— La política económica, diplomática, militar y de otra naturaleza no es un fenómeno caprichoso, sino que tiene bases objetivas que la determinan y la explican: son los intereses económicos y políticos de los grupos de poder o de la Nación en su conjunto.
— Las obligadas relaciones económicas, políticas, culturales y de diversa índole con nuestro poderoso vecino del Norte, nos imponen la necesidad de conocer a fondo a ese gran país, su desarrollo, su pujanza económica, las distintas fuerzas de presión que en ella actúan, las metas que se proponen y los medios que utilizan para alcanzarlas.
— Igualmente es de gran trascendencia para nosotros conocer el marco mundial económico y político en que nos desenvolvemos, para poder calibrar adecuadamente las perspectivas que se nos presentan para orientar nuestra política, a fin de asegurar el rumbo hacia mayores niveles de progreso y de afirmación de nuestra soberanía, dentro de este mundo de gigantes, que querámoslo o no, tienen tan decisiva influencia sobre nuestros destinos.
El triunfo de Richard Nixon, del Partido Republicano, en las recientes elecciones presidenciales de los Estados Unidos, está dando lugar al planteamiento de una serie de interrogantes en todo el mundo, especialmente en lo que hace a la política exterior del nuevo Presidente y en cuanto a su política económica y social dentro de la propia Unión Americana.
Es perfectamente explicable que el cambio de mando en los Estados Unidos provoque inquietudes en todo el orbe, ya que como es bien sabido este es el de mayor peso en la economía mundial, tanto por sus dimensiones subcontinentales, su elevado desarrollo y su enorme poderío militar como por las enormes inversiones y créditos que tiene colocados en los cinco continentes.
No hay rincón del mundo occidental por apartado que se encuentre y lejano geográficamente de los Estados Unidos, a donde no llegue, en una u otra forma, la influencia económica, política y militar de este coloso. Aun el mundo socialista, a pesar de que se desenvuelve sobre la base de un sistema económico y político distinto y antagónico al de los Estados Unidos, recibe la poderosa influencia de este país. Podría decirse, en síntesis, que el curso de la vida de la sociedad mundial contemporánea depende en alto grado de lo que suceda en los Estados Unidos y de la orientación de la política exterior de este gran país.
Ahora bien, si la influencia de los Estados Unidos se extiende a todos los países del mundo, en el caso de México esa influencia es determinante, no solamente por la obligada vecindad geográfica, si no por los estrechos lazos económicos, políticos, sociales y culturales que nos vinculan a esa nación. De aquí que México, entre los primeros, siga con un marcado interés todo lo que se relacione con las condiciones económicas, políticas y sociales de su poderoso vecino.
Dentro de este contexto, la elección de Richard Nixon necesariamente plantea una serie de interrogantes de gran importancia para nuestro futuro. ¿Mejorarán las relaciones de amistad entre nuestros dos países? ¿Se intensificarán las relaciones económicas sobre bases equitativas y de respeto mutuo? ¿Se harán esfuerzos sinceros por fomentar la cooperación en materia económica, técnica y cultural? ¿Será posible esperar un cambio fundamental en la política norteamericana hacia nosotros, en el sentido de estrechar lazos sinceros de amistad, de respeto mutuo y de colaboración entre países igualmente soberanos?
Las declaraciones del presidente electo respecto a la política que se propone seguir en escala mundial y en especial en relación a la América Latina, aparecidas en la prensa de hoy sábado 9, desgraciadamente no permiten abrigar alguna esperanza en esa dirección, sino por el contrario, presentan una perspectiva por demás inquietante.
En efecto, los puntos esenciales de la política delineada por el Sr. Nixon en sus últimas declaraciones significan la agudización de la tensión mundial y de la histeria belicista, el fortalecimiento de los Estados Unidos como potencia mundial y como líder del "Mundo Occidental", la intensificación de la política intervencionista en la vida económica y política en los países que forman su "esfera de influencia", incluyendo desde luego y de manera muy especial a la América Latina, y el apoyo decidido a la "iniciativa privada" que en esencia significa el fortalecimiento de los monopolios norteamericanos en todo el mundo. En síntesis, se intensificará la política del garrote y se propiciará un clima de intolerancia, de macartismo y de oposición hacia las corrientes democráticas, y de autodeterminación, para fortalecer el poder de las oligarquías criollas, bajo la hegemonía del gran capital de los Estados Unidos. Tales son las perspectivas para el próximo futuro.
A decir verdad, estas han sido las condiciones en que se ha desenvuelto nuestro país en más de un siglo de su vida como nación independiente. Con pocas y breves excepciones, como la primera etapa del gobierno del demócrata Franklin Delano Roosevelt, la política norteamericana hacia nuestro país se ha significado por relaciones de gran potencia hacia un país débil, de intercambios comerciales inequitativos, de intolerancia, y de permanente intervencionismo en nuestros asuntos internos. Ahora con un presidente republicano, Richard Nixon, se intensificará esa política de país imperial.
