México, ante la crisis del dólar

 

Fortalecer nuestra economía, haciéndola más mexicana y menos dependiente de los intereses extranjeros, es el único camino que nos puede conducir al progreso frente a las contingencias provenientes de afuera.

La crisis del dólar plantea a nuestro país problemas de bastante seriedad, dada la gran dependencia económica de México respecto a los Estados Unidos. La situación de dependencia es a tal punto delicada que corremos el riesgo de sufrir consecuencias desfavorables sea que se logre evitar la devaluación del dólar o que se llegue finalmente a su devaluación.

La política que se está poniendo en práctica por el Gobierno de los Estados Unidos para evitar la devaluación, puede tener grandes repercusiones en la economía mexicana, por una variedad de caminos.

En primer lugar, la reducción de las compras norteamericanas al exterior tenderá a desajustar todavía más nuestro comercio internacional. Actualmente los Estados Unidos constituyen el principal comprador de los productos mexicanos, así como el principal proveedor, representando ese mercado más del 60% del total de nuestras ventas y de nuestras compras al exterior.

Por otra parte, las relaciones con los Estados Unidos arrojan un saldo negativo, ya que le compramos más de lo que le vendemos. En el año de 1963 adquirimos de la Unión Americana mercancías por valor de 10 614 millones de pesos y le vendimos productos por 7 451 millones. Tuvimos, por lo tanto, un déficit de 3 163 millones de pesos (253 millones de dólares) en nuestro comercio con ese país.

La reducción de las compras que se pretende llevar al cabo por los Estados Unidos significará que el déficit aumentará, con los consiguientes perjuicios para las actividades de exportación y para las cuentas internacionales de México, que se desequilibrarán en un grado mayor.

Por el lado del turismo se plantean también serios problemas. Recientemente se trató de poner en práctica la limitación de los gastos de los turistas norteamericanos en el exterior, mediante la reducción a sólo 50 dólares, los productos adquiridos en el exterior por los turistas, que pueden ser introducidos a los Estados Unidos sin el pago de impuestos. Aunque el intento del Presidente Johnson fracasó por el momento, es muy probable que si continúa la crisis del dólar (como parece que sucederá por los aumentos en los gastos militares en el exterior) se volverá a plantear la adopción de una medida semejante, con perspectivas de ser aprobada. Ello significará una importante reducción en los ingresos de dólares para México.

Otro aspecto importante se refiere a las disposiciones relativas al envío a los Estados Unidos de mayores sumas por concepto de utilidades, regalías, etc., por parte de las empresas norteamericanas que operan en el exterior. Para México eso puede significar que en este año salgan más de 300 millones de dólares por esos conceptos, ya que en el año pasado los envíos sumaron 242 millones de dólares. Las repercusiones en la balanza de pagos y en el monto de las inversiones del sector privado serán directas y de sensible magnitud.

Finalmente, los créditos que hemos estado recibiendo del Gobierno de los Estados Unidos y de las Instituciones en donde tienen control o fuerte influencia como el Exim-Bank y el Banco Mundial, amenazan con restringirse y volverse todavía más "condicionados". Por sí sólo este renglón puede poner en jaque a la 1tm "celebrada" estabilidad de nuestra moneda.

Si en 1964 obtuvimos créditos exteriores por valor de 695 millones de dó1ares (que en muy alta proporción procedieron de los Estados Unidos) y apenas logramos equilibrar nuestras cuentas internacionales (con un ligero superávit) ¿qué podrá suceder si los créditos se llegaran a reducir a digamos 400 millones de dólares en 1965? Hay que recordar que es muy probable que en 1965 el déficit de nuestra balanza de pagos sea mayor, lo que significará que si no se adoptan las medidas adecuadas necesitaremos créditos exteriores por una cifra mucho mayor que en 1964, quizá unos mil millones de dólares.

La solución… dejar de ser dependientes

El problema fundamental que subyace en la situación que bosquejamos, es el de la peligrosa dependencia de nuestra economía respecto a la de los Estados Unidos, que la hace vulnerable en extremo a las contingencias de la situación económica de ese país.

Las amenazas de este momento no son sino reveladoras de la difícil situación en que nos encontramos por depender en tan alto grado de las veleidades exteriores. Mientras subsista esta situación, nos encontraremos con la amenaza permanente de detener nuestro desarrollo y aún de retroceder, porque en la medida en que dependemos de fuerzas extrañas, no seremos dueños de nuestro propio futuro.

Apoyémonos en nuestras propias fuerzas

Se hace evidente que es de vital importancia y de la mayor urgencia fortalecer nuestra economía desde adentro, para hacerla menos dependiente y vulnerable. Hoy por hoy, es esta la tarea más importante que tenemos planteada. Para ello necesitamos, entre otras cosas, adoptar las medidas siguientes:

Un Plan de Desarrollo Económico. La exigencia de acelerar el ritmo de nuestro desarrollo económico impone la necesidad de formular y poner en aplicación un plan que, tomando en cuenta los distintos elementos estratégicos, norme las actividades económicas bajo el principio esencial de que nuestro progreso debe descansar sobre los esfuerzos y recursos propios. Esto no excluye el auxilio complementario de capitales y sobre todo de técnica del exterior pero siempre bajo condiciones convenientes de beneficio recíproco y no de supeditación.

