Frenar la natalidad en países de escaso desarrollo equivale a distraer al mundo de los motivos que provocan la pobreza.
En el desarrollo económico entran en juego dos elementos: el aumento de la producción de toda clase de bienes y de servicios por una parte, y el incremento de la población, por el otro. Es obvio que para que haya desarrollo y progreso la producción debe crecer a un ritmo mayor que la población. Si la producción crece menos, estaremos en presencia de una situación de retroceso; si lo hace a un ritmo igual al de la población, la situación será de estancamiento y sólo si la producción crece menos, estaremos en presencia de una situación de retroceso; si lo hace a un ritmo igual al de la población, la situación será de estancamiento y sólo si la producción crece con mayor celeridad que el número de habitantes, lo que corresponda a cada persona en promedio, será cada vez mayor.
De acuerdo con los términos de esta fórmula se plantean dos tipos de solución al problema del desarrollo. Una que consiste en buscar el progreso elevado a la mayor claridad posible la producción. Esta posición y nos proponemos demostrarlo. Al hacerlo, intentaremos refutar la corriente de los que propugnan el establecimiento de la natalidad como una medida indispensable y vital para los pueblos que ahora están creciendo a gran celeridad y que son los llamados países subdesarrollados.
El problema: La organización social
Cuando se piensa en el problema del crecimiento de la población se debe considerar que cada nuevo habitante no solamente constituye una boca más que es necesario alimentar, vestir, etc., sino en un nuevo factor productivo en el más amplio sentido de la palabra. No considerarlo así significaría ignorar un aspecto importante y sería un error. Además, se debe considerar que la ciencia y la tecnología son un proceso de gran dinamicidad que está permitiendo ampliar enormemente la utilización de recursos naturales en forma más eficiente, variada y económica. Desde hace siglos que la ciencia y la técnica alcanzaron un nivel que permitió al hombre producir un exceso a sus necesidades vitales. La demostración la tenemos en el aumento que se ha registrado en la población mundial y en la mejoría de los niveles de vida de muchos pueblos.
De esta suerte, si la ciencia y la técnica permiten que cada persona pueda producir en exceso lo necesario para cubrir sus necesidades vitales, el aumento de población más que ser un problema, constituye un elemento deseable y altamente positivo.
Pero ello, no obstante, debemos preguntarnos ¿cómo es que existen millones de seres que no viven, sino que penas vegetan? ¿Cómo explicar el hecho de que todavía hoy, la segunda mitad del Siglo Veinte, al lado de las grandes realizaciones de la ciencia y la técnica en las más variadas ramas del conocimiento y de la actividad humana, exista tanta pobreza, tanta indigencia y desesperanza? ¿Por qué no utilizan todos los recursos disponibles y entre ellos al Hombre? ¿Por qué existen millones de personas desocupadas, o parcialmente ocupadas o dedicadas a tareas escasamente productivas? ¿Qué los países subdesarrollados son pobres por ser muy fecundos, porque sus familias son numerosas?
Abordar el problema del subdesarrollo y de la pobreza en esos términos es incorrecto por anti-científico. Equivaldría a considerar a la ciencia y a la técnica como factores estáticos, frente a la dinamicidad del crecimiento de la población. Pero nada más lejos de la verdad. También esto es falso, porque están a la vista las grandes lacras sociales y las notorias deficiencias del aparato productivo y distributivo de nuestros países. Habrá pues que calar más hondo, sin perjuicios e investigar con toda objetividad las causas de la pobreza y de las insuficiencias que padecen nuestros pueblos. La ciencia y la técnica han hecho milagros.
La época presente, que por fortuna nos ha tocado vivir, está caracterizada por maravillosos descubrimientos científicos y por espectaculares aplicaciones de la técnica. Es la era de la Física, de la Química, de la Electrónica y de las Ciencias Biológicas. Los adelantos de estas ciencias han permitido descubrir y utilizar nuevos recursos energéticos, como es el caso de la energía nuclear, que abre fabulosas posibilidades para el progreso de la Humanidad; han ampliado la disponibilidad de recursos naturales y su aprovechamiento, incorporando los enormes recursos submarinos en petróleo, gas y minerales industriales; han permitido incrementar la producción de bienes con nuevos productos plásticos, y de una amplia gama de productos sintéticos como las fibras artificiales, el hule sintético y la gran variedad de derivados de la petroquímica y carbo-química; han dado al Hombre medios para combatir las plagas y enfermedades de las plantas y el ganado y para mejorar las especies, sentando las bases de la multiplicación de la producción de alimentos agropecuarios; y han contribuido decisivamente en el mejoramiento de la salud del Hombre aumentando su vigor físico, sus facultades mentales y prolongando su esperanza de vida y su capacidad productiva.
