La incomprensión del gobierno por una parte y la falta de espíritu combativo de nuestros industriales, por la otra, han hecho caer en manos de los grandes monopolios extranjeros empresas mexicanas que fueron florecientes.
Las proporciones que está adquiriendo el desplazamiento de empresarios mexicanos (o de extranjeros nacionalizados y con fuerte arraigo en México) por grandes consorcios extranjeros son verdaderamente alarmantes. Se encuentra en marcha un proceso de absorción de negocios independientes, no solamente de algunos que venían teniendo una vida más o menos precaria, sino negocios de larga tradición y de gran éxito económico.
Esta expansión monopolista extranjera amenaza seriamente a muchas empresas nacionales que se habían mantenido independientes; con ello se cierran posibilidades para los mexicanos, en su propio país, de organizar y dirigir empresas industriales o de otra índole. En corto tiempo al empresario mexicano solo le quedará la salida, en el mejor de los casos, de ser “socio menor” con alguna participación, como subordinado, o la de ser totalmente eliminado de su actividad. Tendrá que dedicarse a las ocupaciones fuera del interés de los grandes monopolios extranjeros, que por lo que se ve serían las de hacer piñatas de navidad o de vender pepitas.
Desafortunadamente sólo en forma aislada se aborda este problema, a pesar de su seriedad, y los hechos quedan más o menos ocultos, expuestos en una forma que no permite al público enterarse debidamente, ni comprender su significado. Consideramos un deber ineludible llamar la atención sobre este problema nacional y aportar la información de que disponemos y nuestros juicios sobre el significado y alcance que tienen estos hechos.
El bulldozer en acción
Aunque antes de la Segunda Guerra Mundial se dieron casos de absorción de empresas mexicanas y desplazamientos de nacionales en algunas actividades, el fenómeno adquirió mayor importancia en la época del propio conflicto armado, pero sobre todo en la posguerra en la que está tomando caracteres alarmantes que tienden a acentuarse.
En algunas líneas el proceso ha llegado ya a su culminación con la eliminación total de capital y de empresarios mexicanos por parte de grandes firmas extranjeras. Tal es el caso de la fabricación de llantas en donde existía una importante inversión nacional, la que fue totalmente eliminada por intereses norteamericanos. Las cinco empresas que componen esta rama son filiales de las cinco grandes de los Estados Unidos, sin un solo centavo de inversión nacional.
En otras actividades el desplazamiento se encuentra en franca marcha. Cada día aumentan los casos de absorciones, compras, “asociaciones” con empresas extranjeras, etc. Una tras otra las principales ramas industriales y algunas comerciales se van convirtiendo en dominios de uno o dos monopolios extranjeros, quedando las empresas mexicanas otrora independientes y más o menos prósperas, en calidad de subsidiarias o como partes integrantes de esos monopolios. A manera de ejemplo, citaremos los siguientes casos que revisten importancia.
La asociación que hace algunos años realizó un destacado industrial mexicano y de notorios antecedentes nacionalistas, con al empresa de productos químicos norteamericana, la Dow Chemical, se convirtió finalmente en una absorción total de la parte mexicana, por los intereses extranjeros. No fue suficiente defensa para el industrial nacional la participación en condiciones de 50% y 50% con el capital extranjero. El domino técnico, la ventaja financiera y sobre todo la actitud inalterable de lograr el control del negocio por parte del monopolio, dieron por resultado la expulsión del socio mexicano. Con ello una importante empresa de productos químicos que había sido establecida con capital y esfuerzos nacionales, pasó a ser propiedad de un gran monopolio norteamericano.
Otro caso importante nos lo presenta la absorción de la importante negociación llamada 1, 2, 3 propiedad de un distinguido empresario mexicano (de origen español) por parte del multifacético monopolio inglés, la Unilever. La 1, 2, 3, a todas luces, era una empresa importante y próspera que contaba con modernas instalaciones industriales y una amplia red de establecimientos de distribución. Sin embargo, cayó como negocio independiente frente a la poderosa Unilever. De esta suerte, otra floreciente empresa mexicana dejó de existir como tal, robusteciéndose en cambio el control extranjero en esa actividad.
