Las medidas restrictivas del gobierno de EE. UU., tenderán a producir serios daños a las economías de otros países ligados financiera y económicamente a esa nación. El problema del dólar no es un asunto de alcances limitados a eliminar la cobertura oro y de reducir algunos gastos menores, sino un problema fundamental: lo que se tambalea no es la moneda americana. Es el imperialismo en masa.
Con el fin de respaldar al dólar el Presidente de los Estados Unidos ha solicitado al Congreso que suprima la cobertura oro de los billetes, cobertura que consiste en una reserva oro del 25% del valor de los billetes en circulación. La propuesta tiende a liberar reservas oro por un valor aproximado de 10,000 millones de dólares, que quedarían disponibles para hacerle frente a la demanda de conversión en oro de los 35,000 millones de dólares en billetes y documentos que ahora se encuentran en poder de los bancos y de los particulares fuera de los Estados Unidos.
De aprobarse la propuesta, lo cual es casi seguro, las disponibilidades norteamericanas de oro para respaldar el valor del dólar en el exterior, se incrementarían a 11,300 millones e dólares, frente a solamente 1,300 millones de dólares en oro que ahora se encuentran destinados a ese fin.
Como se ve, la medida tiene el carácter de una verdadera emergencia que denota la debilidad actual del dólar, ya que las reservas oro disponibles en estos momentos son manifiestamente insuficientes para dar confianza al mundo sobre la capacidad de los Estados Unidos para cumplir con la obligación legal de entregar una onza de oro por cada 35 dólares al que desee hacerlo. Las reducidas reservas oro del gobierno norteamericano son precisamente las que han dado base a la creciente conversión de dólares por metal amarillo y que están haciendo tambalearse a la moneda norteamericana, poniéndola al borde de la devaluación.
¿Podrá tener los resultados que se persiguen dejando al dólar sin ninguna protección o cobertura metálica dentro de los Estados Unidos para fortalecer su valor en el exterior? Acerquémonos al problema para apreciar mejor el significado y alcances de esa medida.
Lo que primero tenemos que considerar es que el dólar es un billete y que, por lo tanto, su valor intrínseco es insignificante en comparación al valor que tiene estampado en su fachada. El papel y la impresión de un billete de un dólar no debe pasar de unos 10 centavos, y mientras mayor es la denominación del billete la discrepancia es más amplia. Esto quiere decir que la circulación de los billetes debe apoyarse en algún elemento que dé confianza al público sobre su bondad. Ese elemento no es otro en última instancia, que el oro. Y en efecto, en su origen y en su esencia, el billete no tiene completo valor propio, sino que lo adquiere como representante del oro.
Los billetes circularon al principio como títulos o comprobantes de depósitos reales de metal y que, por lo tanto, podían intercambiarse (convertirse) por oro a voluntad de su poseedor y, desde luego, por el valor completo que el billete (o comprobante) tenía escrito en su fachada. Su uso se fue generalizando por la confianza de que representaban efectivamente la cantidad de oro que indicaba su fachada y por las ventajas que se derivaban de su fácil manejo, especialmente cuando se trataba de cantidades importantes. Es más conveniente utilizar billetes que oro, ya que éste es pesado, pero siempre a condición de que existan las reservas oro suficientes, como contrapartida completa del valor de los billetes, para asegurar su conversión.
La costumbre de manejar billetes, su comodidad, y la confianza en que eran tan buenos como el oro mismo, fue dando lugar, sobre todo en épocas de dificultades económicas a que se emitieran billetes sin una cobertura o contrapartida total en oro. Aun en este caso, los billetes podían convertirse o intercambiarse por la cantidad total de oro que representaban. Ello era posible, a pesar de la cobertura fraccional (es decir, no completa) debido a que siempre existía una cantidad importante de billetes en poder del público que no se convertían en oro, porque dicho público los utilizaba para sus transacciones cotidianas.
En una etapa posterior, que es en la que actualmente se encuentran los Estados Unidos para sus operaciones en el interior de su propio territorio, el billete dejó de ser convertible en oro, pero subsistiendo la exigencia de que la emisión de esos títulos tuviera una cobertura oro de alguna cuantía. En los Estados Unidos la cobertura fijada fue del 25% del valor de los billetes en circulación. En este caso la función desempeñada por la cobertura oro no era otra que la de dar confianza al público de que la emisión de billetes no sería exagerada, anárquica y caprichosa, sino que tenía que sujetarse a las existencias de metal amarillo del gobierno.
En el caso de los Estados Unidos, que es el que nos ocupa, se fue más lejos. No solamente dejó de ser convertible el billete en oro (dentro del territorio) sino que se estableció la prohibición para el público norteamericano de adquirir oro y de disponer de ese metal para fines de atesoramiento y acumulación. Solamente quedó permitida la compra de oro por parte del público para fines industriales y profesionales. Puede comprenderse fácilmente que de no existir esa prohibición las reservas oro del gobierno norteamericano se hubieran agotado rápidamente por la elevada capacidad de compra del público de ese país y por la situación artificial en que se encuentra el billete dólar respecto al oro. Esto quiere decir que para fines prácticos, dentro de los Estados Unidos los dólares circulan como billetes de curso forzoso y que el público no tiene otra alternativa que aceptarlos. En tales condiciones la cobertura oro que ahora tiene el billete es simplemente simbólica y ha dejado de tener el significado original de dar confianza al público para que se sienta incitado a aceptarlos.
