Movilización insuficiente y mal uso del ahorro nacional; el crecimiento desproporcionado de las industrias de artículos de lujo; la protección excesiva a algunas industrias; los peligrosos desajustes del comercio exterior y anarquía en el propio sector oficial, factores negativos.
La necesidad de un plan económico nacional, con orientación revolucionaria, se ha puesto de manifiesto en las últimas semanas en que el nuevo gobierno ha reconocido que bajo la tan pregonada estabilidad y desarrollo acelerado del país, que algunos círculos, especialmente del extranjero estaban dando en llamar "el milagro mexicano", se esconden serios problemas que amenazan no solamente con detener el crecimiento económico, sino con provocar desajustes sociales de grandes proyecciones y aumentar peligrosamente la dependencia respecto a los Estados Unidos.
Es evidente que para superar esos grandes problemas se hace necesario sobre todo introducir cambios fundamentales en la orientación de la política gubernamental e integrar esa política en un plan económico nacional, ya que la causa determinante de los problemas que nos aquejan es la subordinación de la economía a los intereses del gran capital, extranjero y nacional, es decir, al capitalismo en su expresión más negativa, de capitalismo dependiente.
En efecto, cuando el motor de la actividad económica es el logro de utilidades máximas, y no precisamente el satisfacer las necesidades populares y salvaguardar la independencia nacional, haciendo un uso racional de los recursos de que dispone el país, las consecuencias que necesariamente se derivan son las de un crecimiento anárquico y desequilibrado, el derroche de recursos y su insuficiente aprovechamiento, la inflación, la concentración de la riqueza y del ingreso, el fortalecimiento de grupos oligárquicos y la sujeción a los países metropolitanos. Esto ha sido lo que en términos generales ha sucedido en México, primero en la época del régimen porfirista, y después, en las últimas tres décadas.
No es difícil probar la conexión directa de causa a efecto entre el móvil de lucro que ha regido la actividad económica en el país, con los grandes problemas que preocupan a las masas populares y a la nación en su conjunto. Veamos algunos aspectos relevantes de lo que nos muestra la realidad a este respecto.
Anarquía, desequilibrios y desperdicios.- Es típico del sistema capitalista, cuyo móvil es el lucro, que las actividades económicas se realicen en forma anárquica. Los empresarios privados que controlan los medios de producción, toman sus decisiones de acuerdo con sus propios intereses, guiándose fundamentalmente por la perspectiva de lograr las mayores utilidades, de lo que resulta una verdadera anarquía por una parte, una gran deformación de la economía y enormes desperdicios, por la otra.
En escala nacional, se ha producido una estructura muy desequilibrada de la economía. Las actividades comerciales han ocupado el primer lugar, superando a cada una de las principales actividades productivas, como la industria, la agricultura y ganadería, la minería, la pesca, etc. Esta es una deformación estructural muy inconveniente ya que la hipertrofia del comercio significa una sobrecarga muy onerosa para los consumidores y una desproporción exagerada en las utilidades que obtienen los intermediarios, utilidades que en buena parte no se utilizan para incrementar la producción, que es lo esencial; esto quiere decir, que la hipertrofia del comercio frena el crecimiento, por la doble razón de que eleva artificialmente los precios, reduciendo la capacidad de compra de las masas populares, y por otra parte, sustrae medios de inversión en actividades productivas.
Dentro de cada sector de la economía se producen también serios desequilibrios, por la anarquía de la producción y por el régimen de lucro. Tomando como ejemplo el sector industrial podemos apreciar los siguientes: se han desarrollado exageradamente ramas industriales que no contribuyen realmente a la satisfacción de necesidades reales de la población, sino que son perjudiciales unas, o de tipo suntuario, las otras. Así, la producción de cerveza, vinos y licores, de refrescos, de cigarros, de perfumes, cosméticos, joyería, etc., ha registrado aumentos exagerados en las últimas décadas; estas industrias han utilizado recursos de capital, divisas, materias primas, trabajadores, medios de transporte, etc., que en otras condiciones deberían servir para elevar la producción de artículos de consumo necesario para las grandes masas populares.