La misma historia la encontramos en el caso de la más importante empresa de galletas y pastas, Fábricas Modernas, S. A. (Famosa), que era propiedad de empresarios de origen español y de gran arraigo en México. No obstante su situación de gran empresa y de notoria redituabilidad, sucumbió como negocio mexicano independiente al ser absorbida por la National Biscuit Co., la empresa penetró a una actividad que desde siempre había sido una industria nacional independiente.
Como complementación, citemos el caso de otra gran negociación que ha sido absorbida por monopolios extranjeros: el de las industrias de productos lácteos Carrancedo. A pesar de que esta empresa también era muy importante en su ramo, ha dejado de existir, como negocio nacional para convertirse en una propiedad de la Kraft, de nacionalidad norteamericana.
La absorción de grandes negociaciones mexicanas por monopolios extranjeros ha sembrado la alarma, y con sobrada razón, entre los empresarios que afrontan la amenaza de correr una suerte igual ante la fuerza expansionista de los monopolios extranjeros. No solamente por aquello de que “si ves las barbas de tu vecino...”, sino porque están siendo ya objeto de una presión que se intensifica sin cesar. En una variedad de actividades los empresarios nacionales sufren una verdadera embestida que amenaza su existencia. En la industria de aceites y grasas, e la alimentos para ganado, en las industrias enlatadoras, en la de medicinas, etc., etc., se vive en una situación de inseguridad y zozobra constantes. Hasta la Cervecería Modelo, es objeto de los intentos de absorción por consorcios de Estados Unidos.
Lo que está sucediendo, que constituye sin duda un problema que puede llegar a tener consecuencias negativas de largo alcance, nos obliga a plantearnos una serie de preguntas: ¿por qué razones los monopolios extranjeros están logrando desplazar a los empresarios mexicanos? ¿qué están haciendo los inversionistas nacionales para evitar convertirse en socios menores o en empelados de las empresas extranjeras? Y finalmente, ¿qué está haciendo el gobierno para defender a los empresarios mexicanos de las presiones y embestidas de los monopolios extranjeros? Las respuestas a estas interrogantes nos revelan una situación verdaderamente desalentadora.
Primero dinero, después dinero y siempre dinero.
El desplazamiento de muchos empresarios mexicanos se ha operado, a decir verdad, por el poder y el apetito del dinero. Muchos empresarios han actuado colocando en primer lugar sus intereses económicos particulares. Ante las presiones de los monopolios extranjeros ejercidas con base en la gran superioridad económica de los mismos, han cedido el control de sus negocios porque les han pagado muy bien. No han tenido el empuje suficiente para enfrentarse a esas presiones con el mejoramiento de sus sistemas de producción, de administración y de ventas y han seguido el camino fácil de transferir el control de sus negocios a cambo de una buena suma de dinero. Todo, antes que arriesgar sus inversiones. Después de mi... el diluvio. Esta actitud tan negativa ha sido asumida hasta por algunos otrora destacados nacionalistas.
Seguramente existen casos de empresarios mexicanos que han luchado y han tratado de resistir las presiones y la competencia desleal de los grandes monopolios extranjeros, pero que han encontrado muy difícil mantenerse a flote. La falta de capitales, obstáculos en la disponibilidad de técnicas avanzadas y la falta de un ambiente favorable, los ha llevado finalmente a ceder. Pero sin subestimar estos esfuerzos, debemos convenir que una mayoría ha sido impulsada por el deseo de “hacer una buena operación lucrativa” vendiendo sus negocios o entrando en sociedad —aunque sea en minoría— con las empresas extranjeras para obtener importantes utilidades bajo el amparo de la fuerza económica y técnica de éstas. Al fin que, en el peor de los casos, no faltaron “negocios de viuda” (especulación sobre terrenos, construcción de edificios, operaciones de usura, etc.) que también les pueden proporcionar magníficos ingresos y con menores riesgos.
