El crecimiento de la economía mexicana en 68. Y después de las Olimpiadas, ¿qué?

Electricidad, petróleo, petroquímica, industria automotriz e industria de la construcción han sido los renglones más dinámicos de este año; pero para evitar una crisis económica en 1969, México debe sostener el ritmo de la olimpiada.

México ha hecho un esfuerzo colosal, en atención a sus recursos, para cumplir con el compromiso contraído ante el mundo, de constituirse en sede de la XIX Olimpiada, y lo ha logrado en forma más que satisfactoria. Las obras materiales han sido concluidas con toda oportunidad, y tanto en funcionalidad, modernismo como en belleza han superado con creces a las de las olimpíadas anteriores, como lo han testimoniado los elogios de propios y extraños. Los servicios necesarios tanto para los atletas y deportistas que en ella participan, como los de prensa, radio y televisión correspondientes están a la altura de cualquier exigencia. Las facilidades de alojamiento, transporte, etc., para los visitantes extranjeros y nacionales no solamente son suficientes sino que reúnen condiciones que no serían superadas ni por los países de más alto desarrollo.

Pero el esfuerzo nacional ha rebasado con creces las necesidades de la realización de las Olimpíadas propiamente dichas. Con tanto o mayor empeño se ha llevado a cabo una Olimpíada cultural que ha convertido a nuestro país en el centro mundial del arte y las manifestaciones culturales más diversas de los cinco continentes sin distinciones de razas, credos políticos o religiosos. En este aspecto México ha abierto nuevos horizontes al entendimiento humano, a la amistad entre los pueblos, a intercambio de las más altas manifestaciones de la cultura universal,

De esta manera, las olimpíadas han dado la oportunidad al pueblo mexicano de poner en tensión sus facultades, sus recursos materiales, técnicos y culturales, demostrando que es capaz de cualquier empresa por grande y difícil que ella sea, si pone en ella toda su decisión y empeño.

Ante esta realización magnífica cabe preguntamos ¿y después de la Olimpiada qué? ¿Recibiremos los elogios del mundo, nos sentiremos muy satisfechos, y nos conformaremos con haber estado a la altura de las circunstancias? ¿Procederemos a recoger los laureles y a volver a nuestra vida rutinaria, esperando, quizás otra oportunidad similar para repetir la proeza? A nadie escapará que si así lo hiciéramos habríamos dejado escapar una magnífica oportunidad para proyectarnos hacia niveles más altos, niveles en lo económico y en lo social, que otros pueblos han alcanzado y a los que aspiran legítimamente, todos los mexicanos.

El peligro de la "desmovilización olímpica"

Las crecidas inversiones y gastos que ha demandado la realización de la Olimpiada han sido un fuerte estímulo sin duda, a la actividad económica general del país. Con su concurso, la producción nacional logró elevarse a un nivel superior en los primeros nueve meses del presente año, respecto a igual periodo del año anterior. En forma directa han hecho aumentar en forma considerable las cifras de la industria de la construcci6n y de una serie de servicios; y de manera indirecta, han estimulado a muchas otras ramas de la industria, del comercio y de otras actividades. Hasta grandes obras, como las del Metro han sido propiciadas por la Olimpiada.

Ahora que el auge olímpico parece llegar a su punto final con la realización de los eventos deportivos y culturales, y a pesar del optimismo que ellas generaron, empiezan a surgir una serie de preocupaciones acerca del impacto que tendrá en la situación económica la "desmovilización olímpica", la suspensión de inversiones y de gastos que se venían haciendo con aquel motivo. La suspensión de esas erogaciones ¿nos precipitará en una crisis?

