Para el Desbarajuste del Comercio Exterior, tienen una solución Brillante: sacrificar al trabajador.
Y así, manteniendo salarios bajos, podrían competir con mano de obra barata: no se les ocurre, por supuesto, reducir sus exageradas utilidades y aumentar la eficiencia de sus empresas; mientras tanto, la CTM da la espalda al alto costo de la vida, a la desocupación, al bajo nivel de los salarios y al papel que el sector obrero debe desempeñar en el país.
En la reciente reunión de la A.N.I.E.R.M., en Guadalajara, el sector patronal, por conducto del Ing. Luis M. Aguilar, vicepresidente de la Confederación Patronal de la República Mexicana lanzó duras críticas a algunos aspectos de la política económica del gobierno, por considerar que truncan los esfuerzos del sector privado para industrializar al país y para competir en los mercados internacionales.
El Sr. Aguilar señaló en especial la política de precios oficiales a productos agropecuarios que califica de artificiales, es decir elevados, así como las tarifas de electricidad y los precios de los derivados del petróleo, que considera muy altos. Arguye que esta política gubernamental eleva los costos de producción e impide a los productores nacionales competir en el mercado mundial.
Para fundamentar sus argumentos el destacado representante patronal se refirió al empeoramiento de la Balanza Comercial, que se ha venido acentuando ya que en el primer semestre del presente año las exportaciones descendieron en comparación con el mismo período de 1966, y en cambio las importaciones registraron un fuerte aumento, del 10%, lo que arrojó un saldo negativo de 242.1 millones de dólares.
No deja de llamar la atención la “rebelión patronal” ante la política económica seguida por el gobierno ya que a todas luces ha sido exageradamente beneficiosa para los sectores privados. Pero, según se ve, las exigencias de los patrones son mayores, quieren más, o mejor dicho, lo quieren todo. Veamos algunos aspectos importantes de la argumentación patronal y algunas cifras pertinentes, para precisar si tienen la razón en sus críticas y quejas.
En primer lugar, investiguemos cómo se ha distribuido el producto del esfuerzo nacional, entre los capitalistas y los obreros. Para ello, apoyémonos en una magnífica publicación oficial, “La Estructura Industrial de México” editada por el Banco de México recientemente.
Según el Banco de México (tabla V, págs. 24 y 25) el producto neto de la industria (valor agregado) ascendió a 28,992 millones de pesos. De ese total, correspondieron a los capitalistas las siguientes sumas: por concepto de utilidades 13,586 millones de pesos, que representan el 47.0% el total del valor agregado; por intereses, 903 millones de pesos, o sea, el 3.1%, y por regalías, 279 millones, es decir el 1.0% del total. En conjunto, el sector capitalista recibió 14,768 millones de pesos, que representan el 51.2% del valor agregado en la industria.
En algunas ramas de la industria la participación de los capitalistas alcanza niveles todavía más elevados, casi increíbles. En la “fabricación de perfumes, cosméticos y otros artículos de tocador” las utilidades se elevan al 71.4% del valor agregado, y agregando los intereses y las regalías la cifra monta al 74.5%, en la “construcción y reparación de maquinaria, exceptuando la maquinaria eléctrica”, la participación empresarial asciende al 71.5%; en la “industria de la madera y corcho”, al 70.0% en la “fabricación de jabones, detergentes y otros productos para lavado y aseo”, al 67.9%.
¿Verdad que les va bien a los capitalistas y que no tienen por qué quejarse? ¿Verdad que sus “esfuerzos para industrializar al país” están muy bien remunerados?
Ahora, ¿cuál es la situación de los trabajadores, empleados y obreros? Tomando el conjunto del sector industrial, la participación de los trabajadores es como sigue: por concepto de sueldos y salarios recibieron 10,256 millones de pesos, que representan el 35.5% del valor agregado total; por concepto de prestaciones recibieron… 1,151 millones de pesos, o sea, el 4.0% del total. En conjunto, los trabajadores participaron con 11,407 millones de pesos, lo que significa el 39.5% del valor agregado en el sector industrial.
