La juventud quiere actuar ahora mismo

La juventud se rebela frente a una sociedad de injusticia, de corrupción y mentira en busca de un sistema que le de más seguridad, más pan y más felicidad. Quiere asumir su papel en la sociedad de hoy y hacerlo de inmediato sin esperar a un futuro incierto.

La opinión pública nacional ha sido sacudida por los acontecimientos de las dos últimas semanas que dejaron como saldo decenas de estudiantes lesionados, algunos de gravedad, y centenas de detenidos, incluyendo algunos profesores universitarios, y que culminaron en la ocupación por parte del ejército, con todo lujo de fuerza, de varios recintos universitarios.

¿Qué significado tienen estos hechos que han creado zozobra e intranquilidad en el país? ¿Por qué se ha violado la autonomía de la Universidad? ¿Por qué se ha organizado una nueva “cacería de brujas”? ¿Por qué se ha hecho intervenir, de nuevo, al ejército para violar recintos universitarios?

Una cosa parece evidente: se tuvo el propósito de usar métodos de mano dura para reprimir a los estudiantes y de darle al conflicto proporciones cada vez mayores. ¿Qué fuerzas están interesadas en reprimir y en aprovechar un incidente de escasas dimensiones para convertirlo en un conflicto de grandes proporciones? ¿Qué elementos pretenden suprimir la autonomía de la Universidad y someter a una camisa de fuerza a las instituciones de enseñanza superior? ¿Quiénes están interesados en convertir al ejército en un instrumento de represión?

La respuesta a estas cuestiones no puede ser otra que la de que los verdaderos responsables son los círculos antidemocráticos que quieren suprimir las libertades y convertir al país en un campo solo propicio para hacer grandes negocios, en donde reine la injusticia, la corrupción y la mentira; en donde se consolide un statu quo en que se perpetúen las condiciones de opulencia y pobreza, de derechos ciudadanos conculcados, y de conformidad y aceptación sumisa de una realidad económico-social que solamente favorece al potentado criollo o extranjero; los que quieren convertir al país en un sistema dictatorial al ejemplo de las naciones centro y sudamericanas que padecen gobiernos militares gorilescos, que niegan a sus pueblos hasta las más elementales libertades ciudadanas y los mantienen en la más abyecta pobreza.

Para estos círculos, sin duda, la juventud y los estudiantes son un enemigo, por su rebeldía ante las injusticias, por su deseo de transformación, por su anhelo de construir un mundo cada vez mejor. Porque la juventud no tiene compromisos, ni intereses creados que los amordacen, que los inhiban frente a las lacras sociales y económicas que padecemos. Si bien es cierto que ser joven no otorga un derecho, como lo ha señalado el presidente del PRI, ser joven tampoco es un delito. Y las fuerzas contrarias al progreso democrático e independiente del país están actuando en una forma en que ser joven se quiere convertir en un delito.

Por las mismas razones, se ataca la autonomía de la Universidad y se quieren suprimir las libertades que existen en las instituciones de enseñanza superior. Se quiere impedir que las universidades cumplan su objetivo esencial de preparar profesionistas y técnicos capaces al servicio de los mejores intereses del país, y ciudadanos libres que conduzcan la nave nacional hacia derroteros de progreso y bienestar para el pueblo, del que forman parte. Se quiere convertir a las universidades en centros alejados de la realidad nacional, que se dediquen solamente a preparar autómatas, para que sirvan mejor a la consolidación del statu quo, desentendidos de los grandes problemas nacionales o si se puede, en cómplices de las injusticias sociales.

La única salida, el camino democrático

Afortunadamente el pueblo de México tiene la determinación de impedir que los círculos antidemocráticos lleven a cabo sus propósitos. Se enfrentará, como ya lo ha hecho una y cien veces, a esas fuerzas negativas y saldrá victorioso, sin duda. No se hará eco de las campañas de mentiras y de calumnias y en forma resuelta luchará por la defensa de las libertades nacionales y por el fortalecimiento de los principios y las instituciones que garanticen el desarrollo democrático del país.

En este orden de ideas se plantea la defensa y fortalecimiento de las instituciones de enseñanza superior, tanto de la autonomía de dichas instituciones que es esencia de su vida y de su razón de ser, como también de su fortalecimiento económico que les permita cumplir plenamente con su importante misión. Si nuestras instituciones educativas siguen viviendo en la penuria en que se desenvuelven, peligrará el avance cultural y científico del país y con ello se comprometerá el progreso y el bienestar nacional.

