Y algunas observaciones que es preciso hacer en relación a la situación actual del desarrollo económico de la nación.
El Banco de México ha puesto una nota de optimismo al informar, con motivo de su Asamblea Anual de Accionistas, que durante el año de 1964, la economía mexicana creció a un alto ritmo, se mantuvo el equilibrio de nuestras cuentas con el exterior y los precios internos sólo aumentaron ligeramente. De acuerdo con el propio Informe, los factores dinámicos responsables de tan alto crecimiento, que fue de 10% sobre 1963, fueron las buenas cosechas, la mayor actividad de exportación las más altas inversiones privadas y públicas, unidas a un incremento considerable de la demanda de bienes de consumo.
Aunque la cifra del 10% es de carácter preliminar y existen factores que indican que amerita ciertos ajustes, no cabe duda que el crecimiento alcanzado es de proporciones considerables. Su significado se hace mayor todavía, si se le compara con las tasas obtenidas por los otros países de América Latina y del resto del mundo, ya que viene a ser una de las más elevadas obtenidas en todos los países. La hazaña, pues, de 1964, merecer elogiada porque constituye un importante logro para nuestro país.
El Banco de México, sin embargo, llevado por su optimismo (que por lo demás corresponde a su posición tradicional derivada quizás del deseo de ser un factor de aliento y estímulo, especialmente para el sector de hombres de negocios para inducirlos a aumentar su actividad) exagera la nota y nos presenta una situación bonancible, sin mayores problemas, como si estuviéramos viviendo en jauja. En forma injustificada omite, en su Informe, el análisis de una serie de aspectos que son de gran relevancia para el mejor conocimiento de la verdadera situación de la economía nacional y de su capacidad para desarrollarse a un ritmo elevado y de manera sostenida. El análisis que presenta es muy incompleto y en muchos aspectos notoriamente superficial, lo cual no deja de sorprender dada la alta calidad de quienes tienen a su cargo la preparación del Informe y los casi ilimitados recursos de que dispone. Como consideramos que el Informe del Banco de México da una idea parcial y engañosa de la realidad y que puede llevar a concepciones erróneas sobre la verdadera situación de la economía del país, nos ocuparemos de algunos factores que pueden ayudar a que el público tenga un conocimiento más amplio y veraz sobre la situación económica y de los problemas que afrontaremos.
En primer lugar debemos señalar que la economía nacional se encuentra muy deformada ya que el comercio constituye la actividad más importante, superando a la industria y a la agricultura. Mientras que a las actividades comerciales correspondió en 1964, el 26.1% del valor de la producción total de bienes y servicios del país, a las industriales y agrícolas les correspondió el 24.3% y 18.3%, respectivamente. Puede apreciarse la gran deformación económica que significa que una actividad esencialmente improductiva, como el comercio, ocupe el primer lugar en la actividad económica nacional, superando a las dos ramas básicas de la actividad productiva que son la industria y la agricultura. Se revela así uno de los grandes problemas del desarrollo económico de nuestro país, que tiene que marchar con el pesado y costoso fardo de un aparato comercial hipertrofiado. El excesivo crecimiento del comercio significa la elevación innecesaria de los precios de los productos intermedios y de los que se destinan al consumo, lo que merma la capacidad de compra de la población, sobre todo de la de bajos ingresos. Pero no sólo ese perjuicio ocasiona, sino que afecta también al desarrollo por el hecho de que las grandes utilidades que se acaparan por este sector no se destinan a nuevas inversiones de tipo productivo, sino que se dedican a fines improductivos, al consumo suntuario o simplemente se atesoran. Esta situación deberá corregirse con urgencia, como un requisito para acelerar el desarrollo haciéndolo menos costoso y canalizando hacia las actividades productivas la más alta proporción posible de los capitales. No obstante la seriedad que reviste este problema, el Informe del Banco de México lo ignora por completo, limitándose a señalar que la actividad comercial se incrementó en un 10% en 1964, debido a los mayores requerimientos de la demanda.
La situación de la balanza de pagos es otro problema que demanda nuestra atención. No obstante el incremento de 27.8 millones de dólares que registró la reserva neta de oro y divisas, que nos haría pensar en que existe un sano equilibrio en nuestras cuentas con el exterior, el análisis de la balanza de pagos muestra en general una situación realmente precaria.
