Un inglés desconocido había jugado contra una nación entera… y ganó.
La curiosa historia de un poderoso instrumento hoy indispensable en la marcha de los negocios.
El nombre de John Law, “personaje de cerebro fértil, conversación persuasiva, personalidad magnética… aventurero, jugador, teórico en cuestiones monetarias, estadista y brujo financiero” según lo caracterizó Hamilton, se encuentra asociado a una de las operaciones de especulación bancaria y de Bolsa más sonadas de la historia. Aunque de origen escocés, Law realizó sus grandes experimentos financieros en Francia, gracias a la amistad del Duque de Orleáns, Regente de Francia a la muerte de Luis XIV, el Rey Sol.
Con una gran fortuna, (adquirida casi totalmente en los juegos de naipes) y con el apoyo del Regente, estableció el Banco General en el año de 1716 y la Compañía del Oeste (Luisiana) en 1717; adquirió el control de la Cía. Francesa de las Indias Orientales, el monopolio del comercio del tabaco y del tráfico de esclavos africanos, de la Casa de Moneda, el control del cobro de los impuestos y de las finanzas de Francia. El dominio sobre este Imperio le permitió poner en práctica sus teorías sobre el dinero y la emisión de billetes y sobre la influencia decisiva y favorable que el aumento de la circulación monetaria lograda con grandes emisiones de billetes tendría según él, en los negocios en general.
La primera parte de su plan consistió en lograr los depósitos máximos posibles en oro y plata de parte del público ahorrador, entregando a cambio de ellos comprobantes en la forma de billetes del Banco General. En el proceso de lograr este objetivo, en el cual tuvo gran éxito por la solidez de su fortuna y el apoyo del Estado, promovió una serie de negocios entre los cuales destacó el de la Compañía del Oeste cuyo propósito era el de explotar las fabulosas -según se propaló- riquezas de la Luisiana, a la sazón bajo el control de Francia. Se hizo cargo también de la deuda pública de Francia que alcanzaba grandes proporciones, 1,500 millones de libras francesas, y gracias al control de la emisión de billetes fue absorbiendo las crecientes deudas del Estado.
Para asegurar el éxito de sus planes John Law echó mano de procedimientos lícitos e ilícitos. Fue lícito por ejemplo, emitir billetes contra la entrega de oro y plata de parte del público sobre bases voluntarias y en la medida en que dichos billetes fueran convertibles en dichos metales en el momento en que el público lo deseara, o al menos en la medida en que la emisión de billetes se mantuviera en proporciones razonables con respecto a las existencias de oro y plata de su banco. También fue inobjetable la promoción de grandes negocios en la medida en que dichas empresas se sustentaran en bases económicas sanas. Por el mismo tenor fue loable su propósito de poner en actividad los recursos de capital de Francia que se mantenían atesorados, es decir, ociosos.
Sin embargo, sus inclinaciones especulativas y su gran ambición de riquezas y de poder, llevaron a Law a utilizar expedientes incorrectos y hasta fraudulentos. En primer lugar, puso a funcionar la máquina de hacer billetes con una celeridad febril, mucho más allá del valor de las existencias de oro y plata de que disponía, en su propósito de financiar la creciente Deuda del Estado y de ampliar los negocios que había emprendido. En segundo lugar, realizó campañas tendientes a exagerar la lucratividad de sus empresas con el fin de elevar al máximo las cotizaciones de las acciones y derivar de ello las ganancias correspondientes; entre las manipulaciones que realizó con ese objeto cabe mencionar la organización de desfiles por las calles de París, con bandas de música, de supuestos emigrantes que “partían a la Luisiana”, siendo en realidad prostitutas, prisioneros, y mendigos a quienes se hacía desfilar mediante el pago de algunas cantidades de dinero, también se hicieron pagos altos de dividendos que en realidad nunca se obtuvieron en la Compañía del Oeste.
Por espacio de 4 años los planes de Law tuvieron un gran éxito ya que no solamente se aceleró la actividad económica general del país, sino que el Estado dispuso de fuertes financiamientos y las cotizaciones de las acciones de la Compañía del Oeste (Luisiana) subieron a cifras estratosféricas, de 500 libras de valor nominal, a 18,000 libras de precio de venta en el mercado.
Como el sistema de John Law semejaba una “castillo de naipes” con una base nada sólida, ya que la enorme emisión de billetes contaba con un respaldo metálico irrisorio, y la lucratividad de sus empresas era ficticia, llegó el momento del derrumbe, cuando el público se dio cuenta de la situación real. Millares de personas se arruinaron al descender estrepitosamente las cotizaciones de las acciones que habían adquirido y al convertirse los billetes que poseían en sólo pedazos de papel, al no poder ser canjeados por el oro y plata que representaban. Por mucho tiempo quedó en completo descrédito el sistema de emisión de billetes, la forma de las sociedades anónimas, el sistema bancario y las operaciones bursátiles. Refiriéndose a John Law y a sus operaciones especulativas Voltaire dijo que “un inglés desconocido había jugado contra una nación entera”.
