Mercado interior limitado, mercado exterior difícil Urge una política que ataque a fondo estos problemas para asegurar que la industrialización juegue el papel de motor del desarrollo apoyada en un sector agropecuario dinámico que le sirva de base de sustentación; deben ser superadas la anarquización y la anarquía por medidas conscientes de planificación económica integral de acuerdo con las necesidades del país. |
La experiencia histórica de los países más avanzados y también la de un número creciente de los que se encuentran “en vías de desarrollo”, demuestra que la industrialización es la columna vertebral del desarrollo económico, sobre todo en el caso en que se necesita acelerar el ritmo del progreso. Afortunadamente ya han sido superadas las ideas de que los países agropecuarios y mineros debían mantenerse como tales “porque la especialización en esas actividades les daría ventajas importantes en la competencia internacional”, y que deberían renunciar al deseo de industrializarse “porque aunque lo desearan no podrían lograrlo, por falta de capitales y de tecnologías avanzadas” que les impedirían subsistir en la competencia con los países más desarrollados.
En las últimas décadas ha quedado demostrado no solamente la imperiosa necesidad que tienen los países agropecuarios y mineros de industrializarse a ritmo acelerado, sino también la posibilidad real de lograr importantes avances en esa dirección. Por una parte, la industrialización ha sido la palanca fundamental que ha impulsado el desarrollo de los países que van a la vanguardia del progreso, y la falta de ella ha sido el factor de mayor desventaja de los países de menor desarrollo. La industrialización permite elevar la productividad del trabajo, aprovechar mejor los recursos primarios crear más empleos, y mejor remunerados, aumentar los ingresos de la población y derivar mayores beneficios del comercio internacional. Además, en este mundo tan agitado, con amenazas constantes de conflictos internacionales que con frecuencia se convierten en luchas armadas, la falta de una estructura industrial amplia y desarrollada, coloca a los países agropecuarios cuando esos conflictos se plantean, en condiciones difíciles para asegurar abastecimientos de maquinaria, equipo y partes de repuesto. La industrialización, por lo tanto, es una imperiosa necesidad para acelerar el desarrollo y darle la solidez que requiere, y para proteger al país frente a fuerzas extrañas que tienden a obstaculizar o deformar su desarrollo y aun a amenazar su soberanía.
Por otra parte, un número importante de países que tenían una economía fundamentalmente agropecuaria o/y minera, han logrado considerables avances en el camino de la industrialización, avances que en algunos casos han sido de tal magnitud que la actividad industrial se ha convertido en el factor fundamental de su estructura económica. De esta manera, la realidad ha demostrado que la industrialización es una meta al alcance de los países agropecuarios y mineros y que como en el caso de los países más avanzados, constituye un factor de primera importancia para acelerar el desarrollo.
Tarea difícil, llena de obstáculos.
El esfuerzo industrializador de los países “en vías de desarrollo” no es una tarea fácil; por el contrario, afronta enormes obstáculos y problemas de tipo institucional, económico, técnico y social. Estos problemas son más variados y de mayor envergadura aún que los que tuvieron que resolver los países que ahora se encuentran a los niveles más altos del progreso. Veamos algunos de los más importantes.
Los países “en vías de desarrollo” no tienen colonias que explotar (ni desean tenerlas), que en el caso de Inglaterra y Francia, por ejemplo, fueron base de sustentación muy importante del desarrollo en una época crucial. No solamente eso, casi la totalidad de los países subdesarrollados vivieron bajo un status colonial y todavía luchan por superar condiciones de tipo semi-colonial.
Además de disponer de un mercado seguro en sus colonias, los empresarios de esos países tenían el control indiscutible de su propio mercado interior, lo que no sucede en nuestros países en donde el empresario nacional tiene que hacer frente en su propio país a una competencia muy desventajosa de parte de los grandes monopolios internacionales que desde fuera y desde dentro, ejercen un fuerte dominio sobre el mercado.
