El progreso generador de problemas

En presencia de la revolución científica y tecnológica más fabulosa que hayan conocido los tiempos, los Estados Unidos se encaminan hacia una producción que no tiene precedente pero sus problemas de hoy constituyen un reto a su riqueza, a su capacidad y a su poderío.

Los Estados Unidos están acercándose ya a la fabulosa marca de 1,000,000,000,000.00 de dólares de producción de bienes materiales y de servicios. Su aparato productivo está lanzando al mercado cantidades asombrosas de artículos de alta calidad y de una variedad amplísima, al tiempo que mejoran y diversifican los renglones de servicios que van incorporándose a las exigencias de la vida moderna. Parecería que los Estados Unidos han llegado a la era de la abundancia, sueño milenario del hombre, y a la conquista de la seguridad económica y de la felicidad.

Paradójicamente, en ninguna época de la historia del pueblo norteamericano (excepto en los años de la  guerra civil de 1861-65) se habían registrado los desajustes sociales tan pronunciados como los que en estos momentos parecen estar sacudiendo hasta sus cimientos, la estructura social norteamericana y el American way of life (modo de vida americano).

¿A qué se debe esta situación paradójica? ¿Qué la abundancia de bienes materiales se riñe con la tranquilidad y armonía social y no conduce a la felicidad? ¿Qué el progreso mismo engendra problemas que la sociedad es incapaz de resolver, convirtiéndose la sociedad en su propia víctima de sus deseos de progreso? ¿Qué para que el hombre alcance la felicidad debe carecer hasta de camisa, como lo pregona una conocida anécdota? ¿O qué, en su afán de lograr la abundancia el hombre se encamina hacia una sociedad desequilibrada?

¿Qué enseñanzas nos aporta el caso de los Estados Unidos alrededor de estas interrogantes? ¿Qué factores han impedido que la formidable pujanza económica se convierta en una base sólida de bienestar general, de armonía social y de estabilidad política? Con el auxilio de algunas opiniones de destacados economistas y sociólogos norteamericanos veamos algunos aspectos fundamentales de la cuestión. (Véase Saturday Review, del 23 de noviembre de 1968).

La revolución tecnológica que ha tenido lugar en las últimas décadas ha sido tan rápida y de tan grandes alcances, que ha dejado atrás a todo el complejo de concepciones y actitudes vigentes, produciendo lo que se ha dado en llamar un shock cultural que es causa de grandes desajustes porque la sociedad ha reaccionado con lentitud a esos violentos cambios tecnológicos.

Los formidables avances técnicos han producido también cambios sustanciales en la estructura del empleo, generando desajustes que han venido a agravar el problema ocupacional, ya que a los millones de desocupados por falta de empleo, se han venido a sumar importantes contingentes de trabajadores desplazados temporalmente por los cambios de calificación que requieren las nuevas técnicas que se han ido introduciendo. Se ha planteado con agudeza el problema de readaptación de la mano de obra calificada a las nuevas exigencias tecnológicas.

La guerra y el armamentismo han ido absorbiendo cantidades crecientes de recursos que se desvían de su utilización para fines de bienestar social, y ha requerido contingentes humanos de grandes proporciones especialmente de jóvenes que son enlistados de manera obligatoria, para el servicio militar. Este enlistamiento de la juventud, que se considera como “símbolo de la lucha perpetua de los viejos contra los jóvenes” (según el eminente economista Kenneth Boulding), por lo injusta y carente de sentido a los ojos de la juventud, ha creado un sentimiento de frustración que da origen a las manifestaciones de protesta de la juventud norteamericana. Esto, además de las consecuencias en la tensión política mundial y en el empeoramiento de las relaciones de los Estados Unidos con otros pueblos.

La política de las autoridades norteamericanas de restringir la actividad económica deliberadamente para combatir la inflación con lo que se  pretende inducir un aumento del desempleo hasta un 5% de la fuerza de trabajo, frente al 3% que anteriormente se consideraba compatible con el desarrollo más o menos equilibrado.

