Elevar la producción agropecuaria e industrial es urgente, pero no basta. Es preciso resolver problemas de fondo que frenan la producción y elevan los precios. El crédito que en manos de los grupos financieros poderosos es muy caro, inoportuno e insuficiente; debe nacionalizarse la banca. Los intermediarios que acaparan cosechas, pagan precios muy bajos a los productores, los gravan con préstamos de usura, y que elevan exageradamente los precios para los consumidores, deben ser combatidos con energía. Las ventas en abonos que se efectúan en condiciones leoninas para los sectores populares, incluyendo a la clase media: a precios muy elevados, con tasas de interés superiores al 30% anual. Deben reglamentarse para proteger al consumidor de bajos ingresos. La publicidad que sobrecarga los precios porque el consumidor paga esos fuertes gastos. Los monopolios que son los principales responsables de la carestía, deben ser combatidos. El sector gubernamental que en general funciona con deficiencia, sobrecargado con personal mal pagado y con frecuencia a muy alto costo por los malos manejos en los altos niveles. El problema es de gran envergadura y no de fácil solución, pero debe resolverse para asegurar la tranquilidad pública, por el único camino posible mejorar de veras las condiciones de vida del pueblo. |
Los reflejos dorados con que se presentaba el llamado "milagro mexicano" para adormecer y engañar al pueblo, han perdido de golpe, su intensidad, y mostrado que sólo se trataba de simple oropel, de un crecimiento de escaparate, ostentoso, sostenido sobre cimientos falsos, débiles, de arena movediza.
En efecto, el crecimiento económico del país se ha sustentado en los últimos 30 años sobre una política de apoyo decidido a la gran empresa privada (monopolios) para asegurarles utilidades "atractivas" (sobre el 40% anual), a costa de los consumidores y de los factores de la producción más débiles, los campesinos, los obreros, los artesanos, pequeños industriales y también de los pequeños comerciantes.
Dentro de esa política el gobierno se asignó como tarea esencial el utilizar todos sus medios para estimular al sector privado a invertir sus recursos (y los ajenos que maneja en grandes sumas) con el objeto de elevar la producción. Franquicias fiscales, altos aranceles, controles de importación, grandes créditos sin buena garantía y escasa o ninguna vigilancia para su buen uso, monopolio bancario mediante la prohibición de abrir nuevos bancos, vía libre a los agiotistas y acaparadores de cosechas, mantenimiento de salarios a bajos niveles, control de precios totalmente ineficaz, negligencia y complicidad en materia agraria, transportes ferroviarios baratos, combustible y energía a bajos precios, caminos, carreteras, presas, puertos, y otras obras y servicios de infraestructura gratuitos o a muy bajo precio, etc., etc., todo ello dirigido esencialmente a crear las condiciones favorables para que la gran empresa privada obtuviera utilidades atractivas.
Los resultados de esa política están a la vista. Si, bien el ingreso nacional ha aumentado de manera continua según las cifras oficiales a un ritmo de más del 6 por ciento (en realidad es considerablemente menor), el costo social ha sido muy elevado, porque los sacrificios de las masas populares han sido grandes y porque el crecimiento que se ha obtenido ha engendrado problemas complejos y de difícil solución, y además, porque dicho crecimiento amenaza con detenerse debido a que sus bases de sustentación son débiles e inadecuadas.
Se trata, ni más ni menos, de un crecimiento económico que ha beneficiado desproporcionadamente a pequeños grupos de grandes capitalistas nacionales y extranjeros y que ha gravitado sobre las economías de las grandes masas populares. El crecimiento logrado ha sido a costa de los consumidores que han tenido que pagar altos precios, y sobre los factores de la producción que han estado sujetos a los dictados de los intereses del gran capital. Veamos algunos aspectos del problema.
Altos precios.- La elevación de los precios es un resultado obligado de la política económica que se ha seguido consistente en asegurarle utilidades atractivas al sector privado.
Los altos aranceles y el cierre de la frontera para los productos competitivos del exterior, ha significado la automática elevación de precios para la casi totalidad de los productos industriales. Como resultado de ello, el consumidor mexicano tiene que pagar del 50 al 100 por ciento y aún más, por los automóviles y camiones, los tractores e implementos agrícolas, los refrigeradores, estufas, lavadoras, radios, televisores, medicinas, alimentos industrializados, trigo, jabones y detergentes, maquinaria, acero, telas, ropa hecha, y un sinnúmero de otros artículos.
Si bien es cierto que dado el atraso en que nos encontrábamos justificaba dar protección al desarrollo industrial, tal y como lo han hecho hasta los países de mayor desarrollo, también lo es que la protección que se ha otorgado ha sido exagerada y no se ha manejado de manera adecuada para lograr la modernización industrial en un plazo razonable, sino que se ha propiciado la formación de monopolios que disponen de un mercado cautivo que no tiene escapatoria y tiene que pagar los altos precios qué fijan esos monopolios.
