El gran debate
La opinión pública norteamericana se encuentra empeñada en un acalorado debate sobre el papel de los militares y de la influencia del gran aparato militar en la economía y en la vida toda de la sociedad estadounidense. Este debate tiende a enconarse por los resultados de la guerra de Vietnam y las tendencias opuestas que se perfilan acerca de lo que debe hacerse en el aspecto de gastos militares ahora que se considera muy próximo el fin de la lucha armada en el sureste asiático.
- 4.5 millones de soldados y reservistas a sueldo. Más de medio millón en Vietnam y 900 mil en otras partes del mundo.
- 400 grandes instalaciones militares fuera de Estados Unidos, en los cinco continentes,
- 3 mil millones de dólares anuales de venta de armas al exterior.
- El costo del armamentismo crece a pasos agigantados: un portaviones moderno cuesta 545 millones de dólares, frente a 55 millones de costo en la Segunda Guerra Mundial. Un submarino nuclear, 200 millones frente a 9; un bombardero B-52, 8 millones frente a solamente 218 mil dólares. Los modernos sistemas de cohetes ofensivos y defensivos, requieren gastos de unos 40 mil millones de dólares
- Este enorme aparato militar está al servicio de los intereses de los gigantes monopolistas, dentro y fuera de los Estados Unidos: fabulosos contratos de guerra, protección para sus inversiones en el mundo, elevadas utilidades
- La carrera armamentista absorbe sumas fabulosas que deberían emplearse para el bienestar de la Humanidad, y pone en peligro grave y cierto, la paz mundial y la supervivencia misma del hombre. Hagamos frente a este peligro en un movimiento amplio y en escala internacional de lucha contra el armamentismo y la guerra, y por la consolidación de la paz mundial.
Una corriente de opinión, que está adquiriendo muchos adeptos especialmente entre la juventud, la población negra, los intelectuales y los grupos de izquierda, y a la que se han sumado también personalidades políticas de alto nivel, considera que el aparato militar ha adquirido dimensiones desproporcionadamente grandes absorbiendo recursos que deberían ser utilizados con fines de interés social, y que los militares forman una casta que amenaza con dominar a la nación. De la revista Time, edición para América Latina, del 11 de este mes, tomamos algunas opiniones concretas de destacadas personalidades sobre esta cuestión.
El Premio Nobel de Física, Herbert York, que fue jefe de investigación, desarrollo e ingeniería del Pentágono, previene a los norteamericanos frente al peligro de ser destruidos por el monstruoso Frankenstein. El Senador por el Estado de Luisiana, Allen Ellender, afirma que “algunos de nosotros, en el Congreso hemos llegado a ser cautivos de los militares”. Por su parte, el general David Shoup, ganador de la Medalla de Honor, al afirmar que los militares han adquirido un desmedido control sobre la sociedad norteamericana, incluyendo la política exterior, acusa a los servicios armados de estar convirtiendo a los Estados Unidos en “una nación militarista y agresiva”.
Algunos críticos van todavía más lejos en sus enjuiciamientos. Por ejemplo, el Premio Nobel en Biología, George Wald, de Harvard, opina que la existencia misma de un aparato militar de grandes dimensiones, como el de Estados Unidos, ha distorsionado a la sociedad y hace casi inevitables futuros conflictos. Y Marcus Raskin, que fuera consejero de la Casa Blanca, en Washington, al criticar acremente al militarismo de su país, recomienda que sean desmantelados el Departamento de Defensa, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).
La otra corriente de opinión es favorable a los militares y a la existencia de un gran aparato militar. En las filas de esta corriente figuran desde luego los grupos belicistas de grandes negociantes, destacados generales y funcionarios públicos, pero también prominentes intelectuales. Algunos puntos de vista importantes expresados en esta dirección, son los siguientes:
El Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Chicago, Morton Kaplan, considera que los ataques a los militares no son sino un intento de encontrar un chivo expiatorio para las frustraciones de una nación agitada. Y agrega que si se deben buscar culpables (del fracaso en Vietnam y de la tensión internacional) una buena parte de la responsabilidad recaería en los civiles que deciden la política de los Estados Unidos sobre esas materias.
Otro defensor de los militares, Hans Morgenthau, señala que el belicista en casa es con frecuencia más militante que el general en el campo de batalla. En este sentido se indica que personajes no militares como McNamara, Dean Rusk y McGeorge Bundy ejercieron una gran influencia en las decisiones que llevaron a los Estados Unidos a intervenir en Vietnam.
