La Revolución Tecnológica, la única salida. El desarrollo del país exige poner en acción la ciencia y la técnica para cerrar el abismo.
Los prodigiosos avances tecnológicos de las últimas décadas están actuando como un poderoso fermento de transformaciones de largo alcance en la sociedad y en las relaciones internacionales. Los desajustes sociales que han dominado el escenario en los últimos años, no son sino manifestaciones concretas del impacto que los adelantos científicos y tecnológicos están teniendo en nuestra sociedad.
Por una parte, los descubrimientos científicos y sus aplicaciones técnicas han dado al hombre una mayor seguridad sobre su futuro, sobre sus casi ilimitadas posibilidades de conocer mejor el mundo y la sociedad en que vive, así como las posibilidades de utilizar sus conocimientos en la mejoría constante y substancial de sus niveles de vida. En tales condiciones, se hace más patente lo absurdo e injusto de la existencia de millones de personas que viven en condiciones subhumanas y sin el ejercicio de sus libertades. Tenemos aquí un fermento de la inconformidad social que se extiende a los cinco continentes, y que tiene diversas manifestaciones que van desde la rebeldía juvenil, la lucha “racial”, hasta los movimientos guerrilleros.
Los avances científicos y tecnológicos, por otra parte, tienden a acentuar el carácter social del esfuerzo de investigación científica, de su aplicación práctica y de todo el esfuerzo productivo. Tanto la investigación científica pura, como la aplicada y el desarrollo tecnológico es el resultado cada vez más de grandes equipos de científicos y técnicos, que utilizan además, todo el acervo acumulado por la sociedad a través de los siglos. Se trata pues, de un esfuerzo de tipo colectivo, no personal o individual. Si esto es cierto respecto a la ciencia y la tecnología, lo es todavía más en relación a todo el proceso productivo propiamente dicho, que concentra en grandes unidades a millares de trabajadores, y de empleados, de diversas calificaciones pero todos trabajando en un esfuerzo social para producir lo que la sociedad necesita. Este carácter social se ha ido acentuando a medida que la nueva tecnología requiere de inversiones de gran cuantía y mercados masivos para poder operar con eficiencia.
El creciente grado de socialización del esfuerzo de investigación científica y tecnológica, y de producción, contrasta y choca con la tendencia hacia la concentración en pequeños grupos privados, del fruto del esfuerzo de la sociedad. Esta tendencia de concentración de la riqueza y del poder económico actúa en un sentido contrario a la liberación del Hombre que, según dijimos no sólo es deseable, sino posible ahora que la ciencia y la técnica han alcanzado un nivel tan elevado que hace posible el progreso y bienestar de toda la humanidad. La concentración en manos privadas impide, por una parte, que el ingreso se distribuya de manera justa, y por la otra, otorga a esos grupos privados un poder de decisión económica contrario a los intereses de la sociedad en su conjunto.
Es así como los avances de la ciencia y de la técnica, que se han acentuado en los últimos años, está determinando cambios profundos en la sociedad que, aunque por el momento den la impresión de desquiciamiento y caos, a la postre la elevarán a niveles más elevados de progreso y de realización más cabal del Hombre.
Los países débiles se rezagan más
La Revolución Científica y Tecnológica de las últimas décadas lejos de haber contribuido a la reducción de la brecha que separa a los países subdesarrollados de los más avanzados, ha ampliado la distancia y ha acentuado el grado de dependencia en que se encuentran. Las razones de este fenómeno son diversas, pero las que consideramos de mayor relevancia son las siguientes.
Los avances científicos y tecnológicos se han originado en los principales países industrializados del mundo, que son los que más recursos tienen para realizarlos y que disponen de un nivel científico y técnico más elevado, como resultado de los esfuerzos de años atrás. De acuerdo con esto es lógico que sean esos países los primeros que se beneficiaron directamente de los adelantos logrados.
