Cada día se hace más agudo el contraste entre los que tienen todo y los que carecen de todo; y mientras tanto, la casta divina dilapida en celebraciones de aniversario, bodas fastuosas, viajes al extranjero, joyas y casas palaciegas, millones de pesos en una ostentación insultante.
¿Qué tipo de mundo es éste en el que vivimos, en donde los derechos de propiedad privada de tres personas están por encima de los derechos humanos de 5 mil que también forman parte del pueblo mexicano? ¿Qué tipo de justicia es ésta en que un solo propietario posee 60 hectáreas de terreno que puede hacer de ellos lo que se le pegue en gana, explotarlos como quiera o simplemente dejarlos ociosos esperando que suban de valor para aumentar su fortuna sin ningún trabajo, mientras que mil familias no tienen un lugar en dónde vivir?
Insensiblemente nos vamos acostumbrando a una realidad en la que al lado del lujo y ostentación de las clases oligárquicas, se nos muestra una lacerante miseria y desesperanza de amplios sectores de las masas populares, que a duras penas logran obtener algunos ingresos para subsistir, que carecen de trabajo, visten lo que pueden y no disponen siquiera de un humilde techo.
Pero de golpe algún hecho nos muestra con perfiles dramáticos la cruda realidad de nuestro país en estos momentos y nos hace comprender la irresponsabilidad en que vivimos al mantenemos en una actitud conformista frente a la tragedia en que viven (¿?) millares de familias de nuestro pueblo.
En las últimas semanas se han producido, en una cadena que amenaza con ser interminable, una serie de hechos que materialmente nos aplastan, nos sacuden, y nos hacen ver la necesidad insoslayable de ocuparnos, con la responsabilidad que el caso amerita, de llamar la atención de la opinión pública sobre la gravedad de la situación en que nos encontramos y sobre las consecuencias que pueden derivarse de ello, si no se intenta dar solución eficaz, y urgente a ese problema nacional, sin duda, el más serio y al que se enfrenta nuestro país en estos momentos.
Terratenientes y "paracaidistas"
Hace unas dos semanas la prensa nacional dio una amplia información sobre la ocupación de 40 hectáreas de terrenos del Valle de Texcoco que llevaron a cabo mil jefes de familia que buscaban un techo para alojar a sus hijos, y del desalojo de que fueron objeto por la fuerza pública. También se informó que los propietarios de esos terrenos eran tres personas que poseían, cada una, extensiones de 40 a 60 hectáreas.
La prensa en general, además de condenar la ocupación de esos terrenos, calificó a los ocupantes de "paracaidistas" y "aventureros" y lanzó acusaciones violentas contra un grupo de líderes que los habían llevado a cometer ese atropello contra la propiedad privada.
Sin que objetemos los cargos de ilegitimidad de la ocupación de esos terrenos, ya que evidentemente se hizo en contra de las leyes establecidas, queremos hacer algunos señalamientos y reflexiones sobre el caso, que consideramos pertinente.
En primer lugar, el hecho de que mil jefes de familia se decidan a ocupar terrenos que no son de su propiedad, para construir en ellos sus hogares, es revelador de la situación desesperada en que viven amplios sectores de la población de la ciudad de México y sus alrededores. A cualquier persona con un poco de sentido de solidaridad humana debió haberle causado una profunda y justificada pena (y hasta vergüenza) ver las fotografías de los millares de niños, mujeres y hombres adultos que llevaron consigo sus escasas y miserables pertenencias para emprender la construcción de modestísimas chozas (que no pueden llamarse casas-habitación), en la tierra de promisión con que habían soñado, y de la cual fueron desalojados por la fuerza, sin miramiento alguno.
En segundo lugar ¿qué tipo de mundo es en el que vivimos, en donde los derechos de propiedad privada de tres personas están por encima de los derechos humanos de 5 mil, que también forman parte del pueblo mexicano? ¿Qué tipo de justicia es ésta en que un solo propietario posee 60 hectáreas de terreno que puede hacer de ellos lo que se le pegue en gana explotarlos como quiera o simplemente dejarlos ociosos esperando que suban de valor para aumentar su fortuna sin ningún trabajo, mientras que mil familias no tienen un lugar en donde vivir?
En tercer lugar ¿cómo se lanza a la calle a 5 mil personas, sin importar si van a vivir o morir, y se pretende que en esa forma se ha resuelto el problema? ¿Se tomaron medidas para buscar acomodo a los expulsados, que de ninguna manera son aventureros sino solamente mexicanos humildes que; tienen la aspiración mínima y humanamente legítima de poseer un hogar? ¿Se intentó hacer algún arreglo con el (o los) propietario(s) de los terrenos para que aceptara ceder los terrenos ocupados al precio declarado para fines fiscales (que seguramente es bajo), y que podrían ser pagados con ayuda del Gobierno? ¿No podrían haberse expropiado por causa de interés público, aunque tuvieran que pagarse con ayuda del Gobierno? Un solo propietario podía haber sido expropiado en 40 hectáreas y todavía retener 20 hectáreas para sí. Ahora, si se hubiera repartido entre los tres grandes terratenientes la medida expropiatoria de 40 hectáreas, no habrían resultado muy afectados cada uno de ellos.
