El Comercio Exterior: Dictadura de los poderosos

Los países pobres se enfrentan a la necesidad de luchar para romper el círculo de hierro que los oprime.

Para lograr mayores recursos de nuestro comercio exterior debemos romper el círculo de hierro que han impuesto los Estados Unidos y demás países capitalistas desarrollados sobre nuestras economías; controlan los precios de los productos que les vendemos, y de los productos que les compramos; controlan los canales del comercio exterior; controlan ramas económicas fundamentales; manejan las cantidades que podemos venderles mediante la imposición de cuotas como en el café y el azúcar; y siguen una política exageradamente proteccionista impidiendo la venta de nuestros productos manufacturados.

Nuestros productos se venden ahora a los piases socialistas por intermediarios.

Los países subdesarrollados, o en proceso de desarrollo, que forman una buena parte de lo que se ha dado en llamar forma poco precisa “Tercer Mundo”, se enfrentan a muy serios problemas que están dificultando su progreso. En mayor o menor grado todos ellos registran fuertes desequilibrios en su Comercio Exterior que les esta impidiendo obtener la moneda extranjera necesaria para mantener el ritmo de desarrollo que requieren para industrializarse y reducir la distancia que los separa de las naciones desarrolladas.

Los desajustes del comercio exterior de nuestros países obedecen a la “apretada red de los intereses de los grandes países capitalistas” dentro de la cual se encuentran, y que está condicionando el ritmo, la forma y el rumbo de su desenvolvimiento.

Los países subdesarrollados han ido tomando conciencia de este hecho y están dando pasos para hacerle frente de manera conjunta, ya que los problemas que los afectan obedecen a ese mismo hecho y aisladamente no podrían lograr resultados satisfactorios. En este sentido un paso de gran importancia fue dado con la formación de los “77”, que se amplió después a “88”, y que realizaron su primera reunión en Ginebra en 1964, auspiciada por las Naciones Unidas y bajo la dirección del destacado economista argentino Raúl Prebish. México participó también en esta reunión.

Aunque en Ginebra no se lograron resultados espectaculares, que resolvieran los problemas de los países subdesarrollados, fue una reunión de gran utilidad porque por primera vez presentaron un frente común los países latinoamericanos, africanos y asiáticos planteando sus demandas ante los grandes países industrializados.

En ella se hicieron señalamientos sobre las condiciones inequitativas en que se realiza el comercio entre los países subdesarrollados y los industrializados, que permiten a éstos enriquecerse cada vez más, en tanto que mantienen a los primeros en condiciones de atraso permanente. Se insistió con gran énfasis en la necesidad de asegurar mejores precios para los productos de exportación de los países pobres, en la eliminación de las discriminaciones comerciales y en la remoción de las trabas a la venta de manufacturas de los países en proceso de desarrollo a los países industriales. En dicha reunión se construyeron también organismos de carácter permanente que mantuviera viva la lucha por mejores condiciones de comercio y se acordó la realización de nuevas reuniones similares que permitiera avanzar en el logro de las metas fijadas.

Argelia acaba de ser la sede de una nueva reunión de los “88” preparatoria de la que tendrá lugar en febrero del próximo año en la India. En Argelia se clarificaron las bases y objetivos de la acción conjunta de los países en proceso de desarrollo y se estrecharon los lazos para una lucha más enérgica y eficaz. Los resultados de esta reunión preparatoria hacen esperar avances considerables en el encuentro de Nueva Delhi.

 Los poderosos no cooperan

 La acción de los países en proceso de desarrollo a favor de mejores condiciones de intercambio, ha sido recibida por los países capitalistas industrializados con pocas simpatías, como era y es muy explicable. Aunque han hecho algunas promesas en el sentido de dar mayores facilidades para la venta de manufacturas procedentes de los países del “Tercer Mundo” y de mejorar los precios de las materias primas que de ellos adquieren, en la realidad nada tangible se ha hecho en ese sentido.

Pero no solamente  no se dan pasos efectivos para hacer menos injusto el intercambio con nuestros países, sino que existe la amenaza de la adopción de medidas que tienden a empeorar todavía más las condiciones de dicho intercambio. Ese carácter tiene por ejemplo, el intento del Congreso Norteamericano de adoptar medidas más severas: restringir aún más la importación a ese país de una serie de productos. Aunque estas medidas se dice que están dirigidas a limitar la importación procedente de los piases del Mercado Común Europeo, hay la certeza que de adoptarse, perjudicarían de manera importante a todos nuestros países.

La amenaza del intento del Congreso Norteamericano es tan notoria, que hasta altos funcionarios del gobierno de Estados Unidos han señalado los peligros que una política de esa naturaleza entraña para el comercio mundial, y para las relaciones amistosas de ese país con el mundo. También el CYAP, que es el organismo latinoamericano de la alianza para el Progreso ha manifestado los inconvenientes de esa política.