Nos hemos referido con detalle en estos casos de especulación fraudulenta porque dan testimonio claro del grado que llegan a alcanzar y los serios perjuicios que ocasionan, por una parte, y porque, como dijimos, han dejado una huella muy onda en la Opinión Pública al grado de que aún ahora las operaciones bursátiles son consideradas por el gran público como fraudulentas y nocivas. Debemos recalcar, sin embargo, que aún en las épocas pasadas en que las operaciones bursátiles con frecuencia se caracterizaban por manipulaciones especulativas poco éticas, cumplían una función importante al poner en contacto a los gobiernos y empresarios necesitados de recursos financieros, con las personas que disponen de ahorros y que buscan una utilización lucrativa para los mismos.
Las bolsas de valores en la actualidad
Con el desarrollo del capitalismo las bolsas de valores se han convertido en una organización indispensable y de gran importancia para el financiamiento de los negocios privados y para el aprovisionamiento de fondos para los gobiernos. Tanto unos como los otros obtienen a través de la bolsa una parte importante de los recursos que necesitan para hacer frente a sus exigencias financieras, en condiciones más o menos favorables en cuanto a seguridad, cuantía, tasas de interés y plazos.
Los empresarios privados obtienen los fondos que necesitan en dos formas: emitiendo acciones, por una parte, y pidiendo prestado a largo plazo mediante la emisión de bonos. Las acciones, como es bien sabido, representan el capital de las sociedades anónimas de tal manera que el que las adquiere se convierte en accionista o copropietario de las empresas; los bonos, representan deuda de la negociación que las emite, por lo que la persona que las adquiere pasa a ser acreedor de esas empresas. Las acciones, por otra parte, dan derecho a dividendos y se les llama valores de renta variable porque el monto de los dividendos varía de acuerdo con las condiciones de operación de las empresas a que corresponden. Los bonos, son llamados valores de renta fija porque dan derecho a una tasa de interés fija dentro del plazo en que esté vigente la deuda que representan; desde luego también dan derecho a recuperar el importe nominal del bono.
El carácter de las acciones hace que sus cotizaciones en el mercado –la bolsa de valores es parte de ese mercado- se muevan en función de la redituabilidad de la empresa a que corresponden. Esto quiere decir que en épocas de auge económico las cotizaciones de las acciones tienden a aumentar porque las utilidades obtenidas son buenas y las perspectivas halagadoras; en cambio, cuando los negocios van mal, lo que sucede en períodos de recesión o de crisis, las cotizaciones tienden a bajar. De esta manera, el que adquiere acciones puede derivar grandes utilidades en épocas florecientes de los negocios, o puede perder su inversión o parte de ella, en épocas de crisis. A través de la bolsa de valores, sin embargo, puede protegerse de la pérdida o parte de ella, vendiendo sus acciones oportunamente.
Los bonos que, como hemos indicado, son valores de renta fija, se conducen de otra manera. Siempre proporcionan una tasa de interés fija independientemente de las condiciones de redituabilidad de las empresas (excepto cuando la empresa quiebra) por lo que sus cotizaciones varían de acuerdo con la tasa de interés vigente en el mercado en general y con la redituabilidad de otro tipo de valores, en especial, el de las acciones. Así por ejemplo, un bono de mil pesos, a una tasa de interés del 7%, tenderá a cotizarse a menos de mil pesos cuando la tasa de interés vigente en el mercado suba, digamos al 8%; y subirá, en el caso en que la tasa de interés baje a menos del 7%. De esta manera, el comprador de bonos trata de obtener un rendimiento semejante al que puede producirle otro tipo de valores: Comprará acciones o bonos según le convenga, para elevar al máximo los rendimientos o reducir lo más posible sus pérdidas.
El Gobierno –Federal, Estatal, Municipal- obtiene fondos emitiendo títulos de deuda, bonos de distintas modalidades. A través de la bolsa de valores logra sus propósitos en las mejores condiciones posibles. El crecimiento enorme de la deuda pública en la mayoría de los países ha dado lugar a grandes emisiones de obligaciones o títulos de deuda gubernamental y ha incrementado sustancialmente las operaciones de bolsa.
Estos son algunos de los aspectos esenciales de los valores que cotizan en las bolsas de valores en la actualidad. Las operaciones que en ellas se realizan, su cuantía y condiciones de compra venta dependen fundamentalmente de la situación de los negocios en general, y de la situación concreta de las empresas y de los gobiernos que emiten los valores. De esta manera, la bolsa de valores viene a ser algo así como un termómetro de la situación económica general y de las perspectivas del futuro inmediato. Esto significa que las fluctuaciones y desajustes de la bolsa son reflejo esencialmente de los movimientos de auges y crisis a que está sujeta la economía capitalista, y por lo tanto, las manipulaciones puramente especulativas que sin duda las sigue habiendo, son de tipo temporal y de cuantía reducida, cuando no reflejan la situación real de los negocios y de sus perspectivas a corto plazo.
(Continuará)