Alemania, Francia, España, Bélgica, Australia y los Países Bajos nos venden más de lo que nos compran; solo tenemos superávit con los países socialistas y con América Latina, pero precisa intensificar nuestro comercio con ellos para salvarnos del caos. |
Las compras que hacemos a los Estados Unidos alcanzan un valor muy superior a las ventas que les hacemos. Tomando el año de 1968 encontramos que mientras que le compramos mercancías por valor de 15,435 millones de pesos (sin considerar el contrabando), le vendimos solamente 8,841 millones de pesos, lo que arroja un déficit para nosotros de 6,594 millones de pesos (528 millones de dólares). Como se ve, aquí reside el principal elemento del fuerte déficit total que registra nuestro comercio exterior: el 68% del déficit total se origina en el comercio con Estados Unidos. |
El intenso movimiento que en fechas recientes se observa en las esferas oficiales encargadas de la política comercial y en los círculos de hombres de negocios, así como el amplio espacio que la prensa nacional está dedicando a los problemas de nuestro comercio exterior, son signos reveladores del creciente empeoramiento de la Balanza de Pagos y de las grandes dificultades que se presentan a nuestro país para superarlas.
En efecto, el comercio exterior del país arroja saldos deficitarios en forma consecutiva desde el año de 1950, con una marcada tendencia a elevarse. Mientras que en el año de 1950 el déficit fue de 103 millones de dólares, en 1969 ascendió a 700 millones de dólares, es decir, casi siete veces la cifra de aquel año.
La tendencia al empeoramiento ha sido tan notoria que mientras en 1950 el déficit comercial fue contrarrestado por saldos favorables en algunos renglones como el turismo y las transacciones fronterizas, dejando todavía un superávit de 40 millones de dólares, para 1969 el déficit es tan grande que aunque el turismo y las transacciones fronterizas, han aumentado bastante, no alcanzan a cubrir dicho déficit quedando un saldo negativo de 569 millones de dólares, considerando todas las transacciones de mercancías y servicios con el exterior.
En estas condiciones se ha echado mano de capital extranjero —créditos e inversiones directas— para absorber el creciente déficit y mantener el equilibrio de la Balanza de Pagos y la estabilidad del peso frente al dólar. Así, a medida que va aumentando el déficit comercial, aumenta también la participación de empresas extranjeras en nuestra economía y se eleva la deuda exterior.
Pero este proceso de endeudamiento con el exterior y de crecientes inversiones extranjeras directas está llegando a niveles inquietantes, ya que, entre otros inconvenientes, está constituyendo una carga muy pesada para la Balanza de Pagos por las elevadas sumas que se envían al exterior por concepto de amortizaciones, intereses, pago de regalías, etc. En el año de 1968 las salidas de divisas por esos conceptos se elevaron a 966 millones de dólares (amortizaciones, 550 millones, utilidades y regalías, 255 millones y pago de intereses sobre deudas oficiales, 161 millones de dólares).
La salida de divisas por pagos al capital extranjero, como se ve ha alcanzado ya la enorme suma de cerca de mil millones de dólares (en 1968) cantidad que es superior al nuevo capital extranjero que viene al país, sumando los créditos, el importe de la venta de Bonos de Fomento Económico y las inversiones extranjeras directas. En efecto, en ese mismo año de 1968 los ingresos de capitales extranjeros nuevos se elevaron a la suma de 939 millones dólares, correspondiendo a créditos 698 millones de dólares, a Bonos 126 millones, y a Inversiones Extranjeras Directas, 115 millones de dólares. Esto quiere decir que la salida de divisas por pagos al capital extranjero superó en 27 millones de dólares a los nuevos capitales extranjeros que ingresaron al país en el año de 1968. Si a esto se agrega el hecho de que nuestro comercio con el exterior se encuentra fuertemente desequilibrado, podemos darnos cuenta de la situación tan delicada a que se enfrenta el país en sus relaciones económicas con el extranjero.
Las raíces del mal
El examen del comercio exterior de nuestro país nos muestra una serie de hechos que explican el origen de los desequilibrios crónicos que padece. Entre los más importantes cabe referirnos a los siguientes:
1.— Fuerte concentración del comercio exterior en un solo país, los Estados Unidos, con el que se realiza alrededor de dos terceras partes de las operaciones comerciales totales. De esta manera, las condiciones del comercio con los Estados Unidos es determinante de la situación total que guarda nuestro comercio exterior. Esto nos obliga a precisar algunos de los rasgos característicos de las transacciones con los Estados Unidos.
En primer lugar, se destaca el hecho de que las compras que hacemos a los Estados Unidos alcanzan un valor muy superior a las ventas que les hacemos. Tomando el año de 1968 encontramos que mientras que le compramos mercancías por valor de 15,435 millones de pesos (sin considerar el contrabando), le vendimos solamente 8,841 millones de pesos, lo que arroja un déficit para nosotros de 6,594 millones de pesos (528 millones de dólares). Como se ve, aquí reside el principal elemento del fuerte déficit total que registra nuestro comercio exterior: el 68% del déficit total se origina en el comercio con Estados Unidos.
El déficit comercial con los Estados Unidos se explica por varias razones: la disparidad de niveles económicos y de productividad entre los países que además son vecinos con una amplísima frontera; la falta de capacidad de absorción del mercado norteamericano para los productos mexicanos; el tipo de productos intercambiados esencialmente primarios de una parte, y esencialmente manufacturados de la otra; la fuerza de gran comprador de los Estados Unidos, frente a la mucho menor magnitud de México; el dominio de los canales del comercio exterior de México por parte de empresas norteamericanas; y la política fuertemente proteccionista del gobierno norteamericano en beneficio de sus empresarios.