De esta suerte, los países en proceso de desarrollo se encuentran frente a una verdadera barrera por los intereses de los monopolios de los países capitalistas industrializados, barrera que es difícil de salvar, a no ser que en defensa de sus intereses vitales, se decidan a romper con las ataduras que los mantienen en situación tan desventajosa.

La acción de los países en proceso de desarrollo debe dirigirse a cambiar radicalmente la situación en que ahora los mantienen los países poderosos. Las serias dificultades que ahora padecen se derivan del círculo de hierro que les han impuesto los grandes países capitalistas, especialmente los Estados Unidos, pero también los europeos, que controlan los precios de los productos que les compran, manteniéndolos lo más bajos posible, que controlan los precios de los productos que les venden elevándolos continuamente, que controlan los canales del comercio exterior, quedándose con una parte substancial del producto, que controlan ramas básicas de sus economías, que manejan de acuerdo con sus intereses y en forma unilateral las cuotas de algunos productos como el azúcar y el café, y que siguen una política exageradamente proteccionista en detrimento de los países de menor desarrollo.

Para hacerle frente a este complejo problema, nuestros países deberán, entre otras cosas, romper con la presión política que sobre ello ejercen los países poderosos, especialmente los Estados Unidos, y diversificar sus mercados, decidiéndose a comerciar en grande con los países socialistas. Un mercado de más de mil millones de habitantes ha estado prácticamente vedado a la mayoría de los países del “Tercer Mundo”, esencialmente por razones políticas. A los Estados Unidos y a los países capitalistas europeos no les conviene que nuestros países comercien directamente con los países socialistas y en diversidad de formas han bloqueado la mayoría de los intentos que se han hecho en ese sentido. El resultado ha sido que las transacciones con los países socialistas son prácticamente inexistentes.

 Los débiles se revelan

La agudización de los problemas del comercio internacional y los que afectan al desarrollo del “Tercer Mundo” está llegando a tal extremo de seriedad, sin embargo, que ya algunos países se están decidiendo a romper con la camisa de fuerza política, y están buscando ampliar su comercio con el “bloque oriental”. Ya no solamente son países como Inglaterra, Alemania Occidental, Francia e Italia, que están ampliando sus relaciones económicas con distintos países socialistas sino también España, Canadá y algunos de los países latinoamericanos más dominados por los Estados Unidos, como Colombia y Argentina.

Para México es vital y urgente que se amplíe el comercio con los países socialistas. Si bien es cierto que se han realizado algunas actividades tendientes hacia ese fin, sobre todo por el gobierno del Lic. López Mateos, esos esfuerzos no han sido continuados y no se han creado las condiciones propicias para que se desarrolle. Antes bien las transacciones en los últimos años han tendido a reducirse hasta alcanzar cifras casi insignificantes. El comercio con China, por ejemplo de unos cuantos millares de pesos, llegó a elevarse a más de 300 millones en los últimos años del gobierno anterior. Ahora es prácticamente inexistente. El comercio con la Unión Soviética en 1965 apenas alcanzó 9 millones de pesos en total, o sea el 0.05% de nuestro comercio exterior. Solamente con Polonia se ha logrado un intercambio de alguna consideración gracias a que ese país ha realizado compras de diversos productos mexicanos.

El comercio con los países socialistas presenta grandes perspectivas para nuestro país, porque sus economías están en franco crecimiento y porque las condiciones en que se realiza tienen aspectos más favorables que las que rigen en los países capitalistas industrializados. Los precios no solamente son competitivos, sino que en muchos renglones son bastante inferiores a los que nos cargan nuestros vecinos o los países europeos. En lo que hace a las condiciones de pago, los países socialistas otorgan plazos largos y tasas de interés de un 3% anual. Además debido a que los países socialistas tienen economías planificadas se pueden concertar convenios a mediano o largo plazo, que daría mayor seguridad a los productores y al comercio exterior. ¿Y la calidad de los productos? Bueno el Sputnik y el descenso suave a la Luna y  a Venus indican que el nivel técnico alcanzado por la Unión Soviética es muy elevado.

El interés de México justifica que hagamos serios esfuerzos por ampliar nuestro comercio con todos los países del mundo, incluidos los países socialistas. ¿O dejaremos que otros los hagan, y que algunos de nuestros productos lleguen a esos mercados por intermediarios que se quedan con la parte del león?

Ceceña, José Luis [1967], "El Comercio Exterior: Dictadura de los poderosos", México, Revista Siempre!, 749: 16-17, 1° de noviembre.