nacional a los Estados Unidos”.
¿No sería mejor que pensáramos en resolver nuestros problemas fundamentalmente utilizando nuestros recursos, con nuestro esfuerzo, y no andar buscando “soluciones” que comprometen peligrosamente hasta nuestra propia vida independiente?♦