1969 pone en jaque la estabilidad económica

— La crisis de E.U. nos llevará al cuello y la respuesta es negociar con todos.

— La inflación en el país vecino y sus gastos militares fabulosos, rebotan sobre nosotros.

— Algodón, tomate, café, en serios problemas: el déficit aumentará en el comercio exterior y los créditos extranjeros van a ser más caros y escasos.

El año de 1969 se está presentando con una serie de signos inquietantes que hacen temer un empeoramiento catastrófico en la precaria "estabilidad" de nuestra balanza de pagos que, de producirse, comprometería la estabilidad de nuestra moneda y el proceso de desarrollo económico general del país.

Las transacciones comerciales con el exterior, que han estado arrojando fuertes déficit están enfrentándose a problemas Crecientes derivados principalmente de las dificultades del mercado norteamericano que, como se sabe, es con amplísimo margen, el más importante para nuestro país.

Durante el presente año varios productos de exportación están afrontando serias dificultades, entre los cuales se cuenta a tres de los más importantes: algodón, café y jitomate. El algodón, que representa el principal renglón de nuestras exportaciones con alrededor de 160 millones de dólares anuales, tiene problemas de demanda débil y de precios poco remunerativos. Las perspectivas de los mercados tradicionales no son alentadoras, seguramente va a ser preciso reducir su producción.

El café, que constituye el segundo producto de exportación se encuentra en condiciones todavía más difíciles que el algodón por falta de mercados exteriores tradicionales, y por el descenso de los precios internacionales que está afectando a este producto en grado considerable.

El jitomate, que se sitúa entre los diez primeros productos de exportación, está registrando grandes dificultades en el mercado norteamericano que, según declaraciones de los productores significará una reducción de alrededor del 40% en relación al año anterior.

El efecto combinado del empeoramiento de las ventas de estos tres importantes productos puede determinar una reducción del valor total de las exportaciones (ya que no se observan mejorías sensibles en otros productos que compensaran la caída) y elevar el déficit de la balanza comercial y una cifra que bien podría acercarse a los 900 millones de dólares, toda vez que de toda probabilidad el valor de las importaciones seguirá creciendo.

Las perspectivas de nuestro comercio exterior se tornan todavía más sombrías por el empeoramiento de la balanza de pagos de los Estados Unidos. Se ha informado recientemente que durante el primer trimestre del presente año el comercio exterior que viene a revertir la larga historia de comercio superavitario de los Estados Unidos. En efecto, desde finales del siglo pasado el comercio exterior norteamericano ha sido superavitario, con lo única excepción del año de 1936 en que las importaciones excedieron a las exportaciones.

El déficit registrado en el primer trimestre de 1969 ha alarmado con razón a las autoridades norteamericanas porque a pesar de su reducida cuantía, 68 millones de dólares, tiene lugar en un momento en que la balanza de pagos total se encuentra fuertemente desequilibrada. Si en los últimos años la balanza de pagos total ha arrojado cuantiosos déficits (de más de 2 mil millones de dólares en promedio anual), cuando el comercio exterior ha sido fuertemente superavitario (en más de 4 mil millones de dólares anuales en promedio) ¿cuál irá a ser el déficit en 1969 con un comercio exterior deficitario? El Departamento de Comercio de los Estados Unidos estima que en el primer trimestre de 1969 el déficit de la balanza de pagos total fue de 1,778 millones de dólares, lo que podría significar un déficit anual de más de 6 mil millones de dólares en 1969, que sería el doble de la más alta de toda la historia de los Estados Unidos.

El desajuste tan alarmante de la balanza de pagos está obligando al gobierno de Estados Unidos a adoptar una política general de medidas correctivas que comprende al comercio exterior, a los servicios (turismo), a los créditos exteriores y las inversiones privadas en el extranjero. Todas estas medidas tendrán un fuerte impacto en la economía mundial y en especial en la de los países más estrechamente ligados a los Estados Unidos.

En materia de comercio exterior la política tiende a reducir las compras norteamericanas al exterior, y a fomentar las ventas de productos al mundo. Los efectos de esta política se dejarán sentir de inmediato en nuestro país. De acuerdo con esta política podemos esperar que lejos de lograr mayores ventas a los Estados Unidos y mejores precios, aumentarán las restricciones al jitomate y a otros productos agropecuarios, y se mantendrán los altos aranceles y las demás restricciones para la venta de productos elaborados y semi-manufacturados, si no es que se hacen todavía más restrictivas. También habrá que esperar una disminución en las transacciones en la frontera.

Puede comprenderse fácilmente el impacto que tal política tendrá sobre nuestras exportaciones: el déficit comercial se hará todavía mayor.

En materia de restricciones al renglón de servicios o invisibles, la política restrictiva afectará seguramente a los gastos del turismo norteamericano en el exterior, turismo que ahora significa ingresos importantes para muchos países del mundo entre ellos México. En el mejor de los casos puede esperarse que se mantenga el valor del Turismo para nuestro país, lo que ya significaría una importante reducción de los ingresos netos porque los mexicanos gastamos cada vez más en viajes al exterior.

