¿Qué beneficios ha aportado al país y qué obstáculos han puesto en su marcha?
Por una parte la debilidad de las participaciones de otros países como Inglaterra, Francia, Italia o Japón impiden que pudiéramos obtener ventajas de los conflictos de intereses que surgirían entre las empresas de esos países y las de los Estados Unidos. México se encuentra frente a un solo país: los Estados Unidos. la preponderancia de los norteamericanos en los negocios extranjeros en nuestro país tiene actualmente otra desventaja manifiesta: la política del "garrote" que ese país está siguiendo en sus relaciones con la América Latina. Si los "infantes de marina" han sido enviados a la República Dominicana para evacuar unos millares de ciudadanos norteamericanos, con motivo del conflicto que ha surgido entre los dominicanos ¿qué no intentarían hacer en México en donde a muchos millares de residentes y turistas se agregan también grandes intereses en negocios industriales, bancarios, comerciales, etc., que son propiedad de norteamericanos? No podemos menos que pensar que con cada turista y residente de Estados Unidos y con cada dólar que viene a invertirse, aumenta la amenaza de intervenciones que pueden llegar hasta al envío de los marinos para "proteger sus intereses".
Veinte millones de pesos se encuentran invertidos en México por monopolios extranjeros. Alrededor del 85%, es decir, 17,000 millones de pesos, pertenecen a grandes empresas de los Estados Unidos. El resto, alrededor de 3,000 millones, se reparte entre empresas inglesas, canadienses (en su mayoría controladas también por firmas de Estados Unidos), francesas y de otras nacionalidades. Frente a la gran importancia relativa de las empresas norteamericanas, las de otros países apenas si tienen significación. La inversión extranjera por lo tanto, es un problema de inversiones procedentes de los Estados Unidos. Es por esa razón que nos referimos a ellas en forma especial. El interés de ocuparnos de este problema reside en poder precisar si las inversiones de capital extranjero reportan beneficios reales al país que las hagan deseables, o si en cambio tienen consecuencias nocivas que contrarresten con amplitud las ventajas que podrían reportar y en consecuencia, justifiquen una política de control y reglamentación para eliminar los perjuicios que pueden causar si se les deja operar a su voluntad.
Aportación de capital y técnicas modernas
En general se atribuye a las inversiones extranjeras directas el reportar dos ventajas: la aportación de capital y la introducción de técnicas superiores de producción y de administración, factores ambos que son necesarios para el desarrollo y escasos en los países atrasados.
Cerca de un siglo de operación de empresas extranjeras en nuestro país nos muestra que se han exagerado las ventajas que reportan esas empresas. Es cierto que las inversiones extranjeras han traído nuevos capitales que han permitido la explotación de recursos que se encontraban ociosos o parcialmente explotados y que han creado industrias nuevas con mejores técnicas que las utilizadas anteriormente; con todo ello, se han aumentado las oportunidades de trabajo, se han incrementado los ingresos y se ha elevado la producción total.
Pero igualmente cierto es que por mucho tiempo las inversiones extranjeras se dirigieron hacia actividades primarias como la minería, las explotaciones forestales y pesqueras y a la producción de materias primas agrícolas, todas ellas para la exportación y que siguieron una política de explotación irracional; que esas actividades bajo el control extranjero se mantuvieron como actividades primarias, sin intentos ni deseos de avanzar en los procesos industriales porque así convenía a los intereses de los monopolios extranjeros dominantes; que cuando las condiciones hicieron imperativo el proceso de desarrollo industrial, una gran proporción de las inversiones extranjeras han estado representadas por maquinaria usada y obsoleta, muchas veces producto del desmantelamiento de plantas incosteables del exterior, de baja productividad y contabilizada a precios muy elevados; y que casi siempre se han realizado al amparo de un sinnúmero de protecciones, exenciones fiscales y de precios muy elevados.
