El Pentágono ¿un poder o un instrumento?

Si son los militares los que actúan por cuenta propia, si están al servicio de los intereses monopolistas, es algo que no se puede precisar.

Generales y Almirantes, retirados, en las nóminas de las Grandes Empresas: sólo la Cía. General Dynamics ha ocupado a 27 de ellos, más a un ex secretario de la Defensa, y la Cía. Lockheed ha tendido a su servicio a 21 ex almirantes.

También muchos funcionarios de alto nivel del Gobierno son miembros de la Plutocracia o representantes directos de los monopolios: Charles Wilson, McNamara, John Foster, 

El poder verdadero reside en los Grandes Monopolios, y el fabuloso aparato militar (y también el civil) está al servicio de sus intereses en todo el mundo.

La desenfrenada ambición de dominar al mundo de los Grandes Monopolios norteamericanos es la causa fundamental del crecimiento del militarismo, su servidor, y amenaza con llevar a los Estados Unidos, a un régimen fascista y a la destrucción de la Humanidad.

El Departamento de la Defensa de los Estados Unidos (el Pentágono) es “la mayor organización del mundo cualquiera que sea la vara de medición empleada”, como lo afirma el Informe Cordiner, de acuerdo con la cita que hace el profesor Vernon K. Dibble en el libro “Estados Unidos ante su crisis”.

En efecto, las propiedades del Pentágono tienen un valor superior a los 160 mil millones de dólares, con lo que supera al valor de los recursos conjuntos de las cuatro mayores empresas industriales (Standard Oil of New Jersey, General Motors, Ford Motor y General Electric), más las tres más grandes compañías de seguros (Prudential, Metropolitan y Equitable) y los tres bancos de depósito mayores (Bank of America, Chase Manhattan y First National City Bank).

Entre las propiedades del Pentágono se incluyen enormes arsenales, bases aéreas, estaciones navales, campos militares y más de 15 millones de hectáreas en el territorio norteamericano, más millón y medio en el extranjero. La extensión de las tierras que posee se equiparan a la superficie combinada de 6 Estados de la Unión Americana: Rhode Island, Connecticut, Massachussetts, Maryland, Vermont y New Hampshire.

Con estas fabulosas propiedades y un presupuesto anual de alrededor de 80 mil millones de dólares, el Pentágono ejerce una enorme influencia en la economía, la política y la vida social de los Estados Unidos. No solamente la industria y demás actividades productivas sino los sindicatos y hasta las universidades e institutos tecnológicos y de investigación, reciben una influencia creciente del Departamento de la Defensa.

La industria se beneficia de contratos que alcanzan cifras muy elevadas. En 1967, por ejemplo, las 10 principales contratistas del Pentágono obtuvieron pedidos por valor de 11,500 millones de dólares, contándose entre ellas las siguientes, en orden de importancia: McDonnell Douglas 2,100 millones de dólares; la General Dynamics, 1,800; la Lockheed, 1,800; la General Electric, 1,300; la United Aircraft, 1,100 y la Boeing, 900 millones de dólares. Algunas ramas industriales trabajan principalmente para el Pentágono: la aeronáutica y del espacio que vende al gobierno el 79% de su producción anual, la de construcciones navales el 70% y la de telecomunicaciones el 58% de su producción.

Los recursos del Pentágono también están siendo utilizados en forma creciente para la investigación científica y tecnológica de carácter militar a través de las instituciones de enseñanza superior del país. La Universidad de Michigan, la de Harvard, el Instituto Tecnológico de Massachussetts y el de Stanford, entre otros, dedican buena parte de sus esfuerzos al cumplimiento de contratos con el Pentágono. En esta forma, la investigación científica y sus aplicaciones tecnológicas están siendo influidas de manera determinante por los motivos militares, y los mejores cerebros y los equipos más modernos se están poniendo al servicio del Pentágono.

Con el crecimiento del aparato militar y de los gastos de guerra, va aumentando también la influencia de los motivos militares y de los altos jefes de las distintas armas, en las decisiones políticas tanto domésticas como en las de política exterior. Los miembros del Congreso, por ejemplo, toman muy en cuenta los gastos militares que se realizan en sus jurisdicciones para normar su conducta respecto a la aprobación de los presupuestos militares. Los sindicatos obreros se convierten también, en aliados del Pentágono porque los contratos de guerra aligeran el problema de la desocupación.

El principal apoyo del armamentismo y de la creciente influencia de los militares es, sin embargo, el que le otorgan los grandes monopolios que se benefician con fabulosos contratos, y con el estímulo que los gastos de guerra significan para la actividad económica general y con la protección del Pentágono para sus enormes intereses petroleros, mineros, industriales, financieros, etc., en los cinco continentes.