Restricciones semejantes tenderán a reducir la disponibilidad de créditos en los Estados Unidos, tanto oficiales como de fuentes privadas. Los que se obtengan serán más caros y con mayores condiciones, desde luego, tendrán que utilizarse para compras precisamente en los Estados Unidos. En este sentido el gobierno norteamericano ya ha anunciado que tal será su política. Está procediendo a reducir los fondos para la alianza para el progreso y para otros proyectos de "ayudas" al exterior y ha precisado que los fondos que se utilicen deberán destinarse a compras en los Estados Unidos. En las condiciones en que se encuentra actualmente nuestra Balanza de Pagos, la reducción de créditos tendrá un efecto letal, a corto plazo, para la "estabilidad" del Peso, y para la continuación de una serie de grandes proyectos de inversión que se apoyan en alto grado en el financiamiento externo.

El senador Fulbright, tiene razón

En sus recientes declaraciones al diario Excélsior, el senador J. William Fulbright, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado Norteamericano, expresó con toda crudeza sus opiniones acerca de los problemas de la América Latina y de las relaciones con los Estados Unidos. Entre ellas revisten gran importancia las siguientes:

Primera: los países del hemisferio occidental dependen de los, Estados Unidos "jamás habrá una relación en términos de igualdad", afirmó de manera categórica el Senador, para agregar, con sobrada razón, que "los iberoamericanos apreciarán más que, por primera vez, Estados Unidos no quiera intentar seguir controlándolos económica y políticamente...  y nos estimarán realmente y serán nuestros amigos sinceros si alentamos su independencia económica".

Coincidimos totalmente con esta apreciación del Sr. Fulbright, porque en verdad, la situación de dependencia en que vive la América Latina respecto a los Estados Unidos, es la causa principal de los permanentes desajustes que caracterizan las relaciones entre ellos.

Segunda: Al señalar el Sr. Fulbright que el mercado norteamericano es limitado, opinó, refiriéndose a los propios norteamericanos, que "debemos ser francos y en vez de engañarlos (a los iberoamericanos) diciéndoles que vamos a comprarles más y mejores precios, debemos hacerles saber que por ninguna razón vamos a enojamos o a ejercer represalias si ellos buscan otros mercados, inclusive los socialistas", y agregó, "los Estados Unidos prácticamente venden a quien quiera comprarles".

No podría ser más acertada la observación del Sr. Fulbright de que si el mercado norteamericano es limitado (cada día es más incapaz de absorber nuestra producción exportable) no debe impedirse a los países latinoamericanos que busquen otros mercados, inclusive los socialistas. No cabe duda que eso ha estado sucediendo, por la política de Gran Potencia Imperial que ha seguido Estados Unidos en la América Latina. A ello se debe fundamentalmente que las relaciones comerciales y financieras con los países socialistas (casi la mitad de la humanidad), sean casi inexistentes. Así, por ejemplo, en 1966 nuestras exportaciones a esos países alcanzaron un total de sólo 113.7 millones de pesos, o sea, apenas el 0.8% del total; en cuanto a las importaciones alcanzaron solamente 44 millones de pesos, que significaron un exiguo 0.2% del total. Nuestro comercio con China Popular (700 millones de habitantes) fue prácticamente nulo, ya que sólo le vendimos 55 mil pesos y le compramos 234 mil pesos; con la Unión Soviética las exportaciones fueron de 6.6 millones de pesos y las importaciones de 980 mil pesos; y Cuba, ubicada a unos cuantos kilómetros de nosotros y con la que existen mayores lazos de comunidad histórica, cultural y de simpatía, prácticamente no existe para nosotros desde el punto de vista de relaciones económicas, ya que el comercio global apenas alcanza la cifra de 7 millones de pesos (1966); esta cifra es apenas la quinta parte de la correspondiente al comercio que teníamos con Cuba en 1959, año en que se produjo el cambio político en ese país.

A nadie puede escapar el hecho de que podríamos elevar sustancialmente las cifras de nuestro comercio con los países socialistas, y ampliar las relaciones de tipo financiero.

El colapso puede evitarse

La situación que se nos presenta es sin lugar a dudas inquietante, pero de ninguna manera puede considerarse que sea inevitable una catástrofe. Existen caminos que nos pueden ir llevando a nuestra liberación económica y a un desarrollo más firme y democrático. Algunos de esos caminos son los siguientes:

1.— Luchas por obtener condiciones equitativas en las relaciones comerciales y financieras con los Estados Unidos. La solidaridad con los demás países de la América Latina que ya se apuntó en la CECLA [Comisión Especial de Coordinación Latinoamericana] y también en la ALALC [Asociación Latinoamericana de Libre Comercio], debe fortalecerse para alcanzar ese objetivo.

2.— Intensificar las relaciones económicas con la América Latina. Existe un amplio margen para ampliarlas, si se tiene la decisión para hacerlo y es vital que lo intentemos.

3.— Fomentar, de veras, el comercio y operaciones financieras con otros países. Los países socialistas ofrecen, como ya vimos enormes posibilidades, si nos decidimos a romper las ataduras y si nuestro gobierno y el sector privado ponen el interés necesario en ello.

4.— Evitar los derroches de recursos financieros (incluyendo las divisas) y canalizarlos racionalmente hacia actividades eminentemente productivas.

5.— Eliminar de manera gradual, pero firme, la dependencia económica respecto a los Estados Unidos.

Si no intentamos estos y otros caminos, y nos hundimos en una crisis profunda, será nuestra culpa, pero sobre todo será la culpa de los sectores que tienen el poder y los recursos para lograrlo. ¿Podríamos esperar que los aspirantes a la Presidencia se avocaran a la resolución de estos problemas?♦

Ceceña, José Luis [1969], "1969 pone en jaque la estabilidad económica", México, Revista Siempre!, 833: 24-25 y 70, 11 de junio.