Lo que se esperaba: Nixon dijo ¡no! a América Latina. El futuro someterá a México a dura prueba

¿Pagaremos con la reserva, con nuevos créditos o con más inversiones extranjeras nuestra deuda?

El mundo comercial y financiero internacional ha entrado en un proceso de fuerte ebullición. El látigo norteamericano —10 por ciento de sobrecarga sobre las importaciones y la flotación del dólar y su desligamiento del oro— está provocando desajustes y reajustes. A la flotación del marco alemán (Occidental) y de otras monedas europeas, se ha sumado la flotación del yen japonés; a las protestas de los países industrializados europeos y el Japón y a sus gestiones frente a Estados Unidos para que eliminen el nuevo impuesto a las importaciones y ponga en orden su divisa, se han agregado las de muchos países del “Tercer Mundo” en un sentido parecido, entre los latinoamericanos representados en la CECLA.

El gobierno de Nixon ha dicho NO a todos ellos, argumentando que ya es tiempo de que los Estados Unidos piensen en primer lugar en sus propios intereses, aunque siempre ha sido y seguirá siendo generoso. La actitud norteamericana, que refleja la seriedad de su problema económico-social interno y la magnitud de la batalla entre los grandes del mundo capitalista por los mercados para sus productos y para sus capitales, está siendo un factor muy importante en la agudización de los desajustes comerciales y financieros que padece el mundo, está aumentando la incertidumbre económica general y amenaza con arrastrar al “mundo occidental” a una situación de crisis económica generalizada.

En verdad, al menos a corto plazo, el horizonte está lleno de nubarrones: multiplicación de medidas proteccionistas, caos monetario, inflación acelerada, disminución del crecimiento económico y del ritmo de aumento del comercio mundial. En una palabra, se puede vislumbrar un período de desajustes y de empeoramiento en las relaciones económicas dentro del Mundo Occidental.

Dentro de este panorama, podemos estar seguros de que resultarán afectados todos los países, el mismo Estados Unidos, los europeos y Japón, pero muy especialmente los del “Tercer Mundo” cuyas economías son débiles, fuertemente dependientes y en una situación de suyo comprometida, por los fuertes desequilibrios que están padeciendo en sus transacciones comerciales con el exterior y como consecuencia de las crecientes cargas por el pago de la deuda exterior.

¿Hacia una mayor dependencia?.

El impacto que puede esperarse para México de la actual política norteamericana y de los reajustes que está provocando en la de otros grandes países industriales es algo complejo, pero en términos generales puede decirse que tenderá a acentuar la situación de dependencia de nuestro país respecto a los Estados Unidos. En sus aspectos esenciales las repercusiones pueden tener las siguientes manifestaciones:

Obligado por las circunstancias el gobierno ha decidido mantener el tipo de cambio con el dólar que ha regido desde 1954, es decir, de $12.50 por un dólar. Las autoridades monetarias han hecho pública su decisión y consideramos que dentro de las actuales circunstancias no hay otro camino, a corto plazo al menos. Con esta medida no se modificarán las condiciones en que se realizan las operaciones comerciales entre México y los Estados Unidos, ya que las relaciones de precios de los productos intercambiados, en lo que hace al tipo de cambio, se mantendrán. Esto significa que la actual dependencia comercial respecto al mercado norteamericano tenderá a continuar.

Por otra parte, en la medida en que se revalúen las monedas de otros países con los que comerciamos la corriente de mercancías tenderá a modificarse en el siguiente sentido: podremos exportar más a esos países de moneda revaluada, porque nuestros productos se abaratarán por efecto del nuevo tipo de cambio, y tenderemos a comprarles menos porque sus productos resultarán más caros, por la misma razón de los nuevos tipos de cambio. Esto significa que puede producirse un fenómenos de dos signos: por el lado de las exportaciones quizás podamos aumentar la proporción de ventas a otros países (fuera de los Estados Unidos), pero por el lado de las comparaciones tenderemos a concentrarlas más todavía en los Estados Unidos, porque las de los otros países, como dijimos, nos resultarán más caras. En ese último aspecto tenemos que considerar los efectos de la política norteamericana consistente en fomentar sus ventas al exterior, y desde luego a nosotros también, por una parte, y considerar también los efectos de una política semejante de parte de los otros países que también buscarán aumentar sus ventas al exterior. Los resultados concretos de estos factores no se pueden predecir con precisión, pero es probable que la acción norteamericana sea más vigorosa por su mayor capacidad para fomentar sus ventas mediante el otorgamiento de créditos. Balanceando todos estos factores en juego, es probable que la tendencia sea hacia una mayor dependencia respecto al mercado norteamericano. Esta tendencia podrá modificarse, sin embargo, con una vigorosa política de nuestra parte, hacia una mayor diversificación de nuestros mercados.

