Hemos rebasado la tasa del 3 por ciento anual y es preciso que el gobierno amplíe sus actividades en la vida económica de la nación con más eficiencia y honestidad.
El fuerte crecimiento de la población mexicana, que está rebasando la tasa del 3 por ciento anual (entre las más altas del mundo) y, la necesidad de satisfacer los naturales deseos de progreso del pueblo, hacen imperativo impulsar el desarrollo económico.
Las metas generales que deben tener el desarrollo económico, concebido no como un fin en sí mismo, sino como un medio para satisfacer las aspiraciones nacionales, deben ser: a) mejorar las condiciones de vida del pueblo en general; b) consolidar la independencia económica del país, y c) lograr condiciones democráticas en nuestra vida política y económica. Los tres objetivos se encuentran tan íntimamente entrelazados que no pueden separarse.
La mejoría de los niveles de vida de los más amplios sectores de la población no podrá lograrse en condiciones de dependencia económica respecto al exterior, es decir, si la industria, la agricultura, el comercio exterior, las finanzas, etc., son manejadas por empresas extranjeras, ya que éstas interesadas en el logro de altas utilidades, supeditan a ese fin los intereses del país.
Tampoco es posible lograr el progreso y bienestar del pueblo si no existen condiciones democráticas en la vida nacional, ya que si se obstaculiza la actividad ciudadana, si se dificulta la capilaridad social, se impide el aprovechamiento del esfuerzo, la iniciativa y el deseo de los mexicanos para la superación nacional. Sin la contribución amplia y entusiasta del pueblo, no hay progreso firme y perdurable.
Sin el concurso del pueblo, el desarrollo económico se deja a la voluntad e intereses particulares de unos cuantos, con lo que se sacrifican las metas nacionales, se deforman los medios y se propicia el despilfarro, la ineficacia y la deshonestidad.
El desarrollo económico democrático e independiente tiene que significar la modificación del status quo, ya que precisamente ese status quo tiene como ingredientes los bajos niveles de vida, la desocupacion y subocupación, la escasa utilización de los recursos, la concentración de la riqueza y de los ingresos, el latifundio, el dominio extranjero sobre la economía tiene como ingredientes los bajos niveles de vida, la desocupación y su ocupación, la escasa utilización de los recursos, la concentración de la riqueza y de los ingresos, el latifundio, el dominio extranjero sobre la economia, el creciente costo de la vida, etc., etc. En una palabra, se requiere de cambios fundamentales que remuevan los obstáculos al desarrollo económico, a favor de la población en general.
Visto en esta forma el problema del desarrollo tiene aspectos no solamente económicos, sino también sociales y políticos. Por esa razón, no basta con elevar la producción en un año determinado a una tasa alta, porque si no se atacan los factores de estructura subyacentes y responsables de la situación de atraso o subdesarrollo, los logros obtenidos no son firmes y no constituyen bases sólidas para asegurar un proceso ascendente continuo.
Por otra parte, pueden lograrse altas tasas de crecimiento de la producción en un período determinado que pueden agravar y no resolver los problemas que tiene frente a sí el país en su decisión de avanzar y de asegurar mejores condiciones de vida a la población.
Esto es lo que está sucediendo en buen grado en nuestro país (y en la mayoría de los de América Latina). El crecimiento de la producción en general ha agudizado el problema de la concentración de la riqueza y del ingreso, ha mantenido la dependencia de la economía nacional respecto del extranjero, ha mantenido los bajos niveles de ingreso de las masas populares (hecho reconocido hasta por el mismo sector empresarial) y no resuelve el grave problema de la desocupación que alcanza proporciones alarmantes.
