Ayudamos, protegemos y alentamos la industria automovilística ¿para qué?

 

¿Para explotar al público? ¿Para engordar tiburones? El gobierno debe intervenir, pero ya; la industrialización no tendría sentido si los consumidores no resultan beneficiados y si las empresas dejan de ser mexicanas

El automóvil se ha convertido en una necesidad en la vida moderna de intensa intercomunicación humana, de grandes ciudades y de carreteras y caminos que forman una red que se mejora y amplía constantemente. Al lado del automóvil, los camiones, los trailers, etc., se han hecho indispensables para el transporte rápido de mercancías, sobre todo en distancias cortas, así como dentro de las propias ciudades. La importancia de estos medios modernos de transporte queda evidenciada por la fabulosa cifra de vehículos que circulan en el mundo y el lugar tan destacado que tiene la industria de automóviles en la economía de los países más desarrollados. Se estima que existen en circulación 150 millones de automóviles y camiones en todo el mundo, cifra que aumenta cada año en varios millones de nuevas unidades. En los Estados Unidos, circulan más de 80 millones y la producción anual es de alrededor de 8 millones de automóviles. Las empresas productoras figuran entre las más importantes de este país. Así, por ejemplo, la General Motors que es la empresa más importante del mundo en la producción de automóviles (produce también camines, locomotoras, trailers y una gran variedad de otros  productos), es la primera empresa industrial de los Estados Unidos, disponiendo de un enorme mercado en el que logra vender más de 16 mil millones de dólares anuales y obtener utilidades de 1 600 millones de dólares. En los otros países adelantados la industria de automóviles ocupa también un lugar destacado.

La gran importancia de la industria de automóviles se deriva no solamente de la utilidad de los vehículos que produce, sino también del apoyo que da a una amplia serie de industrias también importantes como la del acero, la fabricación de llantas, de pinturas, etc., así como también porque da trabajo a infinidad de obreros, técnicos, empleados, distribuidores, etc., que forman parte de la propia industria y a muchos otros de actividades conexas. Es uno de los pilares más sólidos de la estructura industrial de los países modernos.

Por estas razones es natural y perfectamente justificado que México esté realizando esfuerzos para desarrollar la industria de automóviles. En la realización de estos esfuerzos, podemos distinguir tres etapas: 1. establecimiento de plantas de ensamble; 2. fabricación de algunas partes y accesorios; y 3. integración de la industria llegando a la fabricación de los motores y de las partes más importantes. La última etapa se ha puesto en marcha y está ocupando la opinión pública en estos días, con motivo de la fabricación de motores por una empresa y debido a las fuertes inversiones que varias firmas están realizando en nuevas instalaciones, para emprender la fabricación de automóviles. Dada la señalada importancia de esta rama industrial y por razón de que se están cometiendo errores que pueden anular las ventajas que podrían derivarse del desarrollo de esta actividad, consideramos de gran interés hacer un juicio valorativo sobre la política que se está siguiendo al respecto. Por razones obvias, sólo abordaremos los aspectos que consideramos de mayor relevancia.

Desarrollo de la industria

El establecimiento, en el año de 1926, de la Ford Motor Company como empresa armadora, inició la industria de automóviles en el país. Años después le siguieron la General Motors y la Automotriz O’Farril, en 1935, y la Chrysler en 1938. Todas estas empresas se establecieron como armadoras de automóviles y camiones y algunas también incluyeron en sus actividades la producción de partes y accesorios (acumuladores, bujías, muelles, carrocerías). De esta manera, en vísperas de la segunda guerra mundial, México contaba ya con cuatro empresas importantes dedicadas al ensamble de automóviles. Debe observarse que las tres más importantes eran filiales de las tres mayores productoras de automóviles de los Estados Unidos. Durante la guerra y sobre todo después de ella, se estableció un crecido número de otras empresas, llegando a hacer un total de veinte en el año de 1960.

En este año (según el Censo Industrial de 1960) el capital invertido por las veinte empresas fue de 727 millones de pesos y el valor de la producción alcanzó la cifra de 1 937 millones de pesos. La ocupación proporcionada en forma directa por las armadoras era de más de 8 000 millones de pesos. En años posteriores a 1960, estas cifras se han incrementado considerablemente, sobre todo en el de 1964 en que aumentó mucho la actividad de las plantas armadoras. Debe considerarse además como parte de la industria a 200 empresas dedicadas a la producción de carrocerías, accesorios, refacciones y equipo diverso que se fueron estableciendo a medida que prosperaba la industria. Se trata pues, de una de las industrias más importantes del país.

Precios exageradamente elevados

El desarrollo de la industria de automóviles se ha logrado, desgraciadamente, por caminos que presentan serios inconvenientes. Uno de ellos, que se destaca por el perjuicio que está causando al público y que puede frenar el desarrollo futuro de la industria, es el de los precios tan elevados a que se venden los automóviles armados en México. Los aumentos con respecto a los precios del país de origen, van desde un 22% en el caso de los coches japoneses, hasta un 58% en el de los coches de origen norteamericano. Cabe preguntarse ¿por qué el público mexicano tiene que pagar precios mucho más elevados ahora que tenemos una industria bastante importante, respecto a los que pagaría comprándolos ya armados en el exterior? ¿qué la industrialización no debe mejorar la situación de los consumidores y no empeorarla? Se trata de un problema que debe ser resuelto satisfactoriamente y que puede ser resuelto. Veamos algunos de sus aspectos sobresalientes.