Por el lado de los militares, son interesantes las opiniones vertidas por dos de muy alto rango. El mayor general Melvin Zais, comandante de la división 101 aerotransportada que combate en Vietnam, afirma que “el país busca un chivo expiatorio: primero fue el reclutamiento; después la Dow Chemical (por fabricar el napalm) y ahora los generales sanguinarios”. Por su parte, el general Earle G. Wheeler, que es el militar de más alto rango de los Estados Unidos, después de aceptar la impopularidad de las guerras en que se ha visto involucrado su país, con excepción según afirma, de las guerras mundiales I y II, y de reconocer las frustraciones provocadas por la guerra de Vietnam, que ha durado demasiado tiempo sin un éxito claro y que ha costado tanto, define la posición de los militares en la forma siguiente: “Lo que los militares han tratado de hacer a lo largo de cerca de dos siglos de la historia norteamericana –y espero que lo sigan haciendo- es, en la medida de lo posible, evitar las guerras, minimizar la carga de la defensa en tiempos de paz, y al mismo tiempo, proteger al pueblo americano para que pueda vivir en paz y disfrutar de sus libertades”.
Como puede apreciarse, el debate es enconado y aborda aspectos fundamentales para la vida de los Estados Unidos (y con repercusiones mundiales) que van desde el costo del aparato militar y la posición de los militares en la sociedad, hasta el enjuiciamiento de la política exterior norteamericana. Se plantean, en esencia las siguientes cuestiones ¿El aparato militar de Estados Unidos ha adquirido proporciones que lo convierten en una carga demasiado pesada para la economía norteamericana? ¿Se justifica ese aparato militar para asegurar la integridad territorial del país? ¿Son los militares una fuerza autónoma que amenaza con dominar a la Nación y suprimir las libertades? finalmente ¿Al servicio de qué intereses opera el aparato militar norteamericano?
Importancia del aparato militar
Los gastos militares alcanzan cifras estratosféricas, con tendencia a seguir aumentando. En 1968 se gastaron 79 mil millones de dólares, sea, más del 8% del producto nacional del país. Esta cifra es más de 50 veces superior a la correspondiente al año de 1940, cuando los gastos militares totales ascendieron a 1,498 millones de dólares.
Las fuerzas armadas actuales ascienden a 3.5 millones de personas, más 1 millón de ciudadanos, especialmente jóvenes. De ese total, 900 mil soldados se encuentran en servicio fuera de los Estados Unidos, correspondiendo más de medio millón a las fuerzas combatientes en Vietnam. Además de estos grandes contingentes, alrededor de 5 millones de personas se encuentran trabajando en la industria privada dedicada a la producción bélica. Esto eleva la cifra de personal dedicado a la producción de armamento y a las actividades militares a cerca de 10 millones de personas.
Los contratos otorgados por el Pentágono a las empresas privadas para la producción de armas ascendieron a 49 mil millones de dólares en 1968, lo que representó alrededor de dos tercios del presupuesto militar total. Estos contratos incluyeron la producción de cohetes, submarinos nucleares, aviones de bombardeo y de caza, helicópteros, tanques, armas de distinto tipo, municiones, etc.
El aparato militar cuenta con 400 grandes instalaciones militares en países extranjeros, aparte de cerca de 500 dentro del territorio de los Estados Unidos.
Como puede verse, las dimensiones gigantescas del aparato militar norteamericano lo convierten en un factor de decisiva importancia en la economía general de la Nación, no siendo exagerado afirmar que la actividad de los negocios del país depende en un alto grado de la magnitud de los gastos militares. Muchas ciudades y regiones así como los Estados de la Unión Americana, dependen cada vez más de los gastos militares: tan sólo el Estado de California, por ejemplo, recibió en 1968 alrededor de 6,600 millones de dólares para distintas actividades de tipo militar.
De acuerdo con estos datos resulta que el descomunal aparato militar de los Estados Unidos si bien constituye un factor de estímulo a los negocios, significa también una enorme carga para la Nación ya que, como dijimos, absorbe más del 8% del producto nacional, que se utiliza no para mejorar las condiciones de vida del pueblo norteamericano sino para la producción de armas y con esos enormes gastos bélicos se está convirtiendo a los Estados Unidos en una economía militarizada y en una nación en armas.
Como se ve, en este punto tienen toda la razón los que en Estados Unidos critican el desmesurado crecimiento del aparato militar ¿La tendrán también en considerar a las militares como la amenaza para la sociedad y para las libertades ciudadanas? Nos ocuparemos de esta cuestión en la próxima semana.♦