¿A quién pretenden engañar? ¿al presidente? ¿al público? ¿acaso a los inversionistas?
Su deber es decir la verdad y no ocultar los hechos para engañar a la Nación: en 1965, a pesar de sus cifras, hubo estancamiento.
1965 año de estancamiento...
El Banco de México acaba de presentar su informe anual sobre la situación económica del país. Según la interpretación que hace de las cifras sobre el valor de la producción nacional, en el año de 1965 el país siguió su marcha ascendente a una tasa elevada. Más todavía, ese progreso se logró con estabilidad de precios y con una balanza de pagos sólida y firme.
Estamos seguros que no hay mexicano alguno que no desee que el país progrese, y que lo haga con la mayor celeridad, sobre bases seguras y para beneficio del mayor número de ciudadanos.
Los industriales verían incrementarse sus utilidades y tratarían de producir más; los agricultores y ganaderos lograrían colocar sus productos sin dificultad y recibirían mejores ingresos; los banqueros tendrían mayor y mejor clientela y con ello incrementarían los intereses percibidos y sus dividendos; los empleados y obreros disfrutarían de trabajo más seguro y mejor pagado; el gobierno aumentaría sus recaudaciones y dispondría de mayores recursos para la atención de las necesidades públicas. Todos resultaríamos beneficiados, si mantuviéramos un paso acelerado en el desarrollo económico.
Desafortunadamente, el panorama presentado por el Banco de México no corresponde a la realidad. Juzgada objetivamente la situación que vive el país se tiene que llegar a la conclusión de que en 1965 la economía nacional se mantuvo prácticamente estancada. Las mismas cifras de fuentes oficiales, entre ellas las originadas en el propio Banco de México, si se interpretan correctamente, muestran el marasmo económico en que se encuentra nuestro país.
Al hacer este señalamiento nos guía únicamente el deseo de cumplir con la responsabilidad de informar a la opinión pública y también a las autoridades competentes, sobre lo que realmente acontece en el escenario económico nacional. Consideramos que la ocultación y la deformación de la realidad lejos de ser saludables, constituyen prácticas nocivas que deben ser desterradas de nuestra vida institucional. El engaño público sólo puede conducir a la desconfianza y al alejamiento del pueblo de sus gobernantes.
Veamos de cerca los hechos y tratemos de enjuiciarlos objetivamente. En primer lugar, ocupémonos de precisar la magnitud en que avanzó el país en 1965.
El Informe del Banco de México señala (en su página 19) que se registró “un ascenso del producto nacional, a precios corrientes, de 7.9%”. Aceptando esta cifra como válida, ya que no existe otra por el momento (aunque hay bases para someterla a ciertos ajustes que la reducirían) tendríamos que deflacionarla para eliminar del cálculo la influencia del aumento de los precios. Es obvio que si en 1965 los precios hubieran aumentado en 7.9 ello querría decir que el aumento de un 7.9% en el valor de la producción, sería atribuible a la elevación de precios y no habría habido ningún incremento en la producción real de mercancías y servicios.
Aquí se nos presenta el primer punto de controversia con el Informe del Banco. La cifra que aparece en ese Informe respecto al aumento de los precios es la del 1.9% que corresponde al aumento de los precios al mayoreo en la Ciudad de México, calculado por el Banco. Pero a todas luces esa cifra es incorrecta, como puede atestiguarlo hasta la menos observadora “ama de casa”. Tanto es así, que otra dependencia del gobierno federal, precisamente la Secretaría de Industria y Comercio, encargada del control de precios y que se podría suponer estaría interesada en mostrar que los precios no subieron o que subieron poco, ha calculado que el aumento de precios al mayoreo en la Ciudad de México fue del 4.2%. Esta cifra es más del doble de la señalada por el Banco de México y parece aproximarse más a la realidad.
Si tomamos como base la cifra de la Secretaría de Industria y Comercio, de 4.2%, encontramos que el aumento real de la producción en 1965 fue de 3.7% (7.9 menos 4.2 igual a 3.7). De esta suerte, la tasa de aumento de la producción nacional en términos reales, en 1965, eliminando el efecto de alza de precios, resulta del 3.7%.
Ahora bien, en 1965 la población de México no se mantuvo estacionaria, sino que creció en un 3.1%. Esto quiere decir que tenemos que repartir el pastel producido entre mayor número de habitantes. Porque sólo habrá posibilidades de avance o de progreso, si logramos elevar la producción real a una tasa superior a la del crecimiento de la población. Al hacer este reparto, encontramos que el aumento real por habitante fue insignificante, de sólo 1.2%. En este sentido debemos recordar que en Punta del Este, la de la “Alianza para el Progreso”, se consideró por mínimo deseable lograr un aumento del 2.5% en la producción por persona. En 1965 apenas logramos un aumento de menos de la mitad de ese mínimo. Los resultados por lo tanto, fueron precarios.