Existen renglones que significan fuertes salidas de divisas: el déficit de la balanza comercial (las compras al exterior son mucho mayores que las ventas), las amortizaciones y pago de intereses de créditos obtenidos del exterior que van aumentado con celeridad, y finalmente, los envíos al exterior de rendimientos obtenidos por las empresas extranjeras que operan en nuestro país. Estos tres renglones significaron en 1963 la crecida suma de 719 millones de dólares. En 1964, esa cifra se elevó a alrededor de 960 millones, correspondiendo al déficit de la balanza comercial 464 millones de dólares, a los pagos por intereses y amortización de créditos a largo plazo 299.5 millones y a los envíos de rendimientos de las empresas extranjeras alrededor de 200 millones de dólares.
Las fuertes salidas de divisas que representan los tres renglones anteriores parecen tener carácter más o menos permanente, dadas las condiciones presentes y constituyen una amenaza constante para nuestra estabilidad y para continuar nuestro desarrollo. Hasta ahora se ha logrado hacer frente a esas sangrías de divisas con los superávit logrados en otros renglones compensatorios que en algunos años, como el de 1964, han permitido hasta un incremento de la reserva del Banco de México. Los principales renglones superávitarios son los siguientes: créditos exteriores, que en los últimos años han alcanzado cifras muy elevadas, llegando en 1964, a un máximo de 672 millones de dólares; las transacciones fronterizas y el turismo que conjuntamente representaron un ingreso de 703 millones de dólares y finalmente las inversiones extranjeras directas que aportaron 150 millones de dólares. Se observa, sin embargo que estos tres renglones compensatorios están perdiendo su capacidad equilibradora. Así, en el caso del turismo y de las transacciones fronterizas los saldos netos van disminuyendo, por los crecientes gastos que los mexicanos hacen tanto en sus copras en la frontera como en viajes al exterior. Por su parte, la gran cuantía de los créditos del exterior han ido haciendo crecer notablemente los pagos que hacemos por concepto de amortización e intereses, al grado de que en 1964 salieron por este concepto 300 millones de dólares, cantidad que significa 45% del monto total de los créditos de que se dispuso en ese mismo año. Finalmente, el renglón de las inversiones extranjeras directas está siendo ya fuertemente deficitario, porque aunque cada año aumentan en su cuantía (en 1964 fueron de 150 millones de dólares) los envíos hechos al exterior por concepto de rendimientos por las empresas extranjeras han sobrepasado con amplio margen el monto de esos aumentos. En 1963, por ejemplo, mientras que las inversiones extranjeras directas aumentaron en 118 millones de dólares, los envíos de rendimientos fueron de 183 millones es decir, 65 millones de dólares más. Debemos observar, de pasada, que no obstante el fuerte crecimiento que año con año se registra en las inversiones extranjeras directas, que como alud incontenible se desbordan por nuestra frontera norte, dichas inversiones se realizan totalmente con los rendimientos de las que se encuentran ya operando y todavía queda un fuerte margen para ser enviado al exterior.
La confrontación de los hechos señalados nos llevan a comprender con claridad que el equilibrio de nuestra balanza pende de un hilo (un hilo que conduce a Washington) y que se ha estado logrando a través de los créditos exteriores, el turismo y las inversiones extranjeras directas, renglones todos ellos que no representan pilares sólidos para apoyar en ellos la estabilidad de nuestro peso, ni el desarrollo económico nacional. Se ha seguido así el camino más fácil, pero el menos aconsejable. Al no resolverse a fondo los problemas, actuando sobre las causas y moviendo los resortes más apropiados, se hace descansar cada vez más nuestro desarrollo y la estabilidad cambiaria, de mayores créditos del exterior y de crecientes inversiones extranjeras directas, haciéndose depender ya no de nosotros mismos sino de las decisiones de extraños, con frecuencia con intereses antagónicos a los del país.
Los problemas que hemos señalado y que se encuentran ausentes en el Informe del Banco de México, deben ser objeto, por su importancia, de vigorosas políticas gubernamentales para encontrarles solución. Un camino para avanzar en esta dirección consiste en no ignorarlos ni ocultarlos a la opinión pública, sino analizarlos con toda objetividad y tomar las medidas adecuadas para superarlos, medidas que si cuentan con el apoyo de la población toda del país, seguramente tendrán un éxito completo. Para que se cuente con ese apoyo, es indispensable que se le informe con toda honestidad y que se le haga copartícipe en los esfuerzos tendientes al logro del más rápido progreso, ya que no se debe olvidar que es precisamente el bienestar de toda la población lo que constituye la meta fundamental del desarrollo económico del país.♦