Con motivo del apadrinamiento de una nueva generación de jóvenes profesionistas de la Universidad de Anáhuac, el Sr. Manuel Espinosa Yglesias, uno de los más destacados hombres de negocios del país expuso, aunque a título personal, la doctrina económica de los más altos círculos de la iniciativa privada (IP) del país. Dada la importancia del distinguido banquero y la forma clara de su exposición, que apoyó en variados, argumentos económicos nos parece conveniente ocuparnos de los aspectos sobresalientes de su doctrina, que en lo esencial representa otro camino, distinto al de la Revolución Mexicana, para lograr el desarrollo económico y social del país.
1.— No se puede hablar de mala distribución de la riqueza, sino más bien de escasa producción; repartirla equivaldría a distribuir miseria. 2.— No hay un responsable directo de lo que se ha dado en llamar injusta distribución de la riqueza. 3.— La justicia social se logra alentando a los empresarios para que multipliquen sus capitales, creen empleos y riqueza, y de esa manera automáticamente se distribuirá la riqueza creada. | 4.— Los negocios deben ser manejados por particulares capaces de multiplicarlos en inversiones productivas, con el estímulo de utilidades atractivas. 5.— Es un error transferir negocios a la burocracia oficial. El Estado desempeña bien sus funciones de crear la infraestructura necesaria para el desarrollo de las inversiones privadas. 6.— La ostentación es insultante para los pobres; los ricos deben ser parcos en sus hábitos de consumo. |
El diagnóstico. El Sr. Espinosa Yglesias reconoce que el país ha registrado un importante desarrollo económico, pero que aún quedan muchos problemas por resolver: el educativo, el del fuerte crecimiento de la población, el de la emigración de los campesinos hacia las grandes ciudades, el del bajo nivel de producción, y también, el de la existencia de millones de pobres frente a una minoría privilegiada.
En estas apreciaciones sobre la realidad mexicana está en lo cierto, y no hace más que reconocer los hechos según se desprenden de la observación y de los datos estadísticos disponibles. Aun así, debe reconocerse la forma abierta en que el Sr. Espinosa Yglesias aborda estos problemas.
En donde el destacado banquero no está en lo justo es en la interpretación que hace de nuestra realidad. El diagnóstico que nos presenta corresponde plenamente a los intereses de los grandes inversionistas, entre los cuales ocupa un lugar distinguido. Veamos de cerca los argumentos que utiliza y las conclusiones que deriva de ellos.
Al referirse a la distribución de la riqueza dice textualmente: "No creo que debamos hablar de una mala distribución de la riqueza y menos aún de un reparto deliberado para perjudicar al necesitado. Más bien reconozcamos que la riqueza nacional aún no es suficiente; que repartirla equivaldría a distribuir miseria. Y en otra parte de su exposición afirma que el verdadero problema consiste en invertir más, para crear riqueza y más empleos y de esa manera se distribuye automáticamente la riqueza.
Los conceptos anteriores forman la parte medular de la doctrina económica expresada por el Sr. Espinosa Yglesias y por esa razón les dedicaremos atención especial. En primer lugar, debemos señalar la contradicción que existe, por una parte, en el reconocimiento de que existen millones de pobres frente a una minoría privilegiada, y por la otra, en negar que se pueda hablar de mala distribución de la riqueza. O es que para la gran IP la existencia de millones de pobres no puede calificarse de mala o injusta distribución de la riqueza porque los pobres lo son porque trabajan poco y mal y reciben lo que les corresponde, mientras que los ricos han llegado a acumular grandes fortunas como producto de su trabajo, esfuerzo e inteligencia ya que de acuerdo con el propio banquero "son esclavos de sus negocios" y "trabajan 16 y 18 horas diarias. En verdad, se trata aquí de justificar un estado de cosas en que coexisten masas de personas en condiciones infrahumanas al lado de una pequeña minoría de potentados, atribuyendo los grandes contrastes de fortuna a diferencias de capacidad y devoción para el trabajo. ¿Podríamos aceptar que el origen y crecimiento de las grandes fortunas de México (o en cualquier otro país) ha sido el trabajo? Seguramente que sí, pero... del trabajo ajeno.
Por otra parte, interpretar el contraste de fortunas como resultado de la escasa producción no se compagina con los hechos. Si ello fuera cierto, a medida que aumentara la producción se observaría una tendencia a la nivelación de los ingresos, y de la riqueza, lo cual no sucede, sino que por el contrario, con el desarrollo que hemos registrado en las últimas décadas, la riqueza se ha ido concentrando de manera ostensible. Dígalo si no la desproporcionada riqueza que se encuentra concentrada ahora en un pequeño grupo de hombres de negocios que controlan los bancos, las financieras, las compañías de seguros; muchas de las grandes industrias, firmas comerciales, empresas mineras, etc. Evidentemente que no existe base objetiva para afirmar que el aumento de la producción distribuye automáticamente (o casi) la riqueza porque se crean nuevos empleos, Es cierto que el país dispondrá de mayor producción, pero falta ver en qué proporciones se distribuye esa nueva riqueza creada. Si el capitalista se queda con la parte del león, como sucede en la práctica, se mantendrá la estructura de la distribución, de bajos ingresos para los trabajadores Y altos para los empresarios. Lo automático aquí es el mantenimiento del status quo.
