1.— El Comercio Exterior, el "talón de Aquiles" de nuestro desarrollo. en el primer semestre de 1968 se agravó el déficit de la Balanza Comercial. 2.— Las importaciones crecieron en 12.5% y las exportaciones solamente un 3.1%. Se produjo un déficit comercial en el semestre de cerca de 200 millones de dólares, respecto al igual período de 1967. 3.— Guerra al contrabando y sobre todo a sus causas, los altos precios y la menor calidad de los productos fabricados en el país. 4.— Debe crearse la Secretaría de Comercio Exterior y fomentarse el intercambio con todos los países del mundo, rompiendo con las fuerzas políticas que se oponen a ello.
La economía mexicana ha venido creciendo con bastante rapidez en los últimos años, alcanzando un ritmo anual promedio de alrededor del 6%, que colocan al país entre los de crecimiento más acelerado en el mundo. Para el presente año se ha estimado por funcionarios públicos y por algunos círculos del sector privado, que se logrará una tasa mayor a la del año anterior, que puede superar el 7%.
A decir verdad, no puede haber un solo mexicano que no desee fervientemente que se mantenga, y aun mejore, el rápido crecimiento económico de los últimos años, si bien millones de ellos desearían que los beneficios derivados del esfuerzo nacional se repartieran con mayor equidad. Sin embargo, una cosa es desear que así sea, y otra que se convierta en realidad. Bajo la superficie de los grandes logros alcanzados se están presentando algunos signos alarmantes que imponen serias dudas acerca de la solidez de nuestra economía y de su capacidad para mantener el paso acelerado hasta ahora.
Uno de los signos que están provocando intranquilidad es el del creciente desequilibrio de nuestro comercio exterior. El fuerte desajuste de nuestras Cuentas Internacionales se está convirtiendo, se ha convertido ya, en un factor limitante para nuestro desarrollo, es algo así como el "talón de Aquiles", un punto excesivamente vulnerable de nuestra economía.
Por muchos años las transacciones comerciales con el exterior han estado registrando un saldo negativo, porque compramos mucho más de lo que vendemos. Año con año ese saldo aumenta, alcanzando proporciones verdaderamente alarmantes, que están poniendo en peligro la estabilidad económica general y la capacidad para seguir progresando.
En el año de 1967, como lo señalamos ya en otra ocasión, el déficit comercial alcanzó la elevada suma de 593 millones de dólares, o sea, una cifra casi igual a la reserva de oro y divisas del país. Aun si tomamos en cuenta los saldos positivos de algunos renglones de servicios, como Turismo y Transacciones Fronterizas, el déficit todavía se mantiene en la elevada suma de 524 millones de dólares. Esto quiere decir que sí tuviéramos que echar mano de la reserva de que disponemos, en un solo año la agotaríamos casi por completo. Como se sabe esto no ha ocurrido, debido a que México ha tenido un amplio crédito en los mercados de capitales del mundo por el fiel cumplimiento de sus compromisos internacionales, amén de que reúne condiciones muy favorables para las inversiones privadas.
La situación ha empeorado todavía más en 1968. De acuerdo con las últimas cifras publicadas en la revista “Comercio Exterior”, del Banco Nacional de Comercio Exterior (número correspondiente a octubre de 1968), el desequilibrio, lejos de tender a corregirse, se ha acentuado de manera notoria. Veamos algunos de los renglones más importantes.
Las importaciones durante los seis primeros meses del año de 1968 ascendieron a 956.4 millones de dólares, cantidad que supera a la del mismo período del año anterior, en 106.4 millones de dólares. Esto significa un aumento del 12.5%. Por su parte, las exportaciones (incluyendo la producción de oro y plata) tuvieron un valor de 608.9 millones de dólares en el primer semestre de 1968, frente a 585.7 millones de dólares en igual período de 1967. Esto significa un aumento de 23.2 millones de dólares, o sea, de solamente un 3.1%. Esta disparidad entre el movimiento de las importaciones y de las exportaciones, ha determinado un déficit de 347.5 millones de dólares en el primer semestre de 1968, que es superior en 83.2 millones de dólares al déficit registrado en igual lapso de 1961: De esta suerte, el desequilibrio se ha agudizado en 1968.
Ahora, si consideramos no solamente las transacciones de mercancías, sino también los servicios, encontramos que el déficit conjunto role de 193.9 millones de dólares en el primer semestre de 1968, que supera en 67.8 millones de dólares al déficit correspondiente a los seis primeros meses de 1967. De esta manera encontramos que la magnitud del desequilibrio en 1968 alcanza, grandes proporciones ya que el déficit registrado fue 54% mayor que el correspondiente al mismo período de 1967.
