¿Ganaderos? ¡Qué va! Son comerciantes y además son coyotes

 

La ganadería frente a un obstáculo: el latifundio. El ganado se exporta en forma de becerro flaco y al país le queda el 30% del precio que alcanza en E.U.; la utilidad la dedican después a negocios bancarios; solución: fortalecer la pequeña propiedad.

El latifundismo ganadero (caso Chihuahua), no ha reportado beneficios a la Nación, sino muy por el contrario ha sido el mayor obstáculo para el desarrollo de una ganadería altamente productiva y base del fortalecimiento de las economías de sectores populares. Ha sido, sin duda, un filón de oro para un pequeño grupo de potentados, que han aumentado enormemente sus fortunas, pero a costa de millares de familias a quienes despojan, y a costa también del desarrollo de la propia ganadería.

Los hechos escuetos demuestran lugar a dudas lo correcto de este juicio crítico. Invitamos a nuestros lectores a considerar los siguientes datos sobre los aspectos más importantes del problema.

Los grandes latifundistas ganaderos del norte del país han orientado su actividad hacia la exportación, supeditándola totalmente al mercado norteamericano. Esta orientación ha sido nefasta para la ganadería, porque nos ha convertido en proveedores de becerros flacos, ya que, según reza el argumento, eso es lo que demanda aquel mercado y no existen pastos suficientes en las zonas ganaderas para la engorda de ese ganado.

La venta de becerros es tan inconveniente como la explotación minera que exporta los productos en bruto, sin procesos de refinación y manufactura. Lo que el país recibe es solamente una mínima parte del precio del producto final.

Si tomamos el incremento progresivo del valor de una cabeza de ganado bovino durante las diversas etapas de su vida, tenemos que el valor inicial del becerro que se vende al exterior, representa solamente el 30% del valor total. Esto es lo único que obtiene el país al vender los animales al destete. El otro 70% lo obtienen los intermediarios, los granjeos y las empacadoras de los Estados Unidos.

Y ¿Cómo es posible, se podrá preguntar, que los grandes ganaderos, que son lo que hacen la ventas de becerros, se conformen con esa situación? La razón es muy sencilla: han organizado “su negocio” de manera que les sea altamente lucrativo.

Cuando se estudia la forma en que se maneja el comercio del ganado de exportación en el Estado de Chihuahua (cosa que se repite, en lo esencial, en Sonora, Coahuila, Durango y Tamaulipas), se encuentra que está operando, de principio a fin, por un amplio sistema de intermediarios.

Los grandes latifundistas ganaderos son principalmente, comerciantes en ganado. Tienen a su servicio un buen número de empleados dedicados a la compra de becerros en las distintas zonas ganaderas. Estos compran a pequeños productores, ejidatarios y aún a los dedicados al abigeato. Con frecuencia también realizan “compras al tiempo”, al igual que los acaparadores de cosechas.

De esta suerte, los grandes latifundistas ganaderos-comerciantes logran concentrar importantes cantidades de becerros, a lo que se agregan su propia producción. En esta forma ejercen el control del comercio en ganado, lo que pueden hacer fácilmente por el dominio que tienen también sobre el sistema bancario de la región, que les permite disponer de recursos abundantes para sus operaciones comerciales.

Las bases sobre las que hacen las transacciones son desde luego muy onerosos para los pequeños productores, tanto particulares como ejidatarios. Por un becerro de 9 a 10 meses reciben de 350 a 400 pesos. Este becerro es vendido a su vez por el gran comerciante en ganado al intermediario norteamericano, en alrededor de 700 pesos. Esto deja un margen de cerca del 100% al gran ganadero-comerciante mexicano, casi de mano a mano, ya que sólo tiene que hacer los gastos de sus agentes y los de la alimentación de los becerros por unos cuantos días.

Por el lado de lo norteamericanos funciona un sistema semejante. Los grandes comerciantes en ganado tienen a su servicio una red de compradores para que negocien la adquisición de becerros en México. Es a estos intermediarios a quienes venden nuestros ganaderos-comerciantes.