2.— Situación también deficitaria con los importantes mercados europeos: con Alemania Occidental, déficit de 1,820 millones de pesos; con Inglaterra, 756 millones; con Suecia, 594 millones; con Francia, 635; Italia, 363; Países Bajos, 245; España, 253 millones de pesos, para citar los más importantes.
Esto significa que lejos que el comercio con el mercado europeo ayudara a contrarrestar el déficit comercial con Estados Unidos viene a aumentar el desequilibrio de manera considerable.
3.— Con la América Latina en su conjunto el comercio exterior de México es superavitario en 614 millones de pesos (49 millones de dólares). El comercio con esta región, aunque ha aumentado de manera visible en los últimos años, apenas representa el 5% de nuestro comercio exterior total, con un valor de 1,906 millones de pesos. Una labor de promoción es muy probable que logre aumentar en medida importante el comercio con Latinoamérica, lo que contribuirá a reducir el déficit con otros países, aunque en una cuantía modesta en comparación a la elevada cifra que alcanza dicho déficit.
4.— El comercio con Japón uno de los clientes más importantes, se encuentra prácticamente nivelado, ya que con transacciones totales de 1,853 millones de pesos de compras y ventas, se registra un déficit de 61 millones de pesos, o sea, de menos de 5 millones de dólares.
5.— Con otras áreas del mundo el comercio es muy reducido, y prácticamente inexistente con los Países Socialistas. En 1968 las compras y ventas totales con estos países alcanzaron la insignificante cifra de 164 millones de pesos, es decir, unos 13 millones de dólares. De este comercio correspondió a transacciones con la Unión Soviética solamente 1 millón de dólares, sumando compras y ventas, y a la República Popular China una cantidad tan reducida que no mereció ser contabilizada.
El raquítico comercio con los Países Socialistas arrojó un superávit de 2 millones de dólares. Al menos no fue deficitario.
¿En un callejón sin salida?
La persistencia del desequilibrio exterior de nuestro país y las medidas que se han adoptado que no han logrado ni siquiera reducir dicho desajuste, antes bien lo han intensificado (a mediano y largo plazo) hacen pensar si para México no se presentan salidas y marchamos por un callejón sin salida, o un callejón que conduce a más desequilibrio, más endeudamiento, más negocios controlados por extranjeros y mayor dependencia respecto al exterior e inseguridad para el desarrollo económico futuro.
Desde luego que no podemos aceptar que haya salidas de tipo positivo, verdaderas, que eliminen los desequilibrios y garanticen un desarrollo de ritmo adecuado y con mayor independencia respecto al exterior. Negar que existen estas salidas es además de inexacto, suicida. ¿Qué hacer, entonces?
De nuestro análisis se desprenden las líneas generales de las soluciones que debemos buscar. Podemos puntualizar las siguientes:
1.— Intensificar los esfuerzos por obtener un tratamiento equitativo en nuestras relaciones comerciales con los Estados Unidos. Mediante mayores ventas de productos mexicanos y a precios más justos, podríamos reducir sustancialmente el déficit tan grande que ahora existe con ese país. Las salida falsa de lograr el equilibrio con los Estados Unidos a base de endeudarnos con ellos, debe ser sustituida por mejores y más justas relaciones comerciales; los créditos no son otra cosa que una restitución de lo que nos sustraen por la vía de un intercambio comercial injusto.
En esta lucha es necesario hacer frente común con otros países, como los de América Latina que afrontan problemas muy semejantes.
2.— Negociar también con los países europeos, especialmente con los que tenemos déficit, mejores condiciones comerciales y la colocación de más productos mexicanos. Si no nos compran más y en condiciones más justas, tendremos que reducir nuestras adquisiciones en esos países. (Esto se aplica muy especialmente, desde luego, a las operaciones con los Estados Unidos).
3.— Hacer los máximos esfuerzos por intensificar las relaciones comerciales y económicas en general, con la América Latina, pero sobre la base de lograr beneficios reales para los latinoamericanos y no para las grandes empresas extranjeras que operan en nuestros países, como en esencia esta sucediendo actualmente. (En la reciente visita de la Misión Comercial Mexicana a la Argentina dio lugar a algunos acuerdos comerciales y de complementación cuyos beneficiarios serán fundamentalmente empresas extranjeras como la Volkswagen, Olivetti, Aluminio S.A., y las de productos químicos, de conservas alimenticias, etc.
4.— Promover a fondo, el comercio con los Países Socialistas y muy especialmente con la República Popular China que hoy por hoy representa el mercado potencial de mayores dimensiones en el mundo. Por esos todos los grandes países industriales, incluido el propio Estados Unidos, están tratando de participar en él.
5.— Ajustar las importaciones mexicanas, en función de la necesidad de restablecer el equilibrio y de que las divisas de que disponemos se utilicen convenientemente. Igualmente debemos tomar medidas para reducir los ya muy elevados gastos de las clases adineradas en viajes al exterior y en adquisiciones de tipo suntuario.
Si no actuamos con diligencia, audacia y firmeza, el desequilibrio externo se convertirá en uno de los más negativos factores que nos irá llevando a un mayor endeudamiento y, consiguientemente, a la perdida creciente de nuestra independencia.♦