Otro elemento a considerar es el hecho de que las innovaciones técnicas y el “know how” en general, se encuentran controladas por las grandes empresas monopolistas, por medio de patentes, marcas, etc. y que por lo tanto no se encuentran a la libra disposición de terceros. Y huelga decir que las grandes empresas son especialmente cuidadosas en el manejo de sus “secretos científicos y técnicos”, porque constituyen las armas más poderosas de que disponen para dominar a sus rivales y controlar el mercado. Cuando estas empresas permiten a terceros el uso de alguna patente tratan de obtener las mayores ventajas, sea controlando la empresa solicitante, o imponiéndole condiciones que pueden referirse a la cantidad a producir con la patente, al precio a que deberá venderse el producto y hasta los mercados en que puede venderse. Esto, además de cobrar una “regalía” por el uso de la patente.
Finalmente, otro factor que tiene relevancia es que la tecnología moderna requiere cada vez de mercados más grandes y de más fuertes inversiones, además de estar sujeta a un proceso de cambios demasiados frecuentes. Estas características favorecen la concentración económica porque solamente las grandes empresas y los grandes países pueden estar en condiciones de realizar las enormes inversiones necesarias y disponer de mercados masivos para absorber la producción.
Puede apreciarse fácilmente la posición tan desventajosa en que se encuentran los países subdesarrollados en la marcha hacía el progreso la magnitud de los esfuerzos que tienen que desarrollar para lograr avanzar manteniendo su independencia. Generalmente no disponen de tecnología propia, al menos en la medida de lo necesario y sobre todo del grado de productividad de nivel internacional; por ello tienen que depender en gran proporción de la tecnología del exterior, la que es difícil obtener y que cuando se logra es cara, tiene ataduras o no es la más adecuada para las condiciones del país; cuando se tiene éxito y se logra en condiciones más o menos razonables utilizar la tecnología del exterior, y adaptarla a las condiciones locales, con demasiada frecuencia resulta que pronto esa tecnología se hace obsoleta por el gran dinamismo científico y técnico mundial, lo que echa una carga muy pesada sobre el país, que se ve obligado a realizar de nuevo grandes inversiones para mantenerse a un nivel adecuado de productividad, o tiene que conformarse con quedarse rezagado comprometiendo el bienestar y la independencia nacional, porque el que se queda atrás, es fácil presa de los más fuertes.
Redoblar esfuerzos, única salida
El panorama que se nos presenta, como puede verse, no es muy halagador. Nuestro futuro desarrollo afronta enormes obstáculos, especialmente en relación a la utilización de tecnologías modernas de alta productividad y que se adapten a las condiciones del país. Este problema se nos plantea ahora con mayor urgencia y magnitud, porque el avance que podamos lograr depende de manera creciente del factor científico y técnico, porque ya hemos superado los estadios inferiores del desarrollo que eran menos exigentes en cuanto a tecnología y nos proyectamos hacia niveles superiores en que el factor tecnológico juega un papel determinante.
Ha llegado el momento inaplazable de que realicemos un esfuerzo de gran envergadura para superar, de la mejor manera posible el obstáculo tecnológico que puede dar el traste con nuestro futuro. Desde luego se hace necesario que dispongamos de una verdadera política científica y tecnológica, que se base en factores sólidos y permanentes para que sirva de sustento a nuestro futuro desarrollo acelerado e independiente. Entre estos factores nos parece que tienen relevancia mayor los siguientes:
1.- Destinar amplios recursos a la investigación científica especialmente a la aplicada, aunque sin descuidar la de carácter básico.
2.- Fomentar por todos los medios posibles la preparación de técnicos en las fábricas nacionales y en las extranjeras.
3.- Utilizar la tecnología extranjera, adaptándola a las condiciones de nuestro país, en cuanto a disponibilidades de capitales y de recursos naturales y humanos.
4.- Determinar de manera cuidadosa el tipo de tecnología más adecuado para las distintas ramas de la actividad económica, especialmente para la industria.
No es exagerado afirmar que la elaboración y aplicación consecuente de una política científica y tecnológica de esta naturaleza y la asignación de recursos abundantes para llevarla a cabo constituye una de las mayores urgencias del momento. Y tal política es perfectamente factible llevarla a cabo si nos decidimos a ello, porque disponemos de bases más o menos sólidas para conseguirlo. Por lo pronto, los organismos descentralizados y las grandes empresas estatales están en condiciones de realizar un gran esfuerzo en este sentido. Ya algunas, como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad lo están haciendo. Sólo hace falta redoblar el esfuerzo y darle una forma orgánica que asegure su éxito.♦