Fortalecidos por la mexicanización de las finanzas, los banqueros dicen que vivimos en el mejor de los mundos.
En las últimas dos décadas el acontecimiento del año ha sido la Asamblea Anual de los Banqueros. La correspondiente al año actual, próxima a realizarse, tendrá perfiles todavía más destacados. El “pequeño grupo” de magnates bancarios ha entrado en posesión casi absoluta de la Ciudadela del Dinero y con ello se ha convertido en la fuerza decisiva de la vida económica de la Nación. Su Asamblea será más importante que la reunión del gabinete y rivalizará con la apertura del Congreso de la Unión.
Erigida en Tribunal de las fuerzas vivas, la Asamblea será la tribuna desde la cual el Sr. Ministro de Hacienda exponga los lineamientos de la política impositiva y de gasto público, y los que regirán la acción gubernamental en materia de incentivos al sector privado para asegurarles condiciones propicias para que inviertan los cuantiosos recursos que manejan.
Seguramente también, la Asamblea será tribuna para que los grandes banqueros reiteren su decisión de “seguir dedicando lo mejor de sus esfuerzos a la construcción del México moderno, y contribuyendo a acelerar el desarrollo con justicia social”. De toda probabilidad, los banqueos prodigarán loas a la Revolución Mexicana —según ellos la entienden— que tantos beneficios ha reportado al país y en especial a los grupos allí representados. No faltará, desde luego, la adhesión calurosa y unánime al gobierno federal y la promesa de otorgarle su más amplia y “desinteresada” colaboración.
La Asamblea se desenvolverá, sin lugar a dudas, en un ambiente optimista, reflejo de la situación bonacible en que está viviendo la flor y nata del sector privado mexicano.
Sobrada razón tienen los banqueros para sentir que la Revolución les ha hechos justicia. Sus negocios han ido creciendo desmesuradamente; están ganando la partida al gobierno en la cuantía de las inversiones, al que están superando con un margen considerable; disponen ahora de una nueva institución de crédito gubernamental, el Banco Nacional Agropecuario, que les redescontará los créditos que otorgan a la agricultura y la ganadería, disminuyendo sus riesgos; han logrado impedir por un año más la adopción de una verdadera reforma fiscal con lo que sus utilidades quedarán salvaguardadas y el gobierno seguirá padeciendo penurias que luego lo obligan a reducir el ritmo de sus obras y a concertar créditos exteriores, y finalmente, han logrado excluir a los inversionistas extranjeros del sector de las finanzas, que ahora les pertenece casi por entero.
Jauja no es un mundo irreal, sino uno perfectamente tangible y actual... para los banqueros.
Pero los banqueros forman sólo una pequeñísima parte del conglomerado nacional. Y “lo que es bueno para los banqueros no necesariamente lo es para el país”. Desafortunadamente el panorama económico nacional presenta grandes problemas que no se resuelven y que la conducta actual de los banqueros no ayuda a resolverlos, antes bien los complica y agrava. La revolución que ellos conciben y a la que cantan loas, no es la misma por la que luchó y lucha el pueblo de México y que es la única que puede conducir a un desarrollo económico con justicia social e independencia.
Para sustanciar nuestra apreciación sobre el panorama económico nacional bastará pasar revista a algunos aspectos importantes.
El desarrollo económico ha reducido su ritmo y amenaza con detenerse, si no es que se convierte en retroceso. Las causas son profundas, no fortuitas, por más que esté presente el reajuste que todo nuevo gobierno trae aparejado y la decisión de depender menos de créditos del exterior.
Los ingresos de millones de mexicanos son muy bajos, especialmente los de los campesinos, ejidatarios, pequeños propietarios y jornaleros agrícolas, de obreros no sindicalizados muchos de los cuales no obtienen ni el salario mínimo. Los bajos ingresos significan escasa demanda de productos en general, especialmente de los industriales; con ello se frena gravemente el proceso de industrialización, piedra angular del desarrollo del país.
Existen amplios sectores de población sin trabajo, o parcialmente ocupados y muchos de ellos dedicados a labores de muy baja productividad. Estas masas de desocupados deprimen todavía más los niveles de salarios, por la competencia que se establece en los trabajos por ocupar al ingreso que sea, los insuficientes empleos que se les ofrecen. La fuerte desocupación o subocupación está creando problemas casi insolubles de concentración en las ciudades y de intranquilidad social y política.
Millares de pequeños productores agrícolas, ganaderos y artesanales se encuentran en situación aflictiva, viviendo en condiciones semejantes a las de los proletarios que no poseen nada.
