¿Quiere Nixon, en realidad, saber por qué América Latina no quiere a Estados Unidos?

El Sr. Nixon, al llegar a la Casa Blanca no ha perdido tiempo en equiparse debidamente para cumplir su papel como defensor de los grandes monopolios: ha enarbolado el garrote que le legaran sus antecesores y se apresta a descargarlo sobre los pueblos débiles, especialmente los de América Latina.

En los breves días de su gobierno la política del garrote ha tomado nuevos bríos, no dejando lugar a dudas de que esa política dará la tónica de las relaciones de los Estados Unidos con los países latinoamericanos.

La primera víctima ha sido México. La política restriccionista de tipo discriminatorio que ha decidido seguir el gobierno norteamericano respecto a productos agrícolas de procedencia mexicana, está causando pérdidas a los agricultores del Noroeste y Noreste del país.

El Grupo Standard Oil, y la Gulf Oil controlan el negocio petrolero (excepto México y Cuba)Las Grandes empresas industriales dominan la producción y el mercado de automóviles, productos químicos, 
La Anaconda, Kennecott, American Smelting y American Metal dominan la minería de metales no ferrosos de Chile, Perú y MéxicoLos Grandes bancos y compañías de seguros de EE.UU., controlan las finanzas privadas de la mayoría de los países latinoamericanos.
La U.S. Steel, y la Bethlehem controlan la producción de minerales de hierro y de manganeso de la América del Sur.Amenazas diplomáticas y de "represalias económicas" contra Perú por la expropiación de propiedades de la Standard Oil de Nueva Jersey.
La United Fruit Co. tiene bajo su control la producción frutera de la América Central de la América Central y su servicio de transportes ferroviarios y marítimos.La Solidaridad latinoamericana es vital para defender nuestra riqueza y nuestra soberanía frente a la política imperialista del gobierno norteamericano y la dominación de los monopolios.

Luego vino la amenaza de que el presidente Nixon nombraría al Sr. Nelson Rockefeller su representante personal en sus tratos con la América Latina, aún siendo el Sr. Rockefeller miembro destacado del grupo financiero y petrolero más poderoso de los Estados Unidos y que controla muchos grandes negocios en la América Latina a través del Chase Manhattan Bank y de la Standard Oil Co. de Nueva Jersey. Como se sabe, la Standard Oil de Nueva Jersey es la empresa petrolera de mayores dimensiones en el mundo y desde luego en la América Latina, siendo precisamente la que domina la fabulosa riqueza petrolera de Venezuela y también la del Perú. Por su parte el Chase tiene filiales en muchos países latinoamericanos que le permiten jugar un papel considerable en las finanzas privadas de la región.

El Grupo Rockefeller forma un extenso enjambre de grandes empresas que en el año de 1960 manejaban recursos que ascendían a la fantástica suma de 120 mil millones de dólares. Entre esas empresas se encuentran varios grandes bancos, sociedades de inversión, compañías de seguros y un gran número de empresas industriales en los ramos del petróleo, aviación, maquinaria, automóviles, hierro y acero, llantas, equipo eléctrico, alimentos, papel, envases metálicos, minería y metalurgia, etc., además de varias grandes empresas comerciales.

La mayoría de estas grandes compañías poseen filiales en los países de América Latina, desde el Río Bravo hasta la Patagonia. De acuerdo con esta realidad el nombramiento del Sr. Nelson Rockefeller como negociador del presidente Nixon en los asuntos latinoamericanos constituye sin lugar a dudas una verdadera amenaza, porque la política que intentará aplicarse corresponderá a los intereses monopolistas del Sr. Rockefeller y de los demás grupos financieros norteamericanos que dominan la economía de nuestros países.

Y ahora viene el ultimátum que el gobierno del Sr. Nixon ha lanzado a la República del Perú por la expropiación que el gobierno de este país ha hecho de algunas propiedades de la International Petroleum Co., filial de la poderosa Standard Oil Co. de Nueva Jersey. Según la información periodística, el Departamento de Estado ha hecho saber al gobierno del Perú que si para el 9 de abril no ha llegado a un acuerdo satisfactorio con la Standard Oil, le será suspendida la ayuda financiera norteamericana y se le cancelará la cuota azucarera.

Como podrá imaginarse, con este apoyo del gobierno norteamericano la Standard tratará de obligar al Perú a que dé marcha atrás a la medida expropiatoria, o vender a precio de oro esas propiedades. Y con el señor Nelson Rockefeller como representante personal del presidente Nixon ya podemos imaginar la magnitud de la presión que ejercerá sobre el gobierno peruano. Cuando veas las barbas de tu vecino…

El ultimátum del gobierno del Sr. Nixon al gobierno del Perú es un ejemplo típico de la política del garrote que la mayoría de los gobiernos de los Estados Unidos han utilizado en sus relaciones: con la América Latina, desde McKinley y Teodoro Roosevelt hasta nuestros días, con la excepción quizás del gobierno de Franklin D. Roosevelt. Es la misma política de sello imperialista que los grandes monopolios norteamericanos han impreso a su gobierno por cerca de un siglo, en la América Latina.