La Universidad y sus problemas

La UNAM tiene planteados muchos y difíciles problemas, al igual que la casi totalidad de las instituciones de enseñanza superior del país. Entre ellos a manera de ejemplo, podemos destacar los siguientes:

Falta de Recursos: en el año lectivo 1966-67 la UNAM tuvo ingresos de 360 millones de pesos, para hacerle frente a gastos que se elevaron a 386 millones de pesos. Es decir, tuvo un déficit de 26 millones de pesos.

La escasez de recursos, sin embargo, no se limita a la cuantía del déficit. Las deficiencias en materia de personal docente, de investigadores, de laboratorios, de materiales de enseñanza y los mil y un renglones indispensables para atender las necesidades de una población escolar creciente, son notorias.

Personal docente: La UNAM dispone de una insuficiente planta de profesores por lo que tienen que formarse grupos de clase de 100 o más alumnos, lo cual es desde todos puntos de vista inadecuado. Para que la enseñanza de mejores resultados los grupos deberían ser de unos 40 alumnos, como máximo.

Por otra parte, la gran mayoría de los profesores no son de tiempo completo ni siquiera de medio tiempo, sino solamente de dos o tres horas por semana. En 1967 los profesores de tiempo completo apenas sumaban 145 y los de tiempo medio 150, de un total de cerca de 7,000. La insuficiencia de profesores y sobre todo de profesores de tiempo completo, repercute muy desfavorablemente en los resultados obtenidos.

Personal de investigación. La planta de investigadores de la UNAM fue de 296 en el año de 1966, distribuidos en todos sus Institutos, Facultades y Escuelas. Y el número de investigadores tiende a reducirse ya que en 1962 la Universidad disponía de 523. En tales condiciones, la UNAM no puede hacer las aportaciones que debería a la investigación científica y humanística.

Alto número de irregulares y reprobados. En el año de 1965 de un total de 73,865 alumnos inscritos, presentaron exámenes 64,379, o sea el 87%. De éstos fueron aprobados en todas sus materias 30,606, habiendo sido reprobados en algunas materias o en todas, 33,773 estudiantes, o sea el 46%. Los alumnos que no se presentaron a examen ascendió a 7,789, es decir, el 12%.

Malas condiciones económicas de los estudiantes. Una buena parte de los estudiantes de la Universidad afronta serios problemas económicos, lo que se refleja entre otras cosas, en los bajos índices de aprovechamiento que hemos señalado, y además en un alto porcentaje de deserciones. En 1966, por ejemplo, interrumpieron sus estudios 10,522 de los alumnos de los cuales el 30% lo hicieron porque no disponían de recursos o porque se vieron obligados a trabajar con honorarios que no les permitían continuar con sus estudios.

Escasez de becas: La situación aflictiva de algunos estudiantes es aligerada por el otorgamiento de becas por la propia Universidad, por el gobierno federal y los gobiernos de los Estados y por algunas otras instituciones. Este auxilio, sin embargo, solamente beneficia a un pequeño numero de jóvenes, y lo que es todavía mas alarmante, el número de becarios ha ido disminuyendo. Así, de un total de 78,869 alumnos en 1966 solamente recibieron becas 1,023, o sea apenas el 1.3%, situación que se compara desfavorablemente con la de 1962 en que había 2,076 becarios.

Falta de trabajo. Las oportunidades de trabajo para los jóvenes estudiantes (y en general para la juventud) son muy escasas. También lo son para los egresados de la Universidad y hasta para los que han tenido la fortuna de recibir su título. Por esa razón muchos estudiantes se preguntan: estudiar ¿para qué?

El panorama, pues, no es muy alentador para la juventud estudiosa. Por eso muchos jóvenes llegan a la frustración, al ver que no tienen un lugar  en la sociedad que tiene vedado el camino para ser útiles y contribuir en el progreso del país.

Resolver estos grandes problemas es lo que tenemos planteado. Obviamente no es con macanas o bazookas como se van a resolver. Por el contrario, debemos luchar por acelerar el desarrollo independiente y democrático en esa lucha; el fortalecimiento de nuestra Universidad y de todas las instituciones educativas del país es un imperativo. Preservar sus libertades, dotarlas de patrimonios amplios, crear becas por millares para los estudiantes de escasos recursos y crear oportunidades de trabajo decorosamente remunerado. Ese es el camino.♦

Ceceña, José Luis [1968], "La juventud quiere actuar ahora mismo", México, Revista Siempre!, 790: 22-23 y 70, 14 de agosto.