Las preocupaciones que se están manifestando tienen plena justificación. En primer lugar, porque si al terminar la Olimpiada se reduce la inversión gubernamental, resultarían afectadas, no solamente las actividades directamente involucradas, sino el resto de la economía por razón de la reducción de la derrama de ingresos que necesariamente tenderá a afectar la demanda general de la población. En segundo lugar las preocupaciones se nutren de la incertidumbre que existe acerca de la situación mundial tanto en lo económico, como en lo político. Los aspectos más inquietantes a este respecto, se refieren a los siguientes puntos: 1.— La economía norteamericana no ha logrado vigorizarse, a pesar de los enormes gastos de guerra, y está pasando por un período de aflojamiento que tenderá a prolongarse hasta bien entrado el año de 1969; 2.— las medidas restrictivas adoptadas por los Estados Unidos para nivelar su balanza de pagos están afectando al comercio mundial y al flujo de capitales; 3.— el incremento de la tensión política mundial que está llevando a una carrera armamentista desenfrenada (sólo los Estados Unidos destinarán a gastos militares 72 mil millones de dólares) y está creando condiciones poco propicias para el desarrollo del comercio y del intercambio financiero internacional.

Existen, pues, razones poderosas para que se tengan serias dudas acerca del próximo futuro.

Aprovechemos el impulso.

La solución a los problemas que tenemos planteados está a nuestro alcance. No puede ser otro que redoblemos nuestros esfuerzos por acelerar el desarrollo económico, como medio para elevar los niveles de vida de las mayorías, para fortalecer la independencia nacional y asegurar condiciones cada vez más democráticas y de justicia social en nuestro país.

México ha demostrado con las olimpíadas que es capaz de emprender las tareas más ambiciosas y de lograr su  realización en la forma más satisfactoria, al igual que cualquier otro país, por más rico y poderoso que él sea. Pues, evitemos la "desmovilización olímpica" y continuemos nuestro esfuerzo emprendiendo otras "olimpíadas" en otros frentes, en el económico, en el social, en el científico y en el cultural.

En lo económico debemos emprender una cruzada olímpica para movilizar al máximo nuestros: recursos Y, utilizarlos de manera racional y esencialmente productiva, para acelerar a toda capacidad nuestro desarrollo, en forma independiente.

Debemos, asimismo, aprovechar al máximo las coyunturas internacionales para impulsar nuestro comercio exterior, comprando y vendiendo en los mejores mercados, rompiendo las ataduras políticas que se interpongan en una política de comerciar con todo el mundo.

Debemos continuar y robustecer la reforma agraria integral para impulsar la producción y la productividad agrícola y mejorar la distribución de los ingresos. Debemos, igualmente, pugnar por una política salarial más equitativa, que permita a los obreros obtener el fruto de su trabajo, mejorar sus condiciones de vida y fortalecer el mercado interno.

Debemos pugnar por la aplicación a fondo de una política nacionalista que evite el dominio de nuestra actividad económica por empresas extranjeras.

En lo social, deberá asegurarse la necesaria capilaridad para que se amplíen las oportunidades para todos de disfrutar en los beneficios del esfuerzo nacional de desarrollo. Oportunidades de trabajo, de atención médica de educación, de recreo sano y de ejercicio de los derechos ciudadanos en forma democrática.

En lo científico y cultural, debemos dar el máximo impulso a la investigación científica, a la educación y a las diversas manifestaciones artísticas y culturales, orientándolas hacia fines constructivos de superación nacional.

¿Podremos lograr todo esto? En nuestras manos está hacerlo, si nos los proponemos. Para ello, es indispensable, sin embargo, que aseguremos un ambiente democrático en donde los intereses de las grandes mayorías de nuestro país sean la piedra angular de nuestros esfuerzos. ¿También esto podremos lograr? Categóricamente . De no hacerlo, la nave: nacional naufragará sin remedio. Pero esto, no podrá suceder porque estaría en contra de la marcha de la Historia.♦

Ceceña, José Luis [1968], "El crecimiento de la economía mexicana en 68. Y después de las Olimpíadas, ¿qué?", México, Revista Siempre!, 800: 24-25, 23 de octubre.