La riqueza nacional se concentra a pasos agigantados en pequeños grupos que extienden su dominio económico a todas las actividades económicas importantes. Como consecuencia natural, el ingreso se distribuye en forma muy inequitativa, haciendo a los ricos más ricos y a los pobres más pobres.
Los monopolios extranjeros se extienden con gran fuerza expansiva a las principales ramas económicas, especialmente de la industria y del comercio. Como resultado aumenta la dependencia nacional respecto del exterior y se succionan recursos por las elevadas utilidades que se envían al extranjero.
Para millones de mexicanos no existen, pues, motivos de alegría, sino muy por lo contrario existen razones de preocupación y de intranquilidad.
En este panorama ¿qué papel juegan los banqueros? ¿cómo “contribuyen al desarrollo con justicia social” —como lo han afirmado algunos de sus más conspicuos representantes—?
En verdad los banqueros se dedican a lo suyo: utilizar los amplios recursos propios y ajenos que manejan, preferentemente para fortalecer las empresas que por centenares controlan, tanto en la industria y el comercio como en otras actividades. Sólo marginalmente apoyan negocios ajenos, siempre, claro está, “amarrados” y con intereses máximos al “agio”.
Aunque en los últimos años los banqueros han dedicado una mayor atención al otorgamiento de crédito al consumo y a las actividades agrícolas e industriales en general, lo han hecho por razones de propio interés y eliminando al máximo los riesgos. Los créditos al consumo por ejemplo ayudan a fortalecer la demanda y a estimular la producción de artículos de consumo duraderos, lo que significa que sus industrias de refrigeradores, lavadoras, aparatos eléctricos, etc., etc., venderán más y obtendrán mayores utilidades. Y los créditos a la pequeña y mediana industria y los otorgados a las actividades agropecuarias, se hacen en alta proporción con el aval del gobierno.
Y no se crea que los crédito con el aval del gobierno se otorgan en condiciones razonables por el hecho de que sus riesgos se transfieren al Estado. Como ilustración veamos un caso concreto, que lejos de ser la excepción, constituye un fenómeno generalizado.
El Ing. Agrónomo R. B. obtuvo una línea de crédito del Fondo para el Fomento de la Agricultura, Ganadería y Avicultura, del Banco de México, a través de un banco de Torreón, Coahuila, con las siguientes modalidades.
Valor total concedido por el Fondo $400,000.00; garantía exigida y gravada, 2,000,000.00; duración y amortización del crédito 24 mensualidades; un requisito exigido por el banco de Torreón, mantener una cuenta corriente constante e intocable en el propio banco, de una suma igual al 25% del monto del crédito, es decir, de $100,000.00; cargos por concepto de trámite de la solicitud, dictamen de títulos de garantía, registro de contrato y pago de registros de hipoteca sobre propiedades dejadas en garantía, 8% del valor total del crédito, es decir $32,000.00. Cargo de intereses al 12% anual sobre el crédito realmente dispuesto, 72,000.00; cargos originados por inspecciones, auditorias y controles para el manejo del crédito, $8,000.00; intereses correspondientes a los $100,000.00 congelados en la cuenta corriente, $24,000.00 suman los cargos originados durante el ejercicio del crédito, $136,000.00. El acreditado solamente recibió efectivamente para impulsar su negocio, en lugar de los $400,000.00, la suma de $268,000.00. Esto quiere decir que los intereses y pagos reales del Sr. Ing. Fueron del 2.07% mensual, o sea, del 24.84% anual. ¿Así colaboran los banqueros al fomento de la producción y al desarrollo con justicia social?
La realidad muestra, hasta la evidencia, que los banqueros se preocupan solamente por incrementar sus negocio y por acumular fortuna y poder, a costa de los sectores de empresarios menores, de los campesinos y del pueblo en general. Sus reiteradas afirmaciones de que están dedicados a servir al país son sólo palabras. Ni el público, ni el gobierno deben dejarse engañar.
Ante esta situación ¿no es imprescindible que el gobierno intervenga para proteger al público y para protegerse a sí mismo? Por lo pronto, el gobierno debe adquirir las acciones que ahora poseen inversionistas extranjeros en las distintas instituciones financieras, para influir desde la propia Ciudadela del Dinero, a favor de los intereses generales de la Nación. No hacerlo ahora y dejar que esas acciones pasen a manos de los banqueros —así sean mexicanos— sería un grave error y tendría consecuencias negativas de gran alcance.♦