Objetivo urgente: abaratar las medicinas

 

El gobierno y la iniciativa privada pueden contribuir a resolver ese grave problema a través de una empresa científica poderosa.

México ha avanzado notablemente en materia de servicios médicos y asistenciales. El Seguro Social ha ido extendiendo sus beneficios a un mayor número de obreros y empleados de la ciudad y del campo; los empleados públicos disponen de servicio médico y medicinas, bastante aceptable y que se extiende y mejora constantemente; la Secretaría de Salubridad realiza campañas en gran escala para la erradicación del paludismo y de otras enfermedades que han sido azote de nuestro país; se construyen obras sanitarias, de introducción de agua potable, de drenaje, etc., que mejoran las condiciones de higiene y salud de la población. El esfuerzo, no cabe duda, ha sido colosal y los resultados de gran alcance.

La mortalidad, sobre todo la infantil, se ha reducido a la mitad en el lapso de 30 años, y la esperanza de vida de los mexicanos se ha ido ampliando consecuentemente: al nacer un mexicano tiene una esperanza de vivir de 56 años, si es hombre y de 58 si es mujer. En la pre-guerra apenas podía esperar vivir en promedio 45 años.

No obstante los notables progresos que hemos logrado, las condiciones en que vivía nuestro pueblo eran tan lamentables, que lo que resta por hacer para asegurar a la mayoría de los mexicanos condiciones satisfactorias de salud, es todavía de proporciones gigantescas. La magnitud del problema que tiene el país a este respecto, puede apreciarse por los siguientes datos:

Las enfermedades que más víctimas producen son todavía las de origen hídrico, (gastritis, enteritis, colitis, disentería) que revelan condiciones sanitarias inadecuadas, y las respiratorias (neumonía y tuberculosis pulmonar, tosferina y bronquitis). Según el Censo de 1960 existía en ese año más de 4 millones de viviendas, con cerca de 24 millones de habitantes sin servicios de agua potable ni drenaje. Por otra parte, la esperanza de vida en México, aún con los logros alcanzados, todavía es reducida, frente a la que alcanzan países como los Estados Unidos (67 y 73 años) Francia (67 y 74 años) y Japón (66 y 71 años).

La tarea a realizar es, por lo tanto, de grandes proporciones y muy urgente. Requerirá de cuantiosos recursos, de esfuerzos constantes y de medidas enérgicas para remover los obstáculos que la dificultan y la hacen más costosa. Además de la continuación con paso redoblado de la política de desarrollo general para elevar la producción, dar trabajo remunerado a la población trabajadora para que tenga ingresos que le permitan comer, vestir y habitar mejor, será menester gastar crecidas sumas en mejorar las condiciones sanitarias en general que eviten las enfermedades. También será preciso intervenir con mayor energía en la producción y venta de medicinas, complementos alimenticios y productos similares para que estén al alcance del gran público consumidor a los precios más bajos posibles.

Es nuestro propósito, en esta ocasión, ocuparnos de este último problema, es decir, del relativo a la forma de asegurar para el pueblo el suministro de medicamentos y productos similares a precios bajos. El estudio del problema nos lleva a la conclusión de que es perfectamente factible abaratar substancialmente estos productos en beneficio de la colectividad. Veamos a grandes rasgos los elementos más importantes del caso.

Monopolios extranjeros… medicinas caras

La industria químico-farmacéutica del país presenta características fuertemente monopolistas. No obstante que en 1962 existían 420 empresas en esta actividad, el grueso de los recursos y de las ventas correspondía a un reducido número de ellas. Así por ejemplo, las trece más importantes disponían en conjunto de 312 millones de pesos de capital, lo que representaba el 37% de los recursos totales de la industria de medicinas. Si agregamos las siguientes doce firmas encontramos que las veinticinco mayores manejaban el 50% del capital de toda esta rama industrial. El otro 50% correspondía a 395 empresas de menor tamaño.

El otro hecho que destaca en la industria de medicinas en México es el de que las empresas más importantes son filiales de los grandes laboratorios de los Estados Unidos y de Europa. Si tomamos como muestra las 150 firmas mayores que operan en México encontramos que en ellas el capital extranjero representa el 84.5% y el mexicano solamente el 15.5 por ciento.

En el capital extranjero tienen preponderancia con amplísima ventaja el norteamericano, ya que le corresponde el 61% de la inversión extranjera en esta industria. Los otros países que tienen alguna significación son Suiza, con el 7.4% Francia, con el 7.1%, Alemania con el 6.1%, e Italia con el 4.2%. “Nuestra” industria químico-farmacéutica es en realidad, una actividad de los monopolios norteamericanos (para variar). (Los datos anteriores están tomados de la interesante y bien documentada Tesis Profesional que presentó recientemente el joven Esteban Corona, para obtener su grado de Licenciado en Economía).

