El siglo XX está siendo la tumba de los regímenes imperiales del mundo. En épocas anteriores habían surgido grandes imperios, que luego de alcanzar gran esplendor desaparecían bajo el empuje de otros nuevos imperios que los sustituían y superaban en extensión y en capacidad. Parecía como si existiera alguna “ley” del desarrollo histórico que determinara ese curso de nacimiento, florecimiento y desaparición de un imperio, para luego ser sustituido por otro, que seguiría el mismo proceso de desenvolvimiento de manera indefinida a través de los siglos. Y no faltaron pseudocientíficos que trataran de “demostrar” que esa era la “ley” del curso de la historia.
La trayectoria del presente siglo, sin embargo, está echando por tierra esas “teorías” y está demostrando hasta la evidencia que ha llegado el momento de la desaparición definitiva de los sistemas imperiales. Los grandes imperios (y también los menores) han ido sucumbiendo uno tras otro, ya no frente a la fuerza expansiva de nuevas potencias imperiales, sino por el empuje de los pueblos sojuzgados que han ido logrando su libertad y soberanía. El único imperio que en el siglo XX logró desarrollarse, el de los Estados Unidos, se encuentra también en el proceso de una franca desintegración.
A principios del presente siglo existían en el mundo varios grandes países imperiales y algunos de menores dimensiones, que en conjunto dominaban a la inmensa mayoría de los países de menor desarrollo de los cinco continentes. El imperio inglés estaba a la cabeza con posesiones en todo el mundo, siguiéndolo el imperio francés, el holandés, el belga, el alemán y el portugués. Los Estados Unidos se encontraban ya en un claro proceso expansionista y aumentaban el número de sus posesiones y el de los territorios dominados por su creciente pujanza económica.
Con la Primera Guerra Mundial los grandes imperios empezaron a desmoronarse. El imperio alemán desapareció por completo y los imperios francés, holandés y belga sufrieron fuertes quebrantos, iniciando el proceso de su desintegración. Sólo el sistema imperial de los Estados Unidos logró no solamente subsistir, sino ampliar su esfera de dominio e influencia, especialmente económica.
La Primera Guerra Mundial señaló el punto de flexión en el proceso histórico, no solamente por el debilitamiento de los viejos sistemas imperiales, sino por el surgimiento de cambios fundamentales que habrían de imprimir un nuevo derrotero al curso de la historia. En 1917 surgió el primer país de tipo socialista, la Unión Soviética, que abría una profunda brecha en el sistema imperialista mundial y que al irse consolidando y ejerciendo una creciente influencia en el curso del desenvolvimiento histórico de los pueblos coloniales y semicoloniales.
En el período de interguerras, el sistema imperialista mundial sufrió nuevos reveses que lo fueron debilitando progresivamente. La Gran Crisis de 1929-1932 planteó serios problemas a los grandes países capitalistas, al llegar casi a paralizar su economía incluyéndose a los Estados Unidos mismo que se encontraba en un franco proceso de expansión. Este cataclismo económico vino a demostrar que el imperialismo no era capaz de resolver los problemas del mundo, no solamente de los países dependientes, sino tampoco de los propios países imperiales. Con la Gran Crisis se produjeron grandes movimientos populares que afectaron principalmente a los propios países desarrollados, por los enormes perjuicios que las masas obreras y campesinas resintieron con el serio deterioro de la situación económica mundial, de la que eran responsables los monopolios capitalistas.
La Segunda Guerra Mundial vino a acentuar el proceso de desintegración del imperialismo. Por una parte, la guerra hizo desaparecer las ambiciones de los países como Alemania, Japón e Italia que querían, en nombre del llamado “espacio vital” integrar nuevos imperios. Por otra parte la guerra asestó un golpe demoledor sobre las economías de los grandes imperios tradicionales por las enormes cargas que les impuso y las cuantiosas pérdidas materiales y humanas, que los debilitó a grados extremos.