La política de subsidios del gobierno norteamericano que ha contribuido a hacer más ricos a los ricos y cuyos beneficios no han llegado sino en una mínima parte a los pobres. Esto se aplica tanto a los subsidios a la agricultura que han beneficiado exageradamente a los grandes agricultores, como a los subsidios a la educación, a la construcción de obras públicas, de vivienda, de irrigación, etc. En general los subsidios, al beneficiar principalmente a los ricos, han generado sentimientos de frustración y de desesperanza en los sectores populares que se sienten engañados por el gobierno.

La insuficiencia en la construcción de viviendas que está alcanzando caracteres de gravedad, particularmente en el renglón de habitaciones populares. Las cifras disponibles indican que existen no menos de 6 millones de habitaciones en condiciones inhabitables, a las que se suman unas 600 mil cada año. Con el “auge de nacimientos” que tuvo lugar en la posguerra, el problema de nuevas habitaciones se va agudizando, a medida que los niños se han ido convirtiendo en jóvenes y adultos jefes de familia. El impacto se ha dejado sentir también en otros renglones, como el de la educación. Así los jóvenes se enfrentan a serios problemas de educación, de empleo y de vivienda.

Con el desarrollo económico capitalista, se han formado grandes concentraciones económicas y monopolistas en manos privadas que se han ido constituyendo en un gran poder político y que cada vez más determinan la política económica del gobierno. Las consecuencias para la sociedad son de una mayor desigualdad en la distribución de los ingresos, de precios más altos, de un estado de tensión internacional que conduce a un creciente armamentismo y… a la guerra.

La contaminación creciente de la atmósfera, de las aguas, de los ríos, lagos y de las regiones costeras que ha sido resultado del gran desarrollo industrial basado en empresas privadas, que en su afán de obtener utilidades máximas, no se han preocupado por hacer las erogaciones necesarias para disponer de los desperdicios de sus fábricas de manera que no emponzoñen la atmósfera o las aguas a donde se descargan. De esta manera los grandes centros fabriles de los Estados Unidos se han convertido en lugares irrespirables, en focos de múltiples enfermedades, y las aguas se han envenenado perjudicando la flora y la fauna y reduciendo alarmantemente esos recursos naturales. A esta contaminación se ha añadido también la de tipo térmico que ocasiona igualmente serios perjuicios a la disponibilidad de recursos del país, y a la salud de sus habitantes. Esta es otra causa de intranquilidad social, que constituye un factor importante en los desajustes sociales de la sociedad norteamericana.

La fuerte emigración de la población rural hacia los centros urbanos, ocasionada por el desarrollo agrícola que ha dejado sin ocupación a millones de trabajadores campesinos, y por el desarrollo industrial y urbano que ha hecho las veces de un poderoso imán de atracción hacia las ciudades. El crecimiento rápido de las ciudades, debido principalmente a esa inyección de población rural, ha generado grandes problemas de empleo, habitación, educación, transporte y de relaciones humanas, que constituye otro factor de desajuste social.

El viejo problema de la discriminación racial, que en el fondo no es sino un problema económico de lucha de clases, ha tomado una vigencia cada vez mayor, por la agudización de los otros problemas y por la toma de conciencia de la población negra que ya no acepta de manera conformista su situación de seres de segundo orden.

Finalmente, la “enfermedad mental de la grandeza” que ha llevado a los Estados Unidos a considerarse la nación más poderosa de la tierra y con el derecho de ejercer funciones de policía internacional, está provocando frustraciones en la sociedad norteamericana por las acciones injustas del gobierno y de los monopolios hacia pueblos débiles, con los que no tiene agravios, acciones que como la de Vietnam están causando tantos perjuicios al propio pueblo norteamericano.

Tenemos aquí, pues, algunos de los factores fundamentales que en opinión de los propios intelectuales norteamericanos están en la base de los desajustes que están desquiciando a la sociedad norteamericana. Como se ve, no ha sido el desarrollo económico el que ha originado el estado de desequilibrio social en los Estados Unidos, sino el hecho de que ese desarrollo económico no ha llevado aparejado, o más bien, no ha tenido como piedra angular los intereses populares. De aquí que consideremos que para alcanzar las aspiraciones de bienestar, paz y felicidad, debe reorientarse hacia la atención preferente de las necesidades económicas culturales, sociales y políticas de las grandes mayorías.

¿Aprovecharemos la lección?♦

Ceceña, José Luis [1969], "El progreso generador de problemas", México, Revista Siempre!, 815: 22-23, 5 de febrero.