Una política nacionalista sería el contraveneno
El comercio exterior en 1910 arrojó un superávit de 44 millones de dólares, en 1969 registró un déficit de 569 millones de dólares considerando las operaciones de mercancías, turismo, etc.
La azarosa historia de la deuda exterior de nuestro país que en más de una vez puso en peligro la soberanía nacional nos ha hecho muy sensibles a contraer compromisos internacionales que puedan dar base a la repetición de interferencias que tiendan a limitar nuestros derechos de auto-determinación. Cierto que se han producido algunos cambios en el tipo de acreedores internacionales y en las formas en que se manejan los desajustes que surgen en materia de deudas entre las naciones, pero no obstante ello, subsiste el hecho fundamental de que el endeudamiento con el exterior implica ataduras de diverso carácter de los países deudores respecto a sus acreedores internacionales y que cuando se llega a depender demasiado de los créditos exteriores se crean elementos de inseguridad y desequilibrios de grandes consecuencias.
Es por estas razones que la opinión pública tiene una justificada preocupación por el proceso de endeudamiento que está teniendo lugar en los últimos años, y por lo que aunque parezcamos demasiado reiterativos, hemos de ocuparnos de este problema, a la vista de las nuevas cifras e informaciones de que disponemos. Nuestro análisis se referirá tanto a la llamada deuda exterior (deuda antigua, créditos, venta de valores en el exterior y obligaciones derivadas de expropiaciones y reclamaciones), como a las Intervenciones Extranjeras Directas (inversiones privadas en negocios) ya que estas últimas también representan obligaciones con el exterior y determinan salidas de divisas de considerable cuantía.
Más de 5,500 millones de capital extranjero.
La deuda exterior de México en el año de 1950 se calcula en 506.2 millones de dólares, en la que se incluyen los remanentes de las deudas antiguas, obligaciones derivadas de las nacionalizaciones del petróleo y de los ferrocarriles y de reclamaciones agrarias, y finalmente, los nuevos créditos obtenidos a partir de 1942. Para 1968 la deuda exterior se elevó a 2,509 millones de dólares, y para 1969 se estima en 2,850 millones de dólares, de los cuales más del 86% corresponden a las obligaciones vigentes por nuevos créditos. Para 1969 la deuda exterior total se estima en 2,850 millones de dólares. Esto significa que desde 1950 las obligaciones exteriores se han elevado de 500 millones a 2,850 millones de dólares, cifra esta última que es más de 5 veces la de 1950.
Para dar una idea más concreta y detallada del movimiento que ha tenido la deuda exterior, tomemos los datos correspondientes a los nuevos créditos que constituyen el grueso de esas obligaciones y para los cuales existe una información más precisa y abundante.
La utilización de nuevos créditos ha seguido una tendencia visiblemente ascendente desde el sexenio del general Ávila Camacho hasta el actual. En el sexenio de 1940 a 1946 se utilizaron 55.7 millones de dólares de créditos exteriores; en el siguiente la suma se elevó a 207 millones de dólares; volvió a aumentar en los seis años siguientes en los que se utilizaron 625 millones para seguir su tendencia de fuerte aumento en el régimen del licenciado López Mateos, durante el cual se usaron 2,394.4 millones de dólares; para elevarse durante los cinco años del actual régimen a 3,325 millones de dólares, cifra que puede llegar a los 4,000 millones al completarse el sexenio, si consideramos que en 1970 se utilicen 675 millones, que es el promedio anual de los cinco años transcurridos.
Debe observarse que en cada sexenio el monto de los créditos utilizados supera a la cifra acumulada de todos los sexenios anteriores considerados. En el régimen del licenciado Miguel Alemán se superó la cifra del período anterior; en el del licenciado Adolfo Ruiz Cortines se excedió la suma de los créditos utilizados en los dos regímenes anteriores; en el del licenciado Adolfo López Mateos se superó ampliamente la cifra conjunta de los tres sexenios anteriores, y en los cinco años del gobierno actual se ha superado ya la suma acumulada de los cuatro períodos presidenciales anteriores.