Los animales adquiridos son trasladados a los corrales de los comerciantes en ganado norteamericanos situados al otro lado de la frontera. Aquí son vendidos a los granjeros en alrededor de 1,100 pesos cada becerro.

Por su parte, los granjeros adquieren el ganado para reencarnarlo utilizando sus desperdicios de cosechas. Logran así una explotación más completa de sus fincas. Luego estos becerros (ya de un año y medio de edad) son vendidos a otros granjeros de las zonas maiceras, más al norte, para ser engordados utilizando los excedentes y desperdicios de cereales. Finalmente, los animales ya gordos y crecidos, son vendidos a las empacadoras y rastros.

En todas estas etapas del peregrinar del ganado hacia el norte, los norteamericanos logran importantes utilidades. En conjunto, como ya se dijo, obtiene el 70% del valor del ganado, además de un aprovechamiento más completo de sus explotaciones agropecuarias.

Como se ve, la llamada gran ganadería mexicana no es sino más bien un “gran comercio” que favorece fundamentalmente a una extensa red de intermediarios de los Estados Unidos y a los ganaderos-comerciantes mexicanos. Para los millares de pequeños productores particulares y ejidatarios ese comercio significa ingresos precarios, y para el país en un muy limitado beneficio.

La forma en que está organizado el negocio ganadero en el Norte del país, no propicia el desarrollo de la ganadería por varias razones. Primero, porque supeditándola al mercado de los Estados Unidos, se han preferido las clases Herford y Aberdeen Angus que son de escaso crecimiento y peso. Si se pensara en el mercado nacional las variedades más convenientes serían híbridos de cebú y variedades europeas y criollo, por ejemplo, que tendrían las ventajas de mucho mayor peso y de producir carne magra que es la que acostumbra nuestra población.

Segundo: Se venden los animales al destete, a bajos precios, sin haberles casi incorporado valor alguno, anulando la posibilidad de desarrollar una explotación agrícola-ganadera-industrial.

Tercero: La existencia de una cadena de intermediarios y las compras “al tiempo” determinan que millares de ejidatarios y de genuinos pequeños y medianos productores ganaderos reciban ingresos muy reducidos. Con esto se impide la introducción de técnicas y mejoras en la ganadería, ya que estos ganaderos viven a niveles de subsistencia y no disponen de ingresos suficientes para hacerlo.

Cuarto: La integración de los intereses ganaderos latifundistas, comerciales y financieros, coloca a los productores medianos y pequeños (particulares y ejidales), en situación desventajosa, que los hace fácil víctima de sus intereses monopolistas.

Quinto: Los latifundistas ganaderos-comerciantes no tienen interés alguno en realizar las inversiones requeridas para desarrollar una auténtica explotación agropecuaria integral, no obstante tener la capacidad económica para hacerlo. En lugar de reinvertir en la ganadería las altas utilidades que obtienen principalmente con el control del comercio ganadero, las utilizan para ampliar su dominio en las actividades bancarias, comerciales y de otra índole. Por esa razón, la ganadería, controlada por ellos, languidece y no tiene perspectivas reales de prosperar.

Por las razones expuestas, se puede llegar a la conclusión de que el latifundio ganadero no es la solución al problema de desarrollar una explotación ganadera integral, altamente productiva, fincada sobre bases racionales y para beneficios de los millares de familias dedicadas a esa actividad y del público consumidor.

La solución deberá buscarse por la vía revolucionaria. Fortalecer la auténtica pequeña propiedad y las formas ejidales debidamente organizadas en explotaciones racionales y corrigiendo la orientación de esa actividad. Habrá que dirigirla más y más hacia el mercado interno (sin desdeñar la exportación de ganado en pie), eliminando a los intermediarios y asegurando que los beneficios se derramen hacia los verdaderos productores y hacia el público consumidor.

El gobierno puede hacerlo si se decide a romper los obstáculos y trabes que interponen los intereses monopolistas. Esperemos que el próximo viaje del Sr. Presidente y del Jefe del Departamento Agrario constituya un importante jalón revolucionario.♦

Ceceña, José Luis [1965], "¿Ganaderos? ¡Qué va! Son comerciantes y además son coyotes", México, Revista Siempre!, 639: 20-21, 22 de septiembre.