Los principales Laboratorios extranjeros son los siguientes:

Norteamericanos: Cynamid de México (75 millones de pesos de capital pagado), Syntex (60), E. R. Squibb and Sons (328.5), Eli Lilly y Compañía (25), Merck Johnson (14), Farmacéuticos Lakeside (10) y Compañía Mexicana La Campana (10 millones de pesos de capital).

Suizos: Sandoz de México (25 millones de capital pagado), Ciba (12 millones) y Productos Roché (10 millones).

Franceses Establecimientos Mexicanos Colliere (7 millones de pesos de capital), Grupo Russel (6.5), Establecimientos Lauzier (6), Waltz y Abbat (5).

Alemanes: Shering Farmacéutica Mexicana (10 millones de pesos de capital), Merck Mexicana (9), Casa Bayer (7) y Farmacéutica Hoechst Mexicana (4.5).

Los dos hechos señalados (concentración monopolista y dominio extranjero) son los directamente responsables del alto precio de las medicinas y productos similares, así como de que no se hayan desarrollado verdaderas industrias productoras de medicamentos.

Los monopolios extranjeros han venido al país en busca de utilidades máximas, las cuales obtienen a costa de los consumidores mediante precios muy por encima de los costos. Se calcula por conocedores del negocio que las medicinas llegan al público a un precio que es cinco veces el costo de producción. De esta suerte las utilidades son fabulosas. Se estima que las 25 empresas mayores obtienen utilidades netas entre el 20 y el 32% respecto al capital y reservas.

En relación a la falta de desarrollo en los procesos de fabricación en el país, los grandes laboratorios, por ser filiales de las mayores empresas del mundo, se han establecido principalmente con el propósito de aprovechar las ventajas que otorgan nuestras leyes en forma de exenciones y de altos aranceles para los productos acabados del exterior. Para ello les ha bastado con realizar algunos procesos finales, esencialmente el mezclado, envasado, y etiquetado de los productos que les son enviados por los laboratorios de sus matrices. Es comprensible que las firmas extranjeras no tengan ningún interés en aumentar sus inversiones en procesos de fabricación creando plantas competidoras de las que ya poseen en sus países de origen. Con aquellas se bastan para aquel mercado y para éste. La dinámica misma de las operaciones de las filiales extranjeras se convierte así en un obstáculo al desarrollo de una verdadera industria productora.

Hacia una solución

El problema que plantean los monopolios extranjeros de las medicinas presenta para su solución algunas dificultades importantes, pero que no son insuperables. Requieren sí de energía y decisión de parte del gobierno, del público consumidor y de los empresarios mexicanos. Pero existen bases bastante firmes para que se tenga éxito. Todo consiste en encontrar las mejores formas para actuar y llevarlas a la práctica.

Por nuestra parte, consideramos que la solución puede buscarse en la combinación de los esfuerzos del gobierno y de inversionistas mexicanos para establecer una empresa  que en forma científica y con grandes recursos, los que sean necesarios, instale laboratorios de fabricación de medicamentos, con la utilización de los técnicos mexicanos y la de extranjeros contratados, más de uso de patentes con pago de regalías, de los países que estén dispuestos a cederlas. Un proyecto de este tipo se justifica y tiene posibilidades de triunfar, por las siguientes razones:

1.— Lo requiere el interés general de la población de disponer de medicinas baratas.

2.— El gobierno, a través del Seguro Social, el ISSSTE y de la Secretaría de Salubridad es un gran consumidor de productos químico-farmacéuticos y sería muy conveniente que las adquiriera baratas.

3.— Ya existen muchos laboratorios mexicanos que, aunque generalmente medianos o pequeños, han logrado experiencias y conocimientos inapreciables, que son una base técnica y científica importante para mayores desarrollos.

4.— Existen capitales suficientes en México para un proyecto como el que se sugiere.

5.—Aunque el conocimiento de procesos de fabricación, etc., hay estado muy monopolizado, existen actualmente condiciones favorables para obtener ayuda técnica en varios países europeos.

Con la realización de un proyecto como el que presentamos se podrían lograr una serie de objetivos de un positivo interés nacional, que ahora es imposible alcanzar, como los siguientes:

1) Ejercer un control eficaz sobre los precios, por disponer de datos fidedignos sobre los costos.

2) Reducir el precio general de las medicinas por la eliminación de los enormes gastos de publicidad que ahora realizan los monopolios en forma injustificada y por la competencia que se establecería frente a ellos por la empresa mexicana mixta.

3) Reducir los fuertes envíos de utilidades al exterior y

4) Desarrollar en forma integral una verdadera industria nacional de productos químico-farmacéuticos.♦

Ceceña, José Luis [1965], "Objetivo urgente: abaratar las medicinas", México, Revista Siempre!, 628: 20-21, 7 de julio.