¡Lucha a muerte por un empleo¡

Lucha de generaciones: jóvenes contra viejos

El desquiciamiento social de nuestros tiempos está teniendo algunas manifestaciones que podrían considerarse absurdas, por su falta de fundamentación racional, pero que pueden llegar a jugar un papel negativo y hasta disolvente, en las relaciones humanas de nuestra sociedad. Una de tales manifestaciones consiste en el  pretendido “enfrentamiento” de las generaciones jóvenes con las de sus padres y abuelos.

Ciertamente que la mayoría de los jóvenes, están descontentos con el mundo actual por considerarlo lleno de lacras, de egoísmo, de corrupción, y de falta de capilaridad social, es decir, de falta de oportunidades para escalar hacia niveles superiores en la vida económica, cultural y política, y llegan a manifestar ese descontento con actitudes de incomprensión, menosprecio y hasta hostilidad y rechazo de las generaciones viejas. Estas actitudes son precisamente las que han dado origen a la “falsa” interpretación de que se está produciendo un enfrentamiento de los jóvenes y los viejos.

Si se analiza con seriedad y a fondo el “conflicto de generaciones” no es difícil encontrar que no solamente carece de fundamento, sino que en buena medida es un planteamiento interesado que pretende desorientar a la opinión pública dando interpretaciones aparentemente correctas y hasta sugestivas, a fenómenos cuyo origen se encuentra nada menos que en las bases mismas sobre las que se sustenta la sociedad capitalista en la que vivimos.

Problemas comunes de jóvenes y viejos

Una serie de problemas afectan tanto a los jóvenes como a los mayores. Uno de los más importantes es, sin duda, la falta de oportunidades de trabajo. La escasez de empleos es una barrera para los jóvenes, porque se prefiere a candidatos más formados, con mayor preparación y experiencia; cuando se les ocupa en calidad de aprendices, practicantes o meritorios y desde luego, con menores sueldos o salarios.

Los viejos tienen problemas todavía mayores para obtener un empleo. Una persona de 40 años o más, tiene cerradas las puertas no obstante que tiene mayores necesidades porque generalmente tiene una familia que sostener; y esto, no obstante que generalmente se encuentra en pleno uso de sus facultades físicas y mentales y de que por razón natural, tiene una preparación mayor por la experiencia acumulada en sus años de vida activa. Se le rechaza porque las empresas prefieren personal de los 25 a los 40 años que les resulta más costeable porque serán menores las prestaciones que tendrán que otorgarles. De esta manera a los 40 años se es ya “viejo” para obtener empleo. Basta ver las ofertas de empleos de todo tipo, desde secretarias, hasta técnicos, profesionistas y aún gerentes para comprobar esta realidad.

Queda evidenciado, así, que no son los viejos los que estorban a los jóvenes para ganarse la vida de manera honesta y constructiva, sino la falta de empleos que afecta tanto a unos como a otros. De esta manera el conflicto entre jóvenes y viejos no existe en realidad; lo que existe es una incapacidad de la organización económico-social en que vivimos para resolver los problemas de unos y de otros.

Por si no fuera suficientemente convincente esta argumentación podríamos agregar el hecho de que hay un sector de jóvenes y de viejos que no tienen el problema de encontrar una ocupación bien remunerada: por un lado los junior que tienen las puertas abiertas en los negocios de sus padres, y los viejos que dominan los negocios. En este sector de las clases ricas, no cuenta la edad: todos tienen asegurada una ocupación bien remunerada.

Con la falta de capilaridad social sucede lo mismo. Las oportunidades para escalar a los niveles superiores se encuentran cerradas para la gran mayoría de la población de escasos recursos, tanto en lo que hace a los asuntos económicos, como a los culturales y los políticos. En cambio, tanto los jóvenes como las personas mayores de las clases económicamente dominantes tienen abierto el camino de la educación, de la preparación técnica, del manejo de la vida económica y del dominio de la esfera política.

Salidas falsas de jóvenes y viejos

Los problemas que afectan a las nuevas generaciones y a las viejas, con frecuencia impulsan a unos y otros a buscar “salidas” de autodestrucción. Entre los jóvenes se ha extendido, de manera alarmante lo que conocemos con el nombre de “jipis”, que no encontrando explicaciones claras sobre las causas de los males de la sociedad en que viven “encuentran” el “remedio” en actitudes escapistas o en una conducta rebelde pero mal orientada. Estas actitudes van, como se sabe, desde su aislamiento voluntario de la sociedad y la autodestrucción a través de las drogas y del suicidio, de una rebeldía de menosprecio y reto hacia la sociedad, que con frecuencia llega hasta el crimen.