Como los nacionales de esos países eran los propietarios de las inversiones realizadas tanto en la metrópoli como en las colonias (y en otros territorios) las utilidades obtenidas, muy elevadas por las condiciones óptimas en que operaban, quedaban totalmente a su disposición para mantener y aun aumentar el proceso de capitalización y de esa manera acelerar el desarrollo. En nuestros países una parte considerable de las utilidades sale al exterior por concepto de dividendos, intereses, regalías, etc. Si bien es cierto que nuestros países reciben capitales del exterior en forma de inversiones directas y de créditos, también lo es que la corriente de salidas es mucho mayor que la de entradas.
Otro factor que juega un papel de considerable importancia en la situación de nuestros países es la dependencia comercial financiera y tecnológica en que se desenvuelven, que contrasta con la soberanía e independencia de que disfrutaron los países desarrollados en la época en que se transformaron en países industrializados. En este sentido pudieron darle a su desarrollo el curso que convenía a sus intereses y aprovechar sus recursos al máximo para lograrlo; libertad que en el caso de nuestros países se ve mediatizada por la dependencia respecto al exterior.
Finalmente, podemos considerar las condiciones favorables en que se desenvolvieron los principales países capitalistas en la época de su despegue industrial debido a que correspondía a una etapa de gran vigor del desarrollo del sistema capitalista, ya que había logrado ya dominar las trabas y obstáculos del feudalismo. Nuestros países, en cambio, están tratando de abrirse paso y aclarar la marcha, en un ambiente de una enorme tensión social, en escala internacional y en el ámbito nacional. Esta lucha social ejerce una gran influencia en el desarrollo, sea acelerándolo o retardándolo, deformándolo o dándole una orientación zigzagueante como resultado de la enconada lucha de intereses encontrados.
Hemos avanzado, pero serios problemas nos amenazan.
A pesar de las condiciones difíciles en que se ha tenido que realizar nuestro esfuerzo industrializador hemos logrado grandes avances en las últimas décadas. La industria ya ocupa el primer lugar en la estructura de la economía nacional, la productividad se ha elevado considerablemente, la ocupación industrial, y la derrama de ingresos ha aumentado en proporciones notorias y disponemos de una planta industrial que parecía una meta inalcanzable hace algunos años.
Sin embargo, el marco dentro del cual se ha logrado el desarrollo industrial ha determinado una serie de deficiencias, deformaciones y desequilibrios en la estructura industrial, que están obstaculizando la continuidad del proceso industrializador y planteando serios problemas no solamente dentro de la actividad industrial, sino en otros sectores importantes especialmente el agropecuario.
En términos generales podemos señalar que los mayores problemas, deficiencias y obstáculos que padece nuestra industrialización, son los siguientes:
Mercado insuficiente. La baja capacidad de compra de las masas populares, sobre todo de los campesinos, limita seriamente el desarrollo industrial (a ello se agregan los altos precios de los productos industriales). Respecto al mercado exterior, el panorama no es halagador, si es que nos mantenemos dentro de las condiciones en que hasta ahora hemos actuado.
Capacidad instalada no aprovechada. No pocas ramas industriales están operando a la mitad de su capacidad, por falta de mercado. Este fenómeno obedece a varias razones, entre las que se destacan las siguientes: baja productividad y altos costos unitarios, por el uso de maquinaria y tecnología atrasada, por la existencia de un crecido número de plantas pequeñas de bajo rendimiento, por los altos precios de los productos para el público, y por el innecesariamente grande número de plantas que operan en algunas ramas industriales.
La capacidad ociosa significa que existe un gran desperdicio de capacidad productiva, hecho que es inaceptable en un país con escasos recursos de capital y de tantas carencias de bienes de consumo.
Dependencia financiera y tecnológica respecto al exterior. En los últimos años las inversiones extranjeras se han concentrado en las actividades industriales, en donde han logrado una posición preponderante. Automóviles, tractores, llantas, productos químicos, medicinas, maquinaría, alimentos, y otras actividades industriales están dominadas por capitales extranjeros, fundamentalmente norteamericanos. Al dominio financiero se ha venido a agregar el ejercido a través de patentes, asistencia técnica, etc., que permite a las empresas del exterior participar en el manejo de los negocios y /u obtener crecidas sumas en forma de regalías y otros conceptos. La dependencia financiera y tecnológica impone al desarrollo industrial limitaciones que lo hacen más costoso, lo deforman y frenan su sano desenvolvimiento.
(Continuará)