Con la expansión territorial del país vecino nació el proceso del reparto del mundo: obra de esclavistas, manufactureros y comerciantes, el gigante se convirtió en la primera potencia del mundo despreciando el juicio de la historia.
En menos de tres cuartos de siglo los Estados Unidos de América lograron convertirse en un país de dimensiones subcontinentales, extendiéndose de la Costa del Atlántico a la del Pacifico y desde los Grandes Lagos y Canadá, hasta el Golfo de México y el Río Bravo. Este espectacular proceso de expansión, como hemos indicado, se logró a expensas de los territorios de las distintas tribus indígenas que ocupaban con anterioridad algunas de esas regiones, a costa de algunas potencias colonialistas como Francia, España, Inglaterra y Rusia, y finalmente, a expensas de nuestro país.
Ahora bien, ante este proceso explosivo de crecimiento territorial cabe preguntarnos ¿qué fuerzas empujaron a la nueva nación a extender su territorio sin cesar y qué factores le permitieron tener éxito en su propósito? Y por otra parte ¿qué efectos tuvieron las sucesivas adquisiciones de territorio dentro del propio país y en posición continental y mundial?
Para entender cabalmente la expansión territorial norteamericana debemos considerar en primer lugar la época histórica y las circunstancias en que tuvo lugar. Los Estados Unidos lograron su independencia en una época en que las grandes potencias luchaban enconadamente por el reparto colonial. Inglaterra y Francia se disputaban la supremacía en los territorios del norte del continente y España todavía mantenía su control sobre Florida, la Nueva España y la mayor parte del Caribe y Centro y Sudamérica.
En estas condiciones, la joven República, el ser la primera en lograr su independencia en el Continente Americano, tenía el problema vital de consolidar su status de nación soberana, en medio de territorios controlados o enconadamente disputados por las grandes potencias colonialistas.
Inglaterra no se resignaría fácilmente a la pérdida de una de sus colonias más ricas y prometedoras, y haría todo lo posible por rescatarla o al menos obstaculizar su desarrollo, porque de no hacerlo, su ex colonia podría convertirse; con el tiempo, en una “amenaza” para el mantenimiento del dominio británico sobre los otros territorios de la región, especialmente sobre el Canadá que colindaba por el norte.
Por otra parte, Francia poseía el extenso territorio de la Louisiana que comprendía el rico valle del Mississippi desde el Canadá hasta el Golfo de México, lo que representaba una clara amenaza para la consolidación de la independencia de los Estados Unidos y para su desarrollo futuro. El gobierno francés abrigaba grandes esperanzas en convertir a la Louisiana en un emporio agrícola, industrial y comercial, especialmente a raíz de las dificultades que le estaba ocasionando la insurrección de Haití. De haber logrado el gobierno francés estos propósitos, los Estados Unidos, que apenas iniciaban su vida independiente, habrían tenido un vecino poderoso que les habría cerrado el paso hacia el Oeste. Los Estados Unidos no habrían podido apoderarse, quizás, de la Florida, ni de la mitad de nuestro territorio.
De esta manera, la compra de la Louisiana a Napoleón puede considerarse como una medida de protección y de consolidación de la joven República del Norte. Se trataba, además de un territorio en poder de una potencia colonialista, como era Francia en esa época, y bastaba con pagar el precio conveniente y asunto concluido. Aunque aún así, se atropellaban los derechos de las pueblos indígenas de la región.
Pero el sonado éxito que los Estados Unidos obtuvieron al adquirir la Louisiana, que los convertía en realidad en una nueva fuerza en el escenario mundial y especialmente en el hemisferio occidental, fortaleció las corrientes expansionistas que se estaban manifestando, desde los inicios mismos de la independencia norteamericana. La incorporación de la extensa región venía a fortalecer sobre todo a los sectores agrícolas esclavistas y a mostrarles el camino hacia nuevas y mayores anexiones territoriales. Así lo comprendieron claramente algunos sectores de la opinión pública, especialmente de los estados del Norte, por lo que opusieron una enconada resistencia a la operación, censurándola acremente y denunciando que se trataba de un golpe de mano de los esclavistas del Sur. Ello no obstante, la compra se realizó, para beneficio principalmente de los esclavistas.
La adquisición de la Florida tuvo ya un significado imperialista y de lucha de la nueva potencia por una mayor porción en el reparto de las colonias. Por primera vez los Estados Unidos midieron sus fuerzas de tú a tú con una potencia colonialista, aunque con una en franca decadencia, como era España, que se estaba enfrentando al desmoronamiento de buena parte de su imperio colonial en el Continente Americano.
El éxito logrado y el mayor desarrollo económico y militar que ello permitió, avivó todavía más los apetitos de los círculos dominantes, especialmente de las esclavistas del Sur. Su objetivo se concentró en la conquista de México. Vino la infiltración de “colonos”, la rebeldía de éstos, la declaración de independencia de Texas (1836), el reconocimiento por parte de Estados Unidos y la invasión y mutilación de nuestro territorio.
La “guerra de México”, como suelen llamarla en el Norte, tuvo un significado y consecuencias incalculables para los Estados Unidos, y desde luego, para México.
Por primera vez los Estados Unidos, en sus ambiciones territoriales, se lanzaban contra un país independiente, en una franca agresión imperialista. El mismo Lincoln, y también Ulises Grant, la condenaron enérgicamente; este último declaró que “era la guerra más injusta que jamás haya lanzado una nación fuerte, contra una débil”. Amplios sectores de la opinión pública norteamericana reprobaron y se opusieron a los círculos gobernantes por este atropello. En la prensa de los Whigs, del Norte, se afirmaba que “enlistarse en el ejército o aprobar fondos para la guerra contra México, es una traición moral contra los derechos de la humanidad” y se añadía, que “los corazones norteamericanos deberían estar al lado de México contra los mercenarios invasores”.
Por otra parte, la anexión del territorio mexicano constituyó un importantísimo jalón en el desarrollo de los Estados Unidos. A la vez que aumentaban su territorio y su riqueza, eliminaban a su más importante vecino como un rival potencial en todos los órdenes, colocándose en el primer plano del poder económico y militar en el continente.
Puede considerarse, sin lugar a dudas, que el punto .crítico del desarrollo relativo entre Estados Unidos y México fue precisamente este episodio histórico. A partir de ahí los Estados Unidos aceleraron su desarrollo, dejando cada vez más atrás a nuestro país. Desde luego que hay razones históricas que explican la derrota mexicana frente a los Estados Unidos, pero de haber podido México defender su integridad territorial, el curso de su desarrollo hubiera sido otro muy distinto y también el de Estados Unidos. Con la mutilación de nuestro territorio, los Estados Unidos pudieron bloquear, desde entonces hasta ahora, nuestro progreso y libertad.
¿Son crímenes del tiempo? ¿O es el precio del progreso? ¿Progreso de unos y atraso y supeditación de otros? Así ha sido la dinámica del desarrollo de los Estados Unidos, y de las otras grandes potencias colonialistas.♦