En diez años de operar, sólo ha prestado a México 50 millones.
América Latina debe buscar otros caminos para salir de su apuro con independencia; EU marca la política de este organismo cuyo objetivo es proteger a su gran capital.
En los últimos días la prensa nacional se ha venido ocupando, en forma destacada, de la XI Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que se llevó a efecto en Punta del Este, Uruguay, durante la presente semana. No cabe duda que el acontecimiento tiene relevancia por la importancia del BID en el escenario latinoamericano y por los problemas que fueron planteados en esta ocasión, así como en atención a los acuerdos que derivaron de esas deliberaciones. Para México, en especial, la reciente Asamblea creó condiciones propicias para asegurar un financiamiento adicional de 500 millones de dólares para un período de cinco años. Se justifica plenamente, por lo tanto, que nos ocupemos con la amplitud que nos permite el espacio de que disponemos, de algunos aspectos que merecen toda la atención de parte de los latinoamericanos sobre esa importante institución crediticia, para tener un conocimiento más acabado y realista sobre su razón de ser, su funcionamiento, la orientación de sus actividades, su utilidad y sobre las perspectivas que tiene en el próximo futuro como una fuente de financiamiento del desarrollo económico de la América Latina.
De los temas tratados en la XI Asamblea del BID consideramos que tienen la mayor relevancia los siguientes:
1.- Panorama económico-social de la América Latina: el señor Felipe Herrera (chileno), Presidente del BID, y el señor Raúl Prebisch (argentino) alto funcionario de las Naciones Unidas, coincidieron, en términos generales, en presentar un panorama poco alentador de la realidad económica y social de los países latinoamericanos, destacando los grandes problemas de falta de oportunidades de trabajo, de bajos ingresos de amplios sectores de la población, de reducida productividad del esfuerzo humano y de las desalentadoras perspectivas del comercio internacional para la región. El señor Prebisch vaticinó que en un futuro más o menos próximo las principales empresas pasarán a manos del Estado mediante un proceso de socialización, con el fin de comprimir el consumo de los sectores de altos ingresos. Por su parte, el señor Felipe Herrera planteó la necesidad imperiosa de elevar el ritmo de crecimiento en la región al 8% anual, en promedio, para resolver los problemas de desocupación y de bajos ingresos de los latinoamericanos. Aunque ninguno de ellos planteó el problema fundamental que es la principal causa del atraso económico, o sea el de la dependencia respecto a los Estados Unidos (dependencia comercial, financiera y tecnológica) sus señalamientos tienen importancia por las altas tribunas desde donde los hacen, y porque dan testimonio de las difíciles condiciones en que viven las mayorías populares de nuestros países.
2.- Insuficiencia de recursos del BID: Las enormes necesidades de financiamiento de los países latinoamericanos para elevar su ritmo de crecimiento, necesidades que se agudizan por la constante (y creciente) succión de capitales de que son objeto, rebasan con amplísimo margen los recursos de que ha dispuesto el BID, institución ésta que fue creada con el propósito de convertirse en la fuente principal de ayuda financiera para la región. Si tomamos el caso de México, sólo para ejemplificar, encontramos que los financiamientos recibidos del BID no han representado ni el 10% de los créditos exteriores anuales que hemos utilizado.
En la reciente reunión se acordó incrementar los recursos en una proporción considerable, 3,500 millones de dólares en total con lo que el BID dispondrá de 9,503 millones de dólares. El aumento, sin embargo, además de que se producirá en un período de tres años, no será suficiente para atender de manera más o menos satisfactoria las necesidades de financiamiento de la América Latina, si tomamos en cuenta la urgencia de elevar las inversiones en todo el continente para aumentar el ritmo de crecimiento mínimo necesario para que los problemas de empleo y de ingresos no se agudicen.
