Rebelión de América Latina ante el saqueo de los monopolios de E.U.

Durante 1968 nuestro continente recibió nuevas inversiones norteamericanas por valor de 461 millones de dólares y en cambio remitió 1,070 millones de dólares por concepto de utilidades, lo que significa una extracción de 609 millones.

Las relaciones entre la América Latina y los Estados Unidos están llegando a un punto crítico. Pasadas las ilusiones que provocó la Alianza para el Progreso —al menos en algunos círculos gubernamentales y del sector privado— y con la efervescencia que se extiende por toda la América Latina por la agudización de los problemas económicos que afectan a las mayorías campesinas y obreras, los gobiernos de nuestro continente se están decidiendo a adoptar una posición menos sumisa ante las pretensiones hegemónicas de los monopolios norteamericanos y de su gobierno.

Los pobres financian a los ricos: las divisas extraídas de la América Latina sirven para que los monopolios norteamericanos aumenten sus inversiones en el mundo, especialmente en Europa, por lo que, de manera indirecta, la América Latina está financiando el desarrollo de países ricos.

La "solución" de los monopolistas representados por Rockefeller consistente en más ayuda militar y mayores inversiones extranjeras es contraria a los intereses latinoamericanos. Lo que nuestros países necesitan es desarrollo con independencia y libertades. Más armas e inversiones monopolistas aumentarán la dominación norteamericana y aumentarán la intranquilidad del Continente.

Ya en la reunión de Viña del Mar, Chile, en un claro enfrentamiento con los Estados Unidos, los países latinoamericanos plantearon de manera unificada algunas demandas básicas, como la de un trato justo en materia de intercambio comercial y condiciones aceptables en el otorgamiento de créditos exteriores. Como se recordará, se encomendó al Ministro de Economía de Chile, señor Valdés la presentación directa ante la Casa Blanca, del pliego de quejas y demandas de los países latinoamericanos.

Las demandas no tuvieron respuesta inmediata, porque, se afirmó entonces, debía esperarse el informe de Nelson A. Rockefeller para diseñar la “nueva” política norteamericana en la América Latina. Como era de esperarse, el Informe Rockefeller lejos de abordar adecuadamente los problemas vitales de la América Latina y buscar soluciones eficaces en función de una mayor colaboración sobre bases equitativas, apuntó “soluciones” que de ser tomadas en cuenta, empeorarán la situación económica, política y social de nuestro continente, y aumentarán la tensión existente en las relaciones con los Estados Unidos.

En efecto, las “soluciones” presentadas por el señor Rockefeller y su numeroso equipo, consistieron principalmente en el aumento de “ayuda” militar, y el incremento de las inversiones norteamericanas privadas.

Como puede verse, la política de los monopolios norteamericanos es la misma ahora, que la de principios de siglo: la “ayuda” militar no es otra cosa que una manera disfrazada de intervención directa en los asuntos internos de los países latinoamericanos ya que reviste la forma de suministro de armas y la participación de “misiones” militares que en la práctica tienen una influencia determinada en los países en que operan. Estas “misiones” son el substituto de los desembarcos de “marines”, con la ventaja para los Estados Unidos de que su presencia es menos notoria y puede tener una duración indefinida.

De manera semejante, las inversiones privadas norteamericanas de ahora, por más que revisten algunos matices nuevos impuestos por las realidades del momento, tienen en el fondo el mismo carácter dominador que las de finales del siglo pasado y principios del presente. Aquéllas y éstas son inversiones monopolistas que buscan las máximas utilidades y que luchan por apoderarse de materias primas y de mercados, y que tratan de explotar mano de obra barata. No debe engañar el hecho de que la motivación pregonada en los actuales momentos consiste en “ayudar al desarrollo” de nuestros países, ya que este propósito es secundario en los objetivos monopolistas, y por ello queda supeditado al objetivo fundamental de obtener lucros máximos.

Para comprobar que esto es así baste indicar que las inversiones internacionales se dirigen hacia los renglones más lucrativos apartándose de los que implican mayores riesgos o que producen utilidades reducidas, aunque estos renglones sean realmente de gran importancia y beneficio para los países receptores. Por otra parte, las cifras oficiales norteamericanas revelan que las empresas norteamericanas en la América Latina obtienen ganancias bastante elevadas, que les permiten reinvertir una proporción importante y además extraer fuertes sumas de nuestros países. En 1968 las utilidades netas obtenidas por las empresas norteamericanas en la América Latina ascendieron a 1,367 millones de dólares, con una inversión de 11,010 millones de dólares, lo que les permitió reinvertir  297 millones y remitir a sus matrices 1,070 millones de dólares. Es ese mismo año las nuevas inversiones extranjeras que recibió la América Latina sumaron 461 millones, es decir 609 millones menos que lo que se remitió al exterior.

