Dueño de su riqueza en lo esencial, con una política estable, con inversiones diversificadas, es un país en marcha que puede dar el gran salto en breve tiempo.
El Salvador es, sin duda, el país centroamericano más cercano a México. El recibimiento al presidente y su comitiva alcanzó proporciones de apoteosis. El pueblo salvadoreño se lanzó a la calle a expresar su cariño y fraternidad hacia México. Caras alegres y amigas; sones y corridos entonados por conjuntos de “mariachis” salvadoreños; gritos de ¡Viva México! Lanzados por una multitud entusiasta y jubilosa. El Salvador estaba de fiesta, abría sus brazos a México en forma franca, desinteresada y cariñosa.
¿Cómo vive este pueblo tan cercano a nosotros en efecto y en la geografía, pero tan poco conocido por la inmensa mayoría de los mexicanos? ¿Qué sentido deberán tomar nuestras relaciones en el futuro y qué posibilidades reales existen de que estrechemos los lazos de amistad, fraternidad y cooperación cultural y económica? ¿Qué expresan de nosotros y qué podemos expresar de ellos?
Un pueblo en marcha
A pesar de su reducido territorio (21,400 kilómetros cuadrados), El Salvador es el país centroamericano que se desarrolla con mayor celeridad y que está logrando mayores progresos en el camino de la industrialización. En 1964 se desarrolló a una tasa del 10.3% anual que lo coloca entre los países de mayor ritmo de crecimiento en el mundo, el sector industrial contribuyó con un poco más de 17 por ciento del valor de la producción total, proporción que es superior a la de todos los otros países centroamericanos.
El Salvador es, sin embargo, todavía un país de economía agrícola y mercantil. Las actividades agrícolas aportan cerca de una tercera parte del valor de la producción total (el 31 por ciento) y el comercio contribuye con alrededor de una cuarta parte (24.2 por ciento).
La impresión que da este país al visitante menos observador, es que se trata de “un pueblo en marcha”. El adelanto que ha logrado en la última década es realmente admirable. Ha surgido un gran número de nuevas industrias, se ha diversificado en buen grado su economía y San Salvador, su capital, se ha convertido de un “pueblo grande” y anquiloso, en una ciudad de más de un cuarto de millón de habitantes, moderna y muy bella.
Ante el salto que ha dado El Salvador nos surge una interrogante obligada ¿cómo se ha producido este cambio tan notable y rápido? ¿qué factores han propiciado este desarrollo? ¿en qué grado y medida podrá continuar? En la búsqueda de respuestas satisfactorias a estas preguntas y con base en el conocimiento previo de este pequeño-gran país y en un sinnúmero de entrevistas realizadas con funcionarios del gobierno, con hombres de negocios, profesionistas y universitarios distinguidos, hemos encontrado la explicación en los siguientes hechos y razones:
El primer hecho al que debe atribuirse el impulso que registra El Salvador es el de que la riqueza nacional está en manos de salvadoreños, en lo esencial. Para su fortuna, este país no es productor de plátano (o banano) lo que lo ha librado de ser dominado por la United Fruit Co. Su riqueza tradicional, el café, ha sido propiedad de familias salvadoreñas.
El dominio nacional sobre riqueza del país ha generado capitales de gran cuantía, que no han sido succionados por empresas extranjeras, sino que estuvieron disponibles aunque ociosas o mal empleadas para inversiones productivas cuando las condiciones se tornaron propicias.
La palanca que puso en movimiento el proceso de inversiones productivas de esos capitales nacionales acumulados, fueron los acuerdos de integración económica centroamericana, que ampliaron el mercado, las leyes de fomento industrial y el ejemplo de otros países que estaban logrando grandes avances en materia de industrialización. A estos factores debe atribuirse la transferencia de capitales nacionales que se estaban generando en el sector cafetalero y en el de las actividades comerciales hacia la industria y algunos servicios. A ellos vinieron a sumarse los producidos por el algodón, nuevo cultivo en El Salvador, que en buena medida vino a sustituir el cultivo menos remunerativo del maíz.
Con la canalización de los capitales nacionales hacia la industria y a la tecnificación de la agricultura, así como a algunos servicios, el valor de la producción total se elevó y la ocupación de la población salvadoreña aumentó. Los agricultores cafetaleros y algodoneros y los comerciantes se convirtieron más y más también en industriales. Los capitales dejaron de ser depositados en bancos del exterior o de destinarse a los negocios de viudas, para aplicarse a fines más productivos y más convenientes desde el punto de vista nacional.
Otro factor importante en el desarrollo salvadoreño reside en el dinamismo del sector capitalista de ese país, que se ha manifestado en la promoción de un número creciente de nuevos negocios, principalmente de tipo industrial. El capitalista salvadoreño es el más ágil, más audaz y dinámico de Centro América.
La relativa estabilidad política y las inversiones gubernamentales en caminos, electricidad, puertos, etc., son otro factor esencial en el proceso de desarrollo que está registrando El Salvador.
Finalmente, debemos dar crédito a la laboriosidad de los salvadoreños y al fuerte ritmo de crecimiento de la población (3 por ciento anual) como factor coadyuvante a la transformación económica de ese país hermano.
Problemas que amenazan su progreso
El desarrollo económico de El Salvador muestra con claridad algunos problemas que están amenazando ya su consolidación y continuidad. Entre ellos cabe destacar las siguientes:
Concentración de la riqueza. En El Salvador 14 familias han logrado acaparar una fuerte proporción de la riqueza del país. Estas familias han dominado la propiedad de la tierra, el café, el algodón, las finanzas y el comercio. Ahora esas mismas familias están controlando la industria.