Es precisamente en función de los intereses de los grandes monopolios que se ha creado el peligroso Frankenstein que amenaza con llevar al mundo a un cataclismo. En esos grandes monopolios reside el poder y son ellos los que están deformando la sociedad y atentando contra las libertades del pueblo norteamericano.

El armamentismo y la creciente influencia de los militares no son sino manifestaciones del mayor dominio que los grandes monopolios tienen en la vida de los Estados Unidos y del que se empeñan en lograr en el mundo. Los militares no forman una clase social, con intereses propios, sino que son solamente un estrato social que sirve de instrumento a la clase que posee la riqueza y el poder, es decir son un instrumento de la oligarquía. Algunas consideraciones y ejemplos concretos bastarán para comprender la justeza de esta opinión.

Las políticas del “destino manifiesto” y del “garrote” que significaron multitud de intervenciones armadas en la América Latina fueron inspiradas en las ambiciones de los grandes negocios de los Estados Unidos, y tuvieron por resultado la expansión económica en nuestro continente de los monopolios mineros, petroleros, fruteros, financieros, etc., etc. Las intervenciones armadas fueron el medio y no un fin en sí mismo, ya que el objetivo real no ha sido otro que el fortalecimiento de los monopolios y el logro de grandes utilidades.

Por otra parte, aunque los militares tienen aparentemente el poder, no son ellos los que generalmente deciden cómo, dónde y para qué usarlo. Quizás esto sea una fortuna porque pudiera ser que si los militares estuvieran en libertad de hacer uso del poder de destrucción que está en sus manos, la Humanidad ya no existiría. En realidad son los más importantes grupos financieros los que deciden la política interior y exterior de los Estados Unidos, en función de sus intereses y a través de todo el aparato gubernamental en donde, desde luego, también se encuentran los militares, pero solamente como una parte integrante de ese aparato. En dicho aparato figuran también una parte importante de los integrantes del congreso, de los gobernadores, de los miembros de los gabinetes en turno, y sin duda también un buen número de los presidentes de ese país.

Todavía más, los militares mismos tienen como una de sus grandes ambiciones colocarse en los altos niveles de dirección de alguna de las grandes empresas al llegar a su edad de retiro. Y como es natural muchos lo han logrado prolongando así sus servicios hacia el gran capital. Veamos algunos ejemplos.

El general Douglas McArthur jefe de las Fuerzas Armadas en el Extremo Oriente durante la segunda guerra mundial y verdadero Virrey del Japón durante la ocupación, al retirarse del ejército pasó a la presidencia de la Remington Rand Corp. En esta misma empresa ocupó una vicepresidencia el general Leslie R. Groves después de haber estado encargado de la realización del Proyecto Manhattan, o sea, de la construcción de la bomba atómica.

El general Lucius Clay después de haber sido alto comisionado en la Alemania ocupada, pasó a la presidencia de la Continental Can, que es la primera productora de envases de metal.

El general Wedemeyer, que fuera comandante de las Fuerzas de Estados Unidos en China, pasó a dirigir la empresa de aviación Avco.

El general Bedell Smith, después de ocupar los cargos de embajador de Estados Unidos en Moscú, director de la CIA y subsecretario de Estado pasó a la vicepresidencia de la American Machine and Foundry y a ocupar el puesto de director de la United Fruit Co.

Estos ejemplos nos ilustran de la íntima relación que existe entre los militares de alto nivel y los grandes monopolios. Los militares apoyan a las grandes empresas y éstas los utilizan en destacados puestos de dirección. Hay empresas como la General Dynamics, segundo contratista del Pentágono que cuenta en su nómina cerca de 200 oficiales retirados entre los cuales figuran 27 generales y almirantes, además de ser dirigida por Frank Page, ex Secretario de la Defensa. Otra empresa, la Lockheed (aviación) ha dado ocupación a 21 ex almirantes.

Por otra parte, las más grandes empresas norteamericanas tienen una participación directa en asuntos militares de importancia vital para el país. En materia nuclear, de construcción de cohetes, de aviones, de sistemas de radar y en muchos más de importancia similar, las grandes empresas se encuentran en los puntos neurálgicos del aparato militar. Esto les otorga un poder indiscutible que contribuye a fortalecer el que detentan por sus fabulosos recursos e intereses dentro y fuera del país.

En resumen podemos ver que en los Estados Unidos se ha llegado a una interpenetración de las grandes empresas y el aparato militar, en donde el factor de poder determinante reside en la oligarquía. Lo que se encuentra a la vuelta de la esquina es… un régimen fascista.♦

Ceceña, José Luis [1969], "El Pentágono ¿un poder o un instrumento?", México, Revista Siempre!, 827: 20-21, 30 de abril.