Si ampliamos la investigación y consideramos el nivel de los sueldos y salarios, encontramos lo siguiente (tabla VII, página 27): tomada la industria en su conjunto los salarios (incluidos los sueldos) medios al año fueron de $ 7,500 por trabajador. Esto da un salario medio de $ 625.42, mensuales.
En realidad el sector obrero propiamente dicho no recibió ni siquiera el salario medio de $ 625.42 por mes, porque en esa cifra se incluyeron los sueldos de los funcionarios de las empresas industriales, que como se sabe, son mucho más elevados que los salarios de los trabajadores.
Como puede verse, los beneficios que los trabajadores han recibido con la industrialización son desproporcionadamente bajos en comparación a los que reciben los capitalistas. ¿Por qué entonces, son los capitalistas los que se quejan y no los trabajadores? ¿Por qué en el Congreso de la CTM los representantes de los trabajadores no asumieron una actitud parecida a la de los patrones en Guadalajara? Es un signo revelador del juego de fuerzas que existe hoy en nuestro país: los capitalistas se sienten fuertes y exigen más y más, y las organizaciones como la CTM cuando plantean sus demandas lo hacen tímidamente.
En segundo lugar, en lo que hace a la política gubernamental de fijación de precios, de garantía a algunos productos agropecuarios (como en el caso del maíz y del trigo), que a los patrones les parecen indebidos y que provocan elevaciones de los costos industriales, se debe responder que tal política se ha hecho necesaria como medida de protección a los productores agrícolas, frente a la despiadada explotación a que los someten los comerciantes, e industriales. Si no fuera por esa política, aun con todo y sus deficiencias, la situación de las masas campesinas sería todavía más aflictiva. Por lo demás, con esa política de fijación de precios de garantía se han beneficiado también algunos capitalistas, como es el caso de los grandes productores de trigo del Noroeste y de otras regiones.
En tercer lugar, la exigencia de que se reduzcan los precios de los derivados del petróleo y las tarifas eléctricas, no tiene razón de ser, porque precisamente el gobierno ha procurado mantener a bajos niveles los precios en esos renglones, como una ayuda más al sector privado que, en verdad, ha sido el principal usufructuario de la nacionalización de esas importantes industrias. Más bien lo que debería hacerse es revisar la política de precios especialmente de los hidrocarburos, a efecto de que nuestra primera industria nacional tuviera suficientes recursos propios para su expansión. Por otra parte, el consumo de electricidad y de combustibles por regla general, tiene reducida significación en los costos de producción de las industrias, con algunas excepciones muy especiales. No por que estén manejadas por el gobierno, pues, la electricidad y el petróleo deben ser entregadas al sector privado al costo, o en calidad de subsidio (¿otro más?).
En cuarto lugar, es cierto que nuestro comercio exterior está desequilibrado y que la situación tiende a empeorar, y que deben hacerse esfuerzos máximos por fomentar las exportaciones (además de controlar mejor las importaciones). Pero la solución no debe buscarse por el camino de los subsidios y del mantenimiento de niveles tan bajos de salarios. Esa “solución” significaría cargar sobre los trabajadores y sobre el gobierno la ineficiencia de los empresarios, su falta de empuje, su actitud medrosa para abrir nuevos mercados y su excesivo apetito de utilidades fáciles.
¿Por qué los capitalistas mexicanos no utilizan al máximo sus recursos en actividades productivas que contribuyan a depender menos de las importaciones y que, por otro lado, aumenten las exportaciones? ¿Por qué no repatrian los capitales que tienen depositados en bancos del exterior? ¿Por qué no reducen sus costos por la vía de la mayor eficiencia? ¿Por qué tratan de resolver los problemas nacionales por la vía de exportar mano de obra barata? Y ¿por qué, en fin, no se conforman con una tasa de utilidades razonables que no encarezca los productos y que permita al sector verdaderamente productivo, el de los trabajadores, obtener una parte más justa del producto de su esfuerzo?
Claro, es más fácil y lucrativo seguir el camino que están siguiendo. Pero también es el medio más inconveniente y perjudicial para el país, a cuyo desarrollo y bienestar según ellos, consagran sus mejores y desinteresados esfuerzos.♦