Con el transcurso del tiempo las contribuciones de la ciencia y de la técnica serán todavía mayores, porque se desenvuelven en un proceso acumulativo de gran intensidad. Ya está a la vista, por ejemplo, la realización de un viejo ideal de la Humanidad de llegar a la abundancia, mediante el automatismo en las actividades básicas de la producción, que ahorrará esfuerzos y tiempo mediante la aplicación de la técnica más evolucionada a todas las actividades productivas.
En un futuro ya no muy lejano, el Hombre podrá liberarse en alto grado de las jornadas prolongadas y agobiadoras y podrá disfrutar de más tiempo libre para dedicarse al estudio, a la investigación científica, al arte y al ocio constructivo.
Pero si estas son las perspectiva y posibilidades ¿por qué existen tantos países subdesarrollados y millones de seres viven sin trabajo y en condiciones de extrema pobreza? La causa la encontramos en una defectuosa organización económico-social que no utiliza racionalmente todos los recursos disponibles, que destruye la riqueza en proporciones colosales, incluyendo al Hombre mismo, que se sustenta en el dominio de pequeños grupos que explotan de manera criminal a sus semejantes y que distribuye en forma injusta e inequitativa los frutos del trabajo.
El panorama que muestra el mundo es consecuencia del sistema de capitalismo monopolista que se rige por el afán de lucro y que somete a su dominio a los pueblos de menor desarrollo explotando a sus riquezas y a sus hombres. Es consecuencia de la incapacidad del propio sistema de dar trabajo decorosamente remunerado a millones de obreros y campesinos que están en condiciones de producir y que los mantiene en la actividad y los empuja al ocio y hasta la mendicidad. Es resultado de ese sistema económico social que sojuzga pueblos enteros para explotarlos y que provoca guerras que absorben fabulosas sumas en armamentos, que destruyen enormes riquezas y que mutila y mata a millones de seres.
El problema más grande del mundo no es, pues, el de controlar la natalidad, sobre todo en los países de escaso desarrollo y en los grupos de población negra y de nativos de los Estados Unidos y de los territorios bajo su control. El problema consiste en suprimir los enormes gastos de guerra (120 mil millones de dólares anuales), y utilizar esos recursos en inversiones productivas, útiles; en crear condiciones de trabajo para emplear a la población que esté en condiciones de producir; en “ayudar” a los pueblos para que progresen, simplemente no explotándolos; y en sustituir las relaciones de dominio de los monopolios por relación de amistad y armonía.
Es obvio que estas transformaciones no podrán realizarse dentro de las presentes condiciones en que nos encontramos, sería pedirle peras al olmo. Pero debemos plantearlas para exhibir el verdadero fondo de la fuerte corriente que propugna el control de la natalidad, de tratar de desviar la atención de los pueblos de las verdaderas causas de su subdesarrollo y pobreza: la organización económico-social del capitalismo monopolista.
Nuestros pueblos, antes que el problema del control de la natalidad tienen que resolver el problema de asegurar la paz, de mantener su derecho de auto-determinación, de acelerar su desarrollo movilizando sus propios recursos como medios para asegurar mejores niveles de vida par ala población y fortalecer su independencia. Frente a la tesis del presidente Johnson de que gastar menos de cinco dólares en el control de la natalidad (en los Estados Unidos y en el mundo) es mejor que gastar 100 dólares en el desarrollo económico, podemos oponer, entre otras, las sabias palabras del Papa, pronunciadas recientemente en las Naciones Unidas de que “Vuestra tarea —de las Naciones Unidas— es hacer de modo que abunde el pan en la mesa de la Humanidad y no auspiciar un control artificial de los nacimientos, que sería irracional, con miras a disminuir el número de convidados al banquete de la vida”.
