Nuevo rumbo exige el desarrollo industrial

Una buena política podría reducir los precios hasta en un 30% en beneficio del consumidor; es necesario producir menos cervezas, menos cigarrillos, menos cosméticos y acelerar la producción de tractores, fertilizantes y maquinaria.

Hay que mexicanizar la propiedad industrial con una mayor inversión directa del gobierno

La necesidad de una política de industrialización bien integrada, dentro del marco de una política de desarrollo general, se hace cada día más apremiante al grado de que actualmente puede considerarse como el problema de mayor relieve que contempla nuestro país, después del representado por la dependencia respecto a los Estados Unidos. Esto no significa de ninguna manera que consideremos que otros problemas, en especial el agrario, tengan escasa significación y que deban ser dejados de lado o desatendidos; tal enfoque sería incorrecto y pecaría de fragmentario, ya que las distintas actividades económicas forman un complejo en donde existen estrechas interrelaciones de apoyo mutuo (o de obstaculización si no se sigue una política correcta).

La razón por la cual consideramos que en la estrategia del desarrollo del país en esta etapa debe ponerse el mayor énfasis en lograr un sano y vigoroso desarrollo industrial deriva de la convicción de que la industria debe ser el motor del desarrollo, por su mayor productividad y dinamismo apoyado, eso sí y de manera imprescindible, en un sector agropecuario que le sirva de base sólida de sustentación.

La justificación de esta estrategia encuentra una razón adicional en el hecho de que la industria constituye ya el principal renglón de la economía nacional, lo que significa que el ritmo, y solidez del desarrollo dependerá en forma creciente del dinamismo y solidez con que se desenvuelva la industria.

Planteado así el problema, consideramos que la política de industrialización debe ser objeto de una cuidadosa revisión a efecto de acelerar el ritmo de desarrollo de ese sector, de corregir las deficiencias anteriores, de remover obstáculos que la están frenando, de integrarla al engranaje económico general, y de convertirla en una de las más sólidas columnas de una economía independiente.

A manera de sugestiones, presentamos algunos puntos de vista y recomendaciones que nos parece podrían formar parte de la política de industrialización que necesita el país en estos momentos.

Industria y agricultura. Hasta ahora no ha habido la debida integración del desarrollo industrial con el del sector agropecuario (ni con otros sectores) por lo que los frutos del esfuerzo nacional desarrollado no han sido de la magnitud deseada, y lo que es todavía peor, se han generado serios problemas que están perjudicando tanto al sector industrial como a las otras actividades. De esta manera, aunque es innegable que el desarrollo industrial ha sido un factor importante de apoyo al desarrollo agropecuario y viceversa, la falta de una política correcta de desarrollo de esos, dos importantísimos sectores económicos, y la falta de coordinación entre ellos no solamente ha limitado los beneficios recíprocos, sino que ha tenido algunos resultados desfavorables tanto para la industria como para la agricultura. Por una parte, los altos precios de la producción industrial, resultantes de la política de exagerada protección y de deficiencias y deformaciones de nuestra industria, han impuesto una carga demasiado pesada al productor agropecuario que ha significado un freno considerable a la expansión de su producción por la elevación de sus costos, lo que ha reducido el ritmo de crecimiento de sus ingresos.

La elevación de precios de los productos industriales de amplio consumo ha afectado también a la población rural en general reduciendo su capacidad de compra, que de por sí es bastante limitada. Estos factores han impedido la elevación de los niveles de vida de la población rural tan numerosa en nuestro país y ha limitado el crecimiento del mercado interno.

Por su parte la industria ha resultado perjudicada con la baja productividad agropecuaria, que significa costos y precios mayores, y también ha resentido las deficiencias en la producción y abastecimiento de materias primas originadas en ese sector. Los altos precios de los alimentos han tenido un impacto desfavorable en la industria por su influencia en la elevación del costo de la vida de la población obrera.

Por las razones expuestas consideramos que uno de los aspectos más importantes que debe contener una política de industrialización (y de desarrollo general) es asegurar la debida integración de la agricultura y de la Industria que son los renglones productivos básicos del país, que se apoyen mutuamente en las condiciones óptimas. De esta manera el desarrollo industrial tendría una base de sustentación sólida y a su vez, contribuiría en forma decisiva en el desarrollo agropecuario.

Considerado, ahora el sector industrial propiamente dicho, entre los problemas más importantes que requieren una atención especial en una política de industrialización, se encuentran los siguientes:

Mayor integración y equilibrio. El desarrollo industrial que hemos logrado adolece, como indicamos en otra ocasión, de una notoria falta de proporción entre las industrias ligeras o tradicionales y las de tipo básico, pesado o de medio de producción. Existen también desproporciones indeseables dentro de cada uno de esos sectores. En las de tipo de bienes de consumo se han desarrollado desmesuradamente algunas como las de producción de cerveza y otras bebidas alcohólicas, las de cigarrillos, y muchas otras de bienes de lujo o de consumo de “Economía de prestigio”, mientras que se han quedado visiblemente rezagadas otras mucho más importantes, como las de productos textiles de amplio consumo, de productos alimenticios, de calzado, etc., etc. Algunas de estas se encuentran en verdadera crisis, como la azucarera y la textil de algodón.