De acuerdo con estos razonamientos, la propuesta que presentó el Presidente al Congreso norteamericano no hará sino legalizar una situación que ya existe en la realidad. Sin embargo, al no existir ya la exigencia legal de la cobertura oro (si se aprueba la medida) se abrirá la posibilidad de que se lancen a la circulación grandes cantidades de papel moneda, con las consiguientes consecuencias inflacionarias. De suceder esto, lo que es probable por las dificultades económicas del gobierno norteamericano que experimenta un fuerte déficit en su presupuesto, eso sí tendrá un serio impacto en la economía de los Estados Unidos que se encuentra ya sufriendo una considerable inflación que amenaza con convertirse en una verdadera espiral.
El oro, único dinero mundial.
Los billetes solamente tienen una jurisdicción económica de medio de pago que se limita al territorio del país que los emite. Dentro de esa jurisdicción los billetes pueden ser de curso forzoso porque el público no tiene otra alternativa. Esto no puede regir, sin embargo, en escala mundial porque el país que los emite no tiene control político ni económico en los demás países. En este caso, los pagos del país en cuestión tienen que hacerse en la única moneda mundial, el oro.
Esto no obstante, los dólares billete pueden ser aceptados por el público de otros países, pero siempre y que sean tan buenos como el oro, es decir, que sean convertibles en metal amarillo a precio fijo y que existan las reservas oro suficientes para asegurar dicha convertibilidad. Este ha sido el caso del dólar en el período de la posguerra y hasta hace unos dos o tres años. También lo fue para la libra esterlina en épocas anteriores. Pero cuando las reservas oro que deben garantizar la convertibilidad de los billetes se torna insuficiente, la confianza del público comienza a debilitarse y se produce una fuga hacia el oro, es decir los poseedores de billetes tienden a deshacerse de ellos y a convertirlos en oro. Esto es precisamente lo que está sucediendo en el caso del dólar, las reservas oro de los Estados Unidos han sufrido una drástica reducción en los últimos años, bajando de alrededor de 21,000 millones de dólares a apenas 11,300 millones.
Ahora bien ¿Cuál es la causa de que los Estados Unidos se encuentren en estas dificultades y no puedan mantener reservas oro suficientes para sostener la convertibilidad internacional del dólar al precio de 35 dólares la onza de oro? La razón reside en el fuerte y persistente desequilibrio de la balanza de pagos norteamericana. ¿Y cuál es la causa del desequilibrio? La causa no es otra que los enormes gastos militares que los Estados Unidos están realizando en su política de dominación mundial.
En los años de la posguerra en que los Estados Unidos han extendido su dominio imperial se han producido constantes déficits en sus cuentas con el exterior, que alcanzan una cifra acumulada de más de 34,000 millones de dólares. La expansión fue posible debido a que el mundo fue aceptando los billetes norteamericanos porque tenía confianza en que en el momento en que lo deseara podrían convertirlos en oro. Sin embargo, a medida que el déficit crecía, se iba debilitando la confianza en la moneda norteamericana, porque se hacía cada vez más claro que las reservas oro no eran suficientes para asegurar su convertibilidad. Y se comenzó a producir el fenómeno de la conversión masiva de dólares por oro.
Por razones económicas y políticas el gobierno de Estados Unidos ha estado haciendo esfuerzos para sostener la estabilidad del dólar frente al oro, manteniendo la equivalencia artificial de 35 dólares la onza de metal fino. Con ese propósito, ha hecho arreglos con algunos de los más importantes países del mundo occidental para que mantengan los billetes en sus reservas y no los conviertan en oro; han obtenido fuertes créditos en el Fondo Monetario Internacional; intentan eliminar la cobertura oro de la emisión de billetes; y están tomando una serie de medidas para equilibrar su balanza de pagos, tales como la reducción de sus compras en el exterior, la reducción de los gastos en turismo, el aumento de sus ventas al exterior, el incremento del flujo de utilidades e intereses de sus empresas en el exterior, la elevación de las tasas de interés para atraer capitales a los Estados Unidos y combatir la inflación, ajustes en algunos renglones del gasto gubernamental, especialmente en materia de la “Gran Sociedad”, etc., etc.
¿Qué resultados tendrá la política que está siguiendo los Estados Unidos? Las medidas restrictivas que se están implantando es probable que produzcan algunos efectos en el sentido de aligerar las presiones sobre su balanza de pagos y con ello, de aliviar la precaria situación del dólar. Sin embargo, no podrán resolver sus problemas básicos en la medida en que continúen creciendo sus gastos militares, resultado de su política de dominación mundial. La escalada de la guerra de Vietnam, las provocaciones al pueblo de Corea, su intervención en África, el Medio Oriente y en América Latina llevarán al agudizamiento de sus problemas de pagos internacionales. Ya ni sus propios aliados quieren aceptar dólares inflados, ya que resisten a seguir subsidiando al dólar y a ayudarlo a que con sus dólares inflados extienda su dominio económico, político y militar.
Por otra parte, las medidas restrictivas del gobierno norteamericano tenderán a producir serios daños a las economías de los países ahora ligados comercial y financieramente a esa nación. Se puede producir una crisis generalizada que podría superar en sus efectos dañinos a la de 1929.
El problema del dólar, por lo tanto, no es un asunto de alcances limitados, de eliminar la cobertura oro y de reducir algunos gastos menores. Es un problema fundamental. Lo que está tambaleándose no es solamente el dólar, sino la política imperialista norteamericana. Por ese camino el dólar y todo lo que constituye la ambición de hegemonía mundial, llevará a los Estados Unidos al precipicio. Y con él, para nuestra desgracia, podrá arrastrarnos.♦