Otro renglón importante a considerar es el del turismo. Por una parte, al mantener el tipo de cambio entre el peso y el dólar el turismo norteamericano a México puede mantenerse, a condición desde luego de que la situación de los negocios en Estados Unidos no empeore porque de hacerlo es muy probable que ese turismo se reduzca. Por otra parte, es probable que una parte del turismo norteamericano que ahora se orienta hacia Europa y Japón se reoriente hacia nuestro país porque los costos de pasear en aquellos países han aumentado, mientras que visitar México les costará lo mismo que antes. En qué medida puede suceder esto no se puede precisar, pero hay la probabilidad de que se incremente el turismo norteamericano a nuestro país, y también es probable que haya una mayor afluencia de turistas procedentes de países de moneda revaluada. Tomando en cuenta estos factores, existe la posibilidad de que también en este renglón aumente la dependencia de nuestro país respecto al turismo norteamericano. Conviene señalar, de paso, que el optimismo que en algunos círculos existe acerca de que en la actual coyuntura obtendremos un mayor ingreso neto del turismo debe ser atemperado ya que dada la característica del turismo mexicano al exterior, que en una alta proporción está formado por personas de altos ingresos, es muy probable que las salidas de divisas por ese concepto tienda a aumentar porque no podemos esperar que un aumento de un 10 o 15 por ciento en el costo de viajar a Europa o Japón vaya a detenerlos.

Considerando ahora otro de los elementos importantes de la política del gobierno de Nixon, el del 10 por ciento adicional a las importaciones, las repercusiones que podemos esperar son las siguientes: desde luego afectará a nuestras ventas totales a los Estados Unidos, porque se reducirá nuestra capacidad de competencia para exportar a ese mercado. Esto acentuará el desequilibrio comercial con los Estados Unidos que alcanza ya grandes proporciones. Las consecuencias serán, al menos a corto plazo, bastante lesivas ya que disminuirá nuestra disponibilidad de divisas para comprar la maquinaria, equipo, materias primas y demás, que necesitamos para nuestro desarrollo, por lo que o nos privamos de ellas en la proporción necesaria, o tenemos que recurrir a mayores créditos exteriores, particularmente norteamericanos, con lo que nuestra dependencia respecto a los Estados Unidos tenderá a acentuarse.

La posibilidad de compensar a corto plazo la reducción de nuestras ventas a los Estados Unidos, con exportaciones a otros países es dudosa, porque dentro de las actuales circunstancias es bastante difícil ampliar mercados para nuestros productos en las proporciones requeridas. Un factor atenuante a esta situación puede ser la política que seguramente seguirán los países industrializados que están siendo afectados por la política norteamericana de buscar un comercio más intenso con otros países para contrabalancear la caída de su comercio con los Estados Unidos. Al lado de este factor, debemos considerar también la posibilidad tangible de incrementar nuestro comercio con los países socialistas, si nos decidimos realmente a hacerlo.

Resumiendo, podemos afirmar que nos encontramos frente a un problema bastante serio que consiste en la amenaza de caer en una mayor dependencia respecto a los Estados Unidos, por una parte, y a una reducción de nuestro comercio exterior que al producirse acentuará nuestro desequilibrio exterior y obstaculizará nuestro desarrollo económico.

Emergencia  nacional.

Las difíciles condiciones en que se encontraba el país en el momento en que se lanzó la Nueva Política Económica del Gobierno de Nixon han venido a agravarse con los desajustes que dicha política está provocando en escala mundial. Podemos afirmar, sin temor a exagerar, que nos encontramos ante una verdadera emergencia nacional. Se hace inaplazable, por lo tanto, que se adopte una política a fondo y con toda firmeza para hacerle frente. Consideramos que, entre otras, podrían aplicarse las siguientes medidas:

  1. Intensificar el esfuerzo por ampliar nuestros mercados.
  2. Ejercer un mayor control sobre las divisas: riguroso control de las importaciones; limitar sustancialmente el gasto de turismo en el exterior; reducir drásticamente la salida de utilidades de empresas extranjeras y nacionales.
  3. Política a fondo, de nacionalizaciones básicas, incluyendo en ellas la banca de depósito y las sociedades financieras;
  4. Reforma fiscal drástica, para aumentar los ingresos del gobierno, reducir el endeudamiento, limitar las utilidades de la oligarquía, reducir los gastos improductivos (publicidad, gastos suntuarios); redistribuir el ingreso.
  5. Control estricto de los organismos y empresas estatales, mejorando su eficiencia, revisando sus políticas de precios, orientándolas en el sentido nacionalista  para beneficio popular; participación de los trabajadores en su manejo y propiedad.
  6. Fortalecer la economía campesina: ejidos colectivos, cooperativas de producción, consumo y comercio; créditos mayores y oportunos; asistencia técnica; planeación agrícola.
  7. Estrechar lazos con otros países del mundo.
  8. Una mayor apertura democrática.

Consideramos que es inaplazable la adopción de esta serie de medidas (y de otras similares) para hacerle frente a nuestros problemas que se derivan fundamentalmente de la acción de ese binomio siniestro que nos ha dominado: el imperialismo norteamericano y la oligarquía nacional.♦

Ceceña, José Luis [1971], "Lo que se esperaba: Nixon dijo ¡no! a América Latina. El futuro someterá a México a dura prueba", México, Revista Siempre!, 952: 20-21, 22 de septiembre.