El monopolio del dinero que ejerce el pequeño grupo de grandes banqueros, monopolio formado con el apoyo del gobierno, ha encarecido enormemente el crédito, además de orientarlo hacia los negocios de esos pequeños grupos en detrimento de los demás empresarios. Las tasas de interés en México son de las más altas del mundo y constituyen uno de los factores que más obstaculizan el aumento de la producción y que influyen en el aumento de los precios. El industrial mediano y pequeño, el agricultor, sobre todo si es ejidatario o pequeño agricultor, el ganadero, el comerciante todos ellos tienen que operar con tasas de interés no inferiores a 18 por ciento, con créditos insuficientes e inoportunos, por lo que se ven limitados en sus posibilidades de producción y la que logran tienen que venderla a mayores precios que los que podrían establecerse si el crédito fuera abundante y a menor costo. El consumidor tiene que sufrir las consecuencias.
Los intermediarios que como una verdadera plaga intervienen en el manejo de la producción, tanto la agropecuaria como la industrial sobrecargan enormemente los precios para el consumidor final. Acaparando cosechas, haciendo préstamos de verdadera usura a los productores necesitados, manipulando los mercados, distribuyendo los productos industriales con recargos exagerados, realizando ventas en abonos que son un verdadero atraco, y en fin, aprovechando cualquier coyuntura para elevar los precios, vienen a sumarse a los grandes banqueros e industriales para exprimir a los consumidores. Debemos aclarar que aquí no nos referimos al intermediario o comerciante que cumple con su función económica de hacer llegar los productos a los consumidores finales en condiciones razonables de precios y calidades, que sin duda hacen un positivo servicio a los consumidores y al país en su conjunto; los que actúan así también sufren las consecuencias de los acaparadores e intermediarios voraces, de las insuficiencias y altos precios del crédito y de la política de los grandes industriales que encarecen los productos.
La conducta de los monopolios en general es un factor importante de carestía, porque en su afán de elevar sus utilidades optan por producir hasta el punto en que pueden realizar su producción a los precios que les reporten mayores beneficios, dejando de utilizar una parte importante de su planta productiva que con otro criterio, el de producir al máximo, podría utilizarse para crear abundancia, bajar los precios y satisfacer más cabalmente las necesidades de los consumidores. Entre la abundancia a precios más bajos, y la escasez a precios más elevados, optan por lo último porque invierten menos, sus riesgos disminuyen y por cada peso invertido logran mayores utilidades.
De esta manera, cuando la economía se encuentra dominada por monopolios necesariamente hay escasez y altos precios, que gravitan sobre los consumidores.
El señor gubernamental también ha venido contribuyendo al proceso de elevación de precios, aunque algunas de sus actividades están orientadas en el sentido de evitar su alza. La burocratización del sector administrativo, con abundancia de empleados y mal pagados, la ineficiencia, el papeleo, los desperdicios de equipo y material de oficina, etc., etc., viene a recargar el gasto público en actividades no productivas. Los organismos descentralizados y las empresas de participación estatal, en la mayoría de los casos también constituyen un factor de elevación innecesaria de costos y de precios. Estas instituciones y empresas en muchos casos están mal organizadas, incurren en grandes gastos innecesarios, se manejan deshonestamente, no existe una buena coordinación entre ellas lo que conduce a duplicaciones e interferencias costosas, y en algunos casos mantienen precios bastante elevados para sus productos. Los precios del acero, por ejemplo, son muy elevados en comparación con los del exterior, a pesar de que el gobierno controla más del 50 por ciento de la producción nacional; hace poco se elevaron todavía más, con lo que han propiciado la elevación de costos y de precios de una amplia gama de productos metálicos de gran consumo industrial y final.
El problema de la elevación de precios, por lo tanto, es muy complejo y tiene raíces profundas. Deriva fundamentalmente de supeditar el crecimiento a los intereses del gran capital que en su afán de obtener altas utilidades manipula las fuerzas económicas para lograrlas. Siendo esto así, la solución que debe buscarse es atacando sus raíces, con decisión, competencia, y visión hacia el futuro. En este sentido, la política económica debe dar un viraje hacia otras metas y otros instrumentos. Modificar la política de fomento económico, no sujetarlo más al aseguramiento de utilidades para el gran capital, modificar la política de protección arancelaria, nacionalizar la banca o al menos liberalizarla permitiendo el acceso de los productores, cooperativas, ejidos, etc., a ese ramo y fortalecer la banca gubernamental; combatir a fondo las organizaciones y procedimientos monopolistas; hacer más eficiente el aparato gubernamental, más eficiente, mejor orientado en sus actividades, eliminando los malos manejos.
Tal es la magnitud del problema a que nos enfrentamos, no solamente el gobierno sino todos los mexicanos que deseamos realmente que el desarrollo se acelere para bien del pueblo. Si gobierno y pueblo nos unimos en este esfuerzo, lograremos avanzar con firmeza, resolveremos los grandes desajustes que ahora hacen peligrar la economía, los consumidores pagaremos los precios justos, mejorarán las condiciones de vida de las masas populares y fortaleceremos la independencia nacional. En estos momentos se presenta una coyuntura favorable para lograr estos propósitos, porque el nuevo gobierno ha manifestado su propósito de hacerle frente a los problemas con decisión y porque ante los últimos acontecimientos el pueblo ha tomado conciencia de que los verdaderos responsables de los problemas que nos afectan son los grupos de grandes capitalistas nacionales y extranjeros que aprovechan toda oportunidad para enriquecerse a costa del pueblo.♦