De toda probabilidad, el gobierno del Sr. Nixon tratará de aplicar la política del garrote a todos los países latinoamericanos. El caso peruano no es sino un episodio, que muy pronto podrá repetirse en los demás países de esta región que los monopolios de los Estados Unidos consideran su esfera de control. Y como las economías de la mayoría de los países de la América Latina se encuentran en verdad saturadas de empresas norteamericanas, existen muchísimos focos de posibles conflictos que pueden dar lugar a que se utilice el garrote norteamericano. Para ver con claridad echemos un vistazo a la situación de los países latinoamericanos en relación a los monopolios de los Estados Unidos.

  • La Standard Oil Co. (NJ) y la Gulf Oil controlan la inmensa riqueza petrolera de Venezuela (en unión de la Shell), y tienen en sus manos el negocio de derivados del petróleo en toda la región, con las destacadas excepciones de México y Cuba.

  • La Anaconda, la Kennecott, la American Smelting y la American Metal Co. controlan la minería y metalurgia de metales no ferrosos (cobre, zinc, plomo, etc.) de los países mineros, especialmente de Chile, Perú y México.

  • La United Fruit Co. reina como ama y señora en los países centroamericanos, controlando la producción frutera, los ferrocarriles, puertos y el transporte marítimo.

  • La United Steel Corp. y la Bethlehem controlan la producción de minerales de hierro y manganeso en varios países de la región, especialmente en Venezuela (Cerro Bolívar con sus inmensas reservas), Brasil (manganeso y otros metales) y México (manganeso).

  • La Aluminum Co. of America y la Reynolds Metals dominan el negocio de la bauxita, materia prima para la producción de aluminio (Venezuela) y la fabricación de productos y artefactos de este metal en toda la región.

  • La Anderson Clayton and Co. y la Grace, además de la United Fruit Co., tienen extensos intereses en la producción agrícola de varios países latinoamericanos (entre los que destacan el algodón y varias oleaginosas), así como en industrias de transformación en la rama de alimentos y de textiles.

En el período de la postguerra las empresas norteamericanas han tenido una expansión explosiva en América Latina. En automóviles la General Motors, la Ford y la Chrysler dominan la industria en la mayoría de los países, compartiendo en algunos casos su control con algunas firmas europeas como la Volkswagen, la Fiat y la Renault.

En la industria de productos químicos las grandes empresas norteamericanas dominan el escenario: Du Pont de Nemours, Monsanto, Dow Chemical, Olin Mathieson, Allied Chemical, Pennsalt y otras.

La producción de medicinas presenta un panorama semejante: el dominio es notorio de los grandes laboratorios norteamericanos como la Eli Lilly, Abbot, Squibb, Smith Kline and French; Sterling Drug y muchos otros. Y sigue la lista, en los ramos más importantes como el de alimentos, llantas, maquinaria, papel, equipo eléctrico, textil, etc., etc.

También en los ramos de las finanzas, del comercio, de la industria hotelera, en las comunicaciones, en la generación de electricidad y los servicios públicos la participación de las empresas norteamericanas es destacada en muchos países latinoamericanos.

A la fuerte participación de las empresas de los Estados Unidos en la economía latinoamericana, se viene a sumar otro factor que ha crecido desmesuradamente en los últimos años: el de los créditos provenientes de los Estados Unidos y de organismos en los que ese país tiene un control indiscutible. Más y más los países latinoamericanos están apoyándose en créditos exteriores para apuntalar su economía a tal grado, que en estos momentos para la mayoría de ellos es vital seguir disponiendo de estos financiamientos exteriores en cuantías considerables, so pena de que se reduzca peligrosamente el nivel de las inversiones y, por ende, de que se debilite su ritmo de crecimiento.

Se hace evidente, por lo tanto, que los países latinoamericanos se encuentran en una situación de fuerte dependencia respecto a los Estados Unidos y que existen innumerables focos de conflictos potenciales con ese país, si como es el caso del Perú, intentan defender su soberanía y los intereses nacionales frente a la acción dominadora de las empresas norteamericanas. Se provocarán conflictos si un país necesita y se atreve a modificar su régimen fiscal, si intenta legislar para proteger sus riquezas minerales, si se decide a proteger a la clase trabajadora con una legislación más justa, si trata de someter a control a los bancos y a las compañías de seguros, etc. etc. En todos estos casos se tendrá la amenaza del garrote norteamericano que se descargará con todo su peso para evitar la adopción de esas medidas porque pueden afectar los intereses de los monopolios yanquis.

Esta es, ni más ni menos, la situación en que nos encontramos. Nuestras economías son tan vulnerables, por su dependencia respecto a los Estados Unidos que este país aprovecha esa situación para tratar de doblegarnos, de convertimos en semicolonias ¿Podremos resistir el embate? Definitivamente que sí. Pero ello exige que afiancemos nuestra solidaridad latinoamericana y mundial y que fortalezcamos nuestro frente interno manteniendo un régimen democrático y una política eminentemente nacionalista y popular.♦

Ceceña, José Luis [1969], "¿Quiere Nixon, en realidad, saber por qué América Latina no quiere a Estados Unidos?", México, Revista Siempre!, 816: 20-21, 12 de febrero.