Al lado del principio de desarrollarnos con nuestros propios esfuerzos debemos colocar el de que la riqueza nacional, las actividades económicas esenciales deben estar en manos de mexicanos. Esto impone una política permanente y multifacética de rescate de propiedades y negocios que ahora están en manos extranjeras.

Impulso a las exportaciones. El único camino que permitirá a nuestro país mantener su capacidad de compra de los bienes de producción que requerimos para mantener un alto ritmo de desarrollo, es el de fomentar por todos los medios posibles, la venta en el exterior de nuestra producción. Se requiere para ello, con base en el interés del país, de políticas visionarias y decididas de fomento de las exportaciones a todos los mercados del mundo.

Mayor control de las importaciones. Igualmente debemos estrechar y mejorar los controles a la importación, haciéndolos más selectivos en favor de los bienes productivos y de consumo necesario que no produzcamos (o que lo hagamos en cantidades insuficientes), y procurando eliminar en el mayor grado posible las importaciones de productos no necesarios o de lujo.

En materia de comercio exterior el principio rector debe ser el de "comprar y vender en los mejores mercados". Se obtienen mejores condiciones y se robustece la independencia económica del país. Para lograrlo será indispensable diversificar los productos y ampliar los mercados, por una parte, y "mexicanizar los canales del comercio exterior", por la otra. Actualmente el comercio exterior del país está dominado por grandes empresas extranjeras que son las que deciden sobre a dónde vender o en dónde comprar y en qué condiciones. Los altos beneficios que obtienen no se incorporan a la riqueza nacional, sino que son enviados al exterior.

Mejor aprovechamiento del producto del turismo. México tiene, no cabe duda y no debe despreciarse, una importante fuente de dólares en su folklore, riqueza histórica y ventajosa ubicación geográfica. Pero ese manantial debe ser cuidado convenientemente para que sirva de apoyo a actividades directamente productivas que constituyan bases sólidas para aumentar la producción nacional en forma continua. Esto, además de tratar de eliminar los efectos negativos que tiene el turismo actualmente.

Control de las empresas extranjeras. Es inaplazable la adopción de medidas enérgicas para controlar a las empresas extranjeras. Actualmente una variedad de actividades importantes, sobre todo en la industria de transformación, se encuentran dominadas por grandes monopolios extranjeros que obtienen altas utilidades, a costa de los consumidores y también de empresarios mexicanos menores. Con base en esas elevadas utilidades envían fuertes sumas al exterior. Esta sangría constituye uno de los principales factores del desajuste de nuestras cuentas con el exterior. Lo grave es que las remesas aumentan año con año y que son de carácter permanente, en tanto las empresas extranjeras dominen esas actividades. Se hace imperativo adoptar medidas para reducir el dominio extranjero de nuestra economía, por ésta y por muchas otras razones.

Reajuste de la política de créditos exteriores. El endeudamiento del país con el exterior se ha llevado muy lejos, más allá de lo razonable. Cada año aumentan las sumas utilizadas y con ellas también los pagos que tenemos que hacer por concepto de amortización y de intereses de créditos anteriores. En 1963 utilizamos 368 millones de dólares, pero tuvimos que pagar 230 millones de dólares por capital e intereses de préstamos anteriores. Para 1964 la utilización de créditos del exterior subió a 695 millones de dólares y los pagos que tuvimos que realizar en ese mismo año ascendieron a 311 millones de dólares. Cada vez necesitamos aumentar los créditos exteriores para hacer frente a los vencimientos e intereses de los créditos anteriores.

Pero no sólo existe el inconveniente de la magnitud de los créditos obtenidos, sino el hecho de que la gran mayoría provienen de los Estados Unidos. [Ello nos] liga vitalmente a los Estados Unidos. Además, la relativa facilidad con que se han obtenido los créditos (resultado de la plétora de capitales en Estados Unidos y la estabilidad política de México) se ha seguido el camino de apoyarse en ellas para impulsar muchas actividades económicas, especialmente gubernamentales. Más del 30% de las inversiones de las empresas del Gobierno mexicano se hacen con recursos del exterior. Esto puede dar idea del grado de dependencia a que nos ha llevado la política de endeudamiento.

Un factor importante a considerar a este respecto es que los préstamos del exterior han servido de base para aplazar la adopción de medidas fundamentales como el fomento de las exportaciones, la urgente e indispensable reforma fiscal y la mejor captación y uso de los recursos financieros del país, así como una serie de medidas tendientes a mejorar la distribución del ingreso y a someter a control las empresas extranjeras.

La política de créditos exteriores deberá, por lo tanto, someterse a una revisión cuidadosa, tratando de diversificarlos respecto a su origen (lo que parece ser parte de la política que se está aplicando últimamente), procurando darles el destino más conveniente y desde luego, utilizarlos como un factor complementario. Conviene obtener créditos exteriores, no cabe duda, pero no debe dependerse de ellos en tan alto grado y mucho menos tomarlos como substituto (o pretexto) para aplazar indefinidamente las reformas estructurales que demanda la continuación de un desarrollo acelerado e independiente.

Con base en las ideas expuestas se puede concluir que el único camino que nos conducirá al verdadero progreso y bienestar general del pueblo de México y que nos puede proteger ante las contingencias provenientes del exterior, es el de fortalecer nuestra economía haciéndola más mexicana y menos dependiente de los intereses extranjeros.

Ceceña, José Luis [1965], "México, ante la crisis del dólar", México, Revista Siempre!, 631: 20-21 y 70, 28 de julio.