El debilitamiento de los países imperiales y el despertar de los territorios coloniales y semicoloniales, propició el movimiento libertario de los países sojuzgados, que uno a uno han ido logrando su independencia. El imperio inglés, el francés, el holandés, el belga y el portugués, entraron en un franco proceso de desintegración, Las colonias de Asia, de África, y de América Latina se han ido convirtiendo en países independientes y buscan caminos no-capitalistas par su desarrollo acelerado. En forma semejante muchos países que habían logrado con anterioridad su independencia de algún sistema imperial, redoblaron sus esfuerzos para romper las ataduras de sojuzgamiento económico en que han estado viviendo.
Y el proceso continúa. Las grandes potencias se encuentran en verdaderas crisis, como es el caso sobresaliente de Inglaterra que se ha visto obligada a “renunciar” a su posición de Gran Potencia Imperial y hace enormes esfuerzos por mantenerse a flote. En todo el periodo de la postguerra Inglaterra ha vivido en una crisis permanente, que a pesar de las drásticas medidas que ha ido adoptando no logra superar. La economía inglesa no ha logrado desarrollarse, pues prácticamente se encuentra estancada y afronta serios problemas de desequilibrio de su balanza de pagos, de empleo creciente, de inestabilidad de su moneda, y de un dominio creciente por parte de los monopolios norteamericanos. Forzada por las circunstancias, Inglaterra se ha visto en la necesidad de disminuir substancialmente sus gastos militares y de abandonar puntos estratégicos de su antiguo imperio colonial. No le queda otro camino que el de convencerse que ha sonado la hora del fin de su imperio y de limitarse a una nación que debe buscar su futuro en sus propios esfuerzos, en la amistad con otros pueblos de la Tierra y no en la explotación de los países menos desarrollados. Enhorabuena que así sea, para su bien y para el de la humanidad.
Queda sin embargo un todavía poderoso país imperialista, los Estados Unidos (aparte de otros menores). Este país no quiere aprender las lecciones de la historia. No acepta que el tiempo de los imperios ya va pasando. Se empeña en ampliar sus dominios con la “herencia” de los imperios en decadencia y con el dominio de la economía de otros países todavía débiles.
Pero en su empeño, los Estados Unidos se están precipitando por un despeñadero. Están pagando muy caras sus ambiciones. Los enormes gastos militares están desquiciando su economía y lo que es más importante aún, están provocando un movimiento creciente de los pueblos, incluido el propio pueblo norteamericano, en contra del imperialismo y de la explotación a que los ha sujetado. El camino imperialista seguido por los Estados Unidos es un callejón sin salida. Cada vez tendrá que aumentar su ya fabuloso presupuesto de guerra, lo que lo llevará a mayores desajustes económicos y políticos. Ya tiene serios problemas para sostener el valor de su moneda, se acentúan los desequilibrios de su balanza de pagos, la inflación sigue su marcha ascendente y cada vez se conquista en forma más definitiva la enemistad de todos los pueblos.
Por el camino que sigue el gobierno de los Estados Unidos lo que esta provocando es una guerra mundial que desgraciadamente puede significar la destrucción de la humanidad. Los gobernantes de los Estados Unidos en su locura, de ignorar las lecciones de la historia, nos están llevando cada vez más al cataclismo.
Por fortuna ya los pueblos del mundo han tomado conciencia de que la causa del atraso y de las guerras es el imperialismo y están decidiéndose a extirpar de raíz esos males. El imperialismo norteamericano no podrá salirse con la suya. Ya Hitler se equivocó al creer que con la caída de Alemania arrastraría al mundo entero a un caos del que no saldría nunca. Los pueblos demostraron que estos vaticinios son equivocados, porque sencillamente los pueblos no se suicidan. Confiamos en que finalmente se impondrán los intereses de la humanidad y también el imperialismo norteamericano llegará a su fin en este siglo. Hay claros indicios de que así será y que prevalecerá el derecho legítimo de los pueblos de trabajar para su propio beneficio y de vivir en paz con sus semejantes.♦