En el desarrollo económico entran en juego dos elementos: el aumento de la producción de toda clase de bienes y de servicios por una parte, y el incremento de la población, por el otro. Es obvio que para que haya desarrollo y progreso la producción debe crecer a un ritmo mayor que la población. Si la producción crece menos, estaremos en presencia de una situación de retroceso; si lo hace a un ritmo igual al de la población, la situación será de estancamiento y sólo si la producción crece menos, estaremos en presencia de una situación de retroceso; si lo hace a un ritmo igual al de la población, la situación será de estancamiento y sólo si la producción crece con mayor celeridad que el número de habitantes, lo que corresponda a cada persona en promedio, será cada vez mayor.
De acuerdo con los términos de esta fórmula se plantean dos tipos de solución al problema del desarrollo. Una que consiste en buscar el progreso elevado a la mayor claridad posible la producción. Esta posición y nos proponemos demostrarlo. Al hacerlo, intentaremos refutar la corriente de los que propugnan el establecimiento de la natalidad como una medida indispensable y vital para los pueblos que ahora están creciendo a gran celeridad y que son los llamados países subdesarrollados.
El problema: La organización social
Cuando se piensa en el problema del crecimiento de la población se debe considerar que cada nuevo habitante no solamente constituye una boca más que es necesario alimentar, vestir, etc., sino en un nuevo factor productivo en el más amplio sentido de la palabra. No considerarlo así significaría ignorar un aspecto importante y sería un error. Además, se debe considerar que la ciencia y la tecnología son un proceso de gran dinamicidad que está permitiendo ampliar enormemente la utilización de recursos naturales en forma más eficiente, variada y económica. Desde hace siglos que la ciencia y la técnica alcanzaron un nivel que permitió al hombre producir un exceso a sus necesidades vitales. La demostración la tenemos en el aumento que se ha registrado en la población mundial y en la mejoría de los niveles de vida de muchos pueblos.
De esta suerte, si la ciencia y la técnica permiten que cada persona pueda producir en exceso lo necesario para cubrir sus necesidades vitales, el aumento de población más que ser un problema, constituye un elemento deseable y altamente positivo.
Pero ello, no obstante, debemos preguntarnos ¿cómo es que existen millones de seres que no viven, sino que penas vegetan? ¿Cómo explicar el hecho de que todavía hoy, la segunda mitad del Siglo Veinte, al lado de las grandes realizaciones de la ciencia y la técnica en las más variadas ramas del conocimiento y de la actividad humana, exista tanta pobreza, tanta indigencia y desesperanza? ¿Por qué no utilizan todos los recursos disponibles y entre ellos al Hombre? ¿Por qué existen millones de personas desocupadas, o parcialmente ocupadas o dedicadas a tareas escasamente productivas? ¿Qué los países subdesarrollados son pobres por ser muy fecundos, porque sus familias son numerosas?
Abordar el problema del subdesarrollo y de la pobreza en esos términos es incorrecto por anti-científico. Equivaldría a considerar a la ciencia y a la técnica como factores estáticos, frente a la dinamicidad del crecimiento de la población. Pero nada más lejos de la verdad. También esto es falso, porque están a la vista las grandes lacras sociales y las notorias deficiencias del aparato productivo y distributivo de nuestros países. Habrá pues que calar más hondo, sin perjuicios e investigar con toda objetividad las causas de la pobreza y de las insuficiencias que padecen nuestros pueblos. La ciencia y la técnica han hecho milagros.
La época presente, que por fortuna nos ha tocado vivir, está caracterizada por maravillosos descubrimientos científicos y por espectaculares aplicaciones de la técnica. Es la era de la Física, de la Química, de la Electrónica y de las Ciencias Biológicas. Los adelantos de estas ciencias han permitido descubrir y utilizar nuevos recursos energéticos, como es el caso de la energía nuclear, que abre fabulosas posibilidades para el progreso de la Humanidad; han ampliado la disponibilidad de recursos naturales y su aprovechamiento, incorporando los enormes recursos submarinos en petróleo, gas y minerales industriales; han permitido incrementar la producción de bienes con nuevos productos plásticos, y de una amplia gama de productos sintéticos como las fibras artificiales, el hule sintético y la gran variedad de derivados de la petroquímica y carbo-química; han dado al Hombre medios para combatir las plagas y enfermedades de las plantas y el ganado y para mejorar las especies, sentando las bases de la multiplicación de la producción de alimentos agropecuarios; y han contribuido decisivamente en el mejoramiento de la salud del Hombre aumentando su vigor físico, sus facultades mentales y prolongando su esperanza de vida y su capacidad productiva.
