El dólar, en crisis II

 

Decididos a fortalecer su moneda y evitar su posible devaluación ante el oro, los Estados Unidos toman medidas sin precedente en apoyo de su economía y su prestigio.

Las autoridades norteamericanas se han decidido a fortalecer el dólar y evitar su devaluación frente al oro y a las monedas de los otros países. Las razones de tal decisión son varias y de mucha importancia.

Se destaca entre ellas el factor prestigio. La devaluación del dólar sería interpretado por el mundo como una manifestación de debilidad de los Estados Unidos. Esto tendría consecuencias desfavorables para ese país, sobre todo en el sector de sus aliados europeos y asiáticos.

También tienen capital importancia el aumento que provocaría en costo de las operaciones militares en el exterior, que se harían con dólares devaluados. Asimismo, la devaluación significaría beneficiar, en detrimento de los Estados Unidos, a los países productores de oro (entre los cuales figura la Unión Soviética) y a los que ahora poseen fuertes reservas como Francia y Alemania Occidental.

Por otra parte, la devaluación del dólar desequilibraría la estructura del comercio internacional. Las mercancías norteamericanas se abaratarían en el mercado mundial y darían a los Estados Unidos una ventaja sobre los productos de los otros países. Los norteamericanos venderían más y los demás países venderían menos. Esto provocaría serios conflictos que podrían perjudicar las relaciones de los Estados Unidos con muchos países afectados. Podría desencadenar una serie de devaluaciones de las principales monedas del mercado, y llevar al caos monetario.

El gobierno norteamericano seguramente ha calibrado todos estos factores (y otros más) para llegar a la conclusión de que es preferible evitar la devaluación del dólar, manteniendo su equivalencia actual con el oro de 35 dólares por onza troy. Esta decisión significa también que se mantendrá la equivalencia actual del dólar frente a las demás monedas del mundo.

La política de fortalecimiento del dólar se dirige a nivelar las cuentas internacionales de los Estados Unidos, es decir, a eliminar el déficit que está arrojando la balanza de pagos, que como hemos indicado en otra ocasión, se elevó a más de 3 millones de dólares en promedio anual, en el periodo de 1958 a 1964.

Las medidas que se están poniendo en práctica con ese fin, tienden a elevar lo más posible los ingresos provenientes del exterior, por una parte, y a reducir los gastos norteamericanos en otros países, por la otra ¿En qué consisten esas medidas y qué consecuencia tendrán? Veamos de cerca este problema.

“See American first”

En toda la Unión Americana se encuentra en marcha una campaña vigorosa con el lema de “Conozca primero los Estados Unidos”. El objetivo es influir en los ciudadanos norteamericanos para que en lugar de salir a Europa, México, Japón u otros países que atraen enormes cantidades de turistas estadounidenses cada año, disfruten de sus vacaciones visitando las regiones de interés de los propios Estados Unidos. De esta manera se tiende a disminuir la salida de dólares.

Simultáneamente se están intentando medidas dirigidas a reducir los gastos de los turistas que deciden ir al extranjero. Como existe libertad de cambios en los Estados Unidos, lo único que puede hacer el gobierno en este sentido es adoptar medidas indirectas como la de fijar un límite bajo a los productos que los turistas pueden introducir a los Estados Unidos sin pagar impuestos.

Se intenta también reducir los créditos y gastos gubernamentales y privados en el exterior, haciéndolos más selectivos. Con tal fin se han dado instrucciones a las instituciones oficiales y se ha pedido colaboración de los bancos e inversionistas privados. Los créditos y ayudas gubernamentales al exterior están siendo objeto de un mayor escrutinio y se les hará todavía más “condicionados” y se reducirá su monto.

Los banqueros y grandes inversionistas en valores han sido invitados a considerar con extremo cuidado sus operaciones  fuera de los Estados Unidos y se ha pedido a las empresas industriales y de otro tipo que ajusten sus inversiones internacionales de manera que se hagan con toda prudencia y en condiciones óptimas de rendimientos.

Finalmente, se hacen esfuerzos por inducir a los norteamericanos a preferir los productos nacionales a los del extranjero, como medio de reducir las compras que signifiquen salida de dólares.

Actualmente se venden en Estados Unidos gran cantidad de productos manufacturados japoneses, alemanes y de otro origen.

Por el lado de los ingresos de divisas, se están realizando grandes esfuerzos para estimular las exportaciones de productos norteamericanos y elevar los envíos de utilidades a los Estados Unidos por las empresas norteamericanas que operan en el exterior.

Lo primero… la guerra

Salta a la vista que la política que está siguiendo el gobierno de los Estados Unidos para fortalecer el dólar se orienta a lograr sus objetivos sin disminuir los gastos militares.

No se está haciendo nada por contraer las enormes erogaciones de tipo militar, sino que por el contrario día a día se las eleva en grandes proporciones. Vietnam y Dominicana son solamente los ejemplos más notorios. Esto dificulta o más bien hace nugatorios los esfuerzos por equilibrar la balanza de pagos.