Desde luego encontramos que uno de los factores que tiende a elevar los precios de los automóviles es la existencia de un número demasiado grande de empresas para el mercado reducido de México. La industria de automóviles se caracteriza por las grandes inversiones que requiere, que a su vez exigen un gran mercado. No debemos olvidar que fue en esta industria en donde se desarrolló la producción en masa. Países como los Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Francia y Japón, con ser tan desarrollados y disponer de mercados domésticos y exteriores tan grandes, tienen una industria compuesta por tres o cuatro empresas. Con un mercado que no llega actualmente a 100 000 unidades ¿cómo va a ser posible que operen veinte empresas en condiciones de costos que se comparen con los logrados por las grandes firmas del exterior, que disponen de mercados tan amplios? Sencillamente ello no es posible. Pero, si esto es verdad ¿por qué razón se han proliferado las empresas de automóviles en nuestro país? La razón es muy sencilla: olvidándose de los intereses de los consumidores se han autorizado precios muy elevados, sobre la base del costo más una utilidad. De esta suerte, a las empresas no les importa incurrir en costos elevados ni les preocupa mejorar la eficiencia para reducirlos, ni tampoco trabajar al 50% de su capacidad: disponen de un mercado cautivo, que sin posibilidades de adquirir los vehículos en el exterior, tiene que comprarlos en México al precio que sea.

Al escaso mercado habrá que añadir como causa de los altos precios una serie de renglones (muchos de ellos innecesarios) que vienen a incrementar los costos, tales como costosas regalías por el uso de patentes, la contratación de personal técnico extranjero de altas remuneraciones, los precios elevados de los suministros del exterior, la participación de empresas intermediarias entre la matriz y la filial, gastos exagerados en publicidad, etc., etc. Podríamos afirmar que una revisión a fondo de los costos de las empresas reduciría en forma considerable los precios finales de los automóviles. Subsistiría sin embargo, el problema de la pluralidad de empresas dedicadas a esta actividad, el que tenderá a agudizarse ahora que se pase a la fabricación de los automóviles, porque ya han sido autorizadas diez empresas para operar en estos procesos, las que están realizando inversiones de gran cuantía con ese objeto. Como el mercado es más o menos el mismo, ya que no hay posibilidades de exportar con precios tan elevados, los costos subirán todavía más y presionarán a los precios hacia arriba. De no ponerse correctivos, los consumidores seguirán pagando precios de oro por los vehículos.

El otro problema serio que debemos señalar es el de que la parte más importante de la industria de automóviles es propiedad de grandes firmas extranjeras. La General Motors, la Ford, la Volkswagen y la Nissan son totalmente extranjeras. Otras más tienen participaciones importantes de capital extranjero. El capital mexicano en la industria se limita a la Dina-Renault que es del gobierno y la Industrial Automotriz (Borgward) y a participaciones de alguna cuantía en otras empresas. Aunque en los planes de integración de la industria se ha hablado con frecuencia de mexicanización parece ser que debemos entender por mexicanización solamente el hecho de que los automóviles se produzcan en México, así sea por empresas extranjeras. En este sentido la industria de automóviles es tan mexicana como la de llantas, como la minería o la explotación de azufre que están dominadas casi totalmente por empresas norteamericanas. No es necesario hacer toda una demostración de los inconvenientes que tiene que una industria tan importante como la de automóviles esté dominada por intereses extranjeros; baste considerar la limitación de no vender en otros mercados por ser abastecidos por las matrices, el recargo de costos por gastos innecesarios, la costosa publicidad, también innecesaria, y finalmente, la fuerza económica de que disponen para conservar sus privilegios monopolistas que les permiten obtener utilidades elevadas. En este sentido, las estimaciones conservadoras que se han hecho por algunos profesionistas indican que las principales armadoras de automóviles obtienen utilidades netas, respecto al capital invertido, del 25% anual. Las altas utilidades han permitido a las armadoras el envío de fuertes sumas al exterior.

El gobierno debe intervenir con energía

El país necesita, es verdad, crear industrias, elevar la productividad y ampliar las oportunidades de trabajo de los mexicanos. Pero igualmente cierto es que se debe asegurar que las actividades, sobre todo las importantes, sean propiedad de mexicanos y además, que los consumidores resulten beneficiados, aunque temporalmente se les sacrifique con producción cara y de calidad menor. Si ninguno de estos objetivos se logra, la industrialización no cumple su función, ya que no es un fin en sí mismo sino un medio para elevar los niveles de vida de la población y asegurar la independencia económica del país. La industrialización no debe ser un medio de enajenar la riqueza nacional, de establecer industrias ineficientes y de explotar mercados cautivos. El desarrollo debe concebirse, por el contrario como liberación de la necesidad y de la sumisión.

El gobierno dispone ya de instrumentos para encauzar la industria de automóviles por este derrotero y deberá hacerlo a la mayor brevedad.

Ceceña, José Luis [1965], "Ayudamos, protegemos y alentamos la industria automovilística ¿para qué?", México, Revista Siempre!, 620: 20-21, 12 de mayo.