Es también evidente que las empresas extranjeras si bien han traído capitales, han extraído del país sumas mucho mayores por utilidades, regalías, intereses, y otros conceptos. Durante el período de 1950-1960, las nuevas inversiones extranjeras que entraron al país alcanzaron la suma de 717 millones de dólares y las que salieron por los conceptos señalados se elevaron a 865 millones de dólares, lo que deja un saldo neto en contra de México de 148 millones. La ventaja atribuida de proveer capitales es de muy dudosa validez y los beneficios logrados son superados con creces por los perjuicios recibidos.
En relación a las técnicas de producción y administración efectivamente las empresas extranjeras han introducido importantes adelantos que no hubieran sido posibles apoyándose en los esfuerzos de nuestros técnicos, investigadores y hombres de negocios. Los ferrocarriles, la gran minería, la explotación petrolera, la generación de energía eléctrica en gran escala, el montaje y producción de diversidad de máquinas fueron en su mayoría incorporados a la vida mexicana a través de empresas extranjeras, que vinieron a operar en nuestro país.
No cabe duda que el progreso sería muy lento si se tuviera que depender totalmente de los esfuerzos y logros propios. Pero ni los Estados Unidos, ni los países europeos estarían en los altos niveles científicos y técnicos en que se encuentran, si no hubieran recibido apoyo exterior. La intercomunicación humana es una necesidad y constituye una palanca del progreso. Todo esto no tiene discusión. Lo que debemos precisar es hasta qué grado hemos realmente recibido el beneficio de nuevas técnicas y a qué precio.
La experiencia mexicana en esta materia demuestra que las empresas extranjeras han estado muy lejos de ser pródigas en la transmisión de su técnica. Por el contrario, la actitud permanente ha sido la de mantener dentro de una “caja fuerte” todo lo relativo a patentes y conocimientos técnicos; además cobran regalías muy elevadas a sus propias filiales por la utilización de ellos. Una conducta semejante han observado en relación a la preparación de ingenieros, técnicos y obreros calificados. Normalmente las empresas extranjeras traen a México de sus países a los técnicos que necesitan, les pagan sueldos muy elevados (varias veces lo que cubren a los mexicanos) y procuran conservarlos en forma indefinida cerrando la posibilidad a los mexicanos de entrenarse mejor y de ascender. Esta actitud llega a extremos tales, que con frecuencia se presiona a nuestros ingenieros a que declaren que “no se consideran competentes” para desempeñar un puesto determinado, para lograr que las autoridades prorroguen el plazo de residencia de sus técnicos extranjeros.
El resultado es que no se produce una verdadera transmisión de la técnica, ni se preparan nuevos ingenieros y técnicos en la cuantía que podría hacerse, sino que la técnica queda formando “quistes” en cada empresa. Más que adquisición de la técnica lo que sucede es que las grandes empresas del exterior “se prolongan” hacia nuestro país, sin integrarse a su economía ni a su vida general. Además, como ya se ha dicho, el costo es elevado. De esta suerte, son muy limitados también los beneficios que derivamos de las inversiones extranjeras.
Cuantía elevada y destino
El elevado monto y la celeridad con que crecen las inversiones extranjeras, son otro factor que debe considerarse porque constituyen un elemento negativo, ya que significa un proceso de creciente cesión de riqueza nacional en favor de intereses extranjeros y de desplazamiento de empresarios mexicanos de las actividades económicas. La cifra de 20 000 millones de pesos sugiere ya la gran magnitud que han alcanzado, pero no basta para dar la idea cabal de la fuerza económica que representan. Habrá que agregar otros elementos. Uno de ellos es que esas inversiones se dirigen a actividades fundamentales, de alta redituabilidad. Más de la mitad, alrededor del 56%, se encuentra colocada en la industria, actividad que constituye el factor más dinámico y vital del proceso de desarrollo económico; otro 18% se ha dirigido al gran comercio; el 16% tiene como destino la minería y un 5% las actividades financieras. La importancia de las actividades en que operan les da una mayor relevancia porque no es lo mismo invertir en “puestos de pepitas” que en tractores, automóviles, comercio del algodón, en bancos y sociedades financieras, por ejemplo.