También las viejas generaciones que ven obturados los caminos hacia su incorporación constructiva al trabajo y a su plena realización como miembros de la sociedad en que viven, recurren a salidas falsas como las drogas, el suicidio y aun el crimen. La cifra más alta de drogadictos y de suicidas corresponde a los viejos marginados por la sociedad, y a los jóvenes que no encuentran el camino franco para una vida útil y constructiva.

El problema se agrava

Lejos de apuntarse una solución a los problemas sociales que nos aquejan y que se hacen más patentes en las generaciones jóvenes y en las viejas, se ven signos alarmantes de que se están recrudeciendo. Un número creciente de jóvenes se queda sin oportunidades de educación y de empleo, y cantidades también crecientes de “viejos” mayores de 40 años carece de una oportunidad para ganarse honestamente la vida y contribuir con su esfuerzo al progreso de la sociedad. El problema de los “viejos” sin embargo está agudizándose en mayores proporciones que el de los jóvenes, y seguramente tenderá a acentuarse en el próximo futuro. En este sentido, tiene interés que nos ocupemos de algunos de los aspectos relevantes del problema que afrontan los “viejos”de nuestra sociedad.

Los adelantos de la ciencia y de la tecnología están dando por resultado la prolongación de la vida, lo que está aumentando en forma notoria la cantidad y la proporción de las personas mayores en el conjunto de la población. En Suecia, por ejemplo, una persona al nacer, si es varón, tiene una esperanza de vivir de 72 años, y si es mujer, de 76 años; de esta manera, la población de 65 años o más ha llegado a representar el 19% de la población total. En Francia, la esperanza de vida para los hombres es de 68 años y de la mujer, de 75; el número de viejos de 60 años o más es de 9 millones, en una población total de 49.4 millones de personas. En los  Estados Unidos la esperanza de vida es de 67 años para el hombre y de 74 para la mujer y existen 20 millones de personas con edad de 60 años o más. Finalmente, en México, la esperanza de vida para la mujer es de 58 años, y para el hombre de 60 años, existiendo 1.5 millones de personas de 65 años o más.

Como se ve, a medida que la esperanza de vida aumenta, la proporción de viejos también aumenta, como resultado natural. Este fenómeno tiende a acentuarse con los adelantos científicos, tecnológicos y económicos. Así, por ejemplo, actualmente, según información de la revista Time del 3 de agosto este año, se están estudiando afanosamente las causas de la vejez, lo que permitirá prolongar la vida en un número considerable de años. Se estima que en un futuro próximo se podrá llegar a los 90 o 100 años en condiciones más o menos vigorosas, tanto físicas como mentales. Con esos resultados la proporción de “viejos” aumentará considerablemente.

¿Vale la pena vivir más?

La prolongación de la vida plantea a la sociedad actual grandes problemas, al igual, aunque con diferencias importantes, que los problemas que plantea la alta tasa de natalidad. Desde luego se plantea la gran cuestión ¿es beneficioso para la sociedad en su conjunto que se alargue la vida y haya una cantidad creciente de “viejos”? ¿Qué aportación darán las personas mayores? ¿Serán una carga para la sociedad?.

Considerando condiciones ideales la prolongación de la vida constituye un formidable potencial para el progreso social, porque la vida activa de la población se ampliará y la contribución de cada persona aumentará enormemente. Mayor número de años dedicados a la investigación científica y tecnológica, y de trabajo cada vez más calificado por la experiencia adquirida darán por resultado, sin duda, un mayor rendimiento. Pero esto es en condiciones ideales, que no se dan actualmente en nuestra sociedad.

Se puede observar que existe una contradicción patente: por una parte la sociedad está logrando prolongar la vida, pero por la otra, no es capaz, con la organización económico-social actual, aprovechar ese enorme potencial en beneficio de la colectividad. He aquí uno de los grandes problemas a los que nuestra sociedad tiene que enfrentarse y resolver. En su solución tanto los viejos, como los jóvenes y los de edades intermedias (que también resultan afectados con la situación actual) tienen un puesto y una tarea que cumplir. Todos juntos, porque nos unen los mismos problemas, debemos esforzarnos por construir una sociedad que sea capaz de dar oportunidades de educación y de empleo útil a toda la población que tenga capacidades para hacer su aportación máxima al progreso de la colectividad; una sociedad que permita la plena realización del Hombre, en un ambiente de paz, y de solidaridad humana.♦

Ceceña, José Luis [1970], "¡Lucha a muerte por un empleo¡", México, Revista Siempre!, 894: 22-23, 12 de agosto.