Estados Unidos ha lanzado un “boomerang”

La política que está siendo adoptada para fortalecer el dólar tiene pocas posibilidades de tener buenos resultados si no se reducen los enormes gastos militares y se diminuye la tensión mundial. Podrá quizás reducirse el déficit de la balanza de pagos a corto plazo, pero a costa de crear grandes problemas para el mundo y para los propios Estados Unidos.

Por principio de cuentas, la política de reducir las compras de los Estados Unidos a otros países y de restringir el turismo (por más que es legítimo) tendrá un fuerte impacto desfavorable en todas las naciones que actualmente tienen relaciones intensas en esos renglones, entre ellos los principales países europeos, Japón y también México.

Igual resultado tendrá la disminución de los créditos y las ayudas del gobierno, así como el aumento de los envíos de utilidades hacia los Estados Unidos. Como ambos tipos de medidas, los países que tienen estrechos lazos económicos con esa Nación, verán contraerse sus ingresos de dólares y por consiguiente tendrán que reducir sus compras de mercancías y servicios a los Estados Unidos.

En un mundo de tan estrecha independencia, los países (y sobre todo los poderosos) no pueden actuar en forma unilateral e irresponsable, si se afectan los intereses de los demás. Si lo hacen, lo que consiguen es crear y agravar conflictos y perder amigos.

Más cañones y mayor déficit

Apenas iniciado el programa de fortalecimiento del dólar, se han presentados grandes obstáculos que amenazan con impedir el logro de esa meta. Por una parte, las aventuras guerreras norteamericanas en el sureste de Asia, el Caribe y otros lugares, se están transformando en verdaderos “dolores de cabeza” para la máquina militar de ese país y están consumiendo mucho mayores cantidades de armas y de hombres de lo que el Pentágono estimaba.

Con el aumento de gastos militares en los últimos meses parece ser que en este año (a pesar de los ahorros que se hagan en otros renglones) el déficit será todavía más acentuado que en 1964. Esto, descontando la posibilidad de una guerra mayor.

Pedirle peras al olmo

Por otra parte, la colaboración interior y exterior a la política seguida, factor indispensable para que tenga éxito, está encontrando serios obstáculos. Los inversionistas desean ante todo obtener utilidades y como existen muchos renglones atractivos fuera de los Estados Unidos para nuevas inversiones, seguirán colocando sus capitales en ellas reinvirtiendo sus utilidades y utilizando nuevos capitales. Por esta razón no se puede espera una amplia colaboración de este sector. Sería pedirle peras al olmo.

“Viajar, ahora que todavía se puede”

Tampoco parece muy prometedor el apoyo de los viajeros norteamericanos. La revista U. S. News and World Report, que se edita en Washington en su último número, muestra serias preocupaciones porque está aumentando fuertemente el gasto de los turistas en el exterior. Según ella, se espera que en este año aumenten las erogaciones por este concepto, para alcanzar la cifra récord de 3 800 millones de dólares. Parece que la actitud de los norteamericanos es la de “conocer el mundo ahora que todavía se puede”, producto de la psicosis de guerra.

Finalmente, es muy dudoso que la política que se está aplicando despierte la simpatía del mundo que va a salir afectado con ella. Francia es un ejemplo de “no colaboración”, y seguramente habrá otros casos semejantes.

El general De Gaulle no ha vacilado en actuar de acuerdo con los intereses franceses, antes que colaborar con los Estados Unidos en su equivocada política. Y le asisten un sinnúmero de razones. Las empresas norteamericanas están materialmente invadiendo los territorios franceses de ultramar y el de la misma Francia. Amenazan con adueñarse de importantes actividades económicas. Es lógico que De Gaulle no esté dispuesto a dar su ayuda para sostener el dólar, porque equivaldría a que Francia subsidie a los norteamericanos para que desplacen al capital francés de su propio territorio.

De Gaulle comprende muy bien que ayudar a fortalecer el dólar por la vía que se intenta hacerlo, significaría ayudar a los Estados Unidos a continuar con su política de dominio mundial. Y eso, no conviene a Francia (ni a ningún otro país).

De todo esto parece derivarse una conclusión obligada: el dólar se encuentra en una crisis de indigestión. Es la crisis de la política norteamericana de dominio mundial. Y un país, por poderoso que sea, no puede regir los destinos del mundo. Ni debe. El mundo es muy grande. Los países que lo forman son muchos y desean gobernarse por sí mismos, ser libres y no estar supeditados a ningún país extraño, bajo ningún motivo o circunstancia.

Concomitantemente también, se deriva la conclusión de que el camino que los Estados Unidos están siguiendo para resolver sus problemas no es el indicado. Porque lejos de dar resolución a los problemas básicos de creciente bienestar y libertad para el pueblo de los Estados Unidos, compromete esos caros ideales de los norteamericanos y más aún los de muchos otros pueblos que quieren lograr, en la paz, niveles superiores de vida material y cultural.

El camino correcto no puede ser otro que el de dedicar los esfuerzos no a la destrucción, sino al logro de un desarrollo continuo, para asegurar trabajo para todos y mejores condiciones de vida, dentro de un marco de respeto absoluto a la soberanía de los pueblos.♦

Ceceña, José Luis [1965], "El dólar, en crisis II", México, Revista Siempre!, 630: 24-25, 21 de julio.