Esta concentración de la riqueza, si bien propició la formación de fuertes capitales que ahora se utilizan en el desarrollo industrial y de otras actividades, está impidiendo el fortalecimiento de la demanda popular y con ello está creando un poderosos obstáculo al futuro desarrollo. El progreso acelerado y continuo no es posible con masas campesinas y obreras con ingresos reducidos que no les permiten ser consumidores de productos industriales en consonancia con el aumento de la producción. El impulso inicial pronto se verá frenado por la falta de demanda, ya que en los otros países de la zona existe una situación semejante de fuerte desigualdad de ingresos. Podrá haber capitales abundantes, pero si no existe demanda suficiente, se paralizará el proceso de desarrollo, porque los empresarios no tendrán interés de producir para no vender y no obtener utilidades.
Los recursos naturales de El Salvador son precarios. No dispone de combustible (que ahora importa totalmente) sus recursos mineros son escasos y su suelo no es capaz de producir las materias primas agropecuarias que demanda su creciente industria. Aunque puede complementar sus abastecimientos con materiales procedentes de otros países de la zona o del exterior, los costos y otros factores pueden significar un serio obstáculo.
A medida que se desarrollan industrias que substituyan importaciones, las oportunidades de inversión fáciles, de mercado ya creado y con técnicas relativamente sencillas se van agotando, por lo que las siguientes etapas se tornan más complejas, costosas y de mayores requerimientos técnicos y de capitales. No es fácil mantener los mismos altos ritmos de desarrollo en las etapas subsecuentes, mientras no se llegue a un nivel en que el desarrollo adquiera un impulso propio y auto-generador.
A pesar de los avances, la economía salvadoreña sigue dependiendo en alto grado de la situación de los mercados internacionales para el café y el algodón, que son inciertos, fluctuantes y poco seguros como para constituir una base sólida para su crecimiento futuro.
Necesidad de complementación
La situación en que se encuentra la economía salvadoreña hace imperativo para ese país ampliar sus relaciones económicas, técnicas y solidarias con otros países, para complementar sus recursos, ampliar sus mercados y fortalecer su posición ante el exterior. Tal es la razón de ser de los acuerdos que ha tenido con los otros países de la región y que tan buenos resultados le están proporcionando. Esa misma razón juega un papel importante en la buena disposición y simpatía para estrechar lazos con México, país hermano que tiene una actitud similar y que afronta también problemas semejantes en lo esencial. Por ello consideramos que existen bases objetivas y subjetivas para lograr el fortalecimiento de nuestras relaciones con El Salvador. Para que tenga éxito y se traduzca en beneficios recíprocos y perdurables, debe adoptar las siguientes características.
- Convenios culturales que propicien el más intenso intercambio artístico, científico, universitario y de ayuda técnica.
- Acuerdos de intercambio económico, que propicien el desarrollo de las transacciones mercantiles, la promoción de industrias de capital mixto en donde el capital salvadoreño sea efectivamente mayoritario y que asegure a El Salvador la adquisición de nuevas técnicas y el entrenamiento de obreros calificados.
- Entendimientos de acción solidaria en la defensa de los precios de los productos de exportación de ambos países, en los mercados internacionales.
- Acción común en la consecución de condiciones favorables en la contratación de créditos del exterior y en las inversiones complementarias de capitales de otros países.
- Consultas, acuerdos y acción conjunta en la defensa de los derechos de no intervención y de auto-determinación que son requisitos indispensables de la consolidación de la independencia y de la preservación de la paz.
De manera espontánea, por la fuerza de las realidades, han estado en proceso de desenvolvimiento una serie de intercambios que son importantes. Centenares de estudiantes salvadoreños han pasado por nuestras instituciones de enseñanza superior; nuestras películas, música y grupos artísticos están llevando parte de nuestro folklore y arte; nuestra producción literaria es fuente de valiosas enseñanzas y lazo de unión fraternal; intercambios comerciales de alguna cuantía y más recientemente, inversiones en empresas industriales son otras formas de acercamiento y cooperación de México con El Salvador.
Pero no solamente son limitados esos contactos, para lo que deberían ser, sino que a veces no han adoptado las mejores formas que conduzcan al fortalecimiento de la amistad y solidaridad de nuestros pueblos. Esto se aplica tanto al intercambio cultural, como al económico. Los estudiantes salvadoreños no disfrutan de las facilidades que podrían tener, no existe un amplio movimiento de intercambio cultural y con frecuencia nuestros comerciantes no se conducen con la seriedad necesaria y en no pocos casos las inversiones llamadas mexicanas son más bien ampliaciones hacia El Salvador de filiales de empresas norteamericanas que operan en México.
Dentro de este marco la gira presidencial constituye un jalón de incalculable valor por la forma franca, amistosa y de trato de igual a igual en que se condujo. Con ella se puso de manifiesto nuestro gran interés en estrechar lazos de amistad y de cooperación y se pudo comprobar la gran simpatía y cariño del pueblo salvadoreño hacia México. En un ambiente de franqueza y compresión se sentaron algunas bases importantes para encauzar los esfuerzos que espontáneamente se estaban llevando a cabo entre los dos países. Lo que resta por hacer es cumplir con lealtad nuestros compromisos y aprovechar todas las coyunturas posibles para estrechar nuestra amistad y cooperación con ese país. Nuestros dos pueblos lo demandan. ¿Estaremos a la altura de la exigencia histórica?♦