800 años de cosmopolitismo cuenta la feria de Leipzig: Unión Mundial

Leipzig, la “ciudad rodeada de árboles de Lima”, tiene un bien cimentado prestigio y abolengo como punto de reunión de comerciantes e industriales de todo el mundo.

Aunque antes de que surgiera Leipzig como sede de ferias en Europa, otros lugares habían alcanzado renombre, tales como Saint Denis, cerca de París, que fue la primera de que se tiene registro, y las de Colonia y sobre todo loas de Champaña, Leipzig ha mantenido a través de más de ocho siglos su categoría de una de las más importantes ciudades feriales del mundo.

El carácter cosmopolita de las ferias de Leipzig que ahora se hace manifesto a cualquier visitante, arranca desde los tiempos de la Edad Media. Así, cuando en 1268 el príncipe Dietrich von Lasderberg extendió un certificado en que renovaba los derechos de la ciudad para realizar ferias internacionales, daba seguridades a los ciudadanos de Leipzig de que todos los comerciantes, de dondequiera que procedan, si ellos desean comprar o vender productos en nuestra ciudad, gozarán de plena protección y ayuda, aún en el caso de que estemos en guerra con los soberanos de esos comerciantes.

De esta suerte, con base en este principio Leipzig se ha mantenido como un punto de contacto de los comerciantes de todo el mundo, rebasando fronteras políticas y sistemas económicos sociales distintos. Este firme carácter cosmopolita no ha sufrido mengua a través de los siglos, lo que ha hecho posible que mantenga su gran prestigio mundial tanto durante la Edad Media como en la etapa capitalista y ahora en que co-existen los sistemas capitalista y socialista.

Las ferias, tónica de la vida de Leipzig.

Las ferias, dos al año, han dado fisonomía a la vida toda de Leipzig, ciudad de algo más de 600 mil habitantes. Se trabaja febrilmente durante varios meses para la preparación de la feria principal, la de Primavera. Se tiene que acondicionar locales y pabellones con una superficie de exposición de más 350 mil metros cuadrados para atender las necesidades de más de 10,500 expositores de todas las latitudes. Se tiene que acondicionar alojamiento para cerca de tres cuartos de millón de visitantes, así como facilidades de alimentación, de transporte y de más menesteres para que los expositores y visitantes dispongan de una estadía adecuada. En la Feria de Otoño, aunque de menores proporciones, se tiene igualmente que desarrollar una gran actividad para prepararla y llevarla a cabo.

De esta suerte, la vida de Leipzig gira esencialmente alrededor de sus ferias. Y sus ciudadanos han adquirido ese carácter internacionalista que los distingue de trato cordial y solicito que tanto agrada a los visitantes.

Leipzig, cuna de la cultura universal

La ciudad de Leipzig es, sin embargo, algo más que un lugar de ferias internacionales. Su vida cultural y científica ha sido de una gran riqueza y lo sigue siendo en la actualidad. Dispone de importantes centros de educación superior, de institutos técnicos, de organizaciones artísticas y de grandes facilidades de desarrollo cultural y científico.

En el centro de la vida cultural se encuentra la Universidad que ahora lleva el nombre de Carlos Marx, y que lleva más de 4 siglos de existencia. Por esta Universidad han desfilado, ya como profesores, ya como estudiantes, figuras de renombre universal tanto en la filosofía, la literatura, la historia y otras ramas del conocimiento humano.

Destacan desde luego Leibniz, filósofo y hombre de ciencia; Goethe, poeta y literato, de la estatura de Shakespeare, Cervantes y el Dante; el filósofo Fichte , los fisiólogos Kar Ludwig y Paul Flechsig y los químicos H. Kolbe y W. Ostwald.

En Leipzig, nació el gran compositor Wagner y pasaron buena parte de su vida Juan Sebastián Bach, quien fue organista de la iglesia de Santo Tomás por más de 25 años, así como Robert Shumann y su esposa Clara, esta última virtuosa del piano, así como Félix Mendelssohn.