Ahora bien, a pesar de que el déficit aumentó en el período considerado, las reservas de oro y divisas no se redujeron, sino antes aumentaron en unos 22 millones de dólares. La explicación la encontramos de nuevo en los cambios que tuvieron lugar en el capítulo de Movimiento de Capitales y en otros renglones de ajuste. Sin embargo, en el primer semestre de 1968 se han producido algunos fenómenos interesantes que conviene puntualizar porque revelan algunos aspectos importantes de la situación en que se encuentran nuestras operaciones con el exterior. En este sentido, el renglón que tiene mayor significación es el de los créditos internacionales a largo plazo. Veamos qué ha pasado en este capítulo.
En el primer semestre de 1968 dispusimos de 252.3 millones de dólares en créditos del exterior a largo plazo, pero al mismo tiempo tuvimos que pagar por concepto de amortizaciones de créditos anteriores 297.8 millones de dólares. Esto quiere decir, que las amortizaciones superaron a las disposiciones de nuevos créditos, lo que significa, que en este primer semestre se produjo una salida de 45.5 millones de dólares por este concepto.
Lo acontecido en el primer semestre en este renglón de créditos de este año es substancialmente distinto a lo que ya venía siendo una característica de nuestra Balanza de Pagos. Se había hecho un fenómeno permanente que las disponibilidades de nuevos créditos fueran muy superiores a las amortizaciones y que, por lo tanto, este renglón arrojara importante superávit. En el año de 1967, por ejemplo, dispusimos de 682 millones de créditos exteriores a largo plazo, y tuvimos que pagar por concepto de amortizaciones 438 millones de dólares. Esto significó un saldo positivo de 254 millones de dólares y considerado solamente el primer semestre de ese mismo año, para fines de comparación, tenemos que el saldo arrojado por el renglón, de créditos exteriores a largo plazo fue de 11 millones de dólares con signo positivo.
El cambio que se ha producido en materia de créditos exteriores, por lo desusado entre nosotros, nos obliga a hacernos algunas reflexiones. ¿Obedece a una política gubernamental de reducir el endeudamiento exterior? La delicada situación de nuestra Balanza Comercial parece indicar que esto no puede ser así, porque con un mayor déficit más bien se trataría de aumentar los créditos exteriores. Por otra parte, los hechos revelan que nuestro país está haciendo esfuerzos por mantener la corriente de nuevos créditos para financiar los múltiples proyectos de inversión que se ha impuesto.
Si no se trata de un cambio radical de la política gubernamental en materia de créditos ¿por qué se redujeron en forma tan importante, que no alcanzaron a cubrir ni el monto de las amortizaciones de las deudas anteriores? ¿Serán resultado de que las condiciones de desequilibrio de nuestras transacciones comerciales están comprometiendo ya la confianza de los mercados de capitales del mundo en la capacidad de pago de nuestro país? Es difícil contestar satisfactoriamente a esta interrogante, por falta de información suficientemente confiable, pero se puede afirmar con seguridad que si no realizamos los esfuerzos máximos para corregir el desequilibrio de nuestro comercio exterior, muy pronto nos encontraremos en una situación muy comprometida que seguramente afectará nuestra posición internacional, con serio quebranto para nuestro futuro desarrollo.
Ante estos problemas, a nadie escapará la necesidad de adoptar una política más a fondo en materia de comercio exterior y de desarrollo económico general. Esa política, a nuestro juicio, deberá incluir, entre otros, los siguientes puntos:
1.- Austeridad, tanto en el gasto gubernamental no productivo como en el de nuestras clases ricas.
2.- Movilización, al máximo, de los recursos nacionales y su utilización eficiente, conforme a un plan de desarrollo,
3.- Guerra al contrabando y sobre todo a sus causas, los altos precios y la menor calidad de los productos fabricados en el país.
4.-Creación de una Secretaria de Comercio Exterior que fomente, en forma vigorosa, el intercambio comercial con todos los países del mundo, rompiendo con las fuerzas políticas exteriores que se oponen a ello.
5.-Hacer más estrictos los controles a la importación reduciendo substancialmente la de aquellos artículos de lujo o no necesarios y favoreciendo la de los bienes de producción que se requieran de acuerdo con el plan de desarrollo.
Si tomamos conciencia, gobierno y público en general, de la gravedad de la situación de nuestras cuentas con el exterior, y seguimos dilapidando recursos, desviándolos hacia fines no productivos o manteniéndolos ociosos, a muy corto plazo estaremos enfrentando una crisis de grandes magnitudes.♦