El proceso de endeudamiento, sin embargo, no ha sido tan intenso porque los pagos por amortizaciones también se han ido elevando en forma acelerada: en cada sexenio se han hecho amortizaciones que han superado a la suma acumulada de los anteriores, acentuándose el fenómeno en los dos últimos regímenes presidenciales. En el sexenio 1959-64 los pagos por amortizaciones alcanzaron la suma de 1,278 millones de dólares, y en los cinco años del actual gobierno se han elevado casi al doble, 2,430 millones de dólares.
El monto tan elevado de las amortizaciones es resultado del fuerte crecimiento de los créditos utilizados y a la vez revela que está siendo causa de la utilización de cantidades crecientes de financiamientos exteriores, debido a la situación fuertemente deficitaria que presenta nuestro comercio internacional en mercancías y servicios. Se tienen que contraer más y más créditos. Las elevadas amortizaciones que se han tenido que pagar en el actual gobierno (2,430 millones) han determinado que el ingreso neto proveniente de los nuevos créditos (que como indicamos suman 3,325 millones de dólares), vaya a alcanzar la cifra de 895 millones de dólares, es decir, apenas el 27% del monto de los nuevos créditos utilizados. Esto quiere decir que casi tres cuartas partes de los nuevos créditos (el 73%) ha servido para hacerle frente al pago de las amortizaciones de los créditos anteriores acumulados. También significa que una parte importante de la contratación de nuevos créditos resulta de las cargas que se heredan de los regímenes anteriores.
Ahora, las obligaciones con el exterior, como indicamos anteriormente, no se limitan a las deudas propiamente dichas, sino que abarcan también los compromisos derivados de las inversiones extranjeras directas en la forma de remesas al exterior de utilidades, regalías, intereses y otros conceptos que tiene que hacerse en divisas y que afectan la Balanza de Pagos. En este sentido las cifras básicas nos revelan que la situación es también seria y que tiende a acentuarse.
En 1950 las inversiones extranjeras directas en México tenían un valor de 569 millones de dólares, cifra que fue aumentando hasta llegar a 2,699 millones de dólares en 1969, es decir, casi 5 veces el nivel de aquel año. El aumento de las inversiones significó un aumento también de las remesas al exterior, las que se elevaron de 66 millones de dólares en 1950 a 255.5 millones de dólares en 1968 (última cifra disponible).
Si comparamos las salidas de divisas de las empresas extranjeras con las nuevas inversiones que han ingresado al país, encontramos que las primeras han sido, de 1950 a 1968, de 2,784 millones de dólares, mientras que las entradas han sido de 1,451 millones, lo que significa una salida neta de 1,333 millones de dólares. Sobre esto hay que considerar que del producto de sus utilidades en México han reinvertido en nuestro país en el mismo período 654 millones de dólares.
Ahora bien, tomando conjuntamente las obligaciones de la deuda exterior y las resultantes de las inversiones extranjeras directas significa pagos conjuntos (por intereses, amortizaciones, utilidades, regalías, etc.), de 968 millones de dólares en el año de 1969, lo que representa el 35% de todos los ingresos que en este año recibimos del exterior por la venta de mercancías, turismo, etc. Para fines de comparación diremos que en el último año del régimen de Porfirio Díaz esa carga representó el 15%, es decir, menos de la mitad. Y, lo que es más, en aquel tiempo el comercio exterior del país arrojaba un superávit, en tanto que ahora registra un fuerte déficit de 569 millones de dólares.
Tenemos, parece evidente, la amenaza de una bomba de tiempo que puede causar serios problemas si no ponemos remedio oportuno. Por lo pronto el nuevo gobierno recibirá una herencia acumulada bastante pesada.♦