Con el transcurso del tiempo las contribuciones de la ciencia y de la técnica serán todavía mayores, porque se desenvuelven en un proceso acumulativo de gran intensidad. Ya está a la vista, por ejemplo, la realización de un viejo ideal de la Humanidad de llegar a la abundancia, mediante el automatismo en las actividades básicas de la producción, que ahorrará esfuerzos y tiempo mediante la aplicación de la técnica más evolucionada a todas las actividades productivas.
En un futuro ya no muy lejano, el Hombre podrá liberarse en alto grado de las jornadas prolongadas y agobiadoras y podrá disfrutar de más tiempo libre para dedicarse al estudio, a la investigación científica, al arte y al ocio constructivo.
Pero si estas son las perspectiva y posibilidades ¿por qué existen tantos países subdesarrollados y millones de seres viven sin trabajo y en condiciones de extrema pobreza? La causa la encontramos en una defectuosa organización económico-social que no utiliza racionalmente todos los recursos disponibles, que destruye la riqueza en proporciones colosales, incluyendo al Hombre mismo, que se sustenta en el dominio de pequeños grupos que explotan de manera criminal a sus semejantes y que distribuye en forma injusta e inequitativa los frutos del trabajo.
El panorama que muestra el mundo es consecuencia del sistema de capitalismo monopolista que se rige por el afán de lucro y que somete a su dominio a los pueblos de menor desarrollo explotando a sus riquezas y a sus hombres. Es consecuencia de la incapacidad del propio sistema de dar trabajo decorosamente remunerado a millones de obreros y campesinos que están en condiciones de producir y que los mantiene en la actividad y los empuja al ocio y hasta la mendicidad. Es resultado de ese sistema económico social que sojuzga pueblos enteros para explotarlos y que provoca guerras que absorben fabulosas sumas en armamentos, que destruyen enormes riquezas y que mutila y mata a millones de seres.
El problema más grande del mundo no es, pues, el de controlar la natalidad, sobre todo en los países de escaso desarrollo y en los grupos de población negra y de nativos de los Estados Unidos y de los territorios bajo su control. El problema consiste en suprimir los enormes gastos de guerra (120 mil millones de dólares anuales), y utilizar esos recursos en inversiones productivas, útiles; en crear condiciones de trabajo para emplear a la población que esté en condiciones de producir; en “ayudar” a los pueblos para que progresen, simplemente no explotándolos; y en sustituir las relaciones de dominio de los monopolios por relación de amistad y armonía.
Es obvio que estas transformaciones no podrán realizarse dentro de las presentes condiciones en que nos encontramos, sería pedirle peras al olmo. Pero debemos plantearlas para exhibir el verdadero fondo de la fuerte corriente que propugna el control de la natalidad, de tratar de desviar la atención de los pueblos de las verdaderas causas de su subdesarrollo y pobreza: la organización económico-social del capitalismo monopolista.
Nuestros pueblos, antes que el problema del control de la natalidad tienen que resolver el problema de asegurar la paz, de mantener su derecho de auto-determinación, de acelerar su desarrollo movilizando sus propios recursos como medios para asegurar mejores niveles de vida par ala población y fortalecer su independencia. Frente a la tesis del presidente Johnson de que gastar menos de cinco dólares en el control de la natalidad (en los Estados Unidos y en el mundo) es mejor que gastar 100 dólares en el desarrollo económico, podemos oponer, entre otras, las sabias palabras del Papa, pronunciadas recientemente en las Naciones Unidas de que “Vuestra tarea —de las Naciones Unidas— es hacer de modo que abunde el pan en la mesa de la Humanidad y no auspiciar un control artificial de los nacimientos, que sería irracional, con miras a disminuir el número de convidados al banquete de la vida”.♦