1.- La actividad económica se mantendrá y quizás aumente respecto a 1967, gracias a las olimpiadas, a las grandes obras gubernamentales y a mayores inversiones privadas nacionales y extranjeras.
2.- También se agudizarán los problemas de aumento de precios, de crecimiento exagerado de la ciudad de México y de los problemas que ocasiona (servicios educativos, sanitarios, transporte, etc.), de concentración de la riqueza y del ingreso a favor de la oligarquía nacional y extranjera, etc.
3.- Ojo con 1969- La euforia ya habrá pasado y quedará una amplia cosecha de problemas. Además, será un año de agitación política por la sucesión presidencial. Los Estados Unidos habrán resuelto su problema electoral, y el nuevo presidente podrá ejercer mayores presiones que de toda probabilidad serán hacia una política antidemocrática, belicista e intervencionista.
4.- Si en 1969 no se logra mantener un alto nivel de la actividad económica y no se trata de dar solución a los grandes problemas populares, tendremos un año de crisis económica y política cuyas consecuencias pueden ser de gran alcance.
Las declaraciones oficiales nos hacen saber que en 1967 se logró mantener el ritmo del crecimiento económico, estimándose que se obtendrá una tasa de aumento de la producción en general semejante a la del año anterior.
Los factores que más contribuyeron al mantenimiento de la actividad económica fueron, según se afirma también, las mayores inversiones públicas y privadas, una coyuntura internacional que se ha mantenido sin cambios substanciales y las condiciones de relativa estabilidad en que se vive el país.
Puede considerarse, efectivamente, a 1967 como un año más en que se ha mantenido el statu quo, sin cambios fundamentales. El crecimiento logrado, que no deja de ser importante, se ha fincado en los mismos factores y ha tenido la misma orientación capitalista que en los años anteriores. Los beneficios de ese crecimiento se han canalizado fundamentalmente hacia los grupos oligárquicos nacionales y extranjeros, con lo que sigue consolidándose la posición hegemónica de dichos sectores.
Es cierto que en 1967 se intensificó la entrega de tierras, se dio una mayor atención a la intervención estatal en la comercialización de las cosechas ejidales y de los productores independientes y en alguna medida se amplio el crédito agrícola, pero el campesino en su conjunto siguió padeciendo de los grandes males que le aquejan: falta de medios productivos medianamente suficientes para hacer producir su tierra con mayores rendimientos, créditos escasos, inoportunos y caros, tanto para mejorar sus técnicas como para capital de trabajo, sujeción a accionistas y especuladores, falta de oportunidades suficientes de trabajo, y como consecuencia de todo ello, bajos ingresos que lo mantienen en situaciones precarias de existencia. Es decir, los grandes problemas de la población rural siguen sin resolverse, apenas manteniéndose en algunos casos y agudizándose en su conjunto.
También es cierto que el desarrollo industrial registro un impulso importante, especialmente en algunas líneas básicas como la petroquímica, fertilizantes, fabricación de automóviles, camiones y equipo ferroviario, pero en su conjunto la industria sigue siendo patrimonio de empresas extranjeras o de los grupos oligárquicos nacionales en estrecha asociación con aquellas.
Igualmente cierto es que se ha impulsado la educación, la sanidad y otros servicios de beneficio general, pero los esfuerzos realizados son de escasa monta en comparación a las enormes necesidades de la población, especialmente de la de bajos ingresos.
Por todo ello, lo más que podemos decir es que en 1967 nuestro país logró sostenerse y mantener la situación de los años inmediato anteriores, pero sin que se produjeran mejorías visibles en la situación de las grandes masas populares y sin que llegaran a vislumbrar soluciones efectivas a sus problemas.
1968, ¿año de euforia?
Existe gran optimismo sobre las perspectivas del año de 1968. Se considera en general que las olimpiadas darán un marco propicio para mejorar los negocios y acelerar el ritmo de la actividad económica.
Hay en realidad una serie de factores que pueden contribuir a elevar la producción de bienes y servicios durante el presente año. La confianza de los capitalistas, nacionales y extranjeros en que existen buenas perspectivas de elevar sus ganancias es muy grande, y ello los llevará de toda probabilidad a aumentar sus inversiones; las perspectivas de un buen año agrícola son tangibles ya que las grandes presas del país se encuentran llenas, con lo que se tiene asegurado el riesgo para este y el próximo año, según las declaraciones oficiales; las inversiones gubernamentales registraran un fuerte incremento con motivo de las olimpiadas y de otros programas de construcciones y de servicios que tiene en marcha; los Juegos Olímpicos seguramente proporcionaran cantidades importantes de dólares y otras divisas, que fortalecerán la moneda nacional y permitirán mayores importaciones de maquinaria equipo y materias primas indispensables para el desarrollo.