3.- Intentos de resistencia frente a Estados Unidos: se presentaron quejas, especialmente por Perú, de que el BID, bajo la influencia de los Estados Unidos, estaba siguiendo una política de discriminación en el otorgamiento de sus créditos, contra algunos países que habían adoptado algunas políticas de tipo nacionalistas, negándoles o dificultando el otorgamiento de créditos a pesar de la urgencia que dichos países tenían de esos recursos. Por otra parte, se planteó la conveniencia de que la sede del BID se trasladara a algún país latinoamericano, proposición ésta que obedece al deseo de eliminar o al menos disminuir la fuerte influencia de los Estados Unidos sobre la institución, que como se sabe, ha tenido su sede en Washington desde que fue fundada.
Otro intento de resistencia a la influencia norteamericana y quizás de mayores proyecciones consistió en el deseo de que se dé participación en el BID a otros países inversionistas, especialmente al Canadá, a los países europeos y al Japón. La participación de estos países podría significar la disposición de mayores recursos de inversión y una especie de contrafuerza a la influencia norteamericana.
Los resultados que se obtuvieron en Punta del Este respecto a estos planteamientos revelan el alto grado de control que los Estados Unidos tienen sobre el funcionamiento del BID. Ante las quejas del Delegado del Perú, el Presidente del BID aseguró que no tenían fundamento; en relación al cambio de sede, bastó una alusión indirecta del presidente Nixon en su mensaje a la Asamblea, para que el asunto no prosperara; y en lo que se refiere a la admisión de nuevos participantes en el BID, aunque de momento solamente se formó una comisión para estudiar el caso, se expresaron opiniones por el Presidente del BID y por algunos de sus gobernadores de que de permitirse la admisión sería sobre la base de pago de altas cuotas y de que en todo caso la participación de los nuevos miembros sería en la forma de acciones preferentes sin derecho a voto. De esta manera, la hegemonía de los Estados Unidos quedará asegurada.
El socio mayoritario controla el negocio
El BID se organizó en el año de 1959 bajo una forma muy semejante al de una sociedad anónima, en donde el número de votos está determinado por el monto de las aportaciones. (Cabe señalar que una corriente de pensamiento latinoamericano pugnaba por la creación del BID como organismo exclusivamente latinoamericano).
Al adoptar la forma de sociedad anónima del BID quedó bajo el control de los Estados Unidos desde su fundación. Actualmente la participación de ese país en los recursos, y como consecuencia en las decisiones de la institución es la siguiente, según la reveló el propio Presidente del BID en Punta del Este:
- En los Recursos Ordinarios de Capital, el 42%;
- En el Fondo para Operaciones Especiales, el 75%, y
- en el Fondo Fiduciario de Progreso Social, el 100%.
Y como si todo esto fuera poco los Estados Unidos lograron el derecho de veto a las resoluciones del BID.
De esta suerte, el Banco Interamericano de Desarrollo se ha desenvuelto dentro del marco de la política norteamericana en la América Latina. Según declaraciones de sus más altos funcionarios el BID es el banco de la integración de la América Latina y se preocupa principalmente por apoyar el desarrollo de la infraestructura. La integración que persigue el BID es una integración a la americana, y el apoyo de las actividades de infraestructura están dirigidas a crear las mejores condiciones posibles para que la empresa privada (el gran capital) prospere y obtenga las mayores utilidades. Y más todavía, en la reunión de Punta del Este se anunció el proyecto de crear un organismo especial, filial del BID para atender las necesidades de crédito del sector privado.
Las reflexiones anteriores nos indican sin lugar a dudas que el BID es algo así como una agencia de los Estados Unidos, similar al Eximbank y al Banco Mundial que siguen una política acorde con los lineamientos fijados por el Gobierno y los monopolios norteamericanos que no son otros que el aumentar su influencia en nuestros países, por más que sus procedimientos sean más sutiles que los de las inversiones directas, y que las operaciones de dichas instituciones tienden a hacernos todavía más dependientes de esta metrópoli. Esto debe tenerse presente en la política de financiamientos exteriores porque si bien recurriendo a ellos “resolvemos” problemas inmediatos a la larga nos imponen pesadas cargas financieras, y lo que es más, limitan nuestra autodeterminación. ¿No es tiempo ya de que busquemos otros caminos para garantizar un desarrollo que, aunque de momento fuera más lento, ganara en solidez y en independencia?♦