Si la situación no mejora para el dólar, como es probable que suceda por la intensificación de las intervenciones armadas de los Estados Unidos en el exterior y la continuación de la política de dominio mundial yanqui, es probable que ese país se vea obligado a devaluar su moneda. Este acontecimiento, de producirse, tendrá repercusiones mundiales y planteará a los demás países importantes problemas. Uno de ellos será, desde luego, el dilema de seguir al dólar en su caída o el de revaluar, es decir, modificar la equivalencia respecto al dólar, de manera que aumente la capacidad de compra frente a esta divisa.
¿Qué camino convendría a México seguir en tal eventualidad? Hagamos algunos supuestos para explorar en términos más concretos el problema. El primero de ellos es que el dólar sufra una devaluación del 20%, lo cual es una estimación razonable ya que una reducción menor no sería suficiente para corregir los desajustes y una mayor podría provocar un oleaje de efectos de gran intensidad en el intercambio de productos y de capitales en el mundo. Un segundo supuesto consiste en aceptar, en forma provisional, que México decide seguir al dólar en su descenso.
En este caso continuaría el tipo de cambio de $12.50 por un dólar, lo que significaría en la práctica que nosotros también devaluamos nuestro peso respecto al oro y las monedas de los demás países, excepto respecto al dólar.
Un supuesto adicional es que los otros países no siguen al dólar en su devaluación y revalúan sus monedas en términos de dólares.
¿Qué sucedería en tales condiciones?
Las transacciones comerciales y crediticias con los Estados Unidos no sufrirían modificaciones importantes, en virtud de que se mantendría el mismo tipo de cambio del peso con respecto al dólar. Esto querría decir que se mantendría aproximadamente el status que de nuestras transacciones con nuestros vecinos, factor muy importante ya que hemos señalado más del 60% de nuestro comercio exterior se realiza con los Estados Unidos.
Las operaciones de crédito, a corto y a largo plazo, no sufrirían modificaciones por este concepto, ya que los préstamos hasta ahora contratados, se pagarían en dólares a razón de 12.50 pesos, como hasta ahora. Igual situación existiría en relación a nuevos créditos. Las inversiones norteamericanas directas en nuestro país, seguirían desbordándose como en el presente. Los turistas seguirían interesándose en visitar nuestro país en las mismas condiciones en que ahora lo hacen, porque su dólar tendría la misma capacidad de compra en México ya que el tipo de cambio seguiría siendo un dólar por doce pesos cincuenta centavos.
Igual cosa sucedería con las remesas de las empresas extranjeras por concepto de utilidades, regalías, intereses, etc., toda vez que la conversión de pesos a dólares se haría al tipo de cambio actual.
Otra cosa muy distinta sucedería con las transacciones de México con otros países. En primer lugar, las operaciones comerciales con estos mercados registrarían ajustes derivados de los nuevos tipos de cambio que se establecieran.
El comercio con todos estos países sufriría cambios importantes. Las compras que les hiciéramos nos resultarían más caras en un 20% o sea en la medida en que se hubiera devaluado el dólar y el peso. Esto querría decir que tenderíamos a desplazarnos a los Estados Unidos en esas compras, porque ahora resultarían más baratas las mercancías norteamericanas que las de otros países. Solo adquiriríamos en estos países aquellos productos que fuera necesario comprar, sea porque, no se pudieran obtener en los Estados Unidos o por convenios de compensación o de créditos que obligaran a adquirirlos en ellos.
Por el lado de nuestras ventas al exterior registraríamos una mejoría relativa, dado que nuestros productos se habrían abaratado por efecto de la devaluación del peso, resultado de la devaluación del dólar. De esta suerte, tenderíamos a vender más y a comprar menos a países fuera de los Estados Unidos. Por el contrario tenderíamos a comprar más de este último país.
El turismo no-estadounidense aumentaría porque se habría hecho más barato visitar México para todos los ciudadanos del exterior, menos para los norteamericanos.
Los créditos exteriores, fuera de los procedentes de Estados Unidos, tenderían a desalentarse, ya que nos costarían más en términos de oro o de las monedas de otros países. Esto significaría que nos desplazaríamos hacia los Estados Unidos en cuanto a solicitud de créditos a largo plazo.
En resumen las repercusiones que tendría la decisión de seguir al dólar en su devaluación, significaría la intensificación de la dependencia respecto a los Estados Unidos en lo que hace a comercio, turismo, crédito e inversiones directas.
¿Qué significaría la decisión de México de aprovechar esta coyuntura para revaluar el peso que de acuerdo con nuestro supuesto consistiría en modificar el tipo de cambio actual al de diez pesos por un dólar?
Con la revaluación del peso frente al dólar el comercio con los Estados Unidos sufriría reajustes importantes. Desde luego las ventas a ese país tenderían a reducirse porque nuestros productos se habrían encarecido para los norteamericanos. Por una mercancía mexicana que hoy vale $12.50 nos pagan 1 dólar, con el tipo de cambio actual; con el nuevo tipo de cambio de $10.00 por 1 dólar, nos tendrían que pagar 1 dólar y veinticinco centavos.
En cambio, aumentarían las compras que hacemos a los Estados Unidos, porque las mercancías de ese país nos resultarían más baratas. Por una camisa que hoy nos cuesta 5 dólares, tenemos que pagar $62.50 al tipo de $12.50 por 1 dólar; con el tipo de cambio de $10 por 1 dólar, solamente tendríamos que pagar $50. Las importaciones de maquinaria se abaratarían. Esto impulsaría las importaciones procedentes de los Estados Unidos. El efecto combinado de la reducción de nuestras ventas a ese país y del aumento de nuestras compras, significaría un mayor desajuste de nuestras transacciones con los Estados Unidos.