Queda evidenciado el carácter apologético del diagnóstico que nos proporciona el Sr. Espinosa Yglesias, porque acomoda admirablemente bien en los intereses de la gran iniciativa privada de mantener la situación tal cual está y, de ser posible, mejorarla aún más para su propio beneficio.
La prognosis. La política económica recomendada por la IP se deriva del diagnóstico que presentan sobre nuestra realidad Y las causas que pretenden explicarla. En este sentido, la recomendación esencial consiste en que se dé estímulos a los particulares que han demostrado su capacidad para multiplicar sus capitales, para que lo sigan haciendo y con ello no solamente incrementen la riqueza del país, sino que automáticamente contribuyan a repartirla mediante la creación de empleos. Como se ve, la receta es muy sencilla: dénse toda clase de estímulos a la IP, para que inviertan sus capitales, los multipliquen, aumenten la producción y el empleo.
Al enjuiciar esta política que nos recomienda la IP tenemos que apoyarnos de nuevo en la realidad. No cuesta mucho trabajo demostrar que los hechos no solamente prueban que la IP no ha sido capaz de resolver el problema de empleo, sino tampoco el de la distribución de la riqueza. Existen verdaderas legiones de desocupados y de subocupados en el país, y el contraste de fortunas se va haciendo cada día mayor. ¿Será porque la IP no ha recibido los estímulos suficientes? Pasemos revista rápidamente a algunos de los que se encuentran vigentes, y de los que se benefician los integrantes del pequeño grupo de la alta IP.
El banquero, operando con base en los ordenamientos legales, está en condiciones de multiplicar los recursos que maneja, en varias veces su capital propio. Es así como los banqueros que manejan los bancos de depósito del país, manejaron en 1968 recursos por valor de 33,010 millones de pesos, con un capital de 2,135 millones. Ahora, como para tener el control de una sociedad anónima (y los bancos lo son) basta con disponer del 51% del capital, el pequeño grupo necesitó solamente una inversión de algo más de 1,000 millones para controlar la cuantiosa suma de 33 mil millones. Además, el banquero cuenta con dinero ajeno abundante para financiar sus negocios, y con sumas adicionales del Banco de México a baja tasa de interés. Y si esto fuera poco, está protegido de la eventualidad de otros competidores que desearan entrar al jugoso negocio, porque para establecer un banco se requiere concesión gubernamental, la cual no se otorga actualmente. Negocio redondo.
Una situación semejante de privilegio existe para los inversionistas que manejan las sociedades financieras, con la circunstancia de que en general son los mismos que controlan los bancos de depósito. Con una inversión de 1,160 millones de pesos manejan recursos por valor de 43,028 millones (Los datos corresponden al informe del Banco de México, de 1968).
El industrial disfruta también de grandes estímulos. Es acreedor a exenciones fiscales por varios años, en el período inicial de sus operaciones; se encuentra protegido frente a la competencia exterior, por medio de altas barreras arancelarias, de cuotas de importación y de otros expedientes; puede fijar los precios de sus productos casi a su antojo; para salarios generalmente bajos y que se revisan en períodos largos, que le permiten aprovechar las alzas en los precios y en la productividad para su propio beneficio; puede amortizar su inversión en un período muy corto, si es que reinvierte sus utilidades o parte de ellas. Todo esto, amén de los bajos impuestos (en relación a otros países y a sus verdaderas utilidades) y de las facilidades de que dispone para evadir parte del pago de dichos impuestos. Ahora, si el industrial forma parte de ese pequeño grupo que controla los bancos y financieras, dispone del dinero que necesita, con toda oportunidad y a tasas de interés más bajas.
Y por ese tenor la IP, especialmente la de niveles más altos, disfruta de estímulos que no podrían ser más favorables. Por ello obtiene utilidades muy elevadas, superiores al 20% sobre su capital invertido, y puede hacer con ellas lo que le venga en gana: aumentar sus negocios, dilapidarlas en consumo suntuario, convertirlas en dólares para hacer depósitos en bancos del exterior, para comprar valores extranjeros, o para gastarlos en costosos viajes de placer.
Si la IP recibe toda clase de estímulos, hecho reconocido debidamente por el propio Sr. Espinosa Yglesias en su disertación, que le han sido útiles a él mismo y a su grupo para servir de puente a uno de los más voraces monopolios internacionales, Du Pont de Nemours, para que viniera a explotar la ilmenita, fuente del titanio, escaso y fino material que se emplea, entre otras cosas, para fabricar naves espaciales.
Ciertamente nos queda mucha pobreza por desterrar, pero no lo conseguiremos si seguimos el interesado consejo del señor Espinosa Yglesias. Al contrario: aceleraremos la marcha hacia la concentración del poder económico en pequeños grupos privilegiados que aspiran a influir decisivamente en la política, para servirse con la cuchara grande, y daremos atole con el dedo y salarios regateados a un número cada vez mayor de desocupados.
Y en cuanto a los empleados bancarios, trabajadores excluidos anticonstitucionalmente de la tutela que a todos debe impartir la ley Federal del Trabajo… es otro tema digno de tratarse; pero el espacio de que dispongo ha terminado.♦