Un elemento más, es la gran participación que tienen las empresas extranjeras en el monto de las inversiones del sector privado. Por cada 100 pesos que invierten los empresarios en México, 25 pesos o sea la cuarta parte, corresponden a inversiones de negocios extranjeros. Podemos apreciar la importancia de esta participación, imaginándonos lo que pasaría si por alguna razón esas empresas decidieran no invertir: la actividad económica sufriría fuerte quebranto por falta de inversiones, porque los empresarios mexicanos también reducirían sus nuevas inversiones, ya que muchos de ellos están íntimamente ligados a los extranjeros y obrarían en forma semejante, en términos generales. Se ha llegado a un punto en que parece ser que la economía mexicana necesita renovadas y crecientes inyecciones de capitales extranjeros privados para estar a flote, de manera semejante a lo que sucede con un drogadicto.
Importamos monopolios
La entrada de inversiones extranjeras directas significa también que “importamos monopolios”, porque la casi totalidad de los capitales extranjeros que se invierten en nuestro país (como en los demás), corresponde a los mayores monopolios del mundo, especialmente de los Estados Unidos. Con esas inversiones nuestra economía se vuelve rápidamente una economía monopolizada, con todas sus consecuencias de fuerza expansiva, absorción de negocios menores, desplazamiento de empresarios mexicanos, control de materias primas, dominio del mercado y fijación de altos precios. El resultado final es la supeditación de los inversionistas mexicanos a los dictados de los monopolios extranjeros, la explotación del público consumidor y la generación de utilidades muy elevadas que los monopolios extranjeros envían al exterior.
Dominio por un solo país
A los factores que hemos analizado queremos agregar uno más que consideramos muy importante. Se trata del hecho de que en la inversión extrajera de un solo país, los Estados Unidos, tiene una exagerada participación.
Por una parte, la debilidad de las participaciones de otros países como Inglaterra, Francia, Italia o Japón impiden que pudiéramos obtener ventajas de los conflictos de intereses que surgirían entre las empresas de esos países y las de los Estados Unidos. México se encuentra frente a un solo país: los Estados Unidos. La preponderancia de los norteamericanos en los negocios extranjeros en nuestro país tiene actualmente otra desventaja manifiesta: la política del “garrote” que ese país está siguiendo en sus relaciones con la América Latina. Si los infantes de marina han sido enviados a la República Dominicana para evacuar unos millares de ciudadanos norteamericanas con motivo del conflicto que ha surgido entre los dominicanos ¿qué no intentarían hacer en México donde a muchos millares de residentes y turistas se agregan también grandes intereses en negocios industriales, bancarios, comerciales, etc., que son propiedad de norteamericanos? No podemos menos que pensar que con cada turista y residente de Estados Unidos y con cada dólar que viene a invertirse, aumenta la amenaza de intervenciones que pueden llegar hasta al envío de los marinos “para proteger sus intereses”. Estas circunstancias le dan a las inversiones norteamericanas un carácter verdaderamente explosivo.
La seguridad misma de la Nación se encuentra comprometida y exige de todos nosotros que demos la atención preferente que este problema requiere. Ya no es solamente el interés del industrial mexicano que se siente desplazado y que no puede desenvolverse por la competencia desigual con las empresas extranjeras, o del productor de algodón, grasas, tabaco, etc., que es explotado por los monopolios extranjeros, o de los consumidores que tienen que pagar precios exageradamente altos; no, es mucho más que eso lo que está en juego, es el interés supremo de la patria, de su soberanía, de su derecho a autodeterminarse. Debemos, por lo tanto, hacer los máximos esfuerzos para encontrar las formas más adecuadas para hacerle frente a este problema que sin exagerar, constituye el más apremiante e importante del momento actual.♦