En estas circunstancias, se está comprometiendo el futuro del país. Los bajos ingresos populares están limitando seriamente la continuidad del esfuerzo de industrialización, por falta de mercado suficiente. La concentración de la riqueza y de los ingresos está aumentando en forma desorbitada la fuerza económica (y política) de algunos grupos de la iniciativa privada y fortaleciendo el monopolio. La estructura de la producción se está deformando, proyectándose en medida importante hacia la producción de bienes y servicios de lujo o no necesarios. El comercio exterior sigue dominado por intereses extranjeros. Las importaciones reales (las registradas y las pasadas de contrabando) de productos no indispensables para el desarrollo absorben altas cifras de divisas (vinos y licores, tabaco, lateria, telas y artículos de vestir, joyas, automóviles caros, etc.). Y la industria de transformación cada vez está siendo dominada en mayor grado por grandes firmas norteamericanas.
No podemos, por lo tanto, conformarnos con lograr una tasa más o menos razonable de crecimiento de la producción total, crecimiento que está beneficiando primordialmente a la oligarquía. No solamente se atenta contra la justicia social sino que se compromete el proceso mismo del desarrollo y el futuro del país.
Metas concretas del desarrollo.
Para alcanzar las metas generales del desarrollo independiente y democrático, se requiere luchar por los siguientes objetivos concretos y particulares: a) aumentar la producción a una tasa elevada, que supere lo más posible a la tasa de crecimiento de la población; b) lograr empleo remunerado decorosamente para toda la población apta para el trabajo; c) elevar la preparación técnica de los trabajadores, preparar especialistas, ingenieros, etc., y dar un apoyo vigoroso a la investigación científica y técnica; d) distribuir el ingreso en forma equitativa, mediante políticas favorables de salario y de precios rurales para los campesinos; e) utilizar los recursos al máximo y en forma eficiente; f) elevar la productividad de cada hora-hombre; f) lograr estabilidad relativa de los precios y equilibrio funcional de la balanza de pagos y g) mexicanizar al máximo la inversión y la riqueza.
Los puntos anteriores, que no excluyen otros también de gran importancia, encauzarían el proceso de desarrollo por los caminos revolucionarios. Su aplicación implica la adopción de medidas a fondo que modifiquen el status quo, como condición para llevarlos al éxito. Entre dichos cambios fundamentales conviene destacar algunos, por su gran importancia.
Se requiere de una ampliación sustancial de las actividades gubernamentales en la actividad económica, tanto de regulación y estímulo, como en la organización y manejo de empresas productivas y de servicio. Ya está demostrado que la preponderancia de la iniciativa privada, que se mueve esencialmente por los estímulos del lucro, no nos conduce al progreso y al bienestar general de la población.
La mayor intervención gubernamental exige de una reforma fiscal que permita aumentar sustancialmente los recursos a su disposición, para hacerle frente a las necesidades de inversión pública y a la satisfacción de las enormes necesidades sociales existentes. La reforma fiscal permitirá también redistribuir el ingreso, retirando una parte del sector privado que está acumulando riquezas exageradas y, revertirla al pueblo en forma de servicios de todo tipo. Asimismo será un instrumento útil en frenar la fuerza económica de la oligarquía.
Se impone la aplicación hasta sus últimas consecuencias de los ideales agrarios de la Revolución, para consolidar la economía campesina, mediante créditos oportunos y suficientes y a tasas razonables, que le permitan explotar sus tierras, emprender la explotación industrial de sus productos y ocupar su tiempo a lo largo de todo el año. Adicionalmente, se requiere de una organización adecuada para permitir a los campesinos aprovechar los frutos de su trabajo, evitando que sigan siendo explotados por los acaparadores de cosechas y por los agiotistas.
Es indispensable que el gobierno intervenga en forma directa en el crédito en una medida mucho más vigorosa, para ponerlo a disposición de los propios productores en condiciones favorables.
Adicionalmente se hace necesario una política contra los monopolios nacionales y extranjeros, que encarecen la vida, descapitalizan al país con los envíos de utilidades al exterior y que fijan elevados precios.
Finalmente, impone una política a fondo de mexicanización de las actividades económicas para asegurar que los frutos del trabajo de los mexicanos beneficien esencialmente al país.
Los puntos de política anotados deberán ser abordados en el marco de un Plan de Desarrollo Económico-Social, que integre, balancee, y ordene sus distintas partes integrantes.
Por este camino podremos lograr un desarrollo económico independiente y democrático.♦