En todo este panorama, existe sin embargo un factor que puede ejercer una fuerte influencia perturbadora y que podría frenar la expansión que se prevee. Se trata de la política del gobierno de los Estados Unidos motivada por los problemas que afronta ese país en estos momentos. Dicha política es esencialmente restriccionista y puede afectar tanto las ventas mexicanas en ese mercado, como el flujo de turismo y de capitales hacia nuestro país. A corto plazo, esa política puede significar un freno importante al aumento de la producción nacional.
Entiéndase bien que no estamos considerando que el flujo de capitales norteamericanos hacia México sea deseable. En las condiciones en que se realiza no lo es, porque tiene carácter monopolista y dominador. Sólo indicamos que la posibilidad de que dicho flujo se reduzca es un elemento a tomar en cuenta en las perspectivas inmediatas de la situación de los negocios en el año en curso.
Por otra parte, con la expansión que puede producirse en 1968, lo que consideramos factible, se plantearán algunos problemas que pueden tener efectos considerables sobre todo en la situación de las masas populares. Uno de ellos, que parece que adquirirá perfiles serios, es el de la inflación. Desde finales del año pasado se ha intensificado el aumento de precios como resultado de insuficiencias de la producción sobre todo de artículos de consumo necesario por efecto también del enorme aparato de intermediación comercial y por la influencia del proceso inflacionario que se está desarrollando en los Estados Unidos. A todos esos factores se han venido a agregar algunos más, como la modificación de los salarios mínimos y el incremento de los gastos en obras que ocupan muchos trabajadores. El aumento de los salarios mínimos ha sido tomado como pretexto por los comerciantes y productores para elevar los precios en general, no obstante que tal aumento en los salarios mínimos no hace sino restituir al trabajador parte del poder de compra que ha perdido en los últimos dos años por el aumento de precios, por una parte, y hacer copartícipe a los obreros de los aumentos en la productividad que se han logrado durante ese mismo período.
Con el aumento generalizado de los precios se acentuará la mala distribución de los ingresos, consolidando todavía más el poder de la oligarquía nacional y extranjera, y empobreciendo más a las masas populares. Este fenómeno provocará, sin duda, intranquilidad social y agudizará los problemas de lucha de clases en el país.
Otra consecuencia importante de la euforia que probablemente se desarrollo en 1968 es el de la emigración de la población rural hacia los centros urbanos, especialmente hacia la ciudad de México. La capital ha crecido en los últimos años con gran celeridad y ha llegado ya, según creemos, a los límites máximos aconsejables. Los problemas de abastecimiento de agua, de suministro alimenticio, de educación, sanidad, seguridad, y de oportunidades e trabajo se han ido agudizando. Con las grandes obras de las olimpiadas, del Metro, del acondicionamiento de calles y avenidas y de embellecimiento, aunadas a la creciente construcción de edificios de distinto tipo, se ha desplazado a la ciudad de México un creciente contingente de población campesina en busca de trabajo, con lo que la ciudad ha crecido y con ello los problemas ya agudos que viene padeciendo desde hace tiempo.
Sin embargo, si se logra mantener un alto nivel de la actividad económica en 1968, como es probable, los problemas señalados no aflorarán con intensidad que pudiera trastornar seriamente la situación del país.
Ojo a 1969.
El año de 1969 puede ser un año de crisis, tanto económica como política. La euforia un tanto artificial de 1968 habrá ya agotado sus efectos estimulantes, y el país se enfrentará a una serie de problemas generados o acentuados durante 1968. Las obras gubernamentales conectadas con las olimpiadas habrán sido terminadas y habrán dejado de ser por lo tanto, un factor de estímulo a la construcción privada y a los negocios en general. Las inversiones privadas en renglones importantes como la construcción de automóviles ya habrán sido hechas en lo esencial y ello provocará una caída en el monto total de las inversiones porque no se ven a corto plazo nuevas líneas que puedan absorber fuertes inversiones. La política restriccionista de los Estados Unidos disminuirá probablemente la disponibilidad de capitales de esa fuente, tanto del tipo de inversiones directas como las de créditos exteriores.
Con el debilitamiento de la inversión se producirán problemas de desempleo y de reducción de los ingresos de los trabajadores, situación que puede convertirse en peligrosa ya que los precios se mantendrán a alto nivel porque una vez que suben es extremadamente difícil hacerlos bajar. La capacidad de compra de las masas populares sufrirá, de esta manera, una reducción que puede ser substancial.
Por su parte, la población rural que se desplazó hacia la ciudad de México (y a otros centros urbanos importantes) tenderá a quedarse en ella (al menos una buena parte), con lo que se plantearán difíciles problemas de trabajo, de habitación y de servicios.
A estos problemas se vendrán a agregar otros de considerable magnitud. Entre ellos, el de la sucesión presidencial. 1969 será un año de agitación política, en un grado mucho mayor que en ocasiones anteriores. Ya existen síntomas inequívocos de que así será.
Será necesario, vital, que tomen las medidas para que en 1969 no disminuya la actividad económica y para que se avance en la solución de los grandes problemas populares. Si no se logra esto, 1969 será un año crucial para el futuro del país.♦