Una situación parecida presenta el desarrollo de las industrias de bienes de producción. Además de que en general este sector no ha progresado con el ritmo necesario, se registran serias lagunas en su composición, especialmente en la producción de maquinaria industrial y agrícola, y en la de máquinas-herramienta.

En este sentido, se hace necesario que se ponga un mayor énfasis en la producción de medios de producción, y en las de tipo ligero que produzcan artículos de amplio consumo.

Por otra parte, se hace necesario que se desarrollen mayores esfuerzos para lograr un mayor grado de elaboración industrial, en el país para aumentar la ocupación de trabajadores y técnicos mexicanos y elevar el consumo de materias primas y de productos intermedios de origen nacional.

Mejor selección de tecnologías. La falta de una verdadera política de industrialización ha llevado, entre otras cosas a la utilización de tecnologías que muy frecuentemente no corresponden a las condiciones del país. Muchas de estas tecnologías han sido traídas al país por empresas extranjeras porque así ha convenido a sus intereses, sin tomar en cuenta las necesidades reales de nuestro desarrollo industrial. En general esas tecnologías, ponen énfasis en el ahorro de mano de obra y en el uso de mayor capital, porque en los países altamente desarrollados es la fórmula que conviene a los empresarios; es obvio que las condiciones de México son otras. La tecnología que debe utilizarse en México debe tomar en cuenta los distintos factores de productividad, monto de la inversión, magnitud del mercado, capacidad para proporcionar empleos, y la contribución que puede dar a la mejor distribución de los ingresos.

En el aspecto tecnológico también debe procurarse impulsar el desarrollo de la investigación científica aplicada y de las innovaciones tecnológicas propias.

Ajustar el número de empresas y su tamaño a la magnitud del mercado. La existencia de una gran cantidad de empresas pequeñas de bajo rendimiento y en otros casos de un número también elevado de grandes empresas en muchas ramas de la industria constituye uno de los grandes problemas de nuestro desarrollo industrial, porque eleva los costos de producción, da lugar a un enorme desperdicio de capacidad productiva y es causa de elevación de precios. Debe por lo tanto estudiarse con todo cuidado la forma de reorganizar estas ramas de manera que en cada una operen las empresas que sean necesarias solamente y que dichas empresas alcancen las dimensiones más convenientes para lograr los mejores resultados. Este es un problema difícil y delicado, porque implica afectar fuertes intereses creados en los casos de grandes empresas, y en lo que hace a las numerosas empresas pequeñas que caracterizan a algunas ramas industriales el problema una complejidad de aspectos de desocupación obrera, de desplazamientos de empresarios menores, la mayor parte de ellos mexicanos, etc., etc. Sin embargo, los perjuicios que se derivan de la situación actual son tan grandes, que debe llevarse a efecto ese ajuste desde luego de manera bien meditada y responsable.

Revisar a fondo la política de protección industrial, especialmente la protección arancelaria y las franquicias fiscales. La política de incentivos es indispensable, desde luego, pero debe evitarse que mediante esa política de fomento los consumidores “cautivos” paguen precios tan elevados por productos de baja calidad y que sobre sus espaldas recaiga todo el peso de la industrialización; debe evitarse que los inversionistas se enriquezcan de manera tan desmesurada como lo han hecho y que disfruten de situaciones de monopolio que les dan un gran poder económico y político.

Control de precios. Un mayor rigor en la fijación y control de precios de los productos industriales se hace impostergable, como medios para proteger a otros los productores del propio sector industrial, y muy especialmente a los del sector agropecuario, y para proteger también a los consumidores en general. En este sentido debe ponerse atención muy especial en la acción de los intermediarios que elevan desmesuradamente los precios que tienen que pagar al consumidor final; en términos generales el intermediario eleva al doble el precio de fábrica de los productos.

Mexicanizar la industria. Siendo la industria el factor más dinámico y promisorio de nuestro desarrollo económico, es absolutamente necesario que esté en manos de mexicanos en lo fundamental. Ya es conocido el hecho de que es en la industria en donde se han concretado las inversiones extranjeras, por las altas utilidades que reporta y por la complementación que significan de las grandes empresas internacionales en sus operaciones en el mundo. El control extranjero de muchas de nuestras industrias tiene muchos inconvenientes: las hace depender de manera casi permanente de abastecimientos del exterior, impide el avance en los verdaderos procesos industriales, eleva los costos por las manipulaciones de las matrices, da lugar a intervenciones directas en la economía nacional y propicia la salida de divisas en fuertes cantidades por diversos conceptos.

Para avanzar en la mexicanización el gobierno (de acuerdo con un Plan) debe tener la exclusividad o al menos preponderancia en las ramas industriales que se consideren básicas; y debe tener preferencia o “ser mano” para comprar empresas que frente a los capitalistas extranjeros, y en algunos casos aún frente a los inversionistas mexicanos; debe adoptarse el sistema de acciones nominativas para las sociedades anónimas, en especial para aquellas que tengan algún capital extranjero.

Finalmente, aunque de ninguna manera queda agotado el tema, es impostergable que se adopten medidas adecuadas para fortalecer por todos los medios posibles, el mercado interno, es decir la capacidad real de compra de las grandes masas populares.♦

Ceceña, José Luis [1970], "Nuevo rumbo exige el desarrollo industrial", México, Revista Siempre!, 868: 12-13, 11 de febrero.