Pero si los empresarios están fallando lamentablemente, el gobierno tampoco ha estado a la altura de sus responsabilidades. No ha habido la debida comprensión del significado y magnitud del problema. Como consecuencia no se ha aplicado una política de apoyo a los inversionistas mexicanos para ayudarlos a resistir la fuerza dominadora de los monopolios extranjeros. Todavía priva la política de “trato igual” que en la práctica no puede tener otro resultado que el de hacer fácil presa a nuestros empresarios de la fuerza expansiva de los monopolios internacionales.
La incomprensión gubernamental de lo que está sucediendo (y que reviste cada vez mayor gravedad) llega a tal extremo que el mismo gobierno ha cedido la propiedad de importantes empresas a intereses extra-nacionales. Tal fue el caso de las industrias empacadoras de legumbres, frutas y productos marinos que poseía en el Noroeste de la República y otros lugares, que fueron vendidos al gran monopolio norteamericano Heinz. Esta venta se hizo a pesar de que existían intereses mexicanos que deseaban adquirir las empresas de referencia. Se optó por el monopolio extranjero, al que se le vendió en condiciones notoriamente desfavorables para México, ya que se incurrió en fuertes pérdidas.
Un caso más, de los innumerables que suceden en nuestro país —y que manifiesta esa falta tan lamentable de comprensión de los intereses nacionales por parte del gobierno— lo encontramos en la política indiscriminada de subsidios a la pequeña y mediana minería. No obstante que debe suponerse que esos subsidios fueron creados para ayudar a la minería mexicana para que opere con éxito (uno de cuyos obstáculos es la acción de las grandes empresas mineras extranjeras que no las dejan progresar) una parte importante de ellos han sido otorgados a empresas subsidiarias de la American Smelting y de la American Metal Co.
Lo mismo acontece con el manejo del Fondo de Garantía y Fomento a la Pequeña y Mediana Industria, que fue creado en 1954 a raíz de la devaluación, con el objeto de ayudar a las empresas nacionales a desarrollarse. Crecidas sumas de este Fondo han sido utilizadas para dar crédito a la Coca Cola, la Pepsi Cola y otras empresas extranjeras que dominan la industria de refrescos o que operan en otras ramas económicas.
Detengamos la invasión
Nadie puede ser ajeno al grave problema que se nos plantea. Es de tal seriedad que demanda de la acción decidida de todos los sectores nacionales que no estén dispuestos a aceptar la ocupación económica del país, ocupación que no por pacífica es menos indeseable.
Desde luego que los que deben encontrarse en primera línea en esta lucha son los propios empresarios mexicanos (o extranjeros arraigados en el país, sin ligas de dependencia con el exterior).
Los empresarios deben defender sus negocios con intransigencia, mediante la superación constante de sus procedimientos y técnicas que les permitan resistir la competencia tan desigual a que se enfrentan. En lugar de manejar sus negocios (como muchos lo están haciendo) con el afán de enriquecimiento sin límites, deben reinvertir buena parte de sus utilidades, mejorar costos y bajar precios. Los tiempos no están como para que prive en ellos la ambición de esquilmar sus negocios industriales, transferir sus utilidades a la especulación de todo tipo y vivir como potentados. Si no lo hacen así, se convertirán irremisiblemente en servidores a sueldo de intereses extranjeros o dejarán de ser empresarios ¿No sería mejor ser cabeza de ratón que cola de león?
Si las circunstancias hicieron conveniente entrar en sociedad con capitalistas extranjeros ¿no sería lo indicado mantener el control efectivo del negocio y sólo dar a los intereses ajenos una participación minoritaria, pero de verdad? ¿No convendría también dejar los negocios de viuda y canalizar los recursos hacia actividades productivas recurriendo cuando fuere necesario a contratos de asistencia técnica y pago de regalías?
Existen pues alternativas tangibles que presentan defensas útiles y efectivas. Lo que hace falta es decisión y ¿podríamos decir... patriotismo?
Por su parte el gobierno tiene un papel importantísimo que jugar. Debe hacer suyo el problema y adoptar con firmeza políticas de defensa de los intereses nacionales. Dispone de los instrumentos fiscales, crediticios y administrativos para lograrlo. Además puede crear otros nuevos. Es inaplazable que lo haga así. Pero ahora mismo. Mañana será más difícil... y quizás muy tarde.♦