Al hacer estas reflexiones nos hacemos cargo desde luego, de los complejos problemas involucrados en las medidas a que nos referimos. Comprendemos que si se dotara a estas mil familias de los terrenos que ocuparon, ello estimularía a muchos otros a hacer lo mismo. Entendemos también que el gobierno no dispone, y sería difícil que dispusiera en el próximo futuro de los recursos suficientes para soportar una parte importante de la obligación de pago, y que tampoco los ocupantes dispondrían de dinero suficiente para cubrir el importe de los terrenos. Sin embargo, aun siendo esto así en términos generales, no podemos aceptar que no pueda hacerse nada en favor de esos millares de mexicanos necesitados, (y de muchos más) y que la única solución sea la de utilizar la fuerza pública para mantenerlos en la condición de parias en que se encuentran.
Dar la espalda a nuestros compatriotas que carecen de fortuna: y no hacer esfuerzos serios por ayudar a que mejoren sus condiciones de vida, es inhumano, injusto y políticamente equivocado.
Urge una Reforma Urbana
El fuerte crecimiento de la población y el rápido crecimiento de los centros urbanos que ha tenido lugar en nuestro país, ha dado lugar una serie de agudos problemas derivados por el crecimiento mismo y en una medida muy importante por la forma desequilibrada anárquica e injusta en que se ha llevado a cabo.
Entre esos problemas, uno de los más importantes es el de la concentración en la Ciudad de México y sus alrededores de grandes masas de población rural que emigra del campo en busca de trabajo y de mejores condiciones de vida. Este intenso movimiento migratorio hacia la capital ha creado complejos problemas de transporte, dotación de agua, creación de oportunidades de trabajo, de educación y aún de seguridad pública, y muy particularmente ha generado un agudo problema de alojamiento.
Para hacerle frente a estos problemas las autoridades han hecho esfuerzos considerables y destinando sumas importantes a la atención de las crecientes necesidades que plantea el desmesurado crecimiento de la población de la capital y regiones aledañas. Ha aumentado considerablemente el número de escuelas y de maestros, se ha incrementado y mejorado el sistema de transportes urbanos, se ha ampliado la dotación de agua, se ha mejorado el sistema de disposición de aguas negras, se ha aumentado y modernizado el alumbrado público, se han multiplicado los mercados y otros servicios municipales y también se ha puesto atención considerable a la construcción de habitaciones.
Los esfuerzos hasta ahora realizados, sin embargo, no han sido suficientes. Las necesidades han crecido a mayor ritmo y han ido agudizando las inconformidades y tensiones sociales. En donde se observan las fallas más notorias es en la creación de oportunidades de trabajo y .en materia habitacional. El primer es, desde luego, el problema más importante y su solución satisfactoria sentaría las bases para resolver todos los demás; pero si no se resuelve será muy difícil casi imposible, dar solución a los diversos problemas que se derivan de la falta de trabajo.
El problema de la habitación popular está estrechamente ligado al del empleo y le sigue en importancia. En relación a la notoria falta de alojamiento de millares de familias de la Ciudad de México y sus alrededores ha habido obstáculos bastante serios para darle una solución más o menos satisfactoria, entre los que se sitúa en el primer plano el acaparamiento y la especulación desenfrenada que se ha hecho con los terrenos, que ha determinado la elevación de los, precios de los bienes raíces hasta niveles estratosféricos. En tales condiciones es punto menos que imposible poder realizar programas de gran envergadura de construcción de viviendas populares, sólo el precio del terreno hace prohibitiva la construcción de una habitación que estuviera al alcance de la capacidad de compra de los sectores populares; a ello se añade también el alto costo de los materiales de construcción.
Ante este panorama nada estimulante, consideramos que se hace necesario que se lleve a cabo una reforma urbana a fondo, que aunque algo tardía, pudiera evitar la especulación y posteriores elevaciones de precios de los terrenos disponibles, al tiempo que permita la realización de grandes programas de construcción de viviendas populares en las que se hiciera participar con su trabajo a los candidatos a ocuparlas, con lo que se reduciría su costo.
Estas y otras soluciones deben buscarse para resolver los problemas que se están presentando, porque de no hacerlo, se repetirán cada vez con mayor frecuencia, las ocupaciones de terrenos por quienes se sienten olvidados por sus semejantes, y se agudizarán las tensiones sociales y la intranquilidad, ya que no puede haber paz y Armonía cuando existen contrastes tan marcados de fortuna, cuando al lado de los pequeños grupos oligárquicos que dilapidan recursos de manera irresponsable, desde el punto de vista social, existen cordones de miseria como los que circundan a la Ciudad de México.♦