A la extracción de capital por concepto de utilidades habría que agregar el importe de las regalías y pagos por asistencia técnica, las pérdidas que reporta el comercio inequitativo, el servicio de transportes marítimos de alto costo, etc., que se eleva a varios millones de dólares adicionales que son extraídos de la América Latina cada año. El pago de regalías y asistencia técnica significó por sí solo una sangría de 228 millones de dólares en 1968.

La creciente presión de la América Latina obligó al presidente Nixon a hacer algunas concesiones, aunque de escasa significación en la práctica. Por una parte, “liberalizó” los préstamos de las agencias gubernamentales estadounidenses permitiendo que el importe de los mismos se pueda gastar en los propios países receptores; buena parte de estos gastos beneficiarán a empresas norteamericanas que operan en la América Latina y que dominan la industria en nuestros países. Por la otra, ofreció considerar una reducción de aranceles para productos latinoamericanos; este ofrecimiento no ha tenido manifestaciones concretas de importancia hasta ahora.

Ante la actitud norteamericana de persistir en su política de buscar su propio interés (la de los monopolios), y frente a la agudización del desequilibrio externo de la América Latina y el empeoramiento de las condiciones de vida de las masas populares algunos países se han visto compelidos a buscar otros caminos para acelerar su desarrollo y defender su independencia, como ha sido el caso de Perú y de Bolivia, particularmente del primero. Esta decisión ha provocado represalias de parte de los monopolios norteamericanos y de su gobierno, por lo que han tenido que enfrentarse. (Retiro de ayuda, boicot, cancelación de compras, presiones diplomáticas).

En el caso de otros, se ha robustecido la decisión de aprovechar los canales disponibles para plantear sus problemas y reiterar sus demandas de un trato más justo. Tal fue lo que sucedió en la reciente reunión del CIES en Venezuela, en donde, como en Viña del Mar, la América Latina presentó un frente unido en defensa de sus intereses ante los Estados Unidos. Aunque en esta ocasión el tono asumido fue más moderado que en Viña del Mar, se avanzó en la unificación de la lucha latinoamericana y se reiteró la posición de enfrentamiento a los intereses monopolistas de ese país. Por otra parte, reunión dio oportunidad a algunos países para manifestarse en favor de un acercamiento con Cuba y de la reincorporación de este país a la comunidad de naciones latinoamericanas.

Incongruencias y debilidades del Frente Latinoamericano.

No obstante los indiscutibles avances que se han logrado en la integración de un frente latinoamericano unificado para la defensa de los intereses comunes ante los Estados Unidos, la cohesión interna alcanzada hasta ahora dista mucho de ser satisfactoria, por lo que la efectividad de la acción ha sido reducida y débil.

Existen grandes diferencias en la actitud de los países respecto a lo que debe hacerse y a la manera de llevarla a cabo; más aún, hay países cuyos gobiernos son instrumentos sumisos de los monopolios y gobierno norteamericanos y que forman con ellos una estrecha alianza porque de ello derivan su “fuerza” para mantenerse en el poder; otros más se encuentran enfrascados en luchas fratricidas por cuestiones de límites o de diversos agravios que existen entre ellos, que les impide dirigir sus esfuerzos comunes a metas más elevadas de liberación del dominio de los monopolios norteamericanos.

Países como Brasil, Paraguay, Nicaragua, República Dominicana y Guatemala, por ejemplo, dominados por dictaduras militares o civiles, están empeñados en un verdadero maratón para recibir “ayuda” militar y capitales privados norteamericanos en condiciones lesivas para la soberanía nacional y los intereses populares. Algunos de estos países han suscrito convenios de “garantía a las inversiones extranjeras” mediante los cuales se otorgan privilegios al capital foráneo que abren la puerta a la intervención del gobierno norteamericano en sus asuntos internos al aceptar el arbitraje en casos de conflicto.

En otros casos, los gobiernos de algunos países latinoamericanos han estado prestos a colaborar en la política del boicot y hostigamiento de los monopolios norteamericanos contra países hermanos que han tenido el atrevimiento de resistir o rebelarse a las pretensiones de dominio exterior. Tal sucedió en el caso del boicot a Cuba con la supresión de la cuota azucarera, que se repartió entre diversos países, y ahora parece repetirse en el caso del boicot a Perú y Bolivia a raíz de la nacionalización del petróleo.

Pero la tendencia es muy clara, a pesar de las discrepancias, hacia una mayor y más sólida unificación de los países de la América Latina para defender sus intereses frente a los Estados Unidos. El robustecimiento de esa unidad es vital para acelerar el desarrollo económico independiente y para beneficio de las mayorías populares de nuestro continente, y constituye una de las tareas fundamentales a que debemos consagrarnos los latinoamericanos.♦

Ceceña, José Luis [1970], "Rebelión de América Latina ante el saqueo de los monopolios de E.U.", México, Revista Siempre!, 873: 20-21, 18 de marzo.