A nadie que no tenga intereses creados, vinculados a los monopolios norteamericanos, escapará el hecho de que nos encontramos en una verdadera encrucijada, en un punto de vital importancia en nuestra historia. Más que nunca, está en juego nuestra libertad de encauzar el desarrollo y la vida general del país por los derroteros que más convengan a los intereses de nuestro pueblo.
¿Qué hacer?
Sería fatal que adoptáramos la actitud de que no podemos hacer nada para libramos del peligro que nos acecha, porque somos un país débil, desorganizado y con grandes problemas económicos para cuya solución necesitamos la ayuda de los Estados Unidos. O que como el avestruz, cerráramos los ojos ante la realidad y de manera conformista nos acomodáramos pasivamente a los dictados de las ambiciones de los grupos poderosos de nuestro vecino del norte. De igual manera sería incorrecto que en una actitud irreflexiva rompiéramos lanzas y nos enfrentáramos al coloso en una lucha desigual y contraproducente.
La magnitud del problema nos obliga a ser responsables, prudentes, aunque firmes en la defensa de nuestro país y de su derecho de autodeterminación, y de sus instituciones democráticos. Debemos hacer un examen de conciencia y encontrar los mejores caminos para mantenernos como un país soberano y para proseguir la marcha ascendente que asegure el creciente bienestar de nuestro pueblo.
Afortunadamente existen muchos factores importantes que bien aprovechados, pueden ayudamos a salir avantes en esta dura prueba. Algunos de estos factores son de tipo interno, a nuestro alcance, y otros residen en el juego de fuerzas en escala mundial y en las contradicciones y problemas que afectan a los propios Estados Unidos, factores estos que aunque no dependen de nosotros, ejercerán, y lo están haciendo ya, una poderosa influencia positiva en la solución de la problemática a que nos enfrentamos.
En relación a los factores internos el principal consiste en el profundo anhelo de libertad que siempre ha caracterizado a nuestro pueblo y en el firme propósito de defender la soberanía nacional. Este es el principal activo que nos asegurará salir airosos de esta, como de cualquier otra amenaza que nos aceche.
Pero, para que este activo se manifieste en pleno vigor; es indispensable que mantengamos un clima de amplias libertades y de verdadero ejercicio democrático, que fortalezca el frente interno y que unifique a los más amplios sectores populares en los propósitos de superación nacional y de consolidación de nuestra soberanía. En estos momentos es vital que se logre la unidad nacional sobre bases firmes, para hacerle frente a los propósitos intervencionistas de los poderosos grupos norteamericanos. La supresión de las libertades, el mantenimiento de los sectores populares al margen de la vida nacional debilita el frente interno y conduce a la rendición ante las fuerzas exteriores empeñadas en dominarnos.
La consolidación de la unidad democrática debe servir de base a la lucha tenaz por acelerar nuestro desarrollo con nuestros propios recursos y por eliminar la dependencia económica respecto al exterior, es especial respecto a los Estados Unidos. La supeditación económica conduce directamente a la supeditación política.
Si logramos tener éxito en estos propósitos habremos resuelto la parte más importante de nuestros problemas. Un pueblo unido y consciente de sus responsabilidades históricas, es invencible.
En nuestra lucha podemos contar también con la acción favorable de una serie de factores importantes que se encuentran en juego en escala mundial. Los círculos intervencionistas de Estados Unidos, a pesar de su inmenso poderío, afrontan problemas internos de grandes proporciones en sus propósitos antidemocráticos y de hegemonía, que están debilitando enormemente su poder. Los fuertes contrastes de fortuna, la desocupación, la lucha racial, la politización de las juventudes, etc., etc., están asestando duros golpes al poder de la oligarquía norteamericana. Y al hacerlo, están ayudando a todos los pueblos débiles y sojuzgados del mundo en su lucha: por su autodeterminación y progreso independiente.
Las fuerzas intervencionistas norteamericanas se enfrentan también a serios problemas en escala mundial. Por una parte, existen agudas contradicciones con los grupos oligárquicos de otros países y con los pueblos de esos países que luchan por la independencia nacional. Por otra parte, están afrontando problemas crecientes en los países del “Tercer Mundo" que ya no están dispuestos a soportar el dominio de los monopolios norteamericanos. Estos problemas están debilitando también a los grupos intervencionistas de los Estados Unidos en sus propósitos de dominio mundial. Tenemos aquí otro factor importante que nos ayuda en nuestra lucha por mantener nuestras libertades y nuestra independencia.
Finalmente, en escala mundial el juego de fuerzas de las grandes potencias capitalistas y las del mundo socialista mantienen cierto equilibrio que favorece la acción de los pueblos débiles en favor de sus intereses nacionales. ¿Qué sería de nuestros pueblos si los Estados Unidos no se enfrentaran a grandes potencias de fuerza semejante y pudieran llevar adelante su política de intervención y dominio de los pueblos débiles?
De acuerdo con estas ideas y hechos, podemos ser optimistas porque existen importantes activos a nuestro favor para, si los utilizamos bien, eliminar la amenaza del intervencionismo del nuevo gobierno norteamericano Y de los monopolios a quienes intenta servir, y mantener y aún consolidar nuestra independencia y acelerar nuestro desarrollo en un ambiente democrático.♦