También en Leipzig vivió Martin Lutero, quien en esta ciudad sostuvo su famosa polémica pública con Juan Eck en 1519.

El comercio Internacional, necesidad vital para todos

Las ferias de Leipzig, como otras de igual importancia, en otros lugares comprueban que las relaciones comerciales son vitales para todos los países del mundo, sean éstos capitalistas desarrollados, países socialistas o países en vía de desarrollo. El intercambio comercial constituye una palanca que propicia el desarrollo de los distintos países que lo llevan a cabo. No hay país, por grande y desarrollado que sea, que pueda ser autosuficiente. Y si por determinadas circunstancias sigue una política autárquica de producir todo lo que necesita, aunque puede lograrlo, los costos serían tan elevados que significarían un desperdicio de recursos y una disminución del ritmo de desarrollo.

En las condiciones presentes en que vive el mundo, el intercambio internacional se convierte en una necesidad vital para todos. Los países capitalistas necesitan intercambiar productos y experiencias con los países socialistas; éstos, igualmente, requieren del intercambio con los países capitalistas desarrollados y con los que se encuentran en vías de alcanzar una etapa de industrialización: de la misma manera para nuestros países en vías de industrialización, el intercambio  internacional constituye un imperativo. Dentro de determinadas condiciones, por lo tanto, el intercambio mundial, sobre las bases de beneficio recíproco y de respeto mutuo, es una necesidad imperiosa.

Las ferias de Leipzig son un claro testimonio de esta necesidad. En la feria de Primavera de 1967, por ejemplo, la composición de los participantes como expositores fue como sigue: de la República Democrática Alemana hubo 4,316 expositores; de otros países socialistas 2,317. De la República Federal Alemana 1,123, de Berlín Occidental 167; de otros países europeos, 2,028, y del resto del mundo 708 expositores, incluyendo a México.

Por su parte, en la Feria de Otoño de 1968, que tuvo lugar a principios del presente mes de septiembre, y a la que tuvimos la oportunidad de asistir en representación de nuestra Revista Siempre!, pudimos ver pabellones no solamente de la Repúbilica Democrática Alemana y de otros países socialistas, sino de muchas empresas de la República Federal Alemana, de Holanda, Francia, Italia y hasta de empresas norteamericanas, principalmente de filiales que operan en los países europeos.

Las Ferias, puente entre Oriente y Occidente.

Las Ferias de Leipzig, como puede verse, son un importante puente entre los países del mundo. En ellas se pueden apreciar los adelantos logrados tanto en los países socialistas como en los capitalistas y en los que están en vías de desarrollo. A través de ellas se ponen en contacto de manera constante países con regímenes económico-sociales distintos y hasta antagónicos, para beneficio recíproco. Estos contactos, sin duda, contribuyen al mejor conocimiento mutuo y ayudan a aliviar las rivalidades y la tensión entre ellos, y propician mejores condiciones de convivencia humana.

Para los países en vías de desarrollo, como el nuestro, estas ferias y el intercambio comercial que fomentan son de mucha importancia porque abren más amplios horizontes a la venta de nuestros productos y tienden a mejorar las condiciones en que podemos adquirir los productos que demanda nuestro desarrollo. Si países que se mantienen en una posición de franca rivalidad en muchos terrenos, encuentran beneficiosa la utilización de las ferias como puente económico y de entendimiento, para nosotros que sólo deseamos mejorar nuestras condiciones de vida y vivir en paz, ese intercambio es todavía mucho más beneficioso. Tratemos, pues, de estrechar lazos económicos con todos los países del mundo, independientemente de las diferencias en regímenes económicos y sociales.♦

Ceceña, José Luis [1968], "800 años de cosmopolitismo cuenta la feria de Leipzig: Unión Mundial", México, Revista Siempre!, 797: 19, 2 de octubre.