La anarquía de la producción ha llevado a la proliferación de empresas y de plantas industriales en la mayoría de las actividades industriales, absorbiendo innecesariamente grandes recursos de capital, de mano de obra, de técnica, materias primas, etc., que hacen falta para elevar la producción en otros ramos. Esto ha determinado un enorme desperdicio de recursos ya que las plantas existentes tienen que trabajar a poca capacidad, por falta de mercado, elevando además los costos y los precios. En la industria de automóviles operan 9 empresas, cuando una sería suficiente para abastecer el mercado, lo que se haría con menores costos y con precios menores; igual situación encontramos en la producción de tractores y maquinaria agrícola, en la producción de medicinas, en la de aparatos de radio y televisión, en la industria azucarera, en la fabricación de refrigeradores, lavadoras y estufas, y en casi todos los ramos industriales.
La dinámica del sistema de lucro lleva necesariamente también a la formación de pequeños grupos de grandes capitalistas, con lo que se concentra desmedidamente la riqueza y el ingreso, así como el poder económico y político. Como contrapartida, las grandes masas populares se mantienen en una situación aflictiva porque sus ingresos son bajos y porque tienen que pagar altos precios que fijan los monopolios.
La concentración de la riqueza y del ingreso en pequeños grupos privados es factor determinante también de los serios desajustes en el comercio exterior y en la Balanza de Pagos en su conjunto. Estos grupos tienen una tendencia muy definida a importar artículos suntuarios costosos, a realizar grandes gastos de divisas en viajes al exterior y a colocar parte de sus utilidades y recursos en bancos foráneos.
Política revolucionaria, con base en un Plan.- Localizadas las causas fundamentales de los problemas a que se enfrenta el país, lo que se tiene que hacer es muy claro: sustituir el lucro como principio rector de la economía, por el de la satisfacción de las necesidades de las masas populares, y sustituir la anarquía imperante por un plan económico nacional que permita utilizar cabalmente y con eficiencia los recursos naturales, financieros y humanos y técnicos. No hay otro camino.
El nuevo gobierno hasta ahora ha hecho una apreciación bastante objetiva de la realidad nacional y ha hecho pronunciamientos aceptables sobre los principales problemas que deben atacarse. Se observa sin embargo, cierta improvisación en las medidas que está adoptando, contradicciones notorias en las medidas que adopta, imprecisión en los caminos a seguir y la falta de un plan integral que ponga en orden los distintos factores que puedan asegurar buenos resultados. Hasta ahora se ha procedido en forma casuística, conforme van presionando los problemas y no se ve ni siquiera la intención de ajustar la política económica a un plan económico nacional.
Las medidas adoptadas en relación al azúcar, a la aplicación de nuevos impuestos, y a la elevación oficial de algunos precios, son ejemplos de la falta de un plan general, de precipitación y de imprecisión en lo que se quiere hacer. Esto, independientemente de que estén justificadas esas medidas.
¿Por qué se fijan nuevos impuestos al consumo de algunos artículos y no se actúa sobre los impuestos al ingreso y al capital? ¿Por qué se declara el mantenimiento de la libertad total en el mercado de divisas cuando es evidente que padecemos un peligroso desequilibrio en la Balanza de Pagos? ¿Por qué se deja libertad total para que los particulares adquieran dólares en el Banco de México si ello puede conducir a que 20 o 30 magnates en un momento dado puedan comprar hasta el último dólar de nuestra reserva, sea para especular, viajar al exterior, depositarios en bancos extranjeros, o simplemente para frenar al gobierno en sus intentos de cambiar la situación económica de las masas populares?
Es evidente que se hace necesario que el gobierno aplique medidas más a fondo, que organice sus actividades de acuerdo con un plan económico nacional. Creer que con medidas del tipo de las que se han adoptado hasta ahora se van a producir los cambios que se necesitan para mejorar las condiciones de vida del pueblo y para fortalecer la independencia nacional, es una ilusión y, muy pronto, de seguirse por ese camino, las masas populares se sentirán defraudadas y su descontento será capitalizado por la oligarquía, como ya está tratando de hacerlo.♦