El intercambio de México con el resto del mundo no registra modificación de importancia, en virtud de que se mantendrían las mismas equivalencias entre las monedas de esos países y el peso mexicano.
Por el lado del turismo tendríamos un reajuste a la baja —ya que con el nuevo tipo de cambio de 10 pesos por 1 dólar resultaría más caro a los norteamericanos visitar a México—. Lo contrario sucedería con los viajeros mexicanos, quienes encontrarían que sería más barato visitar los Estados Unidos que visitar otros países. Un cuarto de hotel en Nueva York de 10 dólares costaría $100 pesos, frente a $125 pesos con el tipo de cambio actual. Por estas razones, el saldo positivo que ahora registramos en turismo, se reduciría en forma considerable.
En materia de inversiones extranjeras directas norteamericanas el resultado de la modificación del tipo de cambio a 10 pesos dólar sería que tenderían a reducirse esas inversiones, así como las remesas de utilidades e intereses a los Estados Unidos. Para las empresas de otros países la situación no habría cambiado, toda vez que se mantendría el mismo tipo de cambio entre nuestro peso y sus monedas.
Respecto a los créditos a largo plazo que están pendientes de ser saldados con los Estados Unidos (que son la mayor proporción de nuestra deuda con el exterior) se pagarían con dólares devaluados, es decir, se reduciría la carga para México por efecto de la devaluación del dólar. Saldar deudas con los Estados Unidos por 1 millón de dólares nos costaría 10 millones de pesos, frente a 12.5 millones de pesos que cuesta hoy, al tipo de $12.50.
Una cosa semejante acontecería con los nuevos créditos que lográramos obtener en los Estados Unidos. Nos costarían menos que ahora. Los contratados en Europa o en otros países de moneda “revaluada” en cambio se mantendrían en las condiciones presentes.
En resumen, si “revaluamos” (aumentamos el valor del peso frente al dólar) los efectos probables serían:
1) Un mayor desajuste de las transacciones comerciales con los Estados Unidos;
2) Reducción de los ingresos de dólares por turismo e inversiones norteamericanas directas;
3) Reducción de la carga de la deuda exterior con Estados Unidos;
4) Reducción del costo de los nuevos créditos concertados en los Estados Unidos;
5) Reducción en el costo de la compra en los Estados Unidos de maquinaria, equipo, refacciones y materias primas necesarios para continuar nuestro desarrollo.
Por la exposición que antecede se puede ver que la devaluación del dólar plantearía a México un complejo de problemas que tendrían que ser cuidadosamente estudiados para aplicar la política que más conviniera al país, con el propósito de mantener el más alto ritmo de desarrollo compatible con el fortalecimiento de la independencia económica del país.
Por nuestra parte opinamos que lo más conveniente sería el “revaluar” el peso en la proporción que se devaluara el dólar. Esta revaluación aligeraría el costo de las adquisiciones en los Estados Unidos de bienes de producción y reduciría también la carga del pago, de la crecida deuda exterior y del pago de intereses. Desalentaría en alguna medida las inversiones directas norteamericanas que actualmente están invadiendo materialmente la economía de nuestro país.
Sin embargo, la “revaluación” del peso crearía situaciones complicadas que habría que manejar adecuadamente. Así por ejemplo, la posible reducción de las ventas a los Estados Unidos tendría que contrarrestarse con el impulso más vigoroso de las ventas mexicanas a otros países; el posible aumento de nuestras compras a los Estados Unidos, demandaría una más rigurosa y eficaz intervención gubernamental para hacer selectivas en extremo esas compras, eliminando los productos no indispensables para el desarrollo económico y desde luego, combatiendo a fondo el contrabando que actualmente alcanza tan altas proporciones. Igual atención habría que darse a medidas para reducir los gastos de viajeros mexicanos en el exterior, para elevar los ingresos provenientes del turismo y para utilizar mejor esos recursos.
Como medida precautoria, de seguridad convendría convertir en oro los 300 millones de dólares que forman parte de nuestra reserva monetaria. De no hacerlo oportunamente, corremos el riesgo de sufrir fuertes pérdidas.
Finalmente, como ya lo hemos señalado reiteradamente, habría que desarrollar los máximos esfuerzos para poner en tensión las capacidades y energías de los mexicanos para que con la utilización óptima de los recursos nacionales se dé el mayor impulso posible de desarrollo económico nacional. La revaluación del peso frente al dólar por sí misma no resuelve gran cosa, sino que tiene que ir acompañada de una serie de medidas como las sugeridas (y otras más) para que tenga un impacto favorable y de gran alcance en la economía nacional.
Estas son nuestras opiniones sobre el problema del peso frente a la crisis del dólar. Se basan en el supuesto de que al devaluarse el dólar los demás países del mundo no devalúen también sus monedas. Pero en el caso de que los países importantes como Inglaterra, Alemania, Francia, etc., decidan acompañar al dólar en su devaluación, México se verá obligado a hacer lo mismo. No podría sostener el peso como única moneda revaluada en un mundo de monedas devaluadas. Pero si esto no sucede, al devaluarse el dólar consideramos que lo más conveniente sería que se mejorara la relación de nuestro peso con esa moneda, a un nivel ajustado a la magnitud de esa devaluación. Es probable que la nueva equivalencia llegue a ser la de 10 pesos por un dólar.♦