Pero lo serio consiste en que aún utilizando sólo las cifras del Banco de México, los resultados aunque mejoran un poco, siguen siendo poco alentadores. Por ejemplo, el Banco de México considera que el aumento de la producción fue del 5.1% en términos reales, es decir, eliminado el efecto del alza de precios. Si damos esta cifra como buena, encontramos que un aumento del 3.1% en la población, el aumento del producto por habitante es de solamente 1.6% (resulta de dividir 5.1% de aumento de la producción, entre 3.1% del crecimiento de la población). Como se ve, ni así logramos el mínimo del 2.5%.
El segundo aspecto que deseamos aclarar y que está íntimamente ligado a que hemos analizado en los párrafos anteriores, es el relativo a la situación de nuestra Balanza de Pagos. El Banco de México afirma que nuestras cuentas con el exterior se encuentran en buenas condiciones, que nuestra Balanza de Pagos es firme.
Llama la atención la manera tan elusiva y eufemística en que el Informe del Banco analiza lo que aconteció en esta materia durante el año de 1965. Se requiere armarse de paciencia para atar los cabos dispersos y el poder así formarse una idea clara de la situación de nuestra balanza de pagos. Al hacerlo se obtienen los siguientes resultados:
Las transacciones de mercancías arrojaron un déficit de 449.5 millones de dólares. El hecho de que este saldo negativo sea menor en 20 millones de dólares al del año pasado, no debe llenarnos de optimismo, porque todavía es un déficit muy elevado, que significa una sangría de cerca de 450 millones de dólares.
Las remesas de las empresas extranjeras por conceptos de dividendos, intereses, regalías, etc., absorbieron la cifra de 225 millones de dólares. Aunque en 1964 se enviaron 242 millones, es decir, 17 millones más, la sangría ocasionada en 1965 fue de grandes proporciones y constituyó un factor importante de presión sobre la reserva del país.
La amortización de créditos exteriores aumentó en 1965 a 353 millones de dólares, cantidad que es mayor en 42 millones de dólares a la del año anterior. La elevada cifra de las amortizaciones es resultado de la acumulación de créditos, que es necesario ir pagando, además de los intereses respectivos.
Los tres conceptos analizados arrojan un saldo negativo de 1,027.5 millones de dólares. Para cubrir esta enorme suma se ha dispuesto de los saldos positivos de Turismo, Transacciones Fronterizas, Inversiones Extranjeras Directas y Créditos.
De los renglones equilibradores indicados, los dos últimos significan ingresos para el país, que tienen como contrapartida la salida posterior de mayores sumas, además de otra serie de inconvenientes que llevan involucrados.
El problema en 1965 fue que todos esos renglones juntos no fueron suficientes para cubrir el déficit, registrándose una reducción de la reserva de 21 millones de dólares. En años anteriores esos renglones habían permitido equilibrar la balanza de pagos y dejar un saldo que incrementaba la reserva.
Al analizar la conducta de los renglones “equilibradores” encontramos que el factor de desajuste en 1965 fue la reducción sustancial de los créditos exteriores que se utilizaron. En efecto, en 1965 se dispuso de 357.8 millones de dólares, frente a 695.3 millones en 1964. Esto significa un descenso de 337.5 millones de dólares cifra realmente de grandes proporciones.
El Banco de México considera que la firmeza de nuestra balanza se ha demostrado por el hecho de que a pesar de que se produjo esa fuerte reducción en los créditos del exterior, se logró mantener el equilibrio registrándose tan sólo una reducción de la reserva en 21 millones de dólares.
Aunque no deja de haber una parte de verdad en ese enjuiciamiento, debemos recalcar que lo que aconteció fue una demostración de que el equilibrio de nuestras cuentas con el exterior ha estado dependiendo de los créditos (y de las inversiones extranjeras directas) y que tan pronto se produce una reducción de ellos, nuestra balanza de pagos entra en dificultades.
¿Qué no es ya alarmante que perdamos reserva a pesar de haber recibido el auxilio de 358 millones de dólares en créditos exteriores y 156 millones de dólares por concepto de inversiones extranjeras directas? ¿No significa ello que existe un serio desequilibrio en nuestras cuentas con el exterior?
Pero existe un aspecto adicional que reviste una gravedad que no debe soslayarse. La reducción de créditos no solamente determinó reducción de la reserva, sino que ocasionó una caída en la inversión del gobierno. En los últimos años una parte importante de las inversiones gubernamentales ha dependido de los créditos exteriores. ¿No es esto un hecho alarmante?
Esta es la situación económica que vive el país, según la vemos. Es difícil, pero de ninguna manera desesperada.
Es resultado, en grado importante, del reajuste, por demás necesario, que el nuevo gobierno tuvo que hacer en su primer año de labores. Se recordará que en 1964, último año del régimen pasado, se vivió un estado de euforia artificial, basado en créditos exteriores estratosféricos y en gastos de gran cuantía para precipitar la conclusión de obras. El aumento en el valor de la producción real, que se calculó en un 10% por el Banco de México, para ese año, se sustentó en bases falsas, como lo indicamos nosotros en su debida oportunidad.
No se podía continuar por ese camino y el nuevo gobierno tuvo que hacer reajustes, sobre todo en el endeudamiento exterior, lo cual es una política sana. Sin embargo, debe de ser acompañada de otras medidas que ataquen los problemas de fondo para corregir